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La luz azulada del amanecer empezaba a colarse por el ventanuco del

cuarto de la lavadora. Decidí que no estaría de más salir de casa un poco

antes de ir al instituto.

Me puse lo más deprisa y silenciosamente que pude los pantalones de

pana, vaqueros anchos y aquel abrigo que me venía grande; las únicas tres

prendas de invierno que tenía. Agarré la mochila y me subí sobre la

lavadora. Después de ponerme los guantes, abrí la ventana cubierta de

escarcha. El aire ártico de la mañana se me clavó en las mejillas, y durante

un instante contemplé aquel mar asimétrico que formaban los techos de las

otras caravanas.

La de mi tía ocupaba la parte más alta de una «torre» de veintidós

plantas, es decir, de veintidós casas móviles, y superaba en una o dos a la

mayoría de las construcciones circundantes. Las caravanas de la planta baja

se apoyaban sobre el suelo, o sobre sus cimientos originales de hormigón,

pero las unidades apiladas sobre éstas quedaban suspendidas de un

andamiaje modular reforzado, una precaria filigrana metálica que había ido

construyéndose con los años, improvisadamente.

Vivíamos en las Torres de Portland Avenue, un enjambre creciente de

cajas de zapatos de hojalata que se oxidaban junto a la I-40, al oeste de

Oklahoma City y sus rascacielos decrépitos. Se trataba de una concentración

de quinientas torres, conectadas las unas a las otras mediante una red

chapucera de tuberías recicladas, vigas y pasadizos elevados. Los esqueletos

de algunas viejas grúas de construcción (que se habían usado para apilar las

caravanas fijas) se hallaban desparramados por el perímetro de aquel barrio

en perpetua expansión.

El nivel superior o «tejado» de las torres quedaba cubierto por una

sucesión irregular de paneles solares antiguos que proporcionaban

electricidad suplementaria a las unidades de las plantas interiores. Los

laterales de éstas estaban recorridos, en sentido ascendente y descendente,

por diversas mangueras y tuberías corrugadas por las que cada caravana se

abastecía de agua y desaguaba los desperdicios (un lujo no disponible en

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