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Coordinación de producción<br />
Nicolás Barriola<br />
Coordinación de contenidos<br />
William Rey Ashfield<br />
Concepción fotográfica<br />
Marcos Mendizábal<br />
Coordinación editorial<br />
Lucía Lin<br />
Departamento Comercial<br />
Martín Colombo<br />
Textos<br />
Pía Supervielle<br />
William Rey Ashfield<br />
Fotografías<br />
Eduardo Davit<br />
Celena García<br />
Carlos López<br />
Marcos Mendizábal<br />
Mapa ilustrado<br />
Josefina Jolly<br />
Corrección<br />
Maqui Dutto<br />
Diseño<br />
I+D<br />
Impresión<br />
Gráfica Mosca<br />
Producido, diseñado e impreso en Uruguay<br />
© 2019. BMR Productos Culturales, Derechos Reservados. Queda prohibida cualquier<br />
forma de reproducción, transmisión o archivo en sistemas recuperables, para<br />
uso público o privado, por medios mecánicos, electrónicos, fotocopiado, grabación<br />
o cualquier otro, ya sea total o parcial, del presente ejemplar, con o sin propósito de<br />
lucro, sin la expresa, previa y escrita autorización del editor.
6<br />
20<br />
PRÓLOGO<br />
INTRO<br />
25<br />
CAP 1<br />
EL DESEMBARCO<br />
129<br />
CAP 2<br />
LOS AÑOS MÁS OSCUROS<br />
149<br />
185<br />
190<br />
191<br />
CAP 3<br />
CUIDAR, PRESERVAR<br />
Y QUERER<br />
EPÍLOGO<br />
AGRADECIMIENTOS<br />
BIBLIOGRAFÍA
David Evans (segundo de izquierda a derecha)<br />
en Casa Evans.
Prólogo<br />
De haber recorrido <strong>Conchillas</strong> durante una visita rápida, carente<br />
de información acerca de su historia, quedarían en nuestro recuerdo<br />
ciertos materiales dominantes —piedra y chapa, fundamentalmente—,<br />
algunos colores intensos —ocre y rojo oscuro, además del verde de sus<br />
campos—, variados aromas —pino, madreselva, romero y azahar—,<br />
así como los nombres ingleses en los carteles de sus calles y en las<br />
lápidas del cementerio.<br />
Son todos recuerdos abreviados pero ayudan, sin embargo, a evocar<br />
su historia, ya que en la piedra está el origen de una industria<br />
extractiva allí instalada, liderada por un ciudadano inglés, quien<br />
proveía de este material al nuevo puerto de Buenos Aires. Charles<br />
Walker consideró las viviendas de los obreros como parte del<br />
capital fijo de la empresa, y así construyó también en piedra sus<br />
paredes, levemente desaplomadas. La chapa dominante, pintada<br />
de ese rojo oscuro que perdura hasta hoy, conformó las cubiertas<br />
de las casas, ordenadas en largas tiras, que cobijaban a familias<br />
de obreros y funcionarios. En su cromatismo homogéneo buscó la<br />
unidad de imagen empresarial propia de las company towns, durante<br />
la revolución industrial y también más tarde. De Gran Bretaña<br />
vinieron varios de los trabajadores de esta industria y también otros,<br />
como David Evans, quienes apoyarían el funcionar diario de esta<br />
población aportando servicios imprescindibles como el de almacén<br />
y variados servicios y rubros conexos.<br />
Los aromas de <strong>Conchillas</strong> nos conectan con el campo y con los<br />
árboles de sus calles y plazas. Su vida apacible, incontaminada,<br />
podría ser la expresión propia de una población afectada por<br />
el detenimiento temporal, fenómeno comprobable durante largas<br />
décadas, luego del cierre de la empresa C. H. Walker & Co. Pero<br />
también está en ese tiempo detenido la razón clave que explica<br />
la permanencia —hasta hoy— de un patrimonio urbano excepcional,<br />
bastante único en nuestro contexto.<br />
Este patrimonio cultural, con especial valor arquitectónico, urbano<br />
y territorial, no contaba hasta ahora con una publicación que<br />
vinculara su pasado con la vida contemporánea; sus espacios<br />
sociales y sus manifestaciones deportivas; su dinámica turística<br />
y sus nuevos proyectos culturales. La seria investigación<br />
6
desarrollada por Pía Supervielle y el aporte de los pobladores locales<br />
—en materia de información aportada, facilitación de documentos<br />
y exposición de piezas de valor testimonial— permitieron, junto<br />
con la excelente fotografía de Marcos Mendizábal y Carlos López,<br />
publicar una obra hasta ahora inexistente, que permite divulgar<br />
y poner en valor a <strong>Conchillas</strong> como uno de nuestros importantes<br />
patrimonios culturales.<br />
William Rey Ashfield<br />
7
LA HIS<br />
DE UN<br />
8
INTRODUCCIÓN<br />
TORIA<br />
PUEBLO<br />
9
Fotografía de Rosalía Borgogno<br />
de la casa fotográfica Adrian Heynen,<br />
en <strong>Conchillas</strong>.<br />
10
Fiesta anual en el Club de Bochas<br />
San Martín.<br />
Jóvenes cocinando un asado<br />
junto a su auto comprado<br />
en Casa Evans.<br />
11
12
13
18<br />
14
87<br />
15
16
17
Celebración por el Premio Pueblo<br />
Turístico, obtenido por <strong>Conchillas</strong><br />
en 2013.<br />
18
19
Primero están los datos. Y los datos —fríos, muy fáciles de olvidar—<br />
dicen que en <strong>Conchillas</strong> viven 401 personas; en Pueblo Gil, 309;<br />
en Radial Hernández, 294; en el puerto, 60, y en la zona rural, otras<br />
tantas. Los números dicen también que las coordenadas geográficas<br />
del pueblo son 34° 13' 29" de latitud sur y 58° 03' 03" de longitud<br />
oeste; que este centro poblado pertenece a la 7. a Sección Judicial<br />
de Colonia y que fue reconocido como tal en 1954; que se encuentra<br />
a 50 kilómetros de la capital del departamento, a 40 kilómetros<br />
de la ciudad de Carmelo, y que desde Radial Hernández hasta<br />
el puerto hay una distancia de 14 kilómetros.<br />
Los datos dicen pero no hablan, no cuentan, no recuerdan. Así que<br />
después están las voces —a veces disonantes, otras veces en coro— que<br />
se ocupan de narrar la historia de un pueblo que se gestó con una épica<br />
propia. El relato de <strong>Conchillas</strong> no es uno más, no es uno del montón.<br />
En su narrativa —que ya tiene más de 130 años desde aquel punto<br />
en que alguien decidió empezar a contarla— hay una empresa<br />
que sentó las bases de una compañía que fue pueblo o viceversa,<br />
una tierra rica en recursos y privilegiada en ubicación, personajes<br />
memorables, el naufragio de un barco llamado Sophia y un<br />
sobreviviente muy admirado y muy querido, cinco locomotoras<br />
con nombres en dos idiomas —Ruiz de los Llanos, Parish, Chavarría,<br />
Thorton y Gogland—, luz eléctrica en un territorio recóndito, casas<br />
que no se parecen a ningunas otras, momentos de bonanza y otros<br />
de intensas tempestades, lugares de una belleza suave y poética,<br />
tonos cobrizos y amarillos que lo tiñen todo cuando el sol se<br />
empieza a ir en las tardecitas de otoño, apellidos que se reconocen<br />
fácilmente en territorio europeo, un sentimiento de orgullo que<br />
abraza a una comunidad entera, decenas de particularidades propias<br />
de una zona que creció de espaldas al resto del país y muy conectada<br />
con dos grandes capitales: Buenos Aires y Londres.<br />
<strong>Conchillas</strong> cuenta sus mil y una memorias a través de su gente<br />
y también a través de sus muros macizos y centenarios. Entre los<br />
relatos orales, las fotografías gastadas, los documentos que fueron<br />
pasando de mano en mano, algunos tesoros familiares, Internet, los<br />
archivos que se digitalizaron y papeles que se recuperan en remates,<br />
se va hilvanando la historia. Aparecen muchas narraciones únicas,<br />
pero la mayoría de las veces hay un hilo conductor que es común<br />
y que empieza siempre igual: los ingleses llegaron para hacer el puerto<br />
de Buenos Aires. Y en esa frase, tan simple y tan concreta, está el<br />
núcleo de las primeras décadas de <strong>Conchillas</strong>. El corazón que hizo que<br />
20
el pueblo latiera con un ritmo propio durante muchos años. Hasta<br />
que, de pronto, todo cambió.<br />
La empresa C. H. Walker & Co. quebró, pero el pueblo —a veces<br />
estoico, otras un tanto menos firme— se mantuvo. Con el paso<br />
de las décadas la comunidad se unió más y más y más. Ya no estaban<br />
los ingleses —aunque en muchos casos la esencia anglosajona seguía<br />
muy presente—, ahora los vecinos dependían de su propia fuerza.<br />
La historia, el orgullo, las costumbres y los valores de un lugar<br />
tan singular como encantador hicieron que los habitantes empezaran<br />
a trabajar juntos en pro de <strong>Conchillas</strong>. Hoy, gracias a su propio empuje<br />
y a todo el movimiento que implicó la llegada de la empresa Montes<br />
del Plata, el pueblo se encuentra vivo y enérgico. Y sus habitantes,<br />
con más ganas que nunca de contar todas y cada una de esas historias<br />
que hacen que <strong>Conchillas</strong> —su patrimonio, su cultura, sus costumbres,<br />
sus memorias del pasado y sus imágenes del presente— sea único<br />
en el territorio nacional.<br />
21
Fiesta del Lapacho Rosado, en 2017.<br />
22
23
1<br />
24
CAPÍTULO<br />
1<br />
25
Moneda de Casa Evans, autorizada<br />
por el Banco Central del Uruguay.<br />
26
27
28
29
Calle David Evans, con el Hotel <strong>Conchillas</strong><br />
en primer plano y en el horizonte<br />
el emprendimiento industrial de Montes<br />
del Plata.<br />
30
31
Al principio hay un camino —como tantos otros— de bitumen,<br />
con un marco verde a cada lado. Después aparecen algunas casas<br />
salpicadas. De tanto en tanto, un par de señas de luces de los autos<br />
en sentido contrario que dan la bienvenida. Hay, en un punto<br />
del recorrido, una pequeña iglesia pintada en tonos pastel a mano<br />
derecha, un cine cerrado con un cartel en el que se lee «Libertad»<br />
(aunque la i ya no está más), varias motos que van y otras que<br />
vienen, un gran almacén de ramos generales, algunos limoneros<br />
que crecen saludables en los jardines, la sede de Juventud Unida<br />
Fútbol Club, un cruce de caminos, un ómnibus que para y levanta<br />
a los trabajadores que lo esperan como todas las mañanas, un<br />
monte frondoso y salvaje al lado de la calle, un puñado de lomos<br />
de burro que marcan el descenso de la velocidad, dos adolescentes<br />
que patinan libres y sonrientes hasta llegar al cartel que anuncia:<br />
«<strong>Patrimonio</strong> Arquitectónico Nacional». Más adelante, aparecen<br />
cinco, siete, diez niños pequeños vestidos con túnicas cuadrillé<br />
verde; todos saludan a sus respectivas madres con un abrazo<br />
y entran corriendo a una casa de muros amarillos y techo rojo<br />
con un letrero que dice: CAIF Las Ardillitas. La zona se despierta<br />
mientras en el aire se entrecruzan los sonidos de los autos, las<br />
motos, el ir y venir de las hojas de los árboles que acompañan,<br />
las caminatas apuradas de los chiquilines que van al liceo y unos<br />
cuantos saludos de buenos días entre vecinos que se conocen desde<br />
siempre. <strong>Conchillas</strong> custodia con orgullo sus más de 130 años<br />
de vida, pero también disfruta de un presente activo y vital.<br />
Al principio, entonces, hay un camino que empieza en Radial<br />
Hernández, cuando la ruta 21 da paso a la senda de acceso, atraviesa<br />
Pueblo Gil, llega al pueblo, transita la calle David Evans y desemboca<br />
en el puerto de <strong>Conchillas</strong>. La travesía no es la misma, por supuesto,<br />
que la de fines del siglo XIX. De hecho, desde hace algunos años,<br />
con el evidente crecimiento de la zona, hay dos posibles maneras<br />
de ingresar a <strong>Conchillas</strong>. Sea cual sea el recorrido o la ruta, siempre<br />
se llega al mismo lugar, al puerto; no en vano los vecinos cuentan<br />
que allí es donde suelen encontrarse todos. Al fin y al cabo, ahí<br />
—en esas aguas del Río de la Plata, a veces mansas, otras<br />
vehementes— es donde comenzó todo.<br />
32
33
34
35<br />
Puente de la Armonía. Recibe el nombre<br />
de la fiesta homónima realizada para<br />
celebrar el fin de la guerra.
