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corazón humano y lo vimos bombear desde dentro, como en aquella película

antigua titulada Viaje alucinante.

En clase de Arte, tocados con unos gorritos ridículos, recorrimos el

Louvre.

En clase de Astronomía visitamos todas las lunas de Júpiter. Nos

plantamos sobre la superficie volcánica de Io al tiempo que nuestra

profesora nos explicaba cómo se había formado aquella luna. Mientras nos

hablaba, Júpiter permanecía suspendido tras ella, ocupando la mitad del

cielo, y su Gran Mancha Roja giraba lentamente sobre el hombro izquierdo

de la profesora. Entonces chasqueó los dedos y aparecimos de pronto en

Europa y pasamos a conversar sobre la posibilidad de que existiera vida

extraterrestre bajo la capa helada de aquella luna. Pasaba la hora del

almuerzo sentado en uno de los campos verdes que rodeaban la escuela y

contemplaba el paisaje simulado mientras, con el visor puesto, me comía

una barrita de proteínas. Prefería eso a quedarme en mi guarida. A quienes

estábamos en el último curso nos permitían salir a otros mundos durante la

hora del almuerzo, pero yo no tenía el dinero que costaban los

desplazamientos.

Conectarse a Oasis era gratis, pero viajar por su interior no. Yo casi

nunca tenía el número mínimo de créditos para teletransportarme a otros

mundos y regresar a Ludus. Cuando sonaba el último timbre del día, los

alumnos que tenían cosas que hacer en el mundo real se desconectaban de

Oasis y se esfumaban. Los demás se dirigían a otros mundos. Muchos

jóvenes poseían sus propios vehículos interplanetarios. Los aparcamientos

que proliferaban por Ludus estaban llenos de OVNIS, cazas estelares TIE,

viejos transbordadores de la NASA, vipers de Battlestar Galactica y otras

naves espaciales sacadas de todas las películas y series de ciencia ficción

imaginables. Por las tardes, me quedaba en el campus de la escuela y veía,

verde de envidia, todas aquellas naves que inundaban el cielo y se alejaban a

velocidad supersónica para explorar las infinitas posibilidades de la

simulación. Quienes no tenían nave se montaban en la de algún amigo, o

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