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50 años del golpe de Banzer

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Vi e r n e s 20 de agosto de 2 0 21 /1

Decisión 2014

ELECCIONES PRESIDENCIALES

especial@paginasiete.bo / EDITORA: ROXANA POMIER

CRÓNIC A En tres días

violentos el régimen tomó

el poder con sangre. /2-3

CLAMOR Las víctimas

de la dictadura aún esperan

justicia y resarcimiento. / 8-9

E N T R E V I STA Flavio Machicado,

ministro de Finanzas

de J. J. Torres. / 10 -11


2 Página SIETE Vi e r n e s 20 de agosto de 2021

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especial@ p a g i n a s i e te . b o Especial

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Abdel Padilla

El 6 de agosto de 1971, como

parte de su mensaje por el

146 aniversario patrio, el

presidente Juan José Torres advirtió

al pueblo boliviano que

“no se deje sorprender por la violencia

que provocan agentes sab

o t e a d o re s …”, ya que el “derro-

c a m i e n t o” de su gobierno “solo

traería guerra civil o anarquía”.

Quince días después, la noche

del 21 de agosto, Torres dejaba

Palacio Quemado, forzado y cercado

por sus propios camaradas,

luego de duros enfrentamientos

en las calles con las fuerzas amotinadas.

El resultado: más de 100

muertos, cientos de heridos y

decenas de desaparecidos.

Una vez más, como tantas en

nuestra historia, la toma del poder

por la fuerza, que por otro lado

fue el medio que el propio Torres

empleó un año antes para ceñirse

la banda presidencial, se

había consumado. En esta ocasión,

el elegido para tomar el

bastón de mando del nuevo gobierno

de facto sería el entonces

coronel Hugo Banzer Suárez.

Viernes negro

El Golpe de Estado del 21 de

agosto se gestó semanas o meses

antes, a través de intensas reuniones

conspirativas, algunas de

ellas en Argentina, de los miembros

del circunstancialmente

llamado Frente Popular Nacionalista,

bloque conformado por

los líderes de la Falange Socialista

Boliviana (FSB), el Movimiento

Nacionalista Revolucionario

(MNR) y un sector militar, representado,

entre otros, por Florentino

Mendieta, Humberto

Cayoja y Hugo Banzer.

Por eso se dice que el Golpe se

cocinó en Buenos Aires, pero la

mecha se encendió en Santa

Cruz, donde se registraron los

primeros enfrentamientos, el

jueves 19 de agosto. Ese día, desde

los micrófonos de la radio estatal

Illimani, Torres pidió al

pueblo boliviano “mov ilizarse

junto al gobierno”para resistir la

“asonada fascista”.

Una de las primeras medidas

fue descabezar al bloque golpista,

deteniendo a los líderes conjurados,

entre ellos Banzer, que

cayó en Santa Cruz, pero luego

fue traslado a La Paz.

Ante el desesperado llamado

presidencial, la Central Obrera

Boliviana (COB) convocó a una

marcha en La Paz para la mañana

del viernes 20 de agosto, que se

congregó en la Plaza Murillo en

respaldo al gobierno de Torres,

quien, animado por el apoyo de

El 22 de agosto de 1971, el entonces coronel Banzer toma la presidencia de Bolivia tras un cruento golpe de Estado.

Crónica del golpe de Estado de 1971, que marcó la historia

Cuando agosto era 21

l GOLPE La mecha se encendió en Santa Cruz el jueves. El sábado en La Paz, el régimen

tomó el poder con sangre: una crónica de “Lo que se calló”reconstruye los hechos.

C i e n to s

DE MUERTOS,

perseguidos y desaparecidos

fue el saldo

del golpe de Estado

de 1971.

la masa, salió al balcón de Palacio

para agradecer y arengar a su

ge n t e.

En la oportunidad, el líder sindical

Juan Lechín Oquendo, que

presidía la Asamblea Popular o

Parlamento Obrero, instaurado

en junio de ese año, pidió públicamente

armar al pueblo: “El

pueblo quiere armas para combatir

la rebelión”.

A esa altura, el temor del entorno

presidencial era que la sublevación

que comenzó en Santa

Cruz encuentre eco en los jefes

militares de otras guarniciones

en el país. Este miedo no solo se

hizo realidad, sino que devino en

malas noticias de manera prematura:

poco antes del mediodía

del viernes se sublevó, en Cochabamba,

la guarnición militar liderada

por el general Jaime Florentino

Mendieta. Efectivos del

Centro de Instrucción de Tropas

Especiales (CITE) y de la Escuela

de Clases ocuparon puntos estratégicos

de la ciudad, entre

ellos el ingreso de la Universidad

Mayor de San Simón.

Solo tres horas después, efectivos

militares del Ranger tomaron

la Universidad Técnica y la

entonces Prefectura de Oruro.

Les siguieron las unidades militares

de Camiri, Tarija, Riberalta

y Trinidad. Paralelamente, grupos

leales al gobierno -como los

mineros de Siglo XX, Catavi y

Huanuni- iniciaron movimientos

de resistencia para la retoma

Fotos: Hemeroteca periódico Hoy

Tanques del Tarapacá tomaron la Plaza Murillo el 21-A.

50 años del golpe

El sábado 21 de agosto de

1971, Juan José Torres Torres

dejaba el Palacio Quemado,

forzado por sus propios camaradas,

tras duros enfrentamientos

en las calles.

Hubo reuniones

Gestación

conspirativas, algunas en Argentina, del

Frente Popular Nacionalista, conformado

por FSB, MNR y un sector militar representado

por Mendieta, Cayoja y B a n z e r.

En Santa Cruz se registraron

los primeros en-

19 / 8

frentamientos, el jueves 19 de agosto.

Detienen a los militares conjurados,

entre ellos Hugo Banzer, que

fue traslado a La Paz.


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Especial

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especial@ p a g i n a s i e te . b o

3

La resistencia civil emboscada

en Laikakota; el enfrentamiento

dejó muertos.

Banzer, a pocos días de tomar

el poder a costa de cientos

de vidas.

de instituciones.

Ese agitado viernes 20 terminó

con la explosión, al final de la tarde,

de una bomba en la Prefectura

cruceña activada por miembros

del Ejército de Liberación

Nacional (ELN), el grupo de

choque armado de la resistencia.

Tres personas murieron y hubo

más de 30 heridos.

Sábado rojo

El sábado 21 de agosto los enfrentamientos

y la violencia se

trasladaron a La Paz. Convocados

por Lechín y la Asamblea Popular,

centenares de trabajadores

y universitarios se concentraron

en la plaza del estadio Hernando

Siles, entre ellos rostros

conocidos como los de René Zavaleta

y Marcelo Quiroga Santa

Cruz, de quien queda una histórica

foto empuñando un fusil.

Mientras tanto, Torres evaluaba

en Palacio la crítica situación

junto a su gabinete y los jefes militares

leales que le quedaban,

entre ellos y en primer lugar el

comandante del Regimiento Colorados,

Rubén Sánchez, quien

permaneció a su lado hasta el último

momento.

Pasadas las 13:30, llegó a la Plaza

Murillo el general Luis Reque

Terán, comandante del Ejército,

para entregar a Torres, a nombre

del Alto Mando Militar, un ultimátum

de rendición. Según el

periódico Hoy de esa fecha y el

periodista de ese medio Eduardo

Pachi Ascarrunz, cuyas crónicas

guían en gran medida esta relación

cronológica, la respuesta

del Presidente fue: “Tú conoces

cómo soy. Sólo saldré muerto de

La población combatió a las fuerzas militares en las calles, como pudo.

Palacio de Gobierno porque no

puedo traicionar al pueblo”.

Probablemente, debido a esta

última e incómoda visita militar,

los efectivos de seguridad desalojaron

la Casa de Gobierno, incluidos

el personal administrativo

y los periodistas. Desde ese

momento, el ingreso quedó restringido

solo a gente de confianza

del Presidente.

Al igual que Palacio Quemado,

las calles céntricas de la sede de

Gobierno, donde se escuchaban

de cuando en cuando ruidos de

morteros, quedaron progresivamente

semivacías, con transeúntes

que se volvían presurosos a

sus casas para dar paso a los combatientes

de la resistencia, armados

con palos y viejos fusiles

Mauser, y que se movían conforme

a las instrucciones que recibían

desde radio Illimani, donde

miembros del ELN organizaban

comandos de lucha armada.

Una de las voces que se escuchó

desde temprano por esta radioemisora,

y que acompañó todo

el movimiento de resistencia,

fue la de Jorge Torres Mansilla,

Coco Manto, quien años después,

en una entrevista en el programa

Memorias que perduran, rela-

tó que estuvo al aire de manera

ininterrumpida desde las nueve

de la mañana hasta las nueve de

la noche. “Fue un trauma salir de

la emisora, lo hicimos protegidos

por gente del ELN, que vinieron

a echarnos una mano, algunos

de ellos murieron en la salida,

por la (calle) Ayacucho y la

Po t o s í …”

Alrededor de las 14:30 el presidente

Torres decide poner toda

la carne al asador y le ordena a su

leal comandante, Rubén Sánchez,

cercar el Estado Mayor de

Miraflores, base de los militares

rebeldes y en particular del sublevado

regimiento Castrillo.

Los lugares elegidos como

centros de operaciones de resistencia,

y donde los efectivos del

Regimiento Colorados tomaron

posesión, fueron San Jorge, Villa

Armonía, Miraflores y las inmediaciones

del cerro Laikakota.

“En vista de que nuestros camaradas

se han dado vuelta contra

nuestro pueblo, vamos a atacar,

esta es la orden del President

e”, proclamó, una hora más tarde,

el comandante Sánchez en

los micrófonos de la red de emisoras

de radio Illimani.

El anuncio fue el santo y seña

para que los movilizados que se

encontraban en la plaza del estadio

se dirijan rumbo al objetivo

madre: tomar el Gran Cuartel de

M i ra fl o re s .

L a i k a ko ta

La primera parada de los combatientes

de la resistencia fue la

Intendencia de Guerra, en la esquina

de las avenidas Saavedra y

del Ejército, de cuyos almacenes,

luego de dinamitar la puerta, capturaron

1.200 fusiles. En tanto, los

efectivos de la guardia presidencial

ya se habían ubicado en los

dos flancos del Estado Mayor.

Los rebeldes respondieron

con disparos de francotiradores

que se apostaron en algunos edificios

de los alrededores, con lo

que se produjeron los primeros

heridos y las primeras bajas. En

algún momento, el intercambio

de disparos fue tal que los vecinos

del lugar debieron flamear

ropa o banderas blancas para

Continúa en la página 4

El viernes 20

20/8de agosto de

1971, mientras en La Paz marchaba

la COB en respaldo a JJ

Torres, se sublevaron unidades

militares en Cochabamba

y poco después en O r u ro .

El sábado 21 de

21 / 8 agosto la violencia

se trasladó a La Paz con enfrentamientos

entre fuerzas

militares y civiles en resistencia

en el cerro Laikakota y otros sitios

que dejaron muertos.

Pasadas las

To r re s 20:45, Torres

deja Palacio de Gobierno junto a

sus ministros, tres minutos antes

de que, a las 20:48, ingresen los

blindados del regimiento Tarapacá

a la Plaza Murillo.

El domingo

Banzer22 de agosto,

a las 16:15, Hugo Banzer jura como

Presidente en los pasillos de la

Casa de Gobierno. Luego sale al

balcón, flanqueado por sus aliados

de FSB y el MNR.


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Viene de la página 3

mostrar que no formaban parte

de ningún bando.

Comenzó entonces un fuego

sostenido que tuvo como epicentro

Laikakota, el simbólico

cerro enclavado en pleno centro

paceño, y que hoy da nombre a

un mirador y un abandonado

parque infantil.

En este lugar confluyeron, por

un lado, obreros, mineros, estudiantes,

militantes del ELN y los

soldados de los Colorados, y, por

otro, los efectivos del Regimiento

Castrillo, aunque mejor armados.

Probablemente, la primera

víctima fatal de este desigual

choque fue un estudiante universitario,

que murió poco después

en la Clínica Virgen de Fátima,

en Miraflores.

La entonces universitaria Victoria

López recuerda que alrededor

del mediodía, convocaron a

todos los estudiantes que combatían

en Laikakota, incluidos

los de secundaria, a dirigirse a la

sede de la Federación de Mineros,

en El Prado, para recibir armamento.

Tal cometido, sin embargo,

no fue posible porque las

calles ya estaban tomadas por los

soldados rebeldes.

Laikakota, sin embargo, no fue

el único lugar donde hubo tiroteos.

También los hubo en Villa

Armonía, Sopocachi e incluso

Calacoto, desde donde los cadetes

del Colegio Militar intentaron

abrirse paso a punta de balazos.

Este fue el estado de situación

por al menos seis horas, hasta

que un evento empezó a definir

el nuevo escenario: la defección,

alrededor de las 15:30, del Grupo

Aéreo de Combate de la Base de

El Alto, cuyos efectivos, en un

comunicado dirigido al mayor

Sánchez, dieron un ultimátum

para que “deponga las armas bajo

amenaza de movilizar aviones

de combate”.

Paradójicamente, fue la misma

Fuerza Aérea que encumbró a

Torres un año antes, frente a Alfredo

Ovando, que le daba la espalda,

uno después, en favor de

Banzer.

Cuatro “av ioncitos”

El fallecido periodista Ted

Córdova-Claure, en su escrito El

descalabro de Torres y otras desgracias,

afirma que “el momento decisiv

o” de la batalla el 21 de agosto

fue cuando la Fuerza Aérea “de -

cidió unirse al golpe”.

Se refiere al sobrevuelo de cuatro

aviones de esta Fuerza —dos

Mustang y dos AT-6—, exigiendo

la rendición del Regimiento

Colorados. “Es increíble la influencia

de estos avioncitos,

aparentemente obsoletos, en la

historia reciente de Bolivia…,

utilizados contra mineros bolivianos,

contra estudiantes bolivianos,

contra soldados bolivianos

y contra campesinos bolivianos…”,

reflexiona Córdov

a - C l a u re.

Hasta que se realiza el aludido

sobrevuelo, pasadas las 17:00,

hubo un intercambio sostenido

de fuego, con decenas de heridos

Hubo tiroteos en

Laikakota, Villa

Armonía y Sopocachi.

En Calacoto,

los cadetes del Colegio

Militar se

abrieron paso a

punta de balazos.

y muertos. A ello se sumó, aprovechando

el caos, una ola de

asaltos en las casas comerciales

del Centro, que obligó a la Policía

a movilizar sus patrullas.

Entre las 17.00 y las 18.00, luego

de que la Fuerza Aérea intensificara

sus acciones de ametrallamiento,

los efectivos del regimiento

Castrillo finalmente tomaron

el cerro Laikakota y las

fuerzas civiles debieron replegarse

hacia las laderas, como San

Pedro Alto, Sopocachi, Calvario

y Agua de la Vida.

De manera esporádica, un grupo

de jóvenes atacó el Ministerio

de Defensa, en Sopocachi, pero

fueron repelidos por la guardia

del lugar, dejando tres muertos y

varios heridos.

Ahí cerca, en la calle Capitán

Ravelo, alrededor de las 18:00,

fue herido por una ráfaga de fuego

de 32 balas, provenientes del

cerro Laikakota, el sacerdote canadiense

Maurice Lefebvre, que

conducía su vagoneta con la bandera

de la Cruz Roja, intentando

auxiliar a los heridos. Quisieron

socorrerlo, pero sin éxito y perdió

la vida poco después.

A esa hora, los hospitales, clínicas

y centros de salud del Centro

estaban saturados de heridos

y las radios hacían pedidos de

medicamentos y donantes de

s a n g re.

En medio de la confusión, se

inicia un incendio en la cárcel de

El sacerdote Maurice

Lefebvre fue

herido de muerte

cuando conducía

su vagoneta con

bandera de la Cruz

Roja, intentando

auxiliar a heridos.

San Pedro, que los reos aprovechan

para abandonar el lugar sin

que medie vigilancia policial alguna,

solo la presencia del Cuerpo

Nacional de Bomberos, que

finalmente controlaron el fuego,

pero no pudieron evitar la quema

de 25.000 libros de registro

civil, como actas de nacimiento y

matrimonio, se habían trasladado

poco antes del entonces Ministerio

del Interior.

Al final de la tarde, el Regimiento

Motorizado Tarapacá,

de Viacha, anunció la salida de

tanques y carros blindados rumbo

a plaza Murillo. Este anuncio,

a la postre, sería la estocada final

al corto gobierno de Torres.

El domingo 22,

luego de acaloradas

reuniones de

los mandos golpistas

se decide que

el coronel Banzer

Suárez asuma el

mando del país.

“Voy por armas”

En un desesperado intento por

esquivar lo inevitable, a las 19:45

el presidente Torres dirige un último

mensaje al pueblo boliviano

por radio Illimani, solicitando

apoyo para “los obreros, universitarios,

soldados y campesinos

que combaten denodadamente

contra el Golpe…”

Una hora después, deja Palacio

de Gobierno junto a sus ministros,

tres minutos antes de que, a

las 20:48, ingresen los blindados

del regimiento Tarapacá a plaza

Murillo. Al dejar el lugar, la poca

gente que quedaba le solicita armas

para seguir combatiendo. Él

contesta: “Voy al regimiento Colorados

para pedir y entregar armas

al pueblo”. En realidad, sabía

que partía rumbo a la embajada

del Perú para pedir asilo.

Minutos después, montado en

su jeep, llegó a la plaza Murillo el

director de Televisión Boliviana,

el periodista Ted Córdova-Claure,

a quien el jefe de seguridad de

Palacio le informó que el Presidente

acababa de irse, y que él

debía hacer lo mismo ante la presencia

de los blindados. Así lo hizo,

pero calles más allá fue alcanzado

por siete balazos.

“Tendido en el asiento, vi como

un muchacho abría la puerta

y me alumbraba a la cara. ‘¡Pero si

es el director de la televisión!’,

gritó en ese momento. Y escuché

otro grito, de voz familiar que venía

corriendo a comprobar y gritaba:

‘¡Teddy, hermanito, esto te

pasa por comunista!’. Era un

‘a m i go’de la infancia, Fernando

Monroy, alias El Mosca, quien se

había hecho famoso como guardaespaldas

de políticos falangistas

y, por lo tanto, integrante de

sus bandas de matones”. Este

párrafo es parte del relato S iete

balazos “fachos”no matan un viejo periodista,

que el propio Córdova-Claure

escribió tiempo después.

Enterado de que el gobierno

de Torres prácticamente había

caído, el comandante general de

la Policía, coronel Vitaliano

Crespo, y a quien fue entregado

el detenido más importante de

Hemeroteca del periódico Hoy

La COB, liderada por Juan

Lechín, se movilizó para

impedir el golpe.

esas horas, Hugo Banzer Suárez,

ordenó su liberación. Quien estaba

a horas de convertirse en el

nuevo Presidente del país, yacía

en un pequeño cuartito sin ventanas

del cuartel de la calle Colombia.

Para liberarlo sin que la

masa movilizada lo identifique,

Banzer fue disfrazado de policía,

como se lee en la crónica El coronel

sí tiene quien le escriba, de Pachi Ascarrunz

.

Entre las 21 y 23 horas, el Palacio

es tomado, sin que la guardia

haga mayor resistencia, por los

rebeldes y la gente del Frente Popular

Nacionalista. Proponen la

copresidencia del general Iriarte

y el coronel Banzer, pero la idea

no prospera.

De ahí para adelante el escenario

de los enfrentamientos pasa a

la Universidad Mayor de San Andrés

(UMSA), donde se producen

tiroteos por la noche y los

días siguientes; y se suspenden

indefinidamente las emisiones

de radio Illimani para dar paso a

la cadena Nacionalista, que pasada

la medianoche informa que

“la revolución triunfó”.

Al día siguiente, el domingo

22, luego de acaloradas reuniones,

primero en el Gran Cuartel

de Miraflores y después en Palacio

Quemado, se decide que el

coronel Hugo Banzer Suárez asuma

el mando del país.

A las 16.15, ante una biblia y un

altar improvisado, el nuevo Presidente

jura en los pasillos de la

Casa de Gobierno. Luego sale al

balcón, donde, flanqueado por

sus aliados de FSB y el MNR, y ante

la multitud que lo vitoreaba en

plaza Murillo, promete “hacer

cumplir las leyes”,“seguir los pasos

de Busch, Villarroel y Barrientos”,

y borrar las palabras “iz -

quierda ” y“derecha ” para “ha -

blar solo de nacionalismo”.

Abdel Padilla es periodista. Este reportaje

forma parte del número especial

sobre el golpe de Banzer de la revista

Lo que se calló-


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Especial

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5

Movimientistas y falangistas se reunieron sin mezclarse en el gobierno de Banzer

Un Golpe a la unidad del MNR

l CONSPIRACIÓN A espaldas de Hernán Siles, en 1970 Paz Estenssoro sumó al MNR al Frente Popular

Nacionalista, que unía la Falange Socialista Boliviana y las Fuerzas Armadas que harían el golpe del 71.

Rafael Archondo

Varios meses antes del golpe

de Estado encabezado

por el coronel Hugo Banzer

Suárez, el exiliado Víctor

Paz Estenssoro recibió en su casa

de la capital del Perú a su exvicepresidente

y subjefe del

partido, Hernán Siles Zuazo.

Ambos caballeros suscribieron

ahí un documento que se integró

a los registros históricos

con el nombre de “Pacto de Lima”.

En el papel se intentaba reparar,

a fines de ese año 1970, lo

que había quedado resquebrajado

en 1964: la unidad del Movimiento

Nacionalista Revolucionario

(MNR), herida por otro

golpe, el del general René Barrientos

Ortuño, y la voracidad

reeleccionista de Paz.

Mientras se firmaba este Pacto

de reunificación, gobernaba Bolivia

el general Juan José Torres,

amigo personal de Siles. Este último

había participado directamente

en el llamado Comando

Revolucionario de la Clase Obrera

y el Pueblo, órgano formado en

el Monoblock de la Universidad

Mayor de San Andrés (UMSA)

con el propósito de respaldar el

ascenso de Torres.

Aquel 4 de octubre de 1970, Paz

Estenssoro se había inclinado,

desde la fronteriza Puno, por el

general Rogelio Miranda, el otro

aspirante militar a suceder en la

Presidencia al general Ovando.

El favorecido de Paz no alcanzó

la meta debido a la oportuna interposición

de la Central Obrera

Boliviana (COB) y el ya citado

C o m a n d o.

Una vez más, Siles aparecía del

lado correcto de la Historia. En el

Comando congregado en la UM-

SA estuvieron junto a él los jóvenes

de la Democracia Cristiana,

que más tarde formarían el Movimiento

de la Izquierda Revolucionaria

(MIR) y más adelante, la

Unidad Democrática y Popular

(UDP).

Pese a que Siles había secundado

a Torres; y Paz, a Miranda, los

dos líderes del MNR optaron por

hacer las paces en Lima.

Con el Pacto en la maleta, Siles

regresó a Bolivia para organizar la

Convención del MNR. El momento

era ideal para reorganizar el

partido, puesto que el enemigo

principal de los movimientistas,

el general Alfredo Ovando Candia,

había quedado fuera del Palacio

e incluso se esperaba que Paz

fuera autorizado a regresar después

de siete años de destierro.

Dentro del gobierno de Torres,

Victor Paz junto a Banzer y el Jefe de la FSB, Mario Gutiérrez, en el palco de Palacio en 1971.

En 1952, Siles, Paz y Lechín que no volvieron a unirse en el MNR .

varios de sus ministros apostaron

por integrar al MNR en el gabinete

a fin de darle solidez al

proyecto nacionalista de izquierda

que llevaban adelante.

Las negociaciones se llevaban a

cabo usando a Siles como principal

emisario. La cercanía entre

los civiles torristas y Siles se profundizaría

aún más durante la

década del 80, cuando varios de

ellos fueron invitados a formar

parte del gobierno de la UDP.

Una lectura parcial del Pacto

de Lima da indicios sobre este

acercamiento. El MNR reconocía

en el documento que una de

las tareas pendientes del partido

era la transición del país hacia el

socialismo, meta a la que Torres

se refería con cautela. Eran los aires

de la época, a cuyo soplido se

sumaría muy pronto Salvador

A l l e n d e.

De hecho Siles oscilaba en esos

meses entre La Paz y Santiago,

ciudad donde cultivaba la amistad

del senador socialista que

pronto ganaría las elecciones al

mando de la Unidad Popular

(UP). El ideal común en ese momento

era colocar al MNR reunificado

en la senda de la izquierda

latinoamericana.

En ese contexto, en noviembre

de 1970 se inauguró formalmente

Fotos: Hemeroteca de Presencia

la Convención del MNR. Su conductor,

Siles Zuazo, además de

dirigir las deliberaciones, mantenía

comunicación constante

con Paz, aún refugiado en Lima.

El hecho de que el jefe movimientista

no hubiera cruzado la

frontera para asistir a la máxima

reunión de su partido ponía en

evidencia la indisposición de los

militares torristas con su posible

presencia en el país.

La Convención sesionó con

normalidad. Sin embargo, a pedido

de Paz, el debate sobre la línea

a seguir fue postergado para

enero de 1971. Según sus cálculos,

ya para entonces estaría de

regreso en Bolivia para hacer sus

aportes. La sujeción al jefe del

partido no podía ser más imponente.

Al final, la Convención

nombró a los principales dirigentes

por debajo de la jefatura y

la subjefatura. El principal nombramiento

recayó en el tarijeño

Raúl Lema Pelaez, un hombre de

plena confianza de Paz. Él sería a

partir de ese momento el enlace

clave con Lima.

Con un MNR reunificado y renovado

en sus directivas, Siles

esperó ingenuamente a enero.

De pronto, la fluidez de las comunicaciones

entre Santiago y

Lima empezó a decaer sospechosamente.

Paz ya solo coordinaba

con Lema. Las otras personalidades

de su entorno eran Carlos

Serrate, Ciro Humboldt y Edwin

Rodríguez. Cuando el silencio

de Lima se hizo apremiante, Siles

envió a la capital peruana a

Federico Fortún. Había que averiguar

las razones del mutismo

de Paz. Pese a ello, el misterio se

prolongó hasta agosto.

En mayo de 1971, la Asamblea

Popular, encabezada por Juan

Lechín Oquendo, abrió sus sesiones.

Dentro del hemiciclo

parlamentario, decenas de delegados

sindicales conformaron

un órgano de deliberación con

ansias de poder, “de poder

dual”, escribiría más tarde René

Zavaleta. Más de 40 representantes

allí eran militantes del

MNR. Ese solo hecho siguió

alentado las posibilidades de

que el partido de la Revolución

Nacional se integrara formalmente

al gabinete de Torres. Los

agentes de Paz lo impidieron sistemáticamente.

Tenían sus secretos

motivos.

Para sorpresa de Siles, el 19 de

agosto de 1971, los diarios anunciaban

en Santa Cruz la formación

del Frente Popular Nacionalista

(FPN), alianza formada

por el MNR (de Paz), la Falange

Socialista Boliviana (FSB) y las

propias Fuerzas Armadas de la

Nación. Y sí, Paz estaba en ese

b a rc o.

Dado el éxito de la conspiración,

Lema exigió que los militares

permitieran la inmediata llegada

de Paz Estenssoro a la sede

de gobierno. Hubo renuencia

inicial hasta que finalmente Banzer,

el líder súbito de la conjura,

cedió el salvoconducto.

El arribo de Paz ha quedado registrado

en video. Una multitud

desordenada y perpleja se agolpa

en la plaza Pérez Velasco, los

manifestantes van y vienen, no

saben qué ocurrirá. Paz desciende

de un automóvil sin custodia

y logra treparse a una improvisada

tarima. Lo acompaña Serrate,

quien intenta que todos aplaudan.

Tras unos breves espasmos

inaudibles, Paz se confunde en

los abrazos de sus seguidores.

Luego se dirige al Palacio para

saludar desde el balcón. Lo hace

junto a Banzer y el jefe de la Falange,

Mario Gutiérrez, el nuevo

canciller. Falangistas y movimientistas

se reúnen sin mezc

l a r s e.

Siles ha sido traicionado. No le

queda otra opción que fundar su

propio partido, el MNRI. Con él

retornará a la Presidencia en 1982

después de derrotar electoralmente

a Paz y a Banzer.

Rafael Archondo

es periodista.


6 Página SIETE Vi e r n e s 20 de agosto de 2021

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Gabriel Díez Lacunza

46 miembros de la Plataforma El Prado murieron buscando justicia

Las víctimas de la dictadura aún

esperan justicia y resarcimiento

l REPAR ACIÓN El banzerato dejó cientos de muertos, heridos y desaparecidos. Una reparación

integral incluye el derecho a la verdad, a la memoria y garantías de no repetición.

Muertos civiles en las calles de La Paz durante el golpe del 21 de agosto de 1971.

“Las dictaduras en

Bolivia han sido tan

crueles, que para

las nuevas generaciones

es como un

cuento, una historia

inventada”.

Cosme Reyes, miembro

Plataforma El Prado

Durante los tres primeros

días del golpe de Banzer,

98 personas murieron y

560 fueron heridas. Otras vivieron

para ser exiliadas, algunas fueron

confinadas, encarceladas y torturadas,

desaparecidas, otras abusadas

sexualmente y, en algunos

casos, acarrean las secuelas hasta

este 2021.

Cuando se cumplen cinco décadas

del Golpe de Estado de Hugo

Banzer Suárez aún hay quienes

tienen la esperanza de que exista

un resarcimiento y reparación del

daño causado en ese gobierno

(1971-1978) y, en general, durante

el período 1964-1982. Según la

Comisión de la Verdad, presidida

por Nila Heredia, en esos 18 años

hubo al menos 8.668 víctimas de

las dictaduras en Bolivia.

Uno de los casos es el de Victoria

López, secretaria general de la

Plataforma de Luchadores Sociales

Sobrevivientes de las Dictaduras.

“Jamás pensamos que este

problema iba a durar tanto tiempo.

Nosotros mantenemos esta

lucha no por venganza, sino por

justicia. Porque eso es lo que perseguimos

los sobrevivientes de las

dictaduras ”, dice López desde la

sala de reuniones “la carpa”, ataviada

de un saco negro y una blusa

a cuadros rojinegros.

Cuando se dio el golpe de Banzer

ella era dirigente universitaria.

Fue detenida y torturada dos

veces; luego, durante el golpe y

gobierno de Luis García Meza

corrió la misma suerte, por los

maltratos llegó a perder un hijo

en su vientre e incluso fue violada,

cuenta.

En su defensa, Banzer dijo en

una entrevista con Carlos Mesa el

17 de abril de 1989 que durante su

gobierno nunca fue capaz de decir

“mátenlo a éste, o apaléenlo a éste,

o manden a este otro al exilio”. Pese

a haber gobernado de facto como

parte de Plan Cóndor, luego

fue elegido gobernante mediante

el voto y una coalición parlamentaria

y presidió el país entre 1997 y

2001; falleció el 2002 tras padecer

cáncer.

Hace nueve años, cinco meses y

ocho días, el 13 marzo de 2012, Victoria

López junto a sus compañeros

instalaron una carpa azul en El

Prado paceño frente al Ministerio

de Justicia para realizar una protesta

permanente, para ser escuchados

y vencer el olvido.

Al día de hoy esa tienda de campaña

ha mutado en paredes de venesta

conglomerada y calaminas,

material que también sirve de techo,

y ahora tiene tres cuerpos

—una sala central de reuniones

con sillas de madera y metal, una

especie de cocina-depósito y algo

así como un dormitorio-depósito—.

El 8 de febrero de 2014 el improvisado

inmueble fue objeto de

una quema intencionada en la

que el fuego consumió algunos

documentos y objetos.

En estos casi 10 años de búsqueda

de justicia fallecieron 46 miembros

de la Plataforma, uno de ellos

era su presidente, Julio Llanos Rojas,

también víctima de la dictadura

de Banzer. Tras ser atacado

durante los conflictos poselectorales

de octubre de 2019 durante

una marcha a favor del gobierno

en El Prado, Llanos murió el 28 de

noviembre de ese año.

Reparación integral

Uno de los argumentos que esgrimen

las víctimas de la dictadura

para buscar reparación y justicia

es que un artículo en la Constitución

Política del Estado que los

respalda. Es el 113 que dice: “La

vulneración de los derechos concede

a las víctimas el derecho a la

indemnización, reparación y resarcimiento

de daños y perjuicios

en forma oportuna. En caso de que

el Estado sea condenado a la reparación

patrimonial de daños y

“El hecho de no haberse

hecho juicios

muestra insuficiente

responsabilidad

del Estado, al margen

del Gobierno

que esté”.

Nila Heredia, presidenta

Comisión de la Verdad

Hemeroteca periódico Hoy

“La Comisión de la

Verdad no ha cumplido

con su ley y

tampoco ha respondido

a las víctimas

de dictadura

como debería ser”.

Victoria López, plataforma de

Luchadores contra dictaduras

perjuicios, deberá interponer la

acción de repetición contra la autoridad

o servidor público responsable

de la acción u omisión

que provocó el daño”.

López explica que el derecho a

la verdad, a la memoria, a la justicia,

a la reparación integral y a las

garantías de no repetición son los

pilares a los cuales se aferran. Estos

principios están contemplados

por las Naciones Unidas, mediante

su Resolución 60/147 de 16

de diciembre de 2005, y por la Comisión

Interamericana de Derechos

Humanos.

Cosme Reyes era muy joven en

la década del 70, cuando se produjo

el golpe de Banzer tenía 17 años y

fue detenido en Santa Cruz. Años

más tarde fue preso político cuando

García Meza tomó el poder.

Hoy es parte de la Plataforma de El

Prado y cree que ningún gobierno

se interesó realmente en las víctimas.

“Las dictaduras en Bolivia

han sido tan crueles, con todas las

letras y en mayúsculas, que hoy en

día para las nuevas generaciones

es como un cuento, una historia

inventada ”, dice.

Punto de vista

DANIEL CUBA VILLARROEL

Ab o ga d o

“El golpe fue reflejo

de la sociedad”

No puede reducirse el golpe

de Estado de agosto de 1971

a un retrato histórico de víctima

y victimario, a una imagen maniqueísta

que representa sólo a un

atrabiliario militar que desalojó

del poder a un gobierno institucional;

tampoco a un adalid de la

libertad que liberó a Bolivia de

ingresar al polo socialista dentro

del escenario internacional.

Debe ser visto históricamente

desde una amplia gama de grises

en la que cada epifenómeno

desligó consecuencias y todos

juntos permiten advertir mejor

aquel hecho.

Tanto el golpe de Estado como

el ejercicio desproporcionado

de la fuerza son consecuencia de

la forma de concebir y ejercer la

política desde los partidos políticos,

los actores sindicales y

hasta los mismos militares para

engarzar las aspiraciones bolivianas

—con las pretensiones

internacionales de EEUU y la

URSS en plena Guerra Fría— y

de resolver nuestros conflictos

eliminando al adversario político.

El golpe de 1971, los siete años

de dictadura y los gobiernos militares

que siguieron hasta 1982

son también reflejos de nuestra

misma sociedad boliviana que

ama y odia hasta el paroxismo.

Abandono del Estado

Las personas entrevistadas

coinciden en que desde que se recuperó

la democracia, en octubre

de 1982, hasta ahora no hubo una

intención clara y real de parte de

los administradores del Estado,

incluyendo a todos los gobiernos,

para trabajar en una reparación

integral para las víctimas y los familiares

de las dictaduras. La justicia

no procesó a todos los responsables.

“El hecho de no haberse hecho

juicios está mostrando la actitud

insuficiente respecto a la responsabilidad

del Estado, al margen

del Gobierno que esté, sobre el resarcimiento”,

expresa Nila Heredia,

presidenta de la Comisión de

la Verdad, cuyos miembros entregaron

su informe final sobre los 18

años de dictadura en Bolivia, en 11

tomos de información, en marzo

de este 2021.

Para Victoria López lo que sehi -

zo desde esa comisión no fue suficiente,

así como insuficientes

fueron las labores de todos los

gobiernos hasta el actual.

Gabriel Díez es periodista


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Especial

Página SIETE Vi e r n e s 20 de agosto de 2021

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7

Testimonios de las víctimas

Archivo / Página Siete

“Marcábamos las

celdas con sangre”

“Tengo secuelas

físicas y morales”

“Mataron a mis

hijos y a mi padre”

Victoria López era dirigente

universitaria y fue detenida

y torturada en el golpe

de Banzer. “Era sacada de

la celda y llevada a una de las

oficinas del tercer piso del

Ministerio de Gobierno para

los interrogatorios. Era interrogada

de la peor forma, me

golpeaban, utilizaban términos

obscenos los paramilitares

armados (…). Había un

lugar llamado ‘los roperitos’,

donde solo podíamos estar

parados. En uno no podía

agacharse, ni siquiera estar

de cuclillas, debíamos estar

parados. Luego, en la época

democrática, pudimos entrar

al ministerio y todavía

estaban. Pero las paredes de

esas celdas donde marcábamos

con sangre para no perder

la noción del tiempo las

estaban destruy e n d o”.

Vicente Palacios (de 85

años). “El Golpe de Banzer

ha detenido a miles de compañeros

y dirigentes sindicales.

La mayor parte ha sido

en contra de los dirigentes

del movimiento obrero casi

en su totalidad presos en varios

locales que el gobierno

destinó. Yo soy fundador del

Partido Socialista juntamente

con el compañero Marcelo

Quiroga, (Guillermo) Aponte

Burela y José María Palacios.

La dictadura me causó

problemas económicos, físicos

y de carácter moral. En lo

económico estuve tres años

sin trabajar, uno en el exilio

en Paraguay. En lo físico, salíamos

del local de la prisión

un momento al sol en Viacha;

eso me causó una dificultad

en el cuello que hasta ahora

no lo puedo enderezar”.

Constantino Lima Chávez

(de 88 años) tuvo dos episodios

de tortura en la era de

Banzer, en 1972 y en 1976. “He

tenido cinco desmayos en seis

días y estoy contabilizando

cinco muertes porque es como

la muerte. Han destinado

cinco torturadores permanentes.

La tortura fue tal que

llevaron a mi padre de 81 años

y me torturaron delante de él.

Y delante de mí lo asesinaron

a mi padre. En ese tiempo de

Banzer me mataron un hijo y

dos cuando García Meza. Me

sacaron las uñas de las manos

y los pies, cuatro en total.

Contar toda la historia sería

terrible. En el quinto desmayo

me desvistieron, me tiraron

al piso y comenzaron a zapatear

sobre mí. Con mi cabello,

que lo tenía largo, limpiaban

la sangre”.

Carpa de El Prado pide justicia para víctimas hace casi 10 años.

El pedido de resarcimiento integral no tiene respuesta

Proyectos, leyes e informes no

dan soluciones a las víctimas

Movilización de la plataforma tras la muerte de Llanos.

A RCH I VO

Sólo en lo que va de este siglo

hubo propuestas de proyectos

de ley para resarcir y reparar el

daño ocasionado a víctimas y familiares

de víctimas del período

dictatorial en Bolivia, se dictaron

leyes para esos propósitos y también

para encargar la investigación

de lo que ocurrió en esas

épocas mediante la creación de la

Comisión de la Verdad, a través

de la Ley 879. Lo más reciente es la

petición de reponer el proyecto

de Ley 264/2019-2020 de Reparación

integral a las víctimas de violencia

política.

“En vista de que nuestros compañeros

están falleciendo y no tenemos

ya un estándar de vida, en

el nuevo proyecto de ley planteamos

que se haga un pago único a

todas las víctimas, ya no una pensión

vitalicia. También planteamos

que sean investigados quienes

cometieron los crímenes de

lesa humanidad. Hubo un solo

juicio a García Meza y no hubo

más, no se enjuició a los otros golpistas

que son todos militares”,

explica Victoria López, secretaria

general de la Plataforma de Luchadores

Sociales Sobrevivientes

de las Dictaduras.

Pero la historia de los intentos de

solucionar este problema social en

este siglo data del año 2000. Ese

año el diputado adenista Fernando

Kieffer presentó el proyecto de

“Ley de Indemnización a Víctimas

de la Violencia Política”. En un

principio contemplaba más que

todo la compensación económica a

las víctimas directas, según un reporte

de la Agencia de Noticias Fides

de la época.

Finalmente, el 11 de marzo de

2004, durante el gobierno de Carlos

Mesa se sanciona la Ley 2640.

Aparte de establecer una serie de

prestaciones y resarcimintos económicos

proporcionales y excepcionales

se creó la Comisión Nacional

para el Resarcimiento a

Víctimas de la Violencia Política

(Conrevip).

“Esa Ley 2640 permitía el pago

de acuerdo a escala. Se pagó a un

grupo relativamente pequeño y

quedó un grupo importante de

gente que no fue calificada para

recibir resarcimiento económic

o”, explica la presidenta de la Comisión

de la Verdad, Nila Heredia.

Luego, el 30 de abril de 2012,

ya en el gobierno de Evo Morales

se aprobó la Ley 238 que modificó

en parte a la Ley 2640.

Según Victoria López, se trató

de una norma discriminatoria,

pues se pagó un 20% y sólo a 1.714

personas y no solucionó el problema.

“Con la Ley 238 perforan

la Ley 2640. La reparación económica

comprendía 60 salarios mínimos

de un día a un año, de un

año a dos eran 120 salarios mínimos

y de dos años a tres o por

muerte por violencia política

eran 300. Con la Ley 238 dicen que

se paga un 20% a 1.714 personas y

se fija un monto mínimo de 800

bolivianos y un máximo de

49.000 para esas personas”.

A p u n te s para la memoria histórica

u D e s a p a re c i d o s • E n t re

los gobiernos de René Barrientos

Ortuño, Alfredo Ovando

Candia, Hugo Banzer Suárez,

Alberto Natusch Busch y Luis

García Meza la Comisión de la

Verdad presidida por la exministra

de Salud Nila Heredia

identificó que hubo 161 detenidos

desaparecidos. De ese total,

61 corresponden al período

de Banzer siendo 17 bolivianos

desaparecidos en Argentina.

Luego, 11 son del gobierno de

Barrientos, 40 corresponden al

período de Ovando, 24 a Natusch

y 25 son de la era de García

Meza.

uL i te ra t u ra • A partir de

los gobiernos militares en Bolivia

y las dictaduras se

ha elaborado una

serie de libros y

relatos para

recuperar la

memoria

h i st ó r i c a .

Algunos de

estos están

re l a c i o n a -

dos al golpe

y dictadura de

Hugo Banzer

S u á re z

(1971-1978): Nido

de maragüies (1996) de

Luis Enrique Mazzone Roca y

Fuga de la prisión verde (2004)

de Jesús Taborga narran, por

separado, el confinamiento de

al menos 60 presos políticos

durante el inicio del período

Banzer en Alto Madidi y cómo

16 de ellos lograron fugar secuestrando

un avión militar. En

la misma línea, Coati 1972: relatos

de una fuga (2002) del periodista

Carlos Soria Galvarro y

Furia de los Andes (2014) de

Eusebio Gironda son dos relatos

complementarios de una situación

similar a la de los evadidos

de Alto Madidi, pero un año

después en la Isla de la Luna en

el lago Titicaca. Estos son solo

algunos ejemplos de dos situaciones

concretas de la producción

periodística y también narrada

en primera persona por

los mismos protagonistas.

uInforme • El 23 de diciembre

de 2016, mediante la

Ley 879, se creó la Comisión de la

Verdad para esclarecer “los asesinatos,

desapariciones forzadas,

torturas, detenciones arbitrarias

y violencia sexual, entendidas

como violaciones graves

de derechos humanos, fundados

en motivos políticos e ideológicos,

acontecidos en Bolivia del 4

de noviembre de 1964

al 10 de octubre

1982 ”. El 25 de

marzo de 2021

su presidenta,

Nila Heredia,

entregó el

Informe final

de esta

comisión al

p re s i d e n te

del Estado,

Luis Arce Catacora.

También,

por ley, se entregó el

material con más de

6.000 archivos al Archivo Histórico

de la Asamblea Legislativa

Plurinacional, Fiscalía General

del Estado, Procuraduría General

del Estado y a la Defensoría del

Pu e b l o .

uHallazgos • La presidenta

de la Comisión de la Verdad,

Nila Heredia, informó a

Página Siete que entre los hallazgos

de la investigación del

período 1964 - 1982 estuvo la

ausencia de justicia y la inexistencia

de juicios como una

c o n sta n te .


8 Página SIETE Vi e r n e s 20 de agosto de 2021

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La doctora Rina Tapia de Guzmán estuvo presa y fue exiliada por el régimen

La madrina de Libertad Bolivia

l PERSONAJE Tapia trajo al mundo a la niña que fue el emblema de resistencia contra la dictadura de Banzer.

Alfonso Gumucio Dagron

Rina Tapia se jubiló de la medicina y vive en Colombia desde hace décadas.

Vive en una casa pequeña,

como una casa de muñecas

en el conjunto residencial

Entre Ríos, en Bogotá.

Las gradas que llevan al segundo

piso están cubiertas por un

tapiz que ha tejido a mano, como

todos los tapetes que cubren

el piso, los cojines y forros

de los muebles y las sobrecamas.

En el diminuto jardín, un

árbol de kantuta ha florecido

marcando el paso del tiempo y

su pertenencia a un nuevo espacio.

Ha vivido en Colombia

medio siglo y no quiere regresar

a Bolivia. Nuestro país le ha

dejado profundas marcas en el

espíritu, muchas malas y algunas

buenas.

La doctora Rina Tapia de Guzmán

no es un personaje cualquiera,

es una luchadora de la

vida. Aunque su nombre haya

sido olvidado en Bolivia y los

“socialistas” de nuevo cuño ignoren

por completo lo que fue la

resistencia contra las dictaduras,

el país le debe mucho a personas

como Rina Tapia, por su

lucha inclaudicable, su humanismo,

su consecuencia y su honestidad,

valores que ya se perdieron

en la política nacional

asaltada por el oportunismo.

Rina es la madrina de Libertad

Bolivia, la niña que nació en la cárcel

en 1972 y que representó el emblema

de la resistencia contra la

dictadura del coronel Hugo Banzer,

cuyo golpe militar tuvo lugar

hace exactamente 50 años, cinco

décadas, medio siglo. Rina es la

memoria de aquellos años de persecución

política, encierro y destierro.

“Yo nací en el Regimiento Bolívar

2 de Artillería de Viacha. Me

llamaron Libertad Bolivia Judith.

Me bauticé en la celda No 4 del

Regimiento Bolívar el 21 de marzo

de 1972. Mi madre es Judith Durán.

Mis padrinos son: Dr. Alberto

Guzmán López y Dra. Rina Tapia

de Guzmán”.

Así reza la tarjeta que recuerda

el nacimiento de la niña Libertad

Bolivia en la cárcel de Viacha durante

la dictadura de Banzer. La

doctora Rina Tapia no solamente

fue la madrina de la recién nacida,

sino la que atendió el parto sin

una sola gota de agua.

“Llegó una muchacha bajita,

pequeña, que tendría entonces

16 años. Tenía vómitos e indisposición.

Estaba detenida con nosotros

en una pequeña celda con

camas tipo camarote, que compartíamos

siete mujeres en ese

momento, entre ellas Mery Alvarado.

Yo era la mayor en el grupo

y viéndola tan indispuesta le

pregunté si necesitaba atención

médica o un consejo. Ella estaba

reacia al principio, porque tenía

temor de que alguna de las detenidas

fuera soplona de la Policía.

Logré hacer amistad con ella y

me dijo que estaba embarazada.

Con lágrimas en los ojos me dijo

que había sido violada. Le proporcioné

la atención que podía,

más atención sicológica que médica,

porque no teníamos nada

más que la palabra, el amor y la

bondad”.

En esas circunstancias la joven

sobrellevó todo el embarazo. Dos

o tres noches antes del parto quisieron

llevarla al plantón, una mole

de cemento de dos metros de

altura, con una base de medio metro,

donde ponían a las mujeres

para castigarlas por algún motivo,

“Éramos siete presas

y todas inventaron

algún pañal,

rasgando sus ropas.

Nació una bebita

en la cárcel”.

Rina Tapia

pero Rina se opuso y trató de intercambiar

lugares para que la llevaran

a ella y no a la joven: “Va m o s

a hacer un canje, voy a ir yo al plantón

y tú te quedas acá”, le propuso.

Pero no logró convencer al coronel,

quien dijo que no era ella

quien estaba castigada. ¿Cuál era

la falta? La joven se había demorado

para regresar de los baños a la

celda. Al final, Rina convenció al

coronel para cumplir ese castigo y

le tocó subir al plantón: “soporté

bien, porque uno saca fuerzas y

valor frente a las circunstancias”.

Rina atendió el parto en condiciones

muy precarias, sin una sola

gota de agua. “Éramos siete mujeres

y todas inventaron algún pañal,

rasgando sus propias ropas.

Enaguas y camisas se convirtieron

en pañales para atender al bebé.

Nació una bebita, mujer. A la mañana

siguiente, muy temprano,

los soldaditos que nos vigilaban

golpearon la puerta: ‘Hemos traído

agua caliente para que puedan

bañar a la niña’. Llegaron con una

lata de agua tibia para bañar a la

bebé. Conseguí que uno de los

soldaditos fuera al hospital y convenciera

a una monja para visitar a

la recién nacida. La bebita estaba

bien, pero en esas circunstancias

una adquiere cierta malicia y lo

que yo quería era que la monja

fuera testigo de que nació una bebé

en el cuartel. Entonces le pusimos

el número de detenida política

y el nombre de Libertad Bolivia,

que fue elegido entre unos

200 detenidos, pasándonos subrepticiamente

papelitos cada

vez que salíamos al baño. Coincidimos

en un 90% de ponerle Libertad

Bolivia. La volví a ver unos

35 años más tarde, en uno de mis

viajes a Bolivia, y me dijo: ‘Yo soy

Libi…’.‘N o’, le dije. ‘Tú no eres Libi,

eres Libertad Bolivia. Nos costó

mucho elegir el nombre entre

todos’”.

Las compañeras de celda creyeron

que después del nacimiento

de la niña iban a dar libertad a

Judith, la mamá, pero no quisieron

liberarla. Ambas siguieron

presas: “Todas nos sentíamos

mamás de Libertad Bolivia. La

bautizamos en la cárcel gracias a

la amistad que yo hice con el carcelero,

el coronel de Viacha, que

hizo llegar al cura”.

La negra de la buena suerte

Poco a poco Rina había logrado

que el coronel le permitiera salir al

hospital de Viacha, con custodia,

para atender enfermos.

“Soy la negra de la buena suerte:

yo era la única que salía de la cárcel

escoltada o acompañada por el

coronel. La hija del coronel, una

niña de unos 12 años, estaba muy

malita ahí en el pueblo de Viacha

donde vivían. El coronel me pidió

que fuera a verla, pero me negué.

Le dije, ‘en cuanto yo salga me

pueden disparar por la espalda y

decir que había intentado fugarm

e’. El coronel me dijo que eso no

iba a pasar porque él mismo me

iba a llevar en su jeep, junto a un

subteniente, que también era una

persona amable. Hice cierta amistad

con ellos gracias a mi profesión.

Lamentablemente ya no recuerdo

sus nombres”.

La hija del coronel estaba mal,

se estaba asfixiando porque tenía

las amígdalas hipertróficas infectadas

y respiraba apenas con la

boca abierta. Rina fue a la casa del

coronel para aplicarle una inyección

de antihistamínico y esperó

para ver si el efecto no era adverso,

porque podía producirse una

reacción alérgica. La esposa del

coronel, muy atenta, le ofreció un

pocillo de café con leche, con una

masita.

“No, gracias -le dije-, yo vine a

curar a su hija, no vine invitada a

tomar té con pan recién horneado

por usted. Somos siete detenidas

políticas en mi celda, yo no puedo

hacer eso”.

La señora se llamaba Rosa Ta-


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9

Parte de bautizo de Libertad Bolivia Judith, nacida durante la prisión de su madre por la dictadura banzerista.

pia, apellidaba como Rina. Eso

permitió crear cierta confianza, y

tuvo el gesto de preparar siete panes

para las detenidas de la celda

Nº 4. “Son episodios que uno no

hubiera creído que sucedan estando

detenida como presa política,

pero mi profesión me abría

puertas para que hiciera amistad

con mis enemigos, con los que me

p e r s e g u í a n”.

Rina estuvo presa sobre todo en

Achocalla y en Viacha, y recuerda

lo mucho que sirvió su profesión

médica para ayudar a otros:

“Salvé los dedos pulgares de los

pies de un detenido, que habían

sido machucados y lastimados

con los golpes de las culatas de los

fusiles. El hombre no podía caminar

porque sus dedos estaban infectados.

Tuve que pedir permiso

al coronel de la prisión de Viacha

para que me permitiera curar a este

hombre grande y fornido, de

apellido Soliz, que era de Sacaba.

En Viacha ejercí la medicina, porque

las circunstancias lo exigían

así. Yo era la única que podía subir

al segundo piso o al tercer piso

donde me necesitaban los detenidos

políticos. Allí permanecí

unos 11 meses”.

Su esposo, el doctor Alberto

Guzmán, no estuvo todo el tiempo

en la misma prisión. Lo tuvieron

apenas dos meses en Viacha y el

resto del tiempo estuvo en Chonchocoro,

en celdas de La Paz, en el

Panóptico, y otros lugares.

Del tiempo que estuvieron

presos quedan otros recuerdos.

Rina conserva un par de retratos

de Alberto Guzmán y otro de

ella, dibujos realizados por presos

políticos con quienes convivió.

Rina recuerda que esos dibujos

se hicieron con base en fotografías

que les tomaban los

propios carceleros: “En los pasillos

de las celdas en La Paz los policías

nos tomaron fotos sentados,

parados, caminando hacia

adelante y hacia atrás, de perfil,

agachados o con la cabeza arriba.

Fueron sesiones de 10 o 12 fotografías.

Eran sádicos, era una forma

de traumatizarnos”.

En el escritorio de su casa conserva

colgado en la pared, como

trofeo, el viejo candado de la celda,

que su esposo Alberto Guzmán

“confiscó” subrepticiamen -

La doctora Rina Tapia y su esposo y colega Alberto Guzman fueron exiliados en los 70.

Dibujo de Rina hecho por un preso de la dictadura.

te cuando los presos fueron trasladados

a Viacha.

A Rina Tapia y a su esposo Alberto

Guzmán los tomaron presos

en Cochabamba. “Era septiembre

y por alguna razón salimos,

y almorzamos en la Plaza 14

de Septiembre, porque ya no había

almuerzo en el Club Social. Ya

sentados en el restaurante me di

cuenta de que estábamos rodeados

de falangistas, y se lo dije a Alberto

Guzmán: ‘Algo va a pasar

con nosotros’. Él no le dio importancia

y seguimos almorzando.

Llegó un momento en que había

siete falangistas frente a nosotros,

que seguíamos charlando y

riendo, como si todo fuera normal.

Fue el almuerzo más largo de

mi vida. Cuando salimos a pagar

(la caja estaba afuera), nos rodearon

los falangistas. Yo iba a cruzar

hacia la calle Jordán para ir a

nuestra casa, pero uno de los

agentes me golpeó la espalda con

la cacha de su revólver: ‘Están citados

en la Policía’, espetó. Yo me

enfrenté a él: ‘Vaya, valiente con

revólver contra una mujer, estúpido,

cretino. Dígame dónde debo

ir, pero no vuelva a ponerme el

revólver en la espalda’”.

En ese momento, la señora que

les vendía todos los días el periódico,

en la esquina, y que los trataba

amablemente de “doctor y

doctorcita ”, agachó la cabeza y se

hizo la desentendida. Llevaron a

Rina a la Policía y allí le ofrecieron

amablemente un café (que no quiso

tomar hasta que lo probara primero

su interrogador) y le tomaron

declaraciones. Allí comenzó

el largo periplo de un año por varias

cárceles.

A Alberto Guzmán no lo habían

apresado hasta que se presentó en

la Policía para buscarla. Allí mismo

lo aprehendieron y lo pusieron

en una celda frente a la suya.

Desde lejos le hizo señas para que

se quitara la corbata, para no correr

el riesgo de que lo ahorcaran.

Alberto entendió sus gestos, se

quitó la corbata y se la mostró en

la mano. Estuvieron dos días detenidos

en Cochabamba, y luego

trasladados a la Policía de La Paz,

en la Plaza Murillo.

Ni ella ni su esposo eran activos

en la política. La única militancia

que tuvo Rina fue en el

PIR, cuando tenía 16 años de

edad, en las postrimerías de esa

agrupación política. Conoció

bien a José Antonio Arze, Alfredo

Mendizábal y Ricardo Anaya.

Más tarde hizo amistades en

el Partido Comunista y recuerda

que Ricardo Anaya y Mendizábal

la criticaban por ello.

Su periodo más largo de encarcelamiento

fue en el cuartel de

Viacha, donde nació Libertad Bolivia,

y luego en la prisión en

Achocalla. Los meses pasaban sin

tener la menor idea de cuánto iba

a durar todo aquello y sin noticias

de su esposo, el doctor Alberto

Guzmán. “He tratado de olvidar

las cosas desagradables”, me dice

Rina medio siglo después.

Casi un año después, la dictadura

de Banzer puso a Rina Tapia

en un avión hacia Colombia, junto

a otras cuatro mujeres detenidas.

Para viajar le dieron un salvoconducto,

o pasaporte especial que

todavía conserva, fechado el 20

de julio de 1972. En el aeropuerto

vio a su madrastra, Alicia, pero no

pudo acercarse a ella para saludarla

ni preguntarle a dónde la estaban

enviando. Supuso que su

pasaje había sido pagado por ella.

Recién entonces se enteró que el

destino era Bogotá. Antes de

abordar el vuelo le quitaron todo

el dinero que llevaba, salvo unos

dólares que había escondido en

sus medias. Ese dinero le sirvió

para comenzar una nueva etapa

de su vida. Al aterrizar en la capital

colombiana encontró en el aeropuerto

a un agrónomo boliviano,

Lauro Luján, que fue su primer

apoyo en el exilio.

Alberto Guzmán llegó recién

nueve meses después. Mientras

esperaba a su esposo, Rina abrió

un consultorio privado, luego de

presentar su diploma de médico.

Le abrieron las puertas en Colombia,

le dijeron que podía ejercer la

profesión donde quisiera. No hubo

más exigencias que una firma.

Ella recuerda la generosidad de

los colombianos con entrañable

afecto. De ahí para adelante ejerció

su profesión de cirujana en

Colombia.

Rina no desea regresar a Bolivia,

aunque piensa constantemente

en el país. Desde su jubilación

profesional como médico cirujana,

ha continuado participando

en organizaciones profesionales

de la medicina en Colombia,

y ha desarrollado su actividad

poética, como demuestran

los libros que ha publicado. Escribe

poesía compulsivamente, lo

cual mantiene su cerebro alerta y

su memoria fresca. Pero ese es tema

para otro ensayo sobre ella.

@Alfonso Gumucio

es escritor y cineasta.


10 Página SIETE Vi e r n e s 20 de agosto de 2021

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especial@ p a g i n a s i e te . b o Especial

w w w. f a c e b o o k . c o m / p a g i n a s i e te @ p a g i n a _ s i e te

Flavio Machicado Saravia fue ministro de Finanzas del general J. J. Torres

“Todas las semanas, durante 9 meses,

estuvimos esperando el golpe”

l MEMORIA Cuenta que cada noche los ministros recorrían las unidades militares para evitar lo inevitable.

“Un ministro civil con un revólver en un cinto, era como una película de cowboys”, dice.

Mery Vaca

Alo largo de sus 83 años de

vida, Flavio Machicado

Saravia ha visto varios

golpes de Estado y, siendo ministro

de Finanzas del gobierno

de Juan José Torres, fue víctima

del golpe de Hugo Banzer,

que este sábado 21 de agosto

cumple 50 años de haberse perp

e t ra d o.

Machicado, pese a haber tenido

que escapar del país y pese a

no haber podido volver al entierro

de su madre en la década de

los años 70, en los 90, cuando

Banzer fue presidente por la vía

de las urnas, se convirtió en su

superintendente de Servicios

Jerárquicos. Él dice que a lo largo

de su vida se guió no por las

ideologías, sino por su visión de

servicio a la patria.

Machicado es ahora docente

de la Universidad Privada Boliviana

y desde hace 20 años colabora

con la Agencia de Noticias

Fides, a pedido del célebre José

Gramunt de Moragas. Actualmente

está escribiendo un libro

sobre los nueve meses del gobierno

de J. J. Torres, el que titulará

Historia de una frustración. En

esta entrevista con Página Siete

hace un recorrido por su vida a

través de la que se puede mirar

una parte de la historia reciente

de Bolivia.

HOJA

DE V I DA

uAcadémico•Es

economista,

graduado

en la

Universidad de

Chile.

uFu n c i o -

nario • Fu e

ministro de

Planif icación

en 1970, ministro

de Finanzas

1970-1971 y

ministro de Finanzas

1983.

Luego fue sup

e r i n te n d e n te

de Servicios

Jerárquicos en

el período democrático

de

B a n z e r.

¿Cómo vivieron ustedes, los

ministros de Juan José Torres, el

golpe de 1971?

Cuando volví al país después

de trabajar en República Dominicana,

me encontré con el golpe

de Ovando, quien dio paso a

civiles de nuevas generaciones,

entre ellos José Ortiz Mercado,

Marcelo Quiroga Santa Cruz y

otros. Cuando nombró ministro

de planificación a José Ortiz

Mercado, él a mí me nombró su

subsecretario. Yo estoy escribiendo

ahora el libro de la época

del general Torres, a pedido de

la familia, y en él hablo de que

hubo una continuidad en la política

y en la visión (de Ovando a

Torres). Una de las tareas que se

nos encomendó fue la elaboración

de un esquema de organización

del Estado y la estrategia

nacional de desarrollo, que luego

marcan con mayor nitidez al

gobierno del general Torres porque

a él le toca poner en práctica.

Para estos dos objetivos organizamos

una comisión nacional

de la estrategia y en ese entonces

ya el general Torres era

comandante en jefe de las FFAA.

Como tal participaba en esta comisión.

Hace muy pocos días tuve

la oportunidad de visitar, antes

de que muera, al general Rogelio

Miranda, que fue uno de

los militares que dio el golpe al

general Torres. Por eso digo que

en 50 años han pasado muchas

cosas como ésta. Con él nos conocimos

a través de la agrupación

paceña de los Kollasuyos.

¿Qué papel jugó él en el golpe

de Banzer?

Era comandante del Ejército.

Fue parte muy activa (del golpe).

Yo lo conocí hace veintitantos

años y, cinco o seis días antes

de su muerte (que ocurrió la semana

pasada), yo tuve la oportunidad

de conversar sobre estos

aspectos del pasado. Es lo

que queda por sobrevivir 50

años al proceso.

¿Usted es el único ministro

que queda del gobierno de J. J.

To r re s ?

Según yo sé, queda Jorge Gallardo,

que no sé cómo estará ni

dónde estará, que fue ministro

Página Siete

de Gobierno de Torres. Somos

muy pocos.

Usted en el libro que está escribiendo

dice que el gobierno

de Torres abrazaba el capitalismo

de Estado, pero para la historia

quedó como un gobierno

de izquierda y de corte socialista.

¿Cómo lo ve ahora?

En muchos de los discursos

que pronunciaba el general Torres

daba la impresión que estábamos

yendo hacia la revolución

socialista, lo que era menos.

El general Torres estaba

preparando una nueva Constitución

enmarcada dentro de

una lógica que no era ir hacia el

socialismo. Yo conocí al general

Torres cuando se elaboró la estrategia

de desarrollo, que se

publicó cuando Ovando renunció

al Gobierno . Yo le hice entrega

de la estrategia física cuando

estaba el general Ovando rodeado

de militares, en pleno proceso

de golpe que le dieron. Luego

vino el contragolpe del general

Torres, que de la casa del general

Ovando subió a la base de El Alto

junto con los demás militares

que lo apoyaron. Estando él en

esas circunstancias, me llamó

por teléfono para pedirme un

ejemplar de la estrategia. Yo subí

a la Ceja de El Alto con bastante

temor porque las cosas no

eran muy normales que digamos

y entonces le hice entrega y

me dijo “Éste va a ser mi programa

de gobierno”.

¿Entonces lo nombró minist

ro?

Aún no. Me dijo eso y nos despidió.

En la tercera noche de su

gobierno me hizo llamar a las

tres de la mañana para decirme

que iba a ser ministro de Planificación,

pero luego fui ministro

de Finanzas.

Fue un gobierno corto, interrumpido

por el golpe.

Claro, nueve meses, no alcanzó

a dar a luz.

¿Qué es lo más revolucionario

que hizo Torres desde su punto

de vista? ¿O qué fue lo que argumentaban

los militares golpistas

o por qué terminaron asesinando

a Torres en Argentina?

Creo que la muerte de J. J. Torres

no fue producto de lo que

hizo o dejó de hacer en su gobierno,

sino como producto de

un esquema internacional para

desbaratar a gobiernos como el

de Salvador Allende, Velasco Alvarado

y Torres, que en la cadena

era el eslabón más débil. Lo

hicieron no en la perspectiva de

lo que hizo o dejó de hacer, sino

porque el general Torres estando

en Argentina se aproximó en

su accionar político en la frontera,

y se aproximó mucho a las bases

populares.

¿Y cómo recuerda usted el golpe?,

¿cómo fue?

Durante los nueve meses yo

creo que todas las semanas estuvimos

esperando el golpe. Fue

un gobierno en el que tuvimos

que hacer un gran esfuerzo para

trabajar, porque nos demandó


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Especial

Página SIETE Vi e r n e s 20 de agosto de 2021

especial@ p a g i n a s i e te . b o

11

mucho la tarea de cuidarlo.

Nuestra tarea nocturna era ir a

controlar a las guarniciones para

que los militares se quedaran

tranquilos, no escucharan los

comunicados y los entreteníamos

durante la noche.

¿Los ministros hacían ese trabajo

todo el tiempo?

Sí, los ministros hacíamos ese

trabajo todo el tiempo. Nos pasamos

mucho tiempo en distintas

guarniciones cumpliendo el

papel de bedeles, cuidadores de

algo que no sé si hubiéramos podido

hacer, porque un ministro

civil como éramos nosotros, sin

ninguna formación (militar)

con un revólver en un cinto, era

como una película de cowboys y

nada más.

¿Llevaban revólver entonces?

Ah sí, estábamos armados,

pero no sé si estábamos armados

para suicidarnos en ese momento,

porque la verdad es que

no había nada que pudo haber

sido efectivo. Vivimos en la zozobra,

es la verdad, en la incertidumbre

y especialmente viendo,

cuidando de que no hubiera

movimientos raros, hasta que finalmente

nos sorprendieron

cuando ya vino el golpe mismo.

El general Torres fue a visitar a

las guarniciones un día antes

del golpe. Cuando volvió al Palacio,

yo estaba en la escalinata y

le dije: “General, cómo está la sit

u a c i ó n”, él me dijo en la oreja:

“Muy mal, va a haber un golp

e”.

¿Cómo se hacía golpe en la década

del 70?

La primera cosa era el pronunciamiento

de alguna guarnición

militar que se declaraba en contra

del Gobierno y la segunda

manifestación era que salía físicamente

a la calle a controlar.

Cuando se dio ese golpe, el general

Torres estaba acorralado

en La Paz. El Ejército ya estaba

tomando el control de las ciudades.

La guarnición de los Colorados

fue el único soporte que

defendió al Gobierno.

¿Ustedes en qué momento escapan

y dónde se van?

Se producen dos fenómenos,

uno es que los que están muy

allegados al poder político toman

sus precauciones y otros,

como el que habla, tienen que

optar por el “sálvese quien pueda”.

¿Usted qué hizo?

Me fui donde un tío presumiendo

que ahí no me iban a

buscar, pero al día siguiente el

hijo de mis tíos me dijo: “M i ra ,

estás poniendo en riesgo a mis

papás, tienes que buscarte un

lugar donde estar”. Lo que hice

fue ir a una residencia de unos

curas, donde me acogieron por

una noche. Luego llamé a un

amigo de la familia, al doctor Villarreal,

médico de la Clínica

Alemana, porque él me había dicho

que, si hay un golpe, “tú vas

a venir a mi casa”. Me dijo: “¿Ne -

cesitas camilla o una ambulancia?”.

Yo dije: “Creo que es mejor

una ambulancia”. Vino donde

“Un ministro civil

con un revólver

en un cinto (para

defender al Gobierno),

era como una

película de cowboys

y nada más”.

Archivo personal de Flavio Machicado S.

Flavio Machicado (izq.) tomando posesión ante J. J. Torres.

yo estaba a recogerme junto con

sus hijos, de modo que me camuflaron,

y me llevó a la Nunciatura

Apostólica porque él era

médico de la Nunciatura. Había

la guardia civil de personeros

muy allegados del MNR, es decir,

a los del golpe, que vigilaban

la puerta. El doctor Villlarreal se

arriesgó, tocó el timbre, me

abrieron y yo me metí con la poca

agilidad que tenía y me quedé

p ro t e g i d o.

¿Cuánto tiempo estuvo ahí y

qué hizo después?

Estuve bastante tiempo porque

yo quería ir al exilio a Chile,

porque ahí había estudiado y

podía sobrevivir por mí mismo.

El Gobierno me tuvo un buen

tiempo encerrado, pero debió

ser dos o tres meses. Luego me

fui a la Argentina, donde duré

un par de semanas, luego me fui

a Chile, donde ya mis compañeros,

amigos, me recibieron y me

p ro t e g i e ro n .

¿Su familia dónde estaba?

Se quedó aquí. Yo tuve buena

acogida en el gobierno de Allende,

a quien había conocido porque

siendo estudiante me tocó

hacer un trabajo con él, como

político que era presidente del

Senado. Allende nos dijo, porque

yo estaba con otro boliviano,

vénganse a la casa a comer.

Ahí lo conocimos personalmente

en su diario vivir.

¿El general Torres qué hizo?

El general Torres estaba en

Bolivia y luego se fue a la Argentina.

El día que lo mataron al general

Torres estuve en Washington,

porque me fui a EEUU

donde vivía mi suegra y mi familia

estaba ahí protegida. Estando

allá fui a visitar a la hija del

general Torres, a Emmita, y el

día que la estaba visitando lo

mataron a su padre. Fue mucha

casualidad.

¿Cómo recuerda usted el período

de Banzer?

Quizá esto no sea un buen resumen,

pero quiero comentar lo

que ocurrió cuando mi madre

falleció estando yo en el exilio.

Yo estuve con ella en Chile, ella

tenía un cáncer muy complicado

y mi hermano menor, Eduardo,

estaba preso (en Bolivia),

eso tuvo a mi mamá bastante

complicada. Cuando lo soltaron,

él se fue a Chile, y ella, a la

semana volvió a Bolivia y falleció.

Esperó a que saliera libre mi

hermano para ella poder despedirse

de este mundo. En esas

circunstancias quise volver a

Bolivia, hice trámites porque ya

estaba vinculado con Naciones

Página Siete

Flavio Machicado Saravia repasa recuerdos en su domicilio.

“Lo que ocurrió

en 2019 fue romántico,

fue la toma de

la conciencia colectiva

que se atrevió a

poner como barrera

una pitita”.

Unidas, y la respuesta fue que el

general Banzer se opuso a que yo

pudiera venir al entierro. Después

hablé de esto con el general

Banzer, durante el gobierno de

Goni Sánchez de Lozada. Yo

preparé para el gobierno de Goni

Sánchez de Lozada un cambio

en la estructura del Ejecutivo

a raíz de la capitalización,

porque ya no tenía mucho sentido

lo que habíamos hecho el año

1970 porque el país había pasado

del capitalismo de Estado a un

proceso de libre mercado. Hicimos

un planteamiento de reforma

que Goni no lo quiso poner

en práctica porque ya terminaba

su gobierno y, entonces, se

archivó ese proyecto. Pero, una

de las personas muy allegadas a

Banzer, Arce Carpio, que fue ministro

del general Banzer, me

preguntó si yo estaba dispuesto

a entregar el proyecto al general

Banzer para que lo pudiera poner

en práctica si es que era gobierno.