Plaza 25 de Agosto.<br />
36
37
38
39
Vieja usina eléctrica y talleres<br />
de la Thomas H. Walker & Co.<br />
40
41
42
43
Protección de juego en cuero, perteneciente<br />
al Uruguayo F. C.<br />
44
Trofeo obtenido por el Uruguayo F. C.<br />
45
Cuadro del Uruguayo F. C., 1918.<br />
El abanderado es Henry Pepperall, ingeniero<br />
británico constructor del Hotel <strong>Conchillas</strong><br />
y presidente honorario del club. En la foto<br />
se celebra la entrega de medallas.<br />
46
47
Trofeo obtenido por el Central de Labradores F. C.<br />
48
Trofeo obtenido por el Central de Labradores F. C.<br />
49
Aníbal Cabrera y José Mederos<br />
con la bandera de su club.<br />
50
51
Molino de la C. H. Walker & Co.<br />
52
El desembarco de los ingleses<br />
El aniversario de <strong>Conchillas</strong> está marcado por el día en que<br />
un señor llamado [Guillermo] Cottington vino en un barco,<br />
clavó una bandera y dijo «Acá hay piedra y acá hay arena».<br />
Fermín Capandeguy 1<br />
La distancia entre el puerto de <strong>Conchillas</strong> y el puerto de Buenos<br />
Aires es de aproximadamente 50 kilómetros. La cercanía y la<br />
practicidad fueron, entonces, dos de los pilares sobre los que se<br />
edificó la relación entre la capital argentina y ese escueto pedazo<br />
de tierra en el suelo uruguayo. En el medio hubo un nombre de una<br />
empresa en inglés —C. H. Walker & Co.— y dos materiales esenciales<br />
para la construcción —piedra y arena.<br />
Era mediados del siglo XIX y en Buenos Aires se necesitaba un puerto<br />
óptimo donde las embarcaciones pudieran realizar operaciones<br />
de carga y descarga, embarque y desembarque; se necesitaba<br />
urgentemente que ese nuevo lugar estuviera a la altura de una capital<br />
de sus características. Uno de los que presentaron un proyecto para<br />
el futuro puerto fue Eduardo Madero, comerciante y empresario.<br />
Era 1861. Recién casi veinte años después y tras tres propuestas<br />
rechazadas, cuando asumió la presidencia Julio Argentino Roca (1880-<br />
1886), la cuarta opción de Madero fue aprobada. El tiempo demostraría<br />
que la decisión fue un error, pues este proyecto quedó obsoleto y hubo<br />
que ampliarlo. El responsable del Puerto Nuevo fue el ingeniero Luis<br />
Huergo, que también había estado pujando por que fuera su diseño<br />
el que se aprobara en primera instancia.<br />
En una nota del diario argentino La Nación de julio de 2005 se<br />
retrata el acontecimiento de la siguiente manera:<br />
Tras apenas cuatro sesiones, el 23 de octubre de 1882 el Congreso<br />
aprobó por ley la ejecución de la obra propuesta por Madero,<br />
a un costo de 3,5 millones de libras esterlinas. Pese a que al año<br />
siguiente una comisión opinó que esas condiciones económicas eran<br />
inaceptables, en 1884 el gobierno firmó el contrato con la empresa<br />
de Madero. Los planos fueron aprobados en 1886.<br />
1<br />
Nieto de Francisco Héctor, socio de la firma Capandeguy & Urrutia que adquirió casi todos los bienes<br />
de la empresa Walker & Cía. en 1950.<br />
53
En su libro Historia del puerto de Buenos Aires (1955), Guillermo<br />
Madero explica que los planos del proyecto estaban «bajo la<br />
dirección técnica» del ingeniero civil británico John Hawkshaw<br />
y tenían el apoyo financiero de la casa londinense Baring Brothers.<br />
En la construcción del puerto apareció otra figura de la isla europea:<br />
la firma británica C. H. Walker & Co. La empresa estaba trabajando<br />
en obras en Brasil y Panamá y venía con un gran expertise en<br />
construcción de puertos en el Reino Unido. Al ganar la licitación<br />
para levantar el nuevo puerto de Buenos Aires, Charles Hay Walker<br />
—propietario de la firma homónima— entendió que era necesario<br />
encontrar una manera más sencilla de conseguir el volumen de arena<br />
y piedra necesario para las dimensiones de la obra.<br />
En Argentina las canteras más cercanas estaban a cientos<br />
de kilómetros del futuro puerto. Así fue que, de pronto, la luz<br />
apareció del otro lado del río. En un lugar que hasta ese entonces<br />
no tenía nombre. Lo que sí tenía era los materiales necesarios.<br />
Había arena. Había piedra.<br />
La narración, en este caso, tiene algunas versiones distintas. Una<br />
de ellas es la que está consignada en una investigación de la Facultad<br />
de Humanidades de 2011 llamada Estudio arqueológico y cultural<br />
del proyecto de construcción de una fábrica de celulosa y planta de<br />
energía eléctrica. En el capítulo dedicado a la historia de <strong>Conchillas</strong>,<br />
Laura Brum y Antonio Lezama —sus compiladores— describen<br />
el desembarco de Walker en Uruguay en las siguientes líneas:<br />
La empresa mencionada se enteró de que había un inversor<br />
que tenía una cantera muy cerca del lugar, al borde de un arroyo<br />
del otro lado del río. Su nombre era Mr. Hill, 2 oriundo de la zona,<br />
que fue jefe político y en el ejército uruguayo tuvo grado de<br />
coronel. Ejecutivos de los intereses británicos en Uruguay pidieron<br />
informes, y descubrieron que en Colonia del Sacramento existían<br />
yacimientos y canteras de piedra, las cuales fueron exploradas para<br />
corroborar si realmente servían para dicho objetivo. Se arrendaron<br />
en un principio tres mil cuadras que se encontraban ubicadas<br />
en la orilla izquierda del arroyo San Francisco (actual <strong>Conchillas</strong>),<br />
y contaba con canteras y médanos.<br />
2<br />
N. de r.: Conocido por su nombre traducido al español como Sr. Luis Gil.<br />
54
Por su parte, el Instituto Uruguayo de Numismática establece, en<br />
su boletín de 2015, que fue el propio Charles Hay Walker quien cruzó<br />
en 1885 para corroborar que en esta zona de la República Oriental<br />
del Uruguay hubiera el tipo de material necesario para la construcción.<br />
La publicación explica la llegada del empresario al territorio<br />
uruguayo así:<br />
Obras en Puerto Madero<br />
(Buenos Aires) con piedras,<br />
cal y arena del Uruguay.<br />
[Walker] Conversó con Gustav Lahusen, 3 quien le confirmó la calidad<br />
de las rocas de toda la zona. Walker después trató con Luis Gil,<br />
recorrió las canteras y ratificó que la riqueza rocosa se extendía por<br />
estos campos. Poco después, el 7 de junio de 1885, le arrendó al sur<br />
del casco de la estancia, donde Luis Gil ya había abierto canteras.<br />
[…] Acordó condiciones con Luis Gil, actuando en representación<br />
del mismo su hijo y administrador Mario Gil, estableciéndose<br />
un primer convenio por el cual la empresa arrendó 700 cuadras,<br />
comprometiéndose asimismo a construir 300 metros de muelle, vías<br />
férreas que unieran las canteras con el puerto, edificios para oficinas<br />
y talleres y un número suficiente de viviendas, atento a que los<br />
obreros y empleados residirían dentro de los campos de la empresa.<br />
3<br />
N. de r.: Un alemán dueño de muchas tierras uruguayas.<br />
55
Haya venido o no Walker en primera instancia a Uruguay,<br />
hay una figura que estará vinculada por siempre y para siempre<br />
a la fundación de <strong>Conchillas</strong>. Su nombre en inglés es William G.<br />
Cottington. En el pueblo muchos le dicen todavía Guillermo.<br />
Autoridades<br />
departamentales,<br />
de Montes del Plata<br />
e instituciones locales<br />
en el festejo de los 130<br />
años de <strong>Conchillas</strong>.<br />
Cottington fue —y en esto los testimonios orales sí parecen estar<br />
de acuerdo— el responsable de preparar el terreno para las futuras<br />
extracciones de los materiales necesarios para el puerto<br />
de Buenos Aires y para la llegada de los ingleses y los extranjeros<br />
que trabajarían en las canteras. La fecha fundacional del pueblo<br />
—24 de octubre de 1887— es para muchos la fecha de la llegada<br />
del primer inglés al territorio. Así es que todos los 24 de octubre<br />
en <strong>Conchillas</strong> hay fiesta.<br />
56
57
58
59
Página opuesta: fotografías<br />
varias del Central Labradores F. C.<br />
Campeón de veteranos, abril de 1972.<br />
Ricardo L. Bentancour<br />
Maestra y alumnos de la escuela No. 65, Bañado de <strong>Conchillas</strong>.<br />
60
61
62
63<br />
Casa Evans.
64
<strong>Conchillas</strong>, el nombre<br />
Me acuerdo del ruido que hacían las conchillas cuando caminaba sobre ellas.<br />
Ese ruido era divino. Era como el de las hojas caídas en otoño.<br />
Leticia Repetto 4<br />
De los datos históricos que hay se desprende que la primera vez que se dice<br />
la palabra <strong>Conchillas</strong> es cuando Liniers desembarca acá. A partir de ahí se<br />
genera la historia.<br />
Raúl Machado 5<br />
En todas las historias siempre hay un antes. Y aquí también hubo<br />
un antes del celebrado desembarco de los ingleses. Varios de los<br />
habitantes de <strong>Conchillas</strong> se ocupan de resaltarlo. Pero si encontrar<br />
archivos y materiales bibliográficos de la memoria de <strong>Conchillas</strong><br />
en la era de los Walker es complejo, bucear en los sucesos previos<br />
es casi utópico.<br />
Lumaquela: roca<br />
sedimentaria<br />
detrítica calcárea<br />
formada por fósiles<br />
de conchillas.<br />
En la región aparecen primero los jesuitas, a mediados del siglo<br />
XVIII, y la fundación de una estancia que llevaba el mismo nombre<br />
que el arroyo: de las Vacas. Aunque también se la llamaba Estancia<br />
Belén o Estancia de la Calera Nueva y, según algunos archivos,<br />
Estancia del Rey. El predio enorme, de más de 200 kilómetros,<br />
llegaba hasta lo que aún no había sido nombrado como <strong>Conchillas</strong>.<br />
Según lo establece Hugo Dupré en su libro de 1994 Historia del<br />
departamento de Colonia, luego de la expulsión de la Compañía<br />
de Jesús de América, entre los años 1767 y 1768, la hacienda quedó<br />
en manos del gobierno de Buenos Aires y se instaló allí Juan de San<br />
Martín. Unas décadas más tarde la propiedad se subdividió con la<br />
aplicación del plan artiguista del Reglamento de Tierras. Entonces<br />
la estancia fue repartida entre más de 40 beneficiarios. El lugar,<br />
tiempo después, pasó a ser conocido como Calera de las Huérfanas<br />
y en 1938 fue declarado Monumento Histórico Nacional. Hoy,<br />
la Calera de las Huérfanas es una de las paradas obligadas para<br />
los turistas que recorren la ruta 21.<br />
4.<br />
Docente de Literatura en el liceo de <strong>Conchillas</strong>.<br />
5.<br />
Escribano; trabajó en <strong>Conchillas</strong> desde la década de 1980 hasta el 2010.<br />
65
66
67
La otra referencia que está siempre presente en la historia<br />
del puerto de <strong>Conchillas</strong> es la de Santiago Liniers. En las<br />
conclusiones del Estudio de impacto arqueológico y cultural<br />
del proyecto de construcción de una fábrica de celulosa y planta<br />
de energía eléctrica se establece lo siguiente:<br />
También se sabe que las proximidades del actual puerto fueron<br />
aprovechadas por Santiago Liniers para embarcar tropas durante<br />
las invasiones inglesas, en 1807. Desde entonces quedó en la zona<br />
el topónimo «cruce Liniers» para señalar la ruta fluvial desde allí<br />
a Buenos Aires.<br />
Pese a la falta de certezas sobre qué era lo que sucedía exactamente<br />
en el territorio de <strong>Conchillas</strong> antes de que llegaran los ingleses,<br />
hay algo que sí se sabe: la conchilla siempre estuvo allí. En el<br />
capítulo 5 de la investigación de Brum y Lezama se lo explica así:<br />
Las primeras menciones del uso del área costera para explotación<br />
de conchilla a escala comercial se refieren a la estancia jesuita de<br />
Belén (1746) desde donde se explotaba conchilla para ser quemada<br />
y transformada en cal (Vadell, 1948). Posteriormente, es posible<br />
que se haya seguido utilizando la arena y la conchilla del área por<br />
particulares, pero no se ubicaron datos acerca de explotaciones<br />
de mayor envergadura. Según la tradición oral, para la segunda<br />
mitad del siglo XIX, ya casi sobre la llegada de los Walker en 1887,<br />
cuando Pereira era propietario 6 de la zona, habría habido un muelle<br />
de madera donde se cargaba, en barcos pequeños, arena traída por<br />
carros tirados por caballos, entre la Punta Pereira y la Punta Negra.<br />
No hay datos sobre hacia dónde era enviada la arena ni sobre quién<br />
hacía la explotación.<br />
El libro de Dupré narra que cuando la empresa C. H. Walker & Co.<br />
empezó la extracción de arena de los médanos se encontró<br />
con yacimientos de conchillas. «Riqueza que de hecho originó<br />
el uso del nombre <strong>Conchillas</strong> para la zona, cuando se intensifica<br />
el aprovechamiento de médanos y canteras y se ve hasta<br />
qué considerable distancia del río por debajo de las primeras<br />
capas de arena proseguían las formaciones calcáreas,<br />
espontáneamente se afirma aquel nombre, haciéndose extensivo<br />
al pueblo», escribe Dupré.<br />
6.<br />
N. de r.: El otro propietario era Luis Gil.<br />
68
Vieja cantera de piedra.<br />
69
70
71
Alcancía de promoción del ahorro infantil.<br />
Caja Popular de <strong>Conchillas</strong>.<br />
72
Primero llegó el orden y después vino<br />
el progreso<br />
La historia de <strong>Conchillas</strong> es muy llamativa con respecto al resto<br />
del país. Todo lo de la empresa, el manejo de los Walker de la vivienda,<br />
la salud... <strong>Conchillas</strong> fue uno de los primeros lugares en Uruguay donde<br />
se pagaba una cuota para la atención de la salud. Durante años la empresa<br />
pintaba las casas, cortaba el pasto de los jardines. Por eso siempre la gente<br />
mayor pensó que así era como tenía que ser.<br />
Adriana Alonso 7<br />
William Cottington suele ser nombrado como el primer inglés que<br />
se instaló en la zona. Fue él el responsable de poner en marcha un<br />
sistema que combinara la producción con la vida cotidiana. Había<br />
que pensar cómo hacer funcionar su modelo de company town<br />
(el diccionario de Cambridge define este concepto como «la ciudad<br />
o pueblo donde la mayoría de los trabajadores son empleados<br />
por una misma organización»); había que decidir cómo construir<br />
un pueblo alrededor de las canteras que proveerían de piedra<br />
y arena al futuro puerto de Buenos Aires.<br />
Dentro de las alrededor de 4.000 hectáreas propiedad de C. H.<br />
Walker & Co. se construyeron viviendas, un nuevo muelle, vías<br />
de tren, edificios que sirvieran para la industrialización de la zona;<br />
también se edificaron un templo evangélico, una escuela y hasta<br />
se delimitó un lugar de acceso con una portera que marcaba dónde<br />
comenzaba la jurisdicción de la empresa. Conclusión: se montó todo<br />
un sistema muy bien aceitado para que el pueblo que empezaba<br />
a nacer funcionara como un preciso reloj.<br />
De pronto, los antiguos pobladores —esos que se empezaron<br />
a acercar desde distintos lugares del departamento de Colonia—<br />
se mezclaron con los extranjeros que llegaban con la promesa<br />
de que allí, en el país austral, se necesitaba mano de obra calificada.<br />
El contrato era por 15 años; 15 años era, también, el plazo que<br />
la empresa C. H. Walker & Co. manejaba para finalizar la construcción<br />
del puerto. Así desembarcaron en un país llamado Uruguay<br />
españoles, italianos, búlgaros, yugoslavos, polacos, rumanos, entre<br />
7<br />
Integrante de la Comisión de Amigos de <strong>Conchillas</strong>.<br />
73
otros. Todos llegaban directamente a trabajar, sobre todo, en las<br />
canteras que funcionaban por aquel entonces. Consigna el estudio<br />
de Brum y Lezama:<br />
Con respecto a las especializaciones y los oficios, recogemos<br />
testimonios sobre las actividades de barrenistas, picapedreros,<br />
patarristas, foguines, marronistas, desgalladores, paleros, aguateros,<br />
que trabajaban en canteras y areneras, así como guincheros, herreros,<br />
maquinistas, enganchadores, engrasadores y fogoneros, carpinteros,<br />
torneros, entre otros, además de peones y aprendices.<br />
Según se ha transmitido oralmente de generación en generación,<br />
y lo cuenta E. Luis García Díaz en su libro <strong>Conchillas</strong>. Memorias<br />
de un médico rural (Trilce, 2011), las canteras de piedra eran cinco;<br />
cuatro estaban ubicadas muy cerca del pueblo y la número 5, que<br />
tenía las mejores rocas, se encontraba a unos kilómetros al sureste<br />
del pueblo, donde tiempo después se situó la Estancia <strong>Conchillas</strong>.<br />
También estaban los arenales. Según García Díaz, «se extendían desde<br />
el arroyo San Francisco hasta el este, próximos al Río de la Plata».<br />
En sus inicios, la company town se fue gestando de manera ágil, pero<br />
en el trayecto Cottington se encontró con algunos inconvenientes<br />
sanitarios. Así lo detalla un artículo de la revista Arquitectura<br />
de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, en un número dedicado<br />
a estudiar de qué manera las industrias de capital británico<br />
que se instalaron en el país influyeron en la arquitectura<br />
de determinadas ciudades o poblaciones. <strong>Conchillas</strong>, entonces,<br />
fue única en determinadas características, pero hay algunos<br />
patrones que también se repitieron en territorios como el barrio<br />
Peñarol en Montevideo, la localidad de Aguas Corrientes en<br />
Canelones y la ciudad de Fray Bentos en Río Negro, donde<br />
funcionaba el frigorífico Anglo.<br />
Según los arquitectos S. Antola, A. de Betolaza, C. Ponte y W. Rey<br />
—responsables del artículo—, la compañía C. H. Walker & Co.<br />
se instaló cerca de donde estaba ubicada la materia prima,<br />
y las primeras casas fueron ranchos de barro desperdigados<br />
por el territorio.<br />
Una epidemia de difteria desatada en 1890, que cobra muchas vidas,<br />
hace que los ingleses tomen conciencia de los problemas sanitarios<br />
que los rancheríos ocasionan, y la empresa comienza en ese<br />
momento una labor planificadora edilicia, sanitaria y educadora<br />
que acompañará todo el proceso. Entonces se crean dos centros<br />
poblados ahora sí perfectamente ordenados, orden que permite<br />
controlar todo el espacio del obrero, y por lo tanto todos su tiempo,<br />
asegurando de este modo el dominio total sobre su fuerza de trabajo:<br />
el poblado junto al puerto y el poblado junto a las canteras.<br />
74
Locomotora tanque marca Manning Wardle,<br />
usualmente utilizada para distancias cortas.<br />
75
Antigua vagoneta para traslado<br />
de piedra desde la cantera al puerto.<br />
76
77
Muelle de la Thomas H. Walker & Co.<br />
en Puerto <strong>Conchillas</strong>, en pleno auge<br />
productivo.<br />
Embarcación a vela para traslado de arena.<br />
78
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Uruguayo F. C. El niño en la foto es David Evans<br />
(Davicito), sobrino nieto de don David Evans.<br />
Comisario del pueblo (derecha)<br />
con personaje de época.<br />
Aguateros con la llamada<br />
«pipa de agua».<br />
80
Auto marca Case que usaba el padre<br />
de don Thomas H. Walker.<br />
Uruguayo F. C., mediados del siglo XX.<br />
81
82
83
La publicación de 1994 detalla el proceso fundacional de <strong>Conchillas</strong><br />
así:<br />
Los ingleses actuaron con la rapidez y eficacia de quien posee una<br />
vasta experiencia en este tipo de actividades, efectuaron importantes<br />
inversiones financieras y siguieron con disciplina un orden lógico<br />
de actuación. En un lugar agreste, casi sin preexistencias humanas,<br />
transformaron radicalmente el paisaje eliminando accidentes<br />
topográficos.<br />
Así es como nace un pueblo con una estructura muy peculiar, donde<br />
la simetría fue (y aún sigue siendo) un valor fundamental. Este<br />
esquema también se reprodujo en el sector del puerto, pues<br />
allí también debía instalarse otra parte del personal de la empresa.<br />
En <strong>Conchillas</strong> se construyó una calle principal que termina en<br />
el muelle del río. Sobre el lado este de la calzada se elevaron los<br />
barracones donde habitaban los obreros, a los que se les alquilaba<br />
el espacio por precios muy módicos. Al principio se situaron tres<br />
84
hileras de edificaciones de cada lado de la plaza. Del otro lado,<br />
en la zona oeste, aparecieron las construcciones vinculadas a los<br />
servicios. Lo que empezó sin mucha planificación se convirtió,<br />
rápidamente, en un sistema complejo que jamás perdió el orden.<br />
Las barracas —compuestas por nueve bloques en el pueblo<br />
y cuatro más en el puerto— se construyeron de una manera sencilla,<br />
geométrica y homogénea, pero con materiales lo suficientemente<br />
fuertes como para que perduraran. El objetivo inicial era que se<br />
mantuvieran sólidas durante los 15 años que duraba el contrato<br />
de los ingleses con Madero. La historia demostraría que estas<br />
edificaciones estaban diseñadas para durar más de un siglo.<br />
La construcción constaba de paredes de piedra mezclada con barro,<br />
paja y estiércol que se ensanchaban en los cimientos (más de un<br />
metro de espesor) y se iban afinando en la altura, pisos de tierra<br />
y techos a dos aguas hechos con chapa de zinc traída de Inglaterra<br />
y madera que llegaba desde Paraguay. El exterior estaba pintado<br />
85
de amarillo con cal y los techos eran rojos. Para que siempre<br />
se mantuvieran iguales, una vez al año la compañía se encargaba<br />
de pintar todo. Lo mismo se hacía con el mantenimiento de los<br />
jardines delanteros.<br />
Los ingleses resolvieron realizar este tipo de construcción tan<br />
particular pues, por el tipo de suelo de piedra de <strong>Conchillas</strong>, era muy<br />
difícil hacer cimientos más profundos. Al principio estos edificios<br />
no tenían paredes divisorias; más adelante se dividieron en cuartos<br />
uno al lado del otro y, finalmente, se convirtieron en casas individuales<br />
con tres habitaciones cada una y dos construcciones anexas donde<br />
estaban la cocina y la letrina. Estos espacios se compartían cada<br />
dos viviendas; solo las de las puntas de los bloques tenían su cocina<br />
individual. Según cuenta Adriana Sosa, guía de turismo e integrante<br />
de la Comisión de Amigos de <strong>Conchillas</strong>, la diferencia del vínculo<br />
(y, por ende, su jerarquía en la zona) que los habitantes de estas casas<br />
tenían con los ingleses está marcada por la división de los vidrios<br />
de las ventanas. Si la división era de seis, los habitantes tenían una<br />
cercanía mayor con los responsables de la compañía; si la división<br />
era de cuatro, probablemente eran obreros y estaban muy alejados<br />
de ellos. William Cottington, por ejemplo, vivió durante unos años<br />
en una de esas casas; seguramente las ventanas de su hogar tenían<br />
seis divisiones.<br />
Si se compara la imagen del territorio a fines del siglo XIX con cómo<br />
luce ahora, en la segunda década del siglo XXI, se observa que<br />
las líneas se mantienen prácticamente iguales. Los ingleses dejaron<br />
marcada hasta en la tierra su manera de organizar, de trabajar,<br />
de vivir, de ser.<br />
<strong>Conchillas</strong> es un pueblo lleno de particularidades. Una de ellas<br />
es la simetría de sus manzanas, pero si se observa con un poco más<br />
de detenimiento aparecen los patios de atrás de las casas, esa hilera<br />
que recorre el pueblo con un objetivo muy práctico. Allí, donde<br />
no se ve, están las llamadas calles de servicio, pensadas para la<br />
recolección de residuos de las letrinas. Todas las noches, cuando<br />
todos dormían, un funcionario de la empresa (conocido comúnmente<br />
como el Nochero) pasaba por cada casa a recoger el balde de hierro<br />
de 20 kilos con los residuos generados durante el día. Todos<br />
los desechos iban a parar a un vagón tanque que, finalmente,<br />
los depositaba en el río. C. H. Walker & Co. dio vida, de esta manera,<br />
a un sistema muy original de saneamiento en un territorio en el<br />
que era muy complejo hacer excavaciones y, por ende, pozos negros.<br />
86
Relata el texto de la revista de la Sociedad de Arquitectos:<br />
Las preocupaciones higienistas son claramente legibles no solo<br />
en la implementación de un sistema de evacuación tan pragmático,<br />
sino en la propia orientación de los edificios que no se oponen a los<br />
vientos dominantes, en la desinfección sistémica de cada vivienda<br />
una vez al año por parte de la empresa, y en la apertura de pozos<br />
para abastecer de agua potable a toda la población.<br />
Rivera Joaquín Pepe Raffo, nieto del histórico telegrafista de<br />
<strong>Conchillas</strong>, se acuerda de las peripecias que debía hacer cuando<br />
era niño para llevar agua a la casa.<br />
Teníamos agua del arroyo que la podíamos usar para lavar pero no<br />
para tomar. La que era potable la teníamos que ir a buscar en baldes<br />
o damajuanas. Eran baldes de yerba, muy pesados, perdíamos mucha<br />
agua en el camino y se nos lastimaban las piernas. Había que pasar<br />
por la vía y a veces como había una vagoneta que se usaba para<br />
arreglar los rieles nos subíamos así caminábamos menos.<br />
Una vez resuelto el problema de la vivienda y de la higiene,<br />
los responsables de la empresa C. H. Walker & Co. hicieron foco<br />
en el objetivo primordial de su estadía en el sur: transportar arena<br />
y transportar piedra.<br />
En el estudio arqueológico se retrata toda esta época de la siguiente<br />
manera:<br />
Luego de haberse instalado la empresa Walker, las actividades<br />
comienzan a través del envío de arena a Buenos Aires desde<br />
el antiguo puerto Punta Pereira, puerto que será abandonado<br />
iniciándose la construcción de un nuevo muelle de 300 metros,<br />
que contaría con varadero para reparar las averías de los barcos.<br />
Con la construcción del nuevo muelle, sumado a la instalación<br />
de las vías férreas que permitían el traslado de los vagones cargados<br />
de una cantera a otra, la instalación del molino de piedra,<br />
la edificación de los galpones y talleres donde se trabajaba,<br />
y la construcción del obraje, se va dando forma y vida al pueblo,<br />
posibilitando el control del conjunto desde un sistema empresarial.<br />
El inicio de la jornada laboral en <strong>Conchillas</strong> —pueblo y puerto—<br />
comenzaba a las siete de la mañana y finalizaba a las cinco de la<br />
tarde. Se trabajaba, como se suele decir, de sol a sol. En el medio<br />
del día se hacía un alto para descansar y almorzar. La pausa estaba<br />
marcada por un pitido que sonaba a las 11 de la mañana y se repetía<br />
a las cinco de la tarde para anunciar que la rutina había terminado.<br />
87
Las tareas en las canteras eran repetitivas, metódicas y pesadas.<br />
Por la dureza de las rocas, primero se debían quebrar con dinamita.<br />
La explosión se producía dos veces al día, 15 minutos después<br />
de que los obreros se habían retirado. Estos más tarde<br />
—con herramientas que podían llegar a pesar 10 kilos— reducían<br />
la roca (de ahí que se los conociera por el nombre picapedreros)<br />
para que luego pasara al molino donde se trituraba, se fabricaran<br />
los adoquines o grandes bloques de piedra, se almacenaran<br />
y, finalmente, se cargaran en los vagones. Los vagones (se dice<br />
que llegaron a ser 100) ubicados detrás de las nueve locomotoras<br />
empezaban un trayecto sistemático: partían de las canteras,<br />
bordeaban el río San Francisco (uno de los límites de <strong>Conchillas</strong>),<br />
traspasaban el pueblo hasta finalmente desembocar en el puerto,<br />
para terminar embarcados rumbo a su destino en Buenos Aires.<br />
Se dice que la vía férrea de <strong>Conchillas</strong> tenía una extensión<br />
de 20 kilómetros.<br />
Antigua filial de Casa Evans en Pueblo Gil.<br />
88
Pero <strong>Conchillas</strong> no se desarrolló solo. A poquísimos kilómetros<br />
también comenzó a crecer Pueblo Gil. Se dice que todos aquellos<br />
pobladores que no entraban en los cánones establecidos por los<br />
ingleses debían marcharse de <strong>Conchillas</strong>. El estilo de vida de la<br />
época, evidentemente, estaba marcado por las pautas de buena<br />
conducta de la empresa. Así lo cuenta Raúl Titi Repetto —91 años,<br />
oriundo de <strong>Conchillas</strong>, nieto del responsable de la fonda Casa<br />
Repetto—:<br />
Si a los ingleses no les gustaba la persona, marchaba. Si el comisario<br />
no le gustaba al inglés, no le daba casa para vivir en <strong>Conchillas</strong>. Eran<br />
rígidos y estrictos. Por eso mucha gente se iba a vivir a Pueblo Gil.<br />
Al inglés, si algo no le gustaba, te echaba.<br />
Casas de Pueblo Gil.<br />
89
Alberto Zabkar con réplica del cartel<br />
original de Casa Evans.<br />
90
91
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93
Recibo de Casa Evans.<br />
94
Don David Evans, patrono del lugar<br />
De niños íbamos a la Casa Evans y comprábamos un vintén de caramelos y<br />
un vintén de masa. Entrabas, estaba el mostrador, después estaba la oficina<br />
de uno de los administradores, después estaba la oficina de don David. En<br />
el sótano estaban los quesos, los vinos. Después estaba la tienda de ropa<br />
y también las alhajas. Más allá, la talabartería y el depósito de la zapatería.<br />
Había monturas, recados; ahí se elegía lo que se quería. Al final había una<br />
oficinita donde uno pagaba.<br />
Celestino Fernández 8<br />
La Casa Evans le daba a todos los productores rurales la oportunidad de<br />
poder sacar lo que producían a un centro de consumo masivo. Lo traían<br />
a <strong>Conchillas</strong> y Casa Evans se encargaba de distribuirlo a Buenos Aires,<br />
Montevideo u otros lados.<br />
Pedro Repetto 9<br />
Evans era muy humano. Antes de fallecer, mi papá nos pidió a todos los hijos<br />
que visitáramos la tumba de Evans y cada vez que fuéramos le lleváramos<br />
una flor. Él siempre lo hacía; estaba muy agradecido de todo lo que Evans<br />
había hecho por él.<br />
Jorge Domínguez 10<br />
La carta se puede encontrar en la página web de la Junta<br />
Departamental de Colonia. Tiene fecha del 9 de febrero de 1987<br />
y está dirigida a don Mario Peirano, un escribano del gobierno<br />
departamental. El escrito —firmado por el entonces presidente<br />
y secretario de la Junta— tenía como objetivo establecer<br />
y fundamentar los nombres para designar las calles innominadas<br />
del pueblo.<br />
El primer nombre que aparece en el texto es el de David Evans<br />
y se lo define de la siguiente manera:<br />
Único náufrago de una embarcación que se accidentó frente<br />
a las costas de <strong>Conchillas</strong>, era cocinero, comenzó con un pequeño<br />
comercio y en época de apogeo de <strong>Conchillas</strong> su comercio —donde,<br />
actualmente, existe el edificio ocupado por la Cooperativa— fue<br />
conocido internacionalmente, tenía su propia moneda y exportaba<br />
8<br />
Carpintero. Vive en <strong>Conchillas</strong> desde siempre.<br />
9<br />
Expresidente de la Sociedad de Fomento de <strong>Conchillas</strong>.<br />
10<br />
Vive en la zona del puerto; su padre trabajó para la compañía.<br />
95
Thomas Ronald, Paul Thomas<br />
y Mary Rose Evans con sus<br />
familias, hijos de Thomas Evans<br />
Acosta y nietos de Edgar Evans<br />
—sobrino de Don David Evans—<br />
y María Elena Acosta.<br />
96
97
e importaba directamente de Inglaterra. Además de ser muy buen<br />
comerciante ayudó a los agricultores como a sus empleados<br />
y vecinos. Muy recordado por todos por su generosidad y sus fiestas<br />
navideñas.<br />
En 1987 <strong>Conchillas</strong> cumplió su primer siglo de vida y sus habitantes<br />
decidieron que era un momento propicio para nombrar a algunas<br />
de sus calles más transitadas que, hasta ese momento, llevaban<br />
por nombre algunas letras del abecedario, K, T, U y poco más.<br />
Así que los integrantes de la Junta Local elaboraron una lista<br />
de personajes emblemáticos de la historia del pueblo y se invitó<br />
a los habitantes a que eligieran y decidieran, como cuando se opta<br />
por el mejor candidato a presidente. El que obtuviera más votos,<br />
como en toda democracia saludable, se quedaría con la avenida<br />
principal, que es la calle que atraviesa el poblado y que también une<br />
la radial con el puerto. El ganador absoluto resultó David Evans, con<br />
más de 200 votos. Después aparecieron Juan C. Muchada, médico y<br />
filántropo de la zona; 24 de Octubre, la fecha de fundación del pueblo;<br />
Thomas Walker, uno de los hijos de Charles Hay Walker y el que<br />
estuvo más cerca de los habitantes pues vivía allí; Dr. Kyle, también<br />
médico de <strong>Conchillas</strong> en los primeros tiempos de los ingleses; Héctor<br />
Capandeguy, socio de la firma Capandeguy & Urrutia, que compró<br />
las tierras de los ingleses cuando la compañía se fue de Uruguay, y Los<br />
Inmigrantes, en homenaje a todos los extranjeros que desembarcaron<br />
para trabajar en el pueblo al poco tiempo de su fundación.<br />
La solicitud fue acordada y decretada por la Junta Departamental<br />
semanas más tarde. Desde ese entonces un fragmento importante<br />
de la memoria de <strong>Conchillas</strong> está marcado en esas rutas que<br />
se cruzan y se encuentran.<br />
Aunque buena parte de sus habitantes no conocieron a David Evans<br />
directamente, el espíritu del galés que sobrevivió al naufragio<br />
de un barco en las costas de Uruguay aparece —tarde o temprano—<br />
cada vez que alguien de la zona debe responder la pregunta<br />
de qué es lo que hace especial a <strong>Conchillas</strong>.<br />
Evans llegó al pueblo en un punto fundamental de la historia. Eran<br />
los primeros años del siglo XX, la company town ya estaba en pleno<br />
funcionamiento, los habitantes necesitaban abastecerse. Mister<br />
Evans o Mistereve (como se le decía habitualmente), entonces,<br />
se instaló en el puerto y empezó a alimentar a los empleados<br />
de la compañía. Rápidamente C. H. Walker & Co. lo incorporó<br />
a su sistema de ciudad.<br />
98
En ese entonces, en <strong>Conchillas</strong> estaban instalados dos hijos<br />
de Charles Hay Walker: Thomas y Charles. El primero siempre<br />
estuvo más vinculado a la sociedad de <strong>Conchillas</strong>, pues era<br />
el responsable de los movimientos de la empresa de exportación<br />
de piedra y arena. Charles, por su parte, estuvo al frente<br />
de la estancia Las <strong>Conchillas</strong> y se dedicó a los negocios<br />
agropecuarios.<br />
Fue Thomas, entonces, quien le ofreció a Evans encargarse<br />
del almacén de ramos generales. Tan importante era la figura<br />
del cocinero y tan imperiosa la necesidad de alimentar al pueblo<br />
(según estimaciones de la época, llegaron a trabajar más de 2.000<br />
personas), que la compañía construyó para él un enorme edificio<br />
en el tiempo récord de un año. La obra —llevada adelante por el<br />
también galés William Lumsden— contó con el trabajo de 400<br />
obreros, se edificó con paredes de piedra, techo de zinc y con una<br />
estética industrial típicamente británica. Entre 1910 y 1911 la Casa<br />
Evans —o Evans & Co. por su nombre en inglés— ya estaba pronta<br />
para funcionar. Fue el primer y único almacén de ramos generales<br />
de <strong>Conchillas</strong> y tuvo una sucursal en Pueblo Gil. La compañía no<br />
permitió jamás que ningún otro comercio le hiciera sombra.<br />
Román Chelo Fonte tiene 83. Casi no vivió el auge de la Casa Evans,<br />
pero su padre —que durante años trabajó en el puerto para los<br />
ingleses— sí. Fonte relata la llegada de Evans como se la contó<br />
su progenitor:<br />
Primero empezó con un mercadito. Hacía comidas al paso; la gente<br />
que trabajaba en la cantera iba y comía algo rápido. A los Walker les<br />
cayó bien y lo ayudaron a hacer el almacén de ramos generales. Yo<br />
no sé la cantidad de empleados que tenían, pero eran un montón.<br />
Solo para despachar las cosas del almacén había cinco. En la tienda<br />
de telas —en <strong>Conchillas</strong> había muchas costureras— había tres. Puede<br />
que fueran 30 personas.<br />
En el suplemento que salió con un diario de Colonia en 1987, con<br />
motivo del centenario de <strong>Conchillas</strong>, se recuerda la casa Evans así:<br />
La gente de campaña encontraba una impresionante casa comercial,<br />
casi sin restricciones para sus necesidades, ya fuera en compras<br />
al contado, o en la libreta, mensual para los que vivían de un<br />
sueldo, hasta la cosecha para la gente de campo… No se conocía la<br />
mendicidad en las calles.<br />
Cuando el padre de Román Fonte dejó de ser operario en el puerto,<br />
se puso a trabajar la tierra y su producción agropecuaria iba<br />
directamente a Casa Evans. «Nosotros llevábamos el surtido todo<br />
99
el año y se pagaba con la cosecha. Había una libreta de tapa<br />
colorada donde se anotaba todo y mi padre compró un tractor<br />
apuntado en esa libreta», cuenta hoy Fonte.<br />
La memoria del pueblo dice que en Casa Evans se podía adquirir<br />
de todo. Y ese de todo no es una manera simplista de englobar una<br />
variedad extensa de artículos; en el almacén de ramos generales<br />
de <strong>Conchillas</strong> se podía comprar desde una botella de ginebra hasta<br />
un tractor, desde pastillas para el dolor de garganta hasta una<br />
cocina, desde la harina para hacer el pan hasta un Ford T. Buena<br />
parte de los artículos que se vendían en Casa Evans llegaban desde<br />
Inglaterra. A veces se pagaba en el momento. Otras se anotaba en<br />
la libreta del cliente y se pasaba raya a fin de año, dicen, sin cobrar<br />
intereses. Evans y sus empleados confiaban en su clientela, pues,<br />
al fin de cuentas, siempre tenían que volver. Raquel Chocho nació<br />
en Miguelete, a pocos minutos de <strong>Conchillas</strong>, y recuerda así el nivel<br />
de confianza de Evans:<br />
Mi tío o mi padre compraron un Ford T y lo pagaron a fin de año.<br />
Nada de un recibo especial; en la misma libreta donde se anotaba<br />
el pan y el azúcar iba el auto.<br />
Pero, además de la libreta, hay un gesto de don David que hacía<br />
que su almacén fuera único. Ese gesto es tan simbólico para la<br />
comunidad que hoy, más de 50 años después de su desaparición,<br />
las voces del pueblo lo repiten casi a coro: los niños se iban con<br />
un puñado de caramelos y las mujeres con una flor. Narra el estudio<br />
de la Facultad de Humanidades:<br />
La Casa Evans también era exportadora de cereales y, a su vez,<br />
abastecía a la «gente de la campaña», concibiéndose como el nexo<br />
entre las actividades del pueblo y la zona rural, así como el promotor<br />
de las interacciones entre ambas, a través de un intenso intercambio<br />
comercial y social.<br />
Era tan extraordinario el movimiento que generaba la Casa Evans<br />
(las vías del tren, por ejemplo, pasaban por allí para levantar<br />
mercadería que se exportaba y también dejar productos que allí<br />
se vendían) que el almacén tuvo su propia moneda para facilitar<br />
las transacciones cuando el cambio era escaso. Los empleados<br />
de la compañía Walker & Co. recibían sus salarios en libras esterlinas,<br />
entonces la moneda de Evans —de un valor de 10 y 20 centésimos—<br />
solo servía para comprar allí. Se dice que estas piezas fueron<br />
acuñadas en Buenos Aires y que tenían la autorización de circulación<br />
por el Estado uruguayo. Algunas de ellas todavía permanecen en las<br />
manos de los habitantes del lugar.<br />
100
La fotografía de Evans también se conserva dentro de los límites<br />
de la zona. Está en un espacio privilegiado del almacén de ramos<br />
generales que desde hace unos años forma parte del inventario<br />
de <strong>Conchillas</strong>. Allí, sobre un mueble, alrededor de decenas de<br />
objetos que hablan de la historia del lugar, se lo ve con su bigote<br />
tupido, sus lentes a medio camino de la nariz, el rictus serio<br />
y la vestimenta sobria y formal, digna de la época. Murió en 1938<br />
sin dejar descendencia.<br />
101
Diana Chaves con moneda Evans, propiedad<br />
de su abuelo.<br />
102
Reunión del grupo Casa Evans<br />
en pleno trabajo.<br />
103
Será recordado siempre como uno de los ingleses (pese a que había<br />
nacido en Gales) más abiertos y generosos de <strong>Conchillas</strong>. Mientras<br />
que los Walker vivieron de espaldas al pueblo, vinculándose<br />
lo mínimo e indispensable con los empleados, Evans fue un<br />
empresario accesible, ameno y dispuesto a ayudar. Dicen<br />
que en tiempos de la I Guerra Mundial allí nadie pasó hambre;<br />
el gran responsable fue Evans, que a las familias más numerosas<br />
les daba gratis bolsas de harina para que pudieran comer.<br />
No es casualidad, entonces, que la calle que recorre toda la zona<br />
de <strong>Conchillas</strong> lleve su nombre.<br />
104
105
106
107
El viejo Hotel <strong>Conchillas</strong>, otrora<br />
administrado por don David Evans.<br />
108
109
Hueveras de porcelana<br />
del Hotel <strong>Conchillas</strong>.<br />
110
Los emblemas de una época de oro<br />
La primera fiesta grande fue la que organizó la empresa<br />
Walker para festejar cuando se culmina la I Guerra Mundial.<br />
Se llamó a que toda la población se vistiera con los trajes típicos<br />
de los ingleses. Se llamó la Fiesta de la Armonía y se hizo<br />
en un predio cercano al puente, que tomó su nombre.<br />
Raquel Chocho 11<br />
El siglo XX ya había transitado sus primeros años y en <strong>Conchillas</strong><br />
se vivía un período que se suele recordar como la época de oro.<br />
Las canteras funcionaban con intensidad, las locomotoras también;<br />
el sonido del poblado estaba marcado por el ruido del tren y el<br />
polvo de las rocas.<br />
<strong>Conchillas</strong>, naturalmente, siguió creciendo. La revista Arquitectura<br />
lo explica así:<br />
A partir de 1910, la construcción de algunos edificios relevantes irá<br />
confiriendo al poblado su imagen definitiva. Emplazados todos sobre<br />
el flanco oeste de la calle principal, se destacan del tejido residencial<br />
por su valor morfológico, y son verdaderos monumentos levantados por<br />
los ingleses celebrando su propia labor en beneficio de la comunidad.<br />
Durante esta era se elevaron la Casa Evans, el Hotel <strong>Conchillas</strong>,<br />
la escuela y el templo anglicanos (en un mismo edificio) y el<br />
cementerio. Y, por supuesto, apareció la luz, uno de los grandísimos<br />
orgullos de la sociedad conchillense.<br />
Aunque está cerrado desde hace décadas, el Hotel <strong>Conchillas</strong><br />
es para muchos habitantes del lugar un símbolo del pueblo y,<br />
también, una representación del lujo y la elegancia que los ingleses<br />
valoraban. Cristina Fernández, una de las responsables de organizar<br />
el Concurso de Mesas de Té que se realiza desde hace unos años,<br />
dice que hubo una época en que el hotel trabajaba muchísimo.<br />
«Todos los sábados llegaba gente a tomar el té y a jugar al tenis<br />
al hotel de <strong>Conchillas</strong>», cuenta.<br />
11<br />
Una de las responsables de organizar el Concurso de Mesas de Té de <strong>Conchillas</strong>.<br />
111
El hotel también guarda algunas de esas clásicas anécdotas imposibles<br />
de comprobar. De ellas está repleta la memoria de <strong>Conchillas</strong>. En este<br />
caso, la historia oral de la zona dice que en una de esas habitaciones<br />
pasaron unos días el presidente argentino Juan Domingo Perón y su<br />
mujer, Eva Duarte. Los más arriesgados afirman que no fueron días<br />
cualesquiera: allí Perón y Evita pasaron su luna de miel.<br />
Lo que sí es cierto es que el edificio —diseñado por el británico<br />
Henry Pepperall y el más llamativo de toda la zona— fue pensado<br />
y construido para que cada vez que llegara algún visitante<br />
o personal jerárquico del Reino Unido tuviera un lugar cómodo<br />
donde hospedarse. La construcción de dos pisos, de paredes<br />
de piedra y techo de zinc con una estructura de madera, se eleva<br />
alrededor de un patio en U. Tiene 40 habitaciones con espacio<br />
para 200 personas, un agradable parque con árboles autóctonos<br />
y otros que fueron trasplantados. Al fondo están las dos canchas<br />
de tenis y la de bochas; en el subsuelo del patio se encuentra<br />
el aljibe, con capacidad de albergar un millón de litros de agua<br />
destinada a la higiene de los huéspedes y todo lo que tuviera<br />
que ver con los servicios del hotel.<br />
Todos los objetos que formaron parte de los años de esplendor<br />
del hotel fueron traídos de Londres. Los muebles, las copas,<br />
la platería, los manteles, la loza, las alfombras, todo lo que<br />
le dio ese aire sofisticado al hotel llegó desde la capital de Inglaterra.<br />
Hoy algunas de esas reliquias se encuentran en las casas<br />
de los habitantes de <strong>Conchillas</strong>.<br />
El hotel de <strong>Conchillas</strong> se empezó a construir en 1910 y se terminó<br />
en 1911. El número todavía se puede ver sobre la puerta principal.<br />
Unas cuadras más adelante, aparecen la escuela y el templo, dos<br />
pilares de la era de los ingleses. Todo trabajador que tuviera hijos<br />
en edad escolar debía mandarlos obligatoriamente a estudiar. En<br />
la escuela de <strong>Conchillas</strong> (tiempo más tarde se inauguraron dos<br />
sedes, una en el puerto y otra en la cantera número 5) las maestras<br />
eran inglesas y, además de dictar todas las materias del currículo<br />
habitual, dedicaban un tiempo a la enseñanza del orden, la higiene<br />
y la disciplina. Raúl Repetto recuerda esos años escolares así:<br />
Los ingleses nos daban todo, no teníamos gasto ninguno. La empresa<br />
pagaba las maestras, nos daba los cuadernos, nos daba todo. Todo<br />
niño que iba a la escuela, a fin de año, recibía sus juguetes que venían<br />
de Inglaterra. Eran un lujo los juguetes que había.<br />
112
Dormitorio en el antiguo Hotel <strong>Conchillas</strong>,<br />
actual residencia particular.<br />
Antigua cocina a leña del Hotel <strong>Conchillas</strong>.<br />
113
Comedor en el antiguo Hotel<br />
<strong>Conchillas</strong>, actual residencia<br />
particular.<br />
114
115
La escuela está estrechamente relacionada con la iglesia y Repetto<br />
cuenta que había un pastor que había llegado de Estados Unidos<br />
y que enseñaba religión. El culto de los domingos era un lugar<br />
de reunión, pues buena parte de los habitantes se encontraban allí.<br />
El cementerio, ubicado a dos kilómetros de <strong>Conchillas</strong>, también<br />
respetó las tradiciones del país de origen de los dueños de la<br />
empresa. Cuando se construyó, quedó estipulado que los británicos<br />
se enterraran de un lado y el resto de los muertos, del otro.<br />
En las lápidas todavía se puede ver de dónde provenía cada uno.<br />
Hay epitafios en inglés, alemán, francés, italiano, español y otros<br />
idiomas como yugoslavo y danés. En 1992 se filmó allí una de las<br />
escenas de la película de María Luisa Bemberg De eso no se habla,<br />
protagonizada por Luisina Brando y Marcello Mastroianni. Esther<br />
Giribone, partera de <strong>Conchillas</strong> desde la década de los setenta,<br />
narró el acontecimiento en su libro Por las calles de <strong>Conchillas</strong>.<br />
Mientras ella [el personaje de Brando] limpiaba la tumba del esposo,<br />
pasaba por la calle un circo. Se imaginan el revuelo del pueblo<br />
con artistas y un circo que tenía desde enanos a leones. Ese día hasta<br />
