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espejo. Contaba con un procesador acelerado tan rápido que su ciclo

temporal rayaba en la precognición. El disco duro interno tenía tal capacidad

de almacenamiento que permitía archivar tres veces Todo lo Existente.

Me pasaba la mayor parte del tiempo en mi silla háptica adaptable

HC5000 de Shaptic Technologies. Estaba suspendida de dos brazos robóticos

articulados fijados a las paredes y al techo de mi apartamento, diseñados

para permitir que la silla girara sobre sus cuatro ejes. Es decir que, cuando

estaba atado a ella, la unidad podía saltar, girar sobre sí misma o sacudir mi

cuerpo para crear la sensación de que me caía, volaba o me hallaba sentado

al volante de una lanzadera atómica que viajaba al doble de la velocidad del

sonido a través de un desfiladero en la cuarta luna de Altair VI.

La silla funcionaba combinada con mi Traje Integral Háptico, un atuendo

sensorial completo dotado de feