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BERA, SEPTIEMBRE 2021

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el fin de semana, los genes reloj hacen de las suyas y

nos despiertan sin nuestro consentimiento.

Nuestros órganos funcionan de manera distinta según

el momento del día en el que nos encontremos. Las

enzimas que se producen fácilmente a las 10 de la

mañana, no lo hacen con la misma facilidad cuando se

producen a las 6 de la tarde, y mucho menos a las 11 de

la noche. Los genes que se encargan de sintetizar las

proteínas que permiten metabolizar los nutrientes, se

activan o desactivan en los diferentes horarios del día.

Las enzimas que son capaces de almacenar energía en

forma de grasa, son mucho más eficientes de noche

–parece que la influencer no estaba desvariando-.

Los efectos que ejercen los alimentos en nuestro organismo,

cuando se consumen en los diferentes horarios

del día, son estudiados por la Crononutrición.

Por otro lado, las células de nuestra piel tienen la tarea

de protegernos de los rayos ultravioleta solares, que

son dañinos para el ADN; por ello, durante las horas de

sol, los genes de día de nuestra piel están focalizados

en proteger nuestro ADN guardándolo, enrollándolo y

compactándolo en la parte más profunda de la célula, el

núcleo. Mientras eso sucede, el ADN es reparado de los

daños que la radiación solar logró ocasionar. Por otro

lado, en las horas de oscuridad, los genes nocturnos se

activan y nuestro ADN puede salir, desenrollarse y replicarse,

eventos necesarios para la división celular.

Entonces, en las noches en las que una persona

duerme poco, nuestra piel mantiene al ADN empaquetado

más tiempo del habitual, por lo que nuestras

células no tienen tiempo suficiente para dividirse ni

nuestra piel regenerarse. Si mantenemos los malos

hábitos de sueño por mucho tiempo, generaremos en

nosotros un envejecimiento prematuro.

El horario en el que se realice la actividad física y en la

se ingieran los alimentos, puede condicionar la expresión

de ciertos cronogenes; hacerlo de manera asincrónica

con el horario planetario, puede favorecer la aparición

de ciertas enfermedades como la obesidad. En las

personas que interrumpen el sueño, o tienen ingestas

energéticas elevadas por la noche –recalco, por la

noche y no a las seis de la tarde-, cuando no se tiene un

adecuado control circadiano o no hay una correcta

adaptación a los cambios externos, se genera la desincronización

de los ritmos biológicos, y con ello la

patología circadiana. Este desequilibrio se relaciona

con, por ejemplo, cambio de zonas horarias, cambio de

turnos laborales o inclusive mala organización de los

hábitos de estilo de vida saludable. Cuando se habla del

medio ambiente y de jornadas de trabajo, se toman en

cuenta principalmente los factores luz y sonido, los

cuales, al tener una intensidad muy fuerte, no permiten

la producción de melatonina, ocasionando disrupciones

del sueño y del descanso, lo que conlleva a que los

procesos naturales de reparación tisular no se

efectúen. Algunas consecuencias de los trastornos en

los ritmos circadianos podrían ser, como se mencionó

anteriormente, el envejecimiento prematuro, los

trastornos del sueño, algunas inmunodeficiencias y

predisposición a algunos tipos de cáncer.

Entonces, ¿se puede o no comer carbohidratos después

de las seis de la tarde? La respuesta es un rotundo SI.

No existe un horario exacto en el que el ser humano

deba dejar de consumir carbohidratos, proteínas o

grasas. Si hablamos específicamente de carbohidratos

simples, si debería haber un horario, pues los que se

consumen cuando ya no hay luz del día se transforman

más fácilmente en triglicéridos por medio de una

elongación lipídica. Entonces, más que mirar el reloj y

decidir si comer ese pastelillo o no, tendríamos que

verificar nuestro estado de vigilia-sueño.

Lo mejor que podemos hacer para evitar la acumulación

de grasa porque ya pasan de las seis de la tarde, es

implementar hábitos de alimentación “sincrónica”, lo

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