las clases en la escuela se suspendieron.<br />
Según cuentan varias de las investigaciones del Departamento<br />
de Arqueología de la Facultad de Humanidades, los servicios<br />
de salud llegaron con Dr. José Kyle, un médico argentino<br />
de ascendencia irlandesa que fue contratado por la empresa<br />
Walker con el objetivo de atender a los empleados, a los que<br />
se les descontaba una módica suma de su sueldo para ello. Hasta<br />
ese entonces los médicos más cercanos se encontraban en Carmelo<br />
o Colonia. Al principio el Dr. Kyle atendía en una sala ubicada<br />
a unos 250 metros del cementerio.<br />
Su enfermera fue durante mucho tiempo Juana Buenaventura<br />
Tarter, más conocida como doña Lola. Pese a que no tenía estudios<br />
de enfermería, aprendió rápido y fue la responsable de ayudar<br />
a parir a muchas mujeres del lugar.<br />
Desde 2007 una de las calles del pueblo lleva su nombre.<br />
La carta que presentaron los integrantes de la Comisión de Amigos<br />
de <strong>Conchillas</strong> —que también se puede leer en la página web<br />
de la Intendencia— la recuerda así:<br />
Charles Hay Walker encomendó al constructor británico Henry<br />
Pepperall la construcción del hotel en la margen derecha del camino<br />
de acceso a <strong>Conchillas</strong>, siendo uno de los capataces principales<br />
el español Evaristo Touriño junto con Luigi Cremasco. En<br />
determinado momento Walker llamó a Touriño y lo instó a que<br />
116
Lápidas en alemán en el cementerio inglés.<br />
117
Cementerio inglés.<br />
118
119
Fiesta de la Armonía, que se hacía cada año<br />
en conmemoración del fin de la guerra.<br />
120
al finalizar el hotel construyese frente a este una nueva vivienda<br />
que sería su domicilio junto a su familia, facilitándole el terreno<br />
y el material para la obra, sugiriendo en esa oportunidad que su señora<br />
Lola Tarter de Touriño actuase en las tareas de enfermería en la sala<br />
médica que se construiría a unos 200 metros en una calle transversal.<br />
Al aceptar la joven señora esta nueva tarea, pasó a ser la primera<br />
enfermera en el pueblo, asistiendo en esa oportunidad al Dr. José<br />
M. Kyle (argentino de ascendencia irlandesa). «Doña Lola», como se la<br />
recuerda aún hoy en el pueblo, fue excepcional por su responsabilidad<br />
y dedicación, tanto que posteriormente abrió en su propia casa una sala<br />
de partos donde el médico podía atender mejor que en sus domicilios<br />
particulares, realizando esta tarea por más de sesenta años, facilitando<br />
el trabajo médico de obstetricia desde el Dr. Kyle y entre otros al Dr. Juan<br />
A. Muchada, José Salisburi y por último al Dr. E. Luis García Díaz, todos<br />
estos profesionales muy queridos y recordados hasta nuestros días.<br />
Durante todas estas décadas de apogeo, <strong>Conchillas</strong> vivió con<br />
una independencia casi absoluta de Montevideo y con una cercanía<br />
muy evidente con Buenos Aires y también con Inglaterra. La firma<br />
C. H. Walker & Co. tenía, por ejemplo, un contacto muy fluido<br />
con el territorio anglosajón a través del telégrafo. El pueblo también<br />
llegó a tener un consulado argentino y sobre la década de 1920<br />
funcionaban los vapores El Luna, Viena y Carmelo, que hacían<br />
la ruta Buenos Aires-Colonia-<strong>Conchillas</strong>-Carmelo.<br />
El artículo de la revista Arquitectura explica esta autosuficiencia<br />
de la siguiente manera:<br />
Si bien la empresa Walker contó con la anuencia del gobierno uruguayo,<br />
la existencia de <strong>Conchillas</strong> fue casi desconocida en este país debido al<br />
escaso desarrollo de las comunicaciones de la época y probablemente<br />
al hecho de que las autoridades creyeron que el poblado duraría el corto<br />
tiempo que el contrato de obras con Argentina exigía.<br />
Uno de los momentos en que el gobierno nacional decidió acercarse<br />
a la zona es durante la I Guerra Mundial, cuando las actividades<br />
en las canteras se detuvieron. Los relatos que se fueron<br />
transmitiendo de boca en boca dicen que las obras en Buenos Aires<br />
se paralizaron debido al contexto internacional. Para calmar<br />
a la población, el presidente de la República llegó al Hotel <strong>Conchillas</strong><br />
y desde el balcón dio un mensaje para los obreros que, abajo,<br />
aguardaban que alguien les diera una señal de cómo sería su futuro.<br />
Todo indica que, al llegar la guerra a su fin, las obras en Buenos<br />
Aires se reanudaron. <strong>Conchillas</strong> volvió a la normalidad y al poquito<br />
tiempo se ubicó a la vanguardia del interior de Uruguay. Durante<br />
los primeros años de la década de 1920 los ingleses llevaron la luz.<br />
Según el testimonio oral, la energía se generaba mediante un motor<br />
que primero fue a carbón y después a combustible.<br />
121
El libro de Julio César Neves Canteras y médanos, publicado en 1987,<br />
establece que <strong>Conchillas</strong> fue la primera localidad del interior que<br />
contó con luz eléctrica. Las páginas de turismo de Uruguay prefieren<br />
ser un poco más cautelosas y la incluyen en una categoría más global:<br />
«uno de los primeros pueblos que contó con luz eléctrica». La zona<br />
del Anglo, en Fray Bentos, también fue pionera en tener luz.<br />
Aunque tampoco hay consenso, algunas narraciones de la época<br />
señalan que en invierno la luz se mantenía prendida hasta<br />
las 22 horas y en verano hasta las 23. Neves afirma que las únicas<br />
dos excepciones eran los casamientos y los velorios.<br />
Además de lo tangible y lo fácilmente visible, la era de los ingleses<br />
dejó un puñado de costumbres. Algunas aún forman parte del estilo<br />
de vida de la comunidad; otras son patrimonio de los recuerdos,<br />
de las anécdotas que los abuelos les contaron a sus nietos y que<br />
hoy se mantienen guardadas hasta que alguien pregunta por esos<br />
años. Está, por ejemplo, el té de las cinco de la tarde, que se puede<br />
acompañar con una torta cuya receta llegó desde Inglaterra o con<br />
tostadas con mermelada de las naranjas amargas que crecen, desde<br />
hace décadas, en los árboles del pueblo.<br />
También está el fútbol. Los más orgullosos dicen que el cuadro<br />
de <strong>Conchillas</strong> fue uno de los primeros del interior y que su división<br />
llegó a tener más de una decena de equipos. Según archivos a los<br />
que accedió Adriana Alonso, integrante de la Comisión de Amigos<br />
de <strong>Conchillas</strong>, el Uruguayo F. C. tiene como fecha de fundación el<br />
23 de junio de 1917. «Aunque es sabido que existía desde mucho<br />
tiempo antes», cuenta Alonso. En agosto de 1919, por ejemplo, llegó<br />
a las costas del lugar el buque inglés Southampton. Los tripulantes<br />
disputaron un partido de fútbol con el club de <strong>Conchillas</strong><br />
y el acontecimiento quedó asentado en el cuaderno de bitácora.<br />
Dicen que durante la I Guerra Mundial, como el poblado quedó<br />
paralizado, la empresa incentivó una serie de actividades para<br />
el tiempo libre de la gente. Así, al fútbol se sumaron las bochas,<br />
el básquetbol y el vóleibol.<br />
También había un puñado de celebraciones destacadas. El carnaval<br />
se festejaba con corso y orquestas. Después estaba la Fiesta de la<br />
Armonía, que llevaba ese nombre porque se hacía al lado del puente<br />
homónimo. El acontecimiento tenía un tinte campestre: las mujeres<br />
llevaban capelinas, había música y baile. Cuando se terminaban<br />
las clases de la escuela también había festejo. Celestino Fernández<br />
122
ecuerda el gran picnic con los litros y litros de limonada, el té<br />
y los bollos. En uno de estos acontecimientos también se servía<br />
la conocida olla podrida. Raquel Chocho todavía se acuerda<br />
de su sabor: «Era una sopa inmensa con de todo adentro. Era<br />
exquisita».<br />
De los festejos de la era de los ingleses solo uno era fecha patria:<br />
el 25 de agosto. El resto de los días esenciales en la historia<br />
del Uruguay no existían en ese pequeño paraje independiente<br />
que vivió durante décadas ajeno a lo que sucedía en el país.<br />
A principios de los años treinta los propietarios de la empresa<br />
C. H. Walker aún no sabían que les quedaba poco tiempo<br />
en el territorio oriental.<br />
Ángela Allio<br />
con la raqueta<br />
de su bisabuela<br />
Delia Mellerio<br />
en la cancha<br />
del Hotel <strong>Conchillas</strong>.<br />
123
Casas en Puerto <strong>Conchillas</strong><br />
© Celena García<br />
124
125
126
127<br />
Juegos y recuerdos<br />
de juventud, <strong>Conchillas</strong>.
2<br />
128
CAPÍTULO<br />
2<br />
LOS AÑOS<br />
MÁS<br />
OSCUROS<br />
129
130<br />
Cine Libertad en Pueblo Gil.
131
132
133
134
135
136
Los años más oscuros<br />
Fue inédito. Se vendió un pueblo entero con gente adentro.<br />
Adriana Alonso 1<br />
No existía la aduana, todo entraba y salía sin problemas. Teníamos hasta<br />
cónsul argentino. Cuando los ingleses se fueron, cambió todo.<br />
Rivera Joaquín Pepe Raffo 2<br />
Un día, sin mucho preámbulo, con la misma naturalidad con que<br />
las breves olas del Río de la Plata se hamacan sobre la arena<br />
de <strong>Conchillas</strong>, la empresa C. H. Walker & Co. cerró definitivamente.<br />
Eran los primeros años de la década de 1950 cuando el sonido<br />
de las locomotoras dejó de formar parte del mapa sonoro del pueblo,<br />
cuando el polvillo de las canteras dejó de acompañar el viento<br />
de la zona. De pronto el apogeo de <strong>Conchillas</strong> se apagó y dejó<br />
en penumbras a una población que, en buena medida, vivía<br />
por y para la compañía.<br />
Las noticias llegaron, nuevamente, desde el otro lado del río.<br />
Pero esta vez no eran demasiado auspiciosas. El vínculo entre<br />
los gobiernos uruguayo y argentino no estaba en su mejor etapa<br />
y uno de los coletazos de la mala relación repercutía en el comercio.<br />
En su libro El relato peronista (Planeta, 2015), Silvia Mercado resume<br />
aquellos años en estas líneas:<br />
La tensión entre los dos países tiene una larga historia, aunque tuvo<br />
un pico dramático durante la Segunda Guerra Mundial, que fue vivida<br />
en los países del Río de la Plata con sentimientos notoriamente<br />
contrapuestos, y todavía empeoró inmediatamente después, con<br />
la victoria de Juan Domingo Perón en las elecciones.<br />
Perón y Luis Batlle Berres —presidente uruguayo entre 1947 y 1951—<br />
hicieron un intento de mejorar la situación el 27 de febrero de 1948.<br />
El encuentro pactado se realizó en un terreno neutral. En las aguas<br />
de la playa de la Agraciada, a algunos kilómetros del puerto<br />
de <strong>Conchillas</strong>, Perón y Batlle Berres se dieron la mano. Cada uno<br />
llegó por su lado. El argentino, en el barco Tecuara y el uruguayo,<br />
1<br />
Integrante de la Comisión de Amigos de <strong>Conchillas</strong>.<br />
2<br />
Nieto del histórico telegrafista de <strong>Conchillas</strong>.<br />
137
en el Capitán Miranda. El fin de la reunión lo retrata, también, Mercado<br />
en su libro:<br />
Los dos presidentes realizaron una declaración conjunta donde se<br />
destacaron los acuerdos más importantes: el establecimiento de un<br />
servicio de ferry, la libre circulación a través de la frontera argentinouruguaya,<br />
la creación de una comisión permanente para regular<br />
el comercio entre ambos países, y la intención de terminar con los<br />
litigios limítrofes a través de un arbitraje internacional. Eran, de todos<br />
modos, generalidades y ninguna propuesta de soluciones concretas.<br />
Los diarios uruguayos reflejaron cierta decepción con el encuentro<br />
que era vital para sus intereses. Efectivamente, los acuerdos no<br />
fueron sustanciales, el documento finalmente no fue firmado,<br />
y la distancia personal entre Perón y Batlle no fue saldada.<br />
Setenta años después, el periodista Emiliano Cotelo abrió uno<br />
de los bloques de su programa de radio En perspectiva y dijo:<br />
Uruguay retomó en 2018 la exportación de piedra partida con destino<br />
a Argentina. Se trata de una novedad importante que permite soñar<br />
con la reactivación de lo que fue esta industria minera que llegó<br />
a dar trabajo a 14.000 personas solo en el departamento de Colonia.<br />
En la primera mitad del siglo XX, Uruguay abasteció a Argentina<br />
de este tipo de roca para la elaboración de hormigón, elemento clave<br />
para la construcción de edificios y la concreción de obras públicas.<br />
Pero desde el primer gobierno del general Juan Domingo Perón<br />
—alrededor de 1950—, aquella corriente comercial quedó trunca<br />
por decisión de las autoridades de Buenos Aires.<br />
Uno de los tantos negocios que quedaron truncos entonces fue<br />
el de Walker. En su trabajo Historia del departamento de Colonia,<br />
Dupré narra los acontecimientos de la siguiente manera:<br />
Repentinamente todo habrá de cambiar, a causa de la retracción<br />
de los mercados argentinos y del deterioro que le produjo a Inglaterra<br />
el último conflicto bélico que soportó el mundo. Las consecuencias<br />
económicas muy negativas no pueden ser sobrellevadas por la<br />
empresa.<br />
El 31 de marzo de 1953 la empresa inglesa le vendió su company<br />
town a la firma uruguaya Capandeguy-Urrutia. De las más de 4.000<br />
hectáreas que había comprado C. H. Walker & Co. a fines del siglo<br />
XIX, los empresarios uruguayos adquirieron 3.800. Quedaron fuera<br />
de la transacción el cementerio, la Casa Evans —en ese entonces<br />
en manos de los sobrinos de David—, el hotel, el templo<br />
y la estancia donde residía Thomas Walker. El resto se vendió todo.<br />
El acontecimiento sigue siendo recordado en <strong>Conchillas</strong> como<br />
un hecho inédito. Capandeguy y Urrutia fueron los responsables<br />
de fraccionar las tierras, separar las casas por padrones y, como<br />
se cuenta todavía en la localidad, ofrecieron muchas comodidades<br />
para que los ocupantes se pudieran convertir en propietarios.<br />
138
Después de la venta de las tierras y de la liquidación de la empresa,<br />
empezó un largo periplo para que todos los empleados de C. H.<br />
Walker & Co. tuvieran acreditados sus años de trabajo con vistas<br />
a una posterior jubilación. El extenso intercambio de<br />
correspondencia se puede estudiar hoy en la Casa Evans gracias<br />
a un conchillense que compró una serie de carpetas llenas de<br />
documentos en un remate. El encargado de liquidar la compañía<br />
inglesa fue un señor de apellido Rivas que pertenecía a Price<br />
Waterhouse Peat & Co. La primera carta es del 2 de setiembre<br />
de 1952 y está dirigida a Agustín Conti, un poblador de <strong>Conchillas</strong><br />
que, según se desprende del intercambio, colaboró en el proceso<br />
de liquidación. Empieza así:<br />
Hablé con el señor Capandeguy respecto a la posibilidad de que<br />
usted pudiera atender a ciertos servicios que yo, en mi carácter<br />
de liquidador de C. H. Walker & Co. pudiera solicitarle, desde luego,<br />
mediante una remuneración adecuada. El Sr. Capandeguy con la<br />
buena voluntad que lo caracteriza no hace objeción alguna de que<br />
usted nos preste esos servicios y ante la seguridad de que así lo hará,<br />
me permito incluirle un oficio y una circular que don Thomas recibió<br />
de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Industria y Comercio<br />
referente al personal que ha prestado servicios a la compañía.<br />
Fermín Capandeguy, nieto de Héctor Francisco Capandeguy, vive<br />
en la zona rural de <strong>Conchillas</strong>. Dice que su abuelo era un visionario.<br />
No sé cómo nació el negocio, pero eran otras épocas. La mentalidad<br />
no era hacer un negocio enorme sino que sirviera a todas las partes.<br />
Hasta hoy me pasa de encontrarme con gente que me destaca las<br />
facilidades que les dieron, en aquella época, para comprar las casas<br />
de <strong>Conchillas</strong>. También a los que se dedicaban a la chacra se les dio<br />
facilidades para que las compraran.<br />
Capandeguy también recuerda los cuentos de cómo, en aquellos<br />
años, <strong>Conchillas</strong> fue perdiendo los colores y se fue tornando gris.<br />
No quedó nada. Mi padre llegó a ver cómo desguazaban las locomotoras.<br />
La gente que se quedó fue porque trabajaba en el campo o tenía algún<br />
comercio. La mayoría se fue a Colonia, donde estaba Sudamtex. 3 Tiene<br />
que haber venido una gran depresión en aquella época.<br />
Román Fonte era adolescente cuando la empresa C. H. Walker<br />
& Co. se declaró en bancarrota. Su percepción hoy, más de<br />
un siglo después, es que <strong>Conchillas</strong> «quedó en una pobreza total».<br />
Se cerraron la cantera y la arenera; David Evans ya había muerto,<br />
quedaron los sobrinos, que no supieron manejar la Casa Evans<br />
3<br />
N. de r.: La planta textil que funcionó desde 1945 hasta principios del siglo XXI.<br />
139
y también se cerró. La muchachada se iba toda, muchos se fueron<br />
a Buenos Aires, otros para Colonia a trabajar en Sudamtex. Así que<br />
en <strong>Conchillas</strong> quedaron los jubilados. Me acuerdo de que una vez me<br />
dijeron: «<strong>Conchillas</strong> va a ser un pueblo fantasma». Y algo de razón<br />
había en esa afirmación.<br />
La década de 1950 siguió su curso y, antes de llegar al final, Carlos<br />
Roselli —uno de los trabajadores de las canteras— compró los<br />
arenales de la zona. La empresa Roselli Exportaciones S. A. retomó<br />
la explotación para exportar la arena a Buenos Aires. Pese a que<br />
la prosperidad no llegó jamás a alcanzar los niveles de las décadas<br />
de la empresa británica, se generaron nuevos puestos de trabajo.<br />
De todos modos, el estudio de Brum y Lezama afirma que durante<br />
esos años «la localidad pasó a ser concebida como foco de<br />
emigración más que de inmigración». Según datos del Instituto<br />
Nacional de Estadística, <strong>Conchillas</strong> pasó de tener 3.149 habitantes<br />
en 1908 a tener 825 en 1968.<br />
Es cierto que muchos se fueron, pero algunos se quedaron. Entre los<br />
que decidieron permanecer en <strong>Conchillas</strong> estaba don Thomas Walker,<br />
que por entonces se había casado con María Elena Acosta, hija del<br />
comisario del pueblo y viuda de Edgar Evans, sobrino de don David.<br />
La pareja vivía en una estancia a pocos kilómetros de <strong>Conchillas</strong>,<br />
la misma donde se había instalado Walker padre tiempo después<br />
de llegar al territorio oriental. En 1959 Walker y Acosta dejaron<br />
su casa para que, como era su costumbre, se le hiciera el<br />
mantenimiento anual. Cuando regresaron se encontraron con que<br />
su hogar no se parecía en nada a lo que era cuando lo dejaron. Según<br />
las versiones de la época, el techo de la casa estaba lleno de hojas<br />
de pino; al querer retirarlas para poder pintarlo, uno de los obreros<br />
utilizó un soplete. Las hojas se prendieron fuego rápidamente<br />
e incendiaron el resto de la casa de madera.<br />
La historia oral de <strong>Conchillas</strong> cuenta que cuando Walker se enteró<br />
de la noticia, sin perder la compostura, preguntó si sus perros<br />
estaban bien. Cuando volvió y vio cómo había quedado todo, le dijo<br />
a su mujer: «Sobre estas cenizas construiremos nuestra nueva casa».<br />
Así fue como se tiraron abajo las paredes de piedra y se contrató<br />
al arquitecto Miguel Ángel Odriozola para que edificara una casa<br />
de ladrillos y tejas, mucho más parecida al estilo de construcción<br />
norteamericana.<br />
140
En la década de 1970, don Thomas y María Elena se fueron<br />
a vivir a Montevideo. Él falleció en 1975, con 83 años. Su hermano<br />
Charles hacía años que se había ido del pueblo; poco después<br />
de que la compañía diera quiebra y los terrenos se vendieran,<br />
se instaló en la capital. En julio de 1957, en una de sus visitas<br />
a Thomas en <strong>Conchillas</strong>, le dio un infarto. Su tumba se encuentra<br />
en el cementerio del pueblo.<br />
Así fue como la presencia anglosajona fue desapareciendo, pero<br />
su huella siguió —aún sigue— marcada a fuego en el territorio.<br />
Pedro Repetto, integrante de una familia que siempre se ha<br />
destacado por resaltar y preservar los valores de la zona, lo explica:<br />
Es un pueblo del interior que no se puede comparar con ningún pueblo<br />
del interior de ningún lado. Es único. El poder de <strong>Conchillas</strong> era muy<br />
grande porque tenía poder político, poder económico y además tenía<br />
el río. Era un lugar muy particular, era como una capital. Tenía puerto,<br />
moneda propia, había luz, agua corriente de arroyo, agua potable que te<br />
la daban, saneamiento —un sistema atípico, pero saneamiento al fin—,<br />
no dependía de nadie. Después, con los años, cambió todo y se empezó<br />
a depender del Estado. Pero durante décadas fue una minicolonia sin<br />
serlo. La zona rural, sin darse cuenta, movía la economía del lugar.<br />
Cuando cerró Casa Evans, se encargó de todo la Sociedad de Fomento<br />
y así siguió funcionando esa economía. El pueblo siempre vivió del<br />
medio rural. No era solo que había vacas; también había viñedos,<br />
quesos, colmenas, terneros, ovejas.<br />
En una nota publicada por la revista Galería en 2008, Francisco<br />
Rossellino —hijo de un herrero italiano, 89 años en ese entonces—<br />
explicaba las ventajas y desventajas que implicaron las décadas<br />
de la company town:<br />
Había más seguridad laboral; la gente tenía trabajo seguro, por años.<br />
Entonces las personas vivían despreocupadas. Desde cierto punto<br />
de vista, eso fue un poco malo, porque no indujo a la gente a tener<br />
ambiciones por mejorar o emprender un negocio, porque no había<br />
dónde hacerlo. Yo no podía decir «voy a hacer ahí una piecita<br />
y vender caramelos o panchos». Todo era de los ingleses, entonces<br />
nos acostumbramos a la dependencia.<br />
141
Corderos asados durante los festejos<br />
de los 100 años de <strong>Conchillas</strong>.<br />
142
Rendir honor a las tradiciones: el siglo<br />
de la fundación<br />
A <strong>Conchillas</strong> hay que respetarlo y amarlo. La arquitectura es el pasado<br />
y es el presente también. Cuando los turistas vienen, se maravillan<br />
con la arquitectura.<br />
Adriana Sosa 4<br />
En 1976 el Poder Ejecutivo de la época puso el foco en el interior<br />
del país y decidió empezar a declarar monumentos históricos a<br />
algunos bienes culturales. El departamento elegido en ese momento<br />
fue Colonia. La resolución promulgada el 24 de agosto —que se<br />
puede leer en la página web del Centro de Información Oficial—<br />
enumera 38 puntos con edificios, puentes, iglesias, plazas, parques,<br />
casas, ruinas y avenidas. La mayoría corresponde al casco histórico<br />
de Colonia del Sacramento, pero en el puesto 37 aparece lo siguiente:<br />
Casas de los primeros pobladores, antiguo Hotel «Evans» [sic], actual<br />
sede de la Misión Evangélica Bautista, Padrón Nº 575, solar 21 de la<br />
manzana 39, Pueblo <strong>Conchillas</strong>, Séptima Sección Judicial.<br />
Cinco años antes, mediante la ley 14040, se había creado la Comisión<br />
del <strong>Patrimonio</strong> Cultural de la Nación. El artículo 2, que también<br />
se puede leer online, establece que los cometidos de la Comisión<br />
son, entre otros, «asesorar al Poder Ejecutivo en el señalamiento<br />
de los bienes a declararse monumentos históricos» y «velar por la<br />
conservación de los mismos, y su adecuada promoción en el país<br />
y en el exterior». El artículo 8, por su parte, estipula que está prohibido<br />
«realizar cualquier modificación arquitectónica que altere las líneas,<br />
el carácter o la finalidad del edificio».<br />
Una de esas casas de primeros pobladores que se mantienen<br />
intactas, tal como se las construyó más de un siglo atrás,<br />
es la de Esther Giribone, que dice:<br />
Para mí lo especial de <strong>Conchillas</strong> es su edificación. Su arquitectura<br />
es única en Sudamérica. Desde las casas típicas, el cementerio y Casa<br />
Evans, todo eso es característico de acá y es lo que hay que resaltar<br />
más para que venga gente a visitar y sea una fuente de ingresos.<br />
4<br />
Guía de turismo de <strong>Conchillas</strong>.<br />
143
Diez años después de que varios de los edificios del pueblo<br />
recibieran la categoría de monumento histórico, los habitantes<br />
de <strong>Conchillas</strong> decidieron empezar a reunirse para pensar qué<br />
se podía hacer por la zona. La década de los ochenta también<br />
fue un período particularmente difícil para la comunidad. Las<br />
exportaciones de la firma Roselli se detuvieron y pasaron varios<br />
años antes de que se reactivaran. En ese contexto, la comunidad<br />
conchillense decidió embarcarse en la celebración de su centenario,<br />
que para ese entonces nadie tenía demasiado claro cuándo debía<br />
festejarse.<br />
Giribone, que fue secretaria de actas de la comisión del centenario,<br />
narró en su libro Por las calles de <strong>Conchillas</strong> cómo se llegó a la fecha:<br />
Se buscó en el cementerio, en las tumbas más viejas, en papeles en la<br />
Intendencia, en la parroquia de Carmelo, porque las anotaciones de<br />
los nacimientos de esa época se realizaban en las iglesias, no existían<br />
los juzgados. Lo que se encontró fue una fuente de plata de una<br />
familia que su padre había sido administrador de la empresa Walker.<br />
Decía 24 de octubre y aludía al año 1887 como inicio de esta empresa.<br />
El administrador era, claro, William Cottington. Según el acta<br />
de 2007 —en la que la Intendencia de Colonia designó más calles<br />
del pueblo—, el administrador de la empresa celebraba todos<br />
los años el aniversario de <strong>Conchillas</strong> con un «asado criollo». Cuando<br />
se jubiló, después de 30 años de trabajo en C. H. Walker & Co.,<br />
la compañía, en señal de agradecimiento, le regaló la famosa fuente<br />
con la fecha. La heredó su nieta Dilma Cottington, que hoy vive<br />
en Carmelo. Así es que el 24 de octubre de 1987 <strong>Conchillas</strong> celebró<br />
con pompa el centenario elegido de su fundación.<br />
El diario Enfoques de Colonia publicó un suplemento especial<br />
de 20 páginas sobre el aniversario del pueblo. El título de la<br />
publicación fue «100 años de fe» y es hoy un claro retrato del sentir<br />
de aquellos años. Los habitantes de <strong>Conchillas</strong> todavía miraban<br />
con nostalgia la época en que la compañía Walker & Co. era dueña<br />
del lugar.<br />
De los festejos por los 100 años quedan todavía los recuerdos<br />
de una celebración exitosa, llena de momentos memorables,<br />
con grandes logros y la participación de toda la comunidad. Fueron<br />
días y días de fiesta. Hubo espectáculos (uno de ellos fue una<br />
función de teatro para niños en Pueblo Gil), bailes, campeonatos<br />
de pesca y fútbol, un rally de autos antiguos, desfiles de caballos<br />
y carruajes, carneada, asado y un almuerzo multitudinario.<br />
144
La herencia tangible de aquel acontecimiento se puede ver hoy<br />
en el Hogar de Ancianos y la Casa de la Cultura, dos espacios<br />
que se fundaron gracias al centenario de <strong>Conchillas</strong>, también<br />
en la génesis de lo que tiempo después se convirtió en el liceo rural.<br />
Pero hay una semilla invisible que empezó a germinar durante esos<br />
años de trabajo. El propósito era claro: que <strong>Conchillas</strong> se luciera.<br />
Sin embargo, detrás de esa intención los habitantes de la zona<br />
empezaron a hacerse más fuertes y a estar más unidos. Muchos<br />
entendieron el valor singular del pueblo, comenzaron<br />
a sentirse orgullosos de su historia. Capandeguy lo resume así:<br />
Si te ponés a pensar, de la nada se formó un pueblo. Acá había<br />
campo, con más o menos árboles, pero solo campo. Y se formó un<br />
pueblo con muchas características propias. Empezaron con unas<br />
chapas que después se convirtieron en estructuras; fue uno de los<br />
primeros lugares del país que tuvo luz propia; tenía una industria<br />
muy pujante que hacía que <strong>Conchillas</strong> fuera el segundo puerto en<br />
toneladas; llegó a tener moneda propia, construcción particular…<br />
Había un orgullo muy grande por lo que se estaba haciendo.<br />
Todavía faltaban unos años para que amaneciera el esperado<br />
siglo XXI, pero la semilla del orgullo en <strong>Conchillas</strong> ya comenzaba<br />
a dar sus primeros brotes.<br />
Festival del Lapacho Rosado, una de las nuevas<br />
tradiciones de la zona.<br />
145
Espectáculo de danzas típicas<br />
durante el festejo de los<br />
130 años de <strong>Conchillas</strong>.<br />
146
147
3<br />
148
CAPÍTULO<br />
3<br />
CUIDAR,<br />
PRESERVAR<br />
Y QUERER<br />
149
150
Cuidar, preservar y querer<br />
Después de que se logró comprar la casa del CAIF, siempre mirábamos el<br />
hotel y pensábamos si lo lográramos comprar. A locos no nos gana nadie.<br />
Es imprescindible que esté con nosotros. Es el ícono del pueblo junto con la<br />
Casa Evans. Pero la casa Evans ya la recuperamos.<br />
Leticia Repetto 1<br />
Era diciembre de 2006. Aníbal Cabrera —en ese entonces presidente<br />
de la Junta Local de <strong>Conchillas</strong>, que después, con el surgimiento<br />
de las Alcaldías, se eliminó— andaba a caballo por los campos<br />
de Colonia cuando su teléfono celular sonó. Sería la primera<br />
llamada de muchas. Del otro lado, periodistas de buena parte del<br />
país querían profundizar sobre una noticia que estaba corriendo<br />
tan rápido como el viento: la firma española ENCE había decidido<br />
instalar, finalmente, su planta de celulosa en Punta Pereira. Unos<br />
meses antes la información indicaba que la construcción iba a estar<br />
al norte de Fray Bentos. Pero no.<br />
Cabrera recuerda esos años así: «En <strong>Conchillas</strong> quedaban<br />
los tambos, las chacras y no quedaba nada más». No es el único<br />
al que se le vienen a la mente las imágenes de cómo estaba<br />
la zona durante los primeros años del siglo XXI. Martín Lacava<br />
—habitante de Pueblo Gil y nieto del dueño del almacén de ramos<br />
generales del lugar— dice: «Era un pueblo congelado». Milton Allio,<br />
vecino del puerto, lo reafirma: «A <strong>Conchillas</strong> lo conocíamos hace<br />
20 años como un pueblo de jubilados. Acá la gente venía a pasar<br />
sus últimos años».<br />
La zona de <strong>Conchillas</strong> —desde la radial hasta el puerto—<br />
se revolucionó con la noticia. El nombre del pueblo ocupó varios<br />
titulares de los medios de comunicación del país («<strong>Conchillas</strong>:<br />
esperanzas y temores», Búsqueda, junio de 2008) e incluso de la<br />
región («En Colonia ya festejan por la relocalización de la papelera<br />
ENCE», La Nación, diciembre de 2006). <strong>Conchillas</strong>, de pronto, dejó<br />
de ser un sitio olvidado. Los habitantes se entusiasmaron, hicieron<br />
proyectos, idearon negocios; se crearon comisiones para seguir<br />
la instalación de la planta, se escribieron cartas a la empresa<br />
1<br />
Docente de Literatura en el liceo de <strong>Conchillas</strong> y miembro de la comisión del CAIF Las Ardillitas del Maestro.<br />
151
Escuela 104.<br />
152
153
con la preocupación de cómo iba a impactar todo ese movimiento<br />
en los poblados. El entusiasmo inicial se fue apagando con la misma<br />
rapidez con que nació; ENCE nunca llegó a construir la planta.<br />
Pero en el camino algunas chispas se encendieron. Una de ellas fue<br />
la que marca la génesis de la Comisión de Amigos de <strong>Conchillas</strong>.<br />
Gianela Fonte —49 años, hija de Román, habitante de la zona rural—<br />
todavía se acuerda de ese día. A través de la Junta Local que<br />
en aquella época funcionaba en el pueblo, se hizo un llamado<br />
a una asamblea pública para tratar las inquietudes que habían<br />
surgido por la posible instalación de ENCE. Era 16 de enero de 2007<br />
y en uno de los locales de la cooperativa agraria Copagran había<br />
cerca de 200 personas que tenían una única certeza: querían una<br />
comisión que trabajara por el pueblo. Todavía no tenía nombre,<br />
todavía no tenía integrantes. Al final del día, la novel Comisión<br />
de Amigos de <strong>Conchillas</strong> tenía 14 miembros, siete titulares y siete<br />
suplentes. De aquel entonces las tres que se mantienen son Fonte,<br />
Adriana Alonso y Adriana Sosa.<br />
Dos años después de la creación de la Comisión de Amigos<br />
de <strong>Conchillas</strong>, la zona volvió a ocupar los titulares. La página<br />
de Presidencia de la República publicó un comunicado en mayo<br />
de 2009. El título decía: «Stora Enso compró campos forestados<br />
a ENCE y estudia construcción de planta de celulosa». Cuatro meses<br />
más tarde, en setiembre, se fundó en Uruguay la empresa Montes<br />
del Plata, que es, según lo señala su página web, la unión de dos<br />
compañías que trabajan en el sector forestal a nivel mundial: Arauco<br />
de Chile y Stora Enso de Suecia y Finlandia. Ambas tenían, para<br />
ese entonces, predios forestados en el norte y el centro del país,<br />
respectivamente. Recuerda Fonte:<br />
Nosotros queríamos que la llegada de Montes del Plata fuera<br />
lo más ordenada posible. Como Botnia ya estaba en funcionamiento<br />
en Fray Bentos, lo que hicimos fue ver cómo funcionaba ahí. En la<br />
intendencia de Río Negro nos ayudaron mucho. Nos recomendaron<br />
que cuidáramos todo lo vinculado al tránsito, también el asunto<br />
de la seguridad. Nos vinimos con un panorama mucho más claro de<br />
cómo arrancar. Nos contactamos con Dinama y todo eso nos ayudó<br />
mucho como pueblo. Vinieron unos técnicos de Montevideo<br />
e hicimos con ellos un escrito bien detallado de lo que queríamos<br />
para <strong>Conchillas</strong> que se entregó a Montes del Plata en la audiencia<br />
pública de fines de 2009.<br />
<strong>Conchillas</strong>, de pronto, fue atravesado por un aire nuevo. Muchos de<br />
los habitantes empezaron a reunirse, a unirse, a hablar, a gestionar,<br />
a soñar que el desembarco de una empresa de esas características<br />
podía ayudar a reactivar la zona. El pueblo comenzó a tener otra<br />
154
fuerza. Tal vez el símbolo más grande de todo lo que sucedió en<br />
los primeros años del siglo XXI fue la recuperación de Casa Evans.<br />
El mítico edificio del almacén de ramos generales, propiedad<br />
de don David a principios del siglo XX, lo había comprado Copagran.<br />
Como la cooperativa no tenía actividad desde hacía décadas, la Casa<br />
Evans había acumulado una deuda millonaria y debía rematarse<br />
el 27 de mayo de 2009. Cuando la información llegó a los oídos<br />
de los habitantes, a muchos se les congeló la sangre.<br />
Los primeros días de mayo, Adriana Alonso, Mario Colman,<br />
Celestino Fernández, Pedro Repetto y Adriana Sosa fueron a la Junta<br />
Departamental de Colonia a exponer sus argumentos de por qué<br />
la Casa Evans no se podía rematar. El que habló fue Repetto. Frente<br />
a los ediles leyó un texto largo y emotivo. Dijo:<br />
Es así que ese edificio como baluarte histórico conserva aún hoy<br />
la impronta de su fundador, con principios tales como que el trabajo<br />
y el esfuerzo nos hacen mejores personas, que la honestidad<br />
y la solidaridad son el motor principal para el desarrollo de un pueblo.<br />
Por eso nos duele tanto perder este símbolo, es como perder un pedazo,<br />
no solo de nuestra historia, sino también de nuestra cultura. Ya que,<br />
de un tiempo a esta parte, allí se da la oportunidad para encontrarnos,<br />
para pasar buenos momentos, compartir la alegría de nuestros chicos<br />
cada año en la estudiantina liceal, los trabajos de todo el año de la<br />
Escuela del Hogar, los festejos del aniversario de nuestro pueblo,<br />
y apoyarnos realizando beneficios para distintas instituciones. Estas<br />
son nuestras razones. Apelamos a la sensibilidad del señor Presidente<br />
de la República para que los intereses de la comunidad, que hoy<br />
se manifestó con un abrazo simbólico a la Casa Evans, no se hagan<br />
a un lado.<br />
Unas horas antes de esta exposición, decenas de hombres<br />
y mujeres que vivían en la zona de <strong>Conchillas</strong> se unieron en<br />
un abrazo simbólico para demostrar el valor que tenía el edificio<br />
para la comunidad. El gesto sigue siendo hasta hoy una de las<br />
mayores pruebas de la fuerza y unión de los vecinos del pueblo.<br />
Días después, el tema llegó al Parlamento. Fue en la sesión<br />
de la Cámara de Diputados del 12 de mayo de 2009. Y el responsable<br />
de poner el tema sobre la mesa fue el legislador de Colonia Miguel<br />
Asqueta.<br />
En este pueblo existe un bastión histórico y cultural, conocido<br />
como Antigua Casa Evans, que ocupa un gran padrón, el número 527,<br />
comúnmente conocido como «El galpón de la cooperativa»,<br />
en el que actualmente funcionan algunos centros de la localidad.<br />
La historia marca el origen de este lugar a instancias de su fundador,<br />
David Evans. […] Dolería mucho perder este símbolo, porque no solo<br />
significaría perder un pedazo de historia sino también un trozo<br />
de nuestro patrimonio y de la cultura. La población de <strong>Conchillas</strong><br />
155
y de todo nuestro departamento, tan rico culturalmente, quiere<br />
preservar este bien a efectos de transformarlo en un gran centro<br />
cultural, que en el futuro podría denominarse «Centro Cultural<br />
Evans».<br />
Lo que siguió fue un periplo extenso con un muy celebrado final.<br />
Fonte lo recuerda así:<br />
En 2010, finalmente, el Banco República compró la Casa Evans<br />
y después se la vendió a la Intendencia. La negociación que hicimos<br />
fue que se la vendieran a la Intendencia. En la Junta Departamental<br />
se votó que la Intendencia se hacía cargo; el pueblo había resuelto<br />
que quería que quedara para todo el mundo. Entonces, cuando<br />
fuimos con la comisión al directorio del BROU, ya llegamos con esa<br />
propuesta. La Intendencia al final lo cedió en comodato a la Comisión<br />
de Amigos.<br />
La energía y el empuje de la Comisión de Amigos, sin embargo,<br />
no se detuvieron después de conseguir que la Casa Evans volviera<br />
a ser del pueblo. En 2011 se convirtieron en una asociación civil<br />
con personería jurídica. Su misión fue definida por sus integrantes<br />
en estas líneas:<br />
Visita de miembros de la comunidad de <strong>Conchillas</strong><br />
a la planta industrial de Montes del Plata.<br />
156
La instalación de un emprendimiento de la magnitud del de Montes<br />
del Plata en las cercanías de nuestro pueblo implicó para nuestra<br />
comunidad un elemento removedor, que combinó incertidumbres<br />
y dudas con la expectativa de un desarrollo socioeconómico<br />
sostenido. En cualquier caso, el fuerte impacto sociocultural<br />
que era dable esperar en caso de concretarse el emprendimiento,<br />
a nuestro juicio, debía ser visto como una gran oportunidad que<br />
no debía ser desaprovechada, para lograr un desarrollo integral<br />
de la localidad, que no se limitara a la mera ampliación de las<br />
fuentes de trabajo, sino también a preservar nuestra personalidad<br />
como pueblo, nuestro estilo de vida, nuestro urbanismo con las<br />
construcciones tan características que hacen de <strong>Conchillas</strong> un<br />
lugar tan especial que nos llena de orgullo —en definitiva, nuestra<br />
identidad—, las que tenían la posibilidad de potenciarse o degradarse,<br />
según cómo se instrumentaran los proyectos futuros.<br />
Con esas ideas como faro, siguieron trabajando.<br />
Unos meses antes, en enero de 2011, Montes del Plata confirmó<br />
la inversión en <strong>Conchillas</strong> y en junio empezaron las obras<br />
de la planta en Punta Pereira. Desde los inicios, Stora Enso y Arauco<br />
sabían que la comunicación de cada paso que diera Montes<br />
del Plata sería esencial. También sabían que la sustentabilidad<br />
—por el recorrido que ambas tenían en ese sentido— era<br />
fundamental para que la empresa se desarrollara en armonía<br />
con su ambiente natural y social. En este recorrido, Montes<br />
del Plata hizo una serie de estudios para ver cómo impactaba<br />
la planta en la comunidad. Así fue que la dirección y las gerencias<br />
entendieron cómo era el territorio y cómo era <strong>Conchillas</strong>, cuáles eran<br />
sus expectativas, sus miedos y cómo cada uno de los pasos<br />
de la empresa iba a dejar su huella —positiva o negativa— en<br />
la zona. El foco siempre fue evitar, minimizar o compensar cada<br />
uno de los impactos negativos y potenciar los positivos. Carolina<br />
Moreira, gerente de Sustentabilidad y Comunicaciones, cuenta<br />
que la columna vertebral de los programas sociales en el territorio<br />
tiene que ver con eso. Lo dice así:<br />
Queríamos hacernos cargo del impacto de las diferentes etapas.<br />
Y en esas etapas le dimos la misma relevancia a lo que eran impactos<br />
reales y a lo que eran temores y expectativas. Un ejemplo claro fue<br />
cuando la gente manifestaba que temía que se diera un aumento<br />
de la delincuencia. Finalmente no se dio y de hecho en ese período<br />
bajó, pero el flujo de unas cuatro mil personas que vinieron de otros<br />
lados podía llegar a generar incertidumbre y por eso elaboramos<br />
planes para gestionar ese aspecto.<br />
157
158
Algunas de las mesas de la edición 2019<br />
del Concurso Nacional de Mesas de Té.<br />
159
En todos estos estudios y en la observación y la charla con<br />
la comunidad, los distintos actores de Montes del Plata percibieron<br />
tempranamente que C. H. Walker & Co. había dejado un vacío<br />
en <strong>Conchillas</strong> y que había un riesgo de que se colocara a la nueva<br />
empresa en ese mismo lugar. Explica Moreira:<br />
Nosotros queríamos evitar caer en la misma posición que la<br />
compañía Walker; queríamos, desde un inicio, marcar que nuestro<br />
enfoque era diferente. Sabíamos que el impacto de índole positiva<br />
—movimiento económico, turístico, de empleo— iba a generar<br />
desarrollo en la zona. El desarrollo local bien entendido tiene como<br />
protagonista de la iniciativa a la propia comunidad; no es alguien<br />
de afuera el que lo genera. Y ese era el enfoque más profundo<br />
y más filosófico que queríamos impulsar en la zona.<br />
Uno de los primeros pasos fue establecer el Foro de Desarrollo Local,<br />
un espacio de reunión y un lugar para canalizar preocupaciones,<br />
expectativas y planes sobre el futuro de <strong>Conchillas</strong>. La idea era<br />
que entre muchos desarrollaran una visión común, se empezaran<br />
a agrupar para trabajar en proyectos de mejoras concretas de<br />
diferentes aspectos de la comunidad. El paso siguiente fue la creación<br />
de los Fondos Montes del Plata para que esas iniciativas tuvieran<br />
apoyo económico y se pudieran concretar y ejecutar. «Siempre<br />
nuestro rol fue facilitar y que la ejecución fuera de la comunidad,<br />
y nuestro foco, que los proyectos tuvieran sustentabilidad a largo<br />
plazo», dice Moreira.<br />
Con todas estas nuevas acciones, el empuje de los habitantes tomó<br />
todavía más impulso. Se terminó de acentuar con el programa<br />
de empleo y de empleabilidad que tiene Montes del Plata.<br />
Estas acciones hacen especial énfasis en el seguimiento de<br />
las generaciones más jóvenes para que tengan oportunidad<br />
de estudiar una carrera o también de quedarse trabajando<br />
en la zona. El fomento y el apoyo al emprendedurismo de la<br />
comunidad fue, además, de una gran relevancia en estos años.<br />
En ese contexto de un pueblo revitalizado y con muchas ganas,<br />
los conchillenses tuvieron un enorme logro en términos turísticos<br />
y de proyección del pueblo en el resto del país. En 2013, por primera<br />
vez, el Ministerio de Turismo creó el premio Pueblo Turístico del<br />
Año. La Comisión de Amigos presentó el proyecto Encuentro mágico<br />
con el pasado y el presente industrial de <strong>Conchillas</strong>. En octubre la<br />
propuesta del pueblo de Colonia fue elegida ganadora frente a otras<br />
14 de 10 departamentos de Uruguay. <strong>Conchillas</strong> se convirtió así en<br />
el pueblo turístico de 2013, el primero de Uruguay. Además de recibir<br />
30.000 dólares, también contó con mucha difusión en los canales<br />
160
de Uruguay Natural y en los acontecimientos del Ministerio<br />
de Turismo. En el video que promociona al pueblo como destino<br />
turístico, y que se puede ver en la página web de Uruguay Natural,<br />
varios pobladores de <strong>Conchillas</strong> narran su historia y destacan<br />
algunos de sus atributos y actividades más relevantes: el Concurso<br />
Nacional de Mesas de Té que se realiza desde 2013, los partidos<br />
de fútbol, la pesca y todas las actividades vinculadas al río y la<br />
belleza de los atardeceres.<br />
Los 30.000 dólares fueron directo a la restauración de Casa Evans.<br />
La obra se llevó adelante gracias a un grupo muy valioso de vecinos<br />
que se sumaron a los Amigos de <strong>Conchillas</strong> y crearon la Comisión<br />
Pro Casa Evans, y al apoyo económico de los Fondos Montes del<br />
Plata. Los primeros días de setiembre de 2016, el icónico edificio<br />
del almacén de ramos generales volvió a abrir sus puertas. En<br />
declaraciones al portal Colonia Ya, Alonso dijo lo siguiente:<br />
La Casa Evans será escenario de grandes actividades culturales<br />
y sociales, volviendo a desarrollar la importancia que tenía en sus<br />
comienzos. Hace ya siete años de aquel 8 de mayo de 2009, cuando<br />
nuestro pueblo y todos quienes nos apoyan le dieron a la Casa Evans<br />
un abrazo simbólico oponiéndose al remate.<br />
Hoy Fonte, muy involucrada en todos estos logros, se acuerda<br />
de aquellos años así: «Cuando nos ponemos a ver lo que se hizo<br />
desde 2007 hasta 2017 no podemos creer. Hacíamos de todo».<br />
Desde su recuperación, la Casa Evans es el espacio de la Oficina<br />
de Turismo del pueblo. Allí está Adriana Sosa —guía turística,<br />
enamorada del lugar— siempre lista para contar la historia<br />
de <strong>Conchillas</strong>. En una de las habitaciones, dispuesta en distintos<br />
muebles, está buena parte de la memoria material de los años<br />
de los ingleses: hay una Biblia anglicana antiquísima, un juego de té,<br />
una muñeca de porcelana, las famosas libretas del almacén, entre<br />
otros tantos tesoros. También, en sus amplios espacios, se realizan<br />
diferentes tipos de actividades. En la habitación más grande, por<br />
ejemplo, se llevan adelante acontecimientos como el Concurso<br />
Nacional de Mesas de Té o la reunión de la Asociación Empresarial<br />
y Comercial y se celebran las fiestas de 15 de las adolescentes<br />
de <strong>Conchillas</strong>.<br />
Entre semana, los espacios del antiguo almacén de ramos generales<br />
se llenan de sonidos, música y de voces que hablan en otros idiomas.<br />
Se dan clases de ballet y de inglés, entre otras. Hay, en resumidas<br />
cuentas, un edificio de más de un siglo lleno de vida.<br />
161
Orquesta Juvenil e Infantil de Dolores<br />
en la séptima edición del Concurso<br />
Nacional de Mesas de Té, 2019.<br />
162
163
Muestra de latas de galletitas inglesas<br />
en Casa Evans. Colección Mirta Gaye.<br />
164
165
166
167<br />
Festival del Lapacho Rosado, 2019.
Venta a beneficio de la Escuela del Hogar<br />
y el Hogar de Ancianos de <strong>Conchillas</strong>.<br />
Muestra de latas de galletitas inglesas<br />
en Casa Evans. Colección Mirta Gaye.<br />
De izquierda a derecha: Karina Cabrera, María<br />
Repetto, Mercedes Brochini, Cristina Fernández<br />
y Raquel Chocho (grupo Un Sueño Nos Impulsa);<br />
Diego Taborda (jurado), Nicolás Barriola (BMR),<br />
María Barriola (jurado), Mónica Devoto (jurado),<br />
Luciana Andión (jurado) y Mónica Bacchi<br />
(Ministerio de Turismo).<br />
168
Séptima edición del Concurso Nacional<br />
de Mesas de Té en Casa Evans.<br />
Orquesta Juvenil e infantil de Dolores.<br />
Actuación de niños de la Escuela 65<br />
interpretando el minué federal, a cargo<br />
de su maestra, María Inés Alza.<br />
169
Cacería de dibujos con la ilustradora<br />
Josefina Jolly.<br />
170
171
172
173<br />
La playa municipal o de los Pinos<br />
en Puerto <strong>Conchillas</strong>.
174
175
La playa municipal o de los Pinos<br />
en Puerto <strong>Conchillas</strong>.<br />
176
El latir de una comunidad<br />
Acá nos conocemos todos y al conocernos todos se genera un vínculo<br />
de confianza. No debemos perder ese respeto entre las personas.<br />
Nos hizo muy bien trabajar en grupo ayudados por alguien.<br />
Montes del Plata nos hizo muy bien.<br />
Milton Allio 2<br />
Ahora hay de todo para los niños: clases de patín, ballet, inglés, fútbol. Antes<br />
no teníamos eso. <strong>Conchillas</strong> dejó de ser el pueblo olvidado.<br />
Susana Banchero 3<br />
No importa si es verano, no importa si es invierno. La comunidad<br />
de <strong>Conchillas</strong> sabe que uno de sus puntos de encuentro favoritos<br />
es el puerto. Allí donde las aguas del Río de la Plata se cruzan<br />
y se mezclan con las del arroyo San Francisco, allí donde nació hace<br />
más de 130 años el pueblo, los vecinos se dirán, según lo marcan<br />
las buenas costumbres: «Hola, ¿cómo anda?» o «Buenas tardes»<br />
o «¿Qué dice?». Susana Banchero lo explica: «A <strong>Conchillas</strong> lo que<br />
lo hace particular es la gente. Nosotros seguimos saludando<br />
a todo el mundo, aunque no lo conozcamos. El hola y el chau son<br />
fundamentales. Lo mismo cuando vamos por la ruta: saludamos<br />
con las luces o con un gesto. Tenemos esa costumbre. Somos pueblo».<br />
También Celestino Fernández: «Ese saludo es inevitable en toda<br />
la zona. Si no nos saludamos es como que pasó algo. Incluso los<br />
jóvenes lo mantienen». Y Pedro Repetto asegura que hoy los vecinos<br />
son todos uno: «No hay diferencia entre el que tiene 1.500 hectáreas<br />
de campo y el que no tiene ninguna».<br />
Esa unidad se ve en los espacios de encuentro, que se han vuelto<br />
todavía más representativos en las últimas décadas. En el puerto<br />
se pueden usar los parrilleros, ir a la playa, mirar cómo cae el sol<br />
en el horizonte, practicar algún deporte náutico —pescar, pasear<br />
en lancha—, tomar mate y charlar dentro del auto, y todo sin<br />
que se altere la paz del entorno. Dicen los habitantes de la zona<br />
2<br />
Integrante de comisiones de vecinos en <strong>Conchillas</strong> y Puerto <strong>Conchillas</strong>.<br />
3<br />
Integrante del grupo que organiza el Festival del Lapacho rosado.<br />
177
Programa de seguridad vial Dale Paso,<br />
de Montes del Plata, 2016.<br />
Responsables de la instalación del primer CAIF en <strong>Conchillas</strong>.<br />
De izquierda a derecha: Milagros Domínguez, Romina Espinosa,<br />
Ángeles Aguilar, Leticia Repetto, Marcela Beltrame y Virginia Pages.<br />
Talleres de producción editorial con Pía Supervielle.<br />
178
Daniela Hernández y Pedro Repetto.<br />
Raúl Machado.<br />
Grupo de trabajo del nomenclátor de Puerto <strong>Conchillas</strong>.<br />
Jorge Domínguez.<br />
Celestino Fernández y Margarita Chileff.<br />
179
Referentes locales en talleres<br />
de producción editorial.<br />
180
que el lugar, como buena parte de todo este territorio, mejoró<br />
mucho en los últimos años. La llegada de Montes del Plata<br />
y el entusiasmo de la comunidad fueron una combinación<br />
muy saludable para <strong>Conchillas</strong>.<br />
Susana Banchero llegó a vivir al lugar en 1981. Al principio,<br />
cuando vivía en el centro, reconoce que no le gustaba,<br />
pero todo cambió cuando se mudó a la zona del puerto. Dice<br />
que hay imágenes, como la de la luna reflejada en el agua, que<br />
no se las olvida más.<br />
El progreso nos trajo muchas cosas lindas. El puerto está totalmente<br />
diferente: está más arreglado, hay muchas más casas, nos iluminaron<br />
las calles. Montes del Plata cedió el uso del predio 4 donde está el<br />
Parque del Lapacho Rosado y así lo podemos usar todos. La empresa<br />
también plantó lapachos y nosotros quedamos como el Grupo<br />
Lapachero. Somos un grupo de vecinos que colaboramos en todo lo<br />
que podemos y hace cuatro años que hacemos el Festival del Lapacho<br />
Rosado, con espectáculos, competencias, juegos para niños.<br />
En estos años se formaron otras comisiones que también tienen<br />
su personería jurídica. Entre ellas estan la Comisión pro CAIF Las<br />
Ardillitas, la Asociación Empresarial y Comercial, el Club Satélite<br />
del Rotary Colonia y la Sociedad de Fomento Rural, que volvió<br />
a funcionar. En <strong>Conchillas</strong> además hay otras agrupaciones que<br />
vienen trabajando desde hace tiempo en áreas muy diversas.<br />
Pedro Repetto —expresidente de la Sociedad de Fomento— dice<br />
que el orgullo de <strong>Conchillas</strong> es que, después de que se fueron los<br />
ingleses, el pueblo dependió de sí mismo y de su gente. «Cuando fue<br />
el centenario se formó la Casa de la Cultura, el hogar de ancianos.<br />
Más acá en el tiempo, el CAIF, la playa, la recuperación de la costa,<br />
la recuperación de la Casa Evans, el proyecto de un futuro museo.<br />
Y todo sin un alcalde que se haya puesto el pueblo al hombro.<br />
Fuimos los vecinos los que hicimos todo eso», dice. Todo eso<br />
responde a las grandes proezas y también a las más cotidianas<br />
o más puntuales, como tener una feria los sábados en la plaza donde<br />
se vende de todo; mantener el pueblo impecable —«Nosotros somos<br />
muy cuidadosos con este lugar. A nadie se le ocurre tirar un papel<br />
en la calle», dice Allio—; que la Sociedad de Fomento haya creado<br />
el Festival de la Islita, que es uno de los grandes acontecimientos<br />
del verano desde hace tres años, entre otras tantas.<br />
4<br />
N. de r.: La empresa dejó a disposición para uso público el espacio.<br />
181
Otro ejemplo de la saludable relación entre la comunidad<br />
y Montes del Plata es la donación del predio conocido como Los<br />
Tres Clavitos. A unos minutos de Casa Evans, sobre la calle Maestro<br />
Banchero, al lado del puente de la Armonía y pegado a una de las<br />
canteras de piedra, hay un punto en el que el arroyo San Francisco<br />
se entrelaza con las rocas, genera una serie de pequeños saltos<br />
de agua y se convierte en un escenario hermoso. El lugar siempre<br />
fue propiedad privada; los últimos años, por ejemplo, estuvo en<br />
manos de Montes del Plata, que lo utilizó para sacar piedra de allí.<br />
De todos modos, Los Tres Clavitos —su nombre responde a que<br />
en varios puntos hay restos de metal que parecen clavos— es otro<br />
de los espacios de encuentro y esparcimiento de los vecinos de<br />
la zona y uno de los grandes símbolos de <strong>Conchillas</strong>. Por allí han<br />
disfrutado de las tardes de verano o de los domingos de invierno<br />
varias generaciones de vecinos del pueblo. Montes del Plata<br />
había comunicado a la comunidad que, una vez que terminara la<br />
explotación de la cantera, se iba a donar el predio a la localidad.<br />
En 2017, el grupo del club de ciencias del liceo rural Los<br />
Exploradores decidió ponerse a investigar cuál es el valor que Los<br />
Tres Clavitos tiene para <strong>Conchillas</strong> y concluyó que, efectivamente,<br />
es una parte esencial de la memoria colectiva de la zona; luego<br />
presentaron el proyecto en la feria de los clubes de ciencias que<br />
se realiza en el departamento y finalmente llevaron las conclusiones<br />
a Montes del Plata. Un año más tarde, en octubre de 2018,<br />
la empresa —frente al intendente Carlos Moreira— donó<br />
formalmente a la comunidad el predio de Los Tres Clavitos. Se hizo<br />
una ceremonia en el lugar, los vecinos sonrieron y aplaudieron<br />
con entusiasmo después de las palabras de las autoridades. Al final<br />
hubo corte de cinta. Desde ese entonces Los Tres Clavitos pertenece<br />
al pueblo.<br />
Durante décadas los vecinos de <strong>Conchillas</strong> y sus alrededores se<br />
dedicaron a preservar con cierta melancolía los años en que allí<br />
funcionaba la empresa C. H. Walker & Co. En esa historia tan<br />
particular, tan irrepetible, estaba buena parte del alma del pueblo<br />
y de sus habitantes. Pero, a medida que el tiempo fue transcurriendo<br />
y las generaciones fueron cambiando, las imágenes de David Evans<br />
y de las locomotoras dejaron de ser tan poderosas y fueron<br />
apareciendo otras. Son imágenes nuevas, de un <strong>Conchillas</strong> enmarcado<br />
en el presente y mirando al futuro. Muchos de los que se fueron<br />
por la falta de trabajo y de oportunidades hicieron una apuesta<br />
por el pueblo y decidieron volver. Llegaron nuevos habitantes<br />
182
de localidades cercanas o un poco más distantes, y cada uno de<br />
ellos le dio a <strong>Conchillas</strong> una bocanada de aire fresco. Por otra parte,<br />
los nietos de los hombres y las mujeres que vivieron la época de oro<br />
de <strong>Conchillas</strong> se convirtieron en adultos y quisieron dejar su propia<br />
huella; por ejemplo, al recuperar un símbolo como la Casa Evans<br />
y luchar por que el pueblo entre en el circuito turístico del país.<br />
Hoy la comunidad de <strong>Conchillas</strong> late con vigor, orgullo y entusiasmo,<br />
manteniendo el valor de sus tradiciones y su patrimonio, y tiene<br />
la certeza de que su pueblo es lo suficientemente especial como<br />
para considerarse único en el país y la región.<br />
Los Tres Clavitos.<br />
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185
Camino a <strong>Conchillas</strong>.<br />
186
La palabra se repite una y otra vez. Está en las voces de los vecinos,<br />
está en uno de los carteles que dan la bienvenida al pueblo.<br />
<strong>Patrimonio</strong>. En <strong>Conchillas</strong> se habla mucho de patrimonio cultural.<br />
La Organización de las Naciones Unidad para la Educación,<br />
la Ciencia y la Cultura (Unesco, por su sigla en inglés) define<br />
patrimonio de una manera tan sobria como acertada:<br />
«El patrimonio es el legado que recibimos del pasado, que vivimos<br />
en el presente y que transmitiremos a las generaciones futuras»,<br />
se lee en la página web del organismo internacional. Después<br />
la definición se vuelve más amplia, más explicativa: «El patrimonio<br />
cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos.<br />
Comprende también expresiones vivas heredadas de nuestros<br />
antepasados, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos<br />
sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos<br />
a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la<br />
artesanía tradicional. Pese a su fragilidad, el patrimonio cultural<br />
inmaterial o patrimonio vivo es un importante factor del mantenimiento<br />
de la diversidad cultural».<br />
Los vecinos de <strong>Conchillas</strong> entienden a la perfección lo que significan<br />
estas palabras. Algunos de los edificios más valiosos del pueblo<br />
fueron declarados —con mucho acierto— monumento histórico<br />
nacional por la Comisión del <strong>Patrimonio</strong> Cultural de la Nación.<br />
Por eso, <strong>Conchillas</strong> exhibe con orgullo el cartel de fondo verde<br />
y letras de molde blancas que cuenta que lo que se verá<br />
a continuación es patrimonio histórico nacional. Desde hace<br />
varios años a la comunidad no le alcanza con la distinción,<br />
con la palabra, con figurar en las actas de la década de 1970.<br />
No le alcanza con saberse un pueblo que narra una historia<br />
con ingredientes excepcionales. Tampoco le alcanza con quedarse<br />
con una mirada nostálgica de lo que fue. Por eso sus vecinos<br />
trabajan con empeño y emoción para que ese patrimonio<br />
esté vivo y saludable, para que el latir de <strong>Conchillas</strong> sea cada<br />
vez más vigoroso.<br />
La verdad: así se ve, así se siente. El patrimonio cultural<br />
de <strong>Conchillas</strong> vive y se vive a diario.<br />
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Viñedo en la zona de El Bañado.<br />
188
189
Agradecimientos<br />
A toda la comunidad de <strong>Conchillas</strong> y especialmente a quienes<br />
prestaron su tiempo, su voz y su memoria para contar esta<br />
historia. Gracias a Ángela Allio, Milton Allio, Adriana Alonso,<br />
Susana Banchero, Mercedes Brochini, Fermín Capandeguy,<br />
Aníbal Cabrera, Celedonio Cabrera, Karina Cabrera,<br />
Diana Chaves, Raquel Chocho, Jorge Domínguez, Amparo<br />
Fernández, Celestino Fernández, Cristina Fernández, Gianela<br />
Fonte, Román Fonte, Esther Giribone, Carmen Guerrero, Luis<br />
Gutiérrez, Daniela Hernández, María Graciela Lacava, Martín<br />
Lacava, Raúl Machado, Franco Martínez, Diego Montes de<br />
Oca, María Pía Pintos, Pepe Raffo, Leticia Repetto, Edgardo<br />
J. Repetto, María Repetto, Pedro Repetto, Raúl Titi Repetto,<br />
Irma Rossi, Adriana Sosa, Alberto Zabkar.<br />
Al Colonia West Hotel por recibirnos y permitir el necesario<br />
descanso luego de largas jornadas de producción.<br />
A los medios locales por seguir de cerca nuestro proceso<br />
de trabajo, en especial a los periodistas Miguel Guaraglia<br />
y Pedro Chajía.<br />
A Montes del Plata y su equipo: a Mariela Baráibar y Florencia<br />
Guerrero por su apoyo a la preproducción, a Iliana Boné<br />
y Mariela Costabel por recibirnos en la oficina de <strong>Conchillas</strong><br />
varios sábados del otoño, y especialmente a Carolina Moreira<br />
por la atenta lectura.
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