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vehículos abandonaba la puerta estelar, mientras otros convergían en la zona

desde distintos puntos del firmamento. Poco a poco, todos se encontraban y

se agrupaban en una larga y desigual caravana de naves que se dirigían a

Ctonia, una esfera diminuta, marrón azulada, suspendida en la distancia. Era

como si todas y cada una de las personas conectadas a Oasis se estuvieran

dirigiendo al Castillo de Anorak. Sentí un breve estallido de entusiasmo, a

pesar de saber que la advertencia de Art3mis era, probablemente, muy cierta,

y que la mayoría de aquellos avatares se habían congregado allí sólo para

presenciar el espectáculo y no tenían la menor intención de arriesgar sus

vidas para luchar contra los sixers.

Art3mis. Después de tanto tiempo, en ese preciso instante se encontraba

en una cabina a escasos metros de mí. La mera idea debería de haberme

aterrado, pero lo cierto era que sentía una especie de calma zen que me

invadía por dentro: pasara lo que pasase en Ctonia, todo lo que había

arriesgado, a esa altura, había merecido la pena.

Devolví a la Marveller a su configuración de robot y me uní al largo

desfile de naves espaciales. La mía se destacaba en medio de toda aquella

gran diversidad, pues era la única con forma de robot gigante. Al poco

tiempo, a mi alrededor se formó una nube de naves de menor tamaño,

pilotadas por avatares curiosos que deseaban contemplar de cerca el

Leopardon. Tuve que desconectar mi intercomunicador, porque todo el

mundo parecía querer pararme para preguntarme de dónde había sacado esa

maravilla.

A medida que el planeta Ctonia iba haciéndose mayor en la ventanilla de

la cabina de mando, la densidad y el número de naves que me rodeaban

parecía crecer a un ritmo acelerado. Cuando al fin penetré en la atmósfera

del planeta e inicié el descenso hacia su superficie, fue como volar a través

de un enjambre de insectos metálicos. Y al aproximarme a la zona del

Castillo de Anorak me costó creer lo que veía: una masa viva, concentrada,

de naves y avatares que cubría el suelo e inundaba el aire. Algo así como una

especie de Woodstock planetario. La visión de avatares apretujados se perdía

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