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Había un espejo pequeño fijado a la puerta de la taquilla y, en el

momento de cerrarla, vi fugazmente el rostro de mi yo virtual. Había

diseñado la cara y el cuerpo de mi avatar para que se parecieran más o

menos a mí. Su nariz, eso sí, era ligeramente más pequeña y era más alto que

yo. Y más delgado. Y más musculado. Y sin acné juvenil. Pero dejando de

lado esos detalles sin importancia, resultábamos bastante parecidos. El

estricto código de indumentaria de la escuela exigía que todos los avatares

adoptaran apariencia humana, que fueran del mismo sexo y edad que el

estudiante real a quien encarnaban. Allí no estaban permitidos los unicornios

demoníacos hermafroditas bicéfalos. Al menos no dentro de las

instalaciones.

Podías bautizar a tu avatar con el nombre que quisieras, siempre que no

hubiera otro igual. Es decir, debías escoger un nombre que nadie hubiera

escogido antes que tú. El nombre de tu avatar debía figurar también en tu

dirección de correo electrónico y en tu identificación para chatear, por lo que

lo mejor era que fuera un nombre bonito y fácil de recordar. Se sabía que

había famosos que pagaban fortunas por comprar el nombre de avatar que

querían ponerse cuando algún ciberokupa lo había reservado antes que ellos.

La primera vez que creé mi cuenta en Oasis, llamé a mi avatar Wade

Magno. Nombre que cambiaba unos meses después, generalmente por otro

tan ridículo como el anterior. Pero desde hacía cinco años mantenía el

mismo. El día que empezó La Cacería, el día que decidí convertirme en

gunter, rebauticé a mi avatar con el nombre de Parzival, por el caballero de

la leyenda artúrica que había encontrado el Santo Grial. Otras formas más

comunes de transcribir el nombre —Perceval y Percival— ya estaban

ocupadas por otros usuarios. Yo, de todos modos, prefería Parzival. Me

parecía que sonaba mejor.

La gente casi nunca usaba su nombre verdadero online porque el

anonimato era una de las grandes ventajas de Oasis. Dentro de la simulación

nadie sabía quién eras en realidad, a menos que tú quisieras que se supiera.

Gran parte de la popularidad y de la cultura de Oasis giraba en torno a ese

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