Entonces, me dije: “Yo

hice este proyecto porque creo

en la institucionalidad del país

por encima de las diferentes circunstancias

que pudiera haber;

por lo tanto, yo puedo entregar

el proyecto”. De ese modo es

que yo tuve una charla con el general

Banzer por tres horas, durante

su campaña, hablando sobre

este proyecto que después lo

puso en práctica ya en la democ

ra c i a .

¿Entonces usted ha sido víctima

del golpe de Banzer y luego

ha colaborado con el gobierno

democrático de Banzer?

Yo he colaborado por esa perspectiva

que tenía, al margen del

carácter ideológico que pudiera

ex i s t i r .

¿Ocupó cargos?

Ocupé el cargo de superintendente

de Recursos Jerárquicos

en el gobierno de Banzer (en la

era democrática).

¿Y a usted no le costó perdonar

todo lo que había vivido?

Cuando fui a estudiar a Chile,

estando en la escuela de Economía,

un profesor preguntó por

qué estábamos estudiando en la

carrera de Economía, cuando

dije “porque quiero servir a mi

patria”se desató una carcajada

generalizada. El profesor les dio

una filípica a mis compañeros.

¿Ésa es la lógica que lo guió a

usted para superar lo que había

v iv ido?

Sí, eso es lo que me dominó

durante todo el tiempo, ahora

no sé si lo haría.

¿Por qué no lo haría?

Hoy día no lo haría porque veo

que no habría condiciones, que

en ese entonces existían pese a

que había tanta confrontación.

Pese a que hemos vivido épocas

históricas muy parecidas, creo

que la historia que estamos viviendo

ahora está mucho más

confrontada porque estamos viviendo

una dominación de carácter

más universal, con una

época muy difícil y muy diferente.

Antes, aún en la Guerra Fría,

había un margen de tolerancia.

¿Quiere decir que el gobierno

del MAS es más intolerante que

una dictadura?

Sí, porque es muy dogmático,

es un dogma sin dogma, es un

dogma de consigna.

El MAS dice que ha sido víctima

de un golpe. Usted, que ha

sido víctima de un golpe, ¿cómo

ve lo ocurrido en 1971 y lo ocurrido

en 2019?

Lo que ocurrió en 2019 fue algo

magistral, romántico, fue la

toma de la conciencia colectiva

que se atrevió a poner como barrera

una pitita. La profundidad

de lo que ha ocurrido no la estamos

dimensionando como corresponde,

tampoco la estamos

proyectando en lo que podría

ser el futuro. Creo que el país se

levantó de verdad, pero la clase

dirigente no lo entendió nuevamente.

Pensaron que estábamos

en la misma lógica del pasado,

porque no emergieron nuevas

opciones. Es muy diferente de lo

que ha ocurrido en el pasado y

eso que he visto varios golpes de

distinta naturaleza.

¿Cuál cree que sea la salida a

esta crisis?

En el transcurso de los años

que he vivido, no en la política,

más bien en mi profesión, hice

seguimiento a los pactos de la

Moncloa (1977), y por eso al cardenal

Julio Terrazas lo metí en

esto buscando el pacto social,

pero fracasamos en el intento de

un nuevo pacto social, a raíz de

un acuerdo que hubo entre Goni

Sánchez de Lozada que debilitó

esa posibilidad. Lo que quiero

decir es que, siguiendo lo que

ocurrió en España, tenemos que

buscar un pacto social en el que

desaparecen los principales actores

que son el antipacto.

¿Como Evo Morales?

Exactamente. Tenemos que

buscar, en consecuencia, un

acuerdo entre los diferentes actores

políticos y judiciales del

país para buscar un entendimiento,

que además hagan fe de

ese entendimiento que es lo

que ocurrió con el pacto de la

Moncloa, porque sigue dando

la talla.

Mery Vaca es periodista.


12 Página SIETE Vi e r n e s 20 de agosto de 2021

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El banzerat

ato

La dictadura de Banzer fue la

primera instaurada en los 70 en

la región: le siguieron en 1973

los ejecutados en Uruguay y

Chile, y en 1976, el encabezado

por Videla en Arge n t i n a .

Bajo la consigna “paz,

OPTorden y trabajo”, Banzer

conformó con el MNR y la FSB el

llamado Frente Popular Nacionalista.

Obtuvo el inmediato apoyo de

EEUU y de Brasil, obteniendo de

ambos países fuertes préstamos.

El banzerato duró

DDHHsiete años. Por lo

menos 150 personas desaparecieron

en este tiempo; otros fueron

torturados o asesinados. Uno de los

más cruentos episodios fue la “m a-

sacre de Tolata”en 1974.

El régimen cayó en

Caída1978 con movilizaciones

populares que arrancaron

con la huelga de cuatro mujeres mineras.

Banzer propició la elección

fraudulenta de Juan Pereda Asbún,

quien le sucedió en el cargo.

Marcelo Quiroga

Banzerimpulsó sin éxito

un juicio contra el militar por crímenes

de lesa humanidad. Banzer volvió al poder

en 1997, por elecciones, pero no terminó

su mandato por un cáncer que

causó su muerte en 2002.

La represión militar en Tolata dejó luto y miedo

“Morir de bala”

l H I STO R I A La “masacre del valle”marcó el principio del fin

de la dictadura en 1974. En este y otros episodios se evidenció

el “delito de ser periodista”durante el régimen de Banzer.

Fotos: Hemeroteca

Hugo Banzer y su cúpula cuando estaba en el poder.

Fallecidos en la represión en Tolata en 1974.

Las víctimas de la “masacre del valle”, uno de los hechos más cruentos del banzerato.

Juan Carlos Salazar del Barrio

“¡Es preferible morir de

bala que morir de hamb

re !”. La frase, recogida

por la prensa internacional al

pie de una foto que mostraba a

un grupo de campesinos trasladando

el cadáver en cruz de

un compañero por las calles de

Tolata, recorrió el mundo en

las postrimerías de enero de

1974, cuando los tanques del

Regimiento Tarapacá y los

aviones de combate de la Fuerza

Aérea ahogaron en sangre

una protesta campesina por el

alza del costo de la vida.

“Los campesinos del Valle de

Cochabamba comprendieron

que el lema de su desesperada

lucha había sido convertido en

dramática realidad por el Gobierno

boliviano”, escribió el

diario mexicano Excélsior, impactado,

como otros del mundo

entero, por la matanza. Los

pobladores de Tolata, Sacaba y

Epizana habían bloqueado durante

varios días las carreteras

de la región al grito de “¡Quere -

mos pan!”y“¡Morir de bala antes

que de hambre!”.

Tras la devaluación del peso

en 66,6% después de 16 años de

estabilidad monetaria, la dictadura

del general Hugo Banzer

Suárez decretó el 20 de enero

de 1974 el aumento de precios

de los alimentos de primera necesidad

en más del 100%. Los

obreros de la fábrica Manaco

encendieron la mecha de la

protesta con un bloqueo de carreteras

en Quillacollo, al que

se sumaron los campesinos del

Valle Alto, Tolata y Sacaba.

“La reacción del Ejército fue

inhumana”, señaló la Comisión

de Justicia y Paz de la Iglesia

Católica. Una unidad del Ejército,

integrada por cientos de

soldados a bordo de media docena

de tanques y una decena

de camiones “c a i m á n”, tomó

las poblaciones rebeldes. Los

militares llegaron ofreciendo

“d i á l o go”, pero sin esperar respuesta

abrieron fuego contra

los campesinos que exigían la

derogatoria de las medidas de

h a m b re.

Según las cifras oficiales, la

operación dejó 13 muertos y

media docena de heridos, pero

Justicia y Paz estimó el saldo en

más de cien víctimas fatales.

“Hemos visto montones de cadáveres,

campesinos amontonados

como leña”, dijo uno de

los soldados que participaron

en el operativo en un testimonio

recogido por la institución

católica.

El poeta Coco Manto (Jorge

Mancilla Torres) contó el drama

en verso y copla.

Martes de la mala suerte

La justicia es un oasis

A quien reclamar la muerte

De doscientos waukemasis.

Qué cosa ha de pasar más

Si pongo en una balanza

La venganza contumaz

O el ayni de la esperanza

(…)

No quiero la paz del sauce

Ni el silencio de la ulala

Ahora soy río sin cauce

Santa Veracruz tatala

No habrá injusticia que crezca

Ni el silencio tendrá abono

La sangre se agita fresca

En el p’huñu de mi encono

El Gobierno acusó a “extre -

mistas extranjeros” de haber

instigado la protesta y atribuyó

la violencia a “m u c h e d u m b re s

amotinadas en estado de emb

r i ag u e z”. Tras la masacre,

Banzer instó a sus partidarios

del llamado “Pacto milit

a r- c a m p e s i n o” a acabar con

los "agitadores”. Lo hizo con

una sentencia de muerte: “Al

primer agitador comunista que

vaya al campo, yo les autorizo,

me responsabilizo, pueden matarlo.

Si no, me lo traen aquí para

que se entienda conmigo

personalmente. Yo les daré una

re c o m p e n s a ”.

“Aquel fue el peor hecho criminal

que hubiera cometido

Banzer”, dijo Luciano Tapia, un

dirigente indígena de la época.

Desde Buenos Aires, el expresidente

y principal líder de la

oposición en el exilio, Juan José

Torres, declaró: “La masacre

coloca al Gobierno con un pie

en el sepulcro y con el otro sobre

una cáscara de banana”.

Efectivamente, la “masacre

del valle” marcó un antes y un

después en la historia del militarismo

en Bolivia. Supuso la ruptura

del “Pacto militar-campesin

o”, impuesto por el barrientismo

en los años 60, y el comienzo

del fin de la dictadura banzerista,

que se desmoronaría cuatro

años después con la huelga de

hambre encabezada por las mujeres

mineras.

Cuando los periodistas acudieron

a Tolata para recoger

testimonios y reconstruir los

hechos, el Ejército no les permitió

entrar a la localidad.

“¿Por qué no podemos ir a la zona

del conflicto, es delito?”,

preguntó un reportero. El oficial

al mando del operativo respondió:

“Sí, ahora es delito ser

periodista”.

Juan Carlos Salazar es periodista,

exdirector de Página Siete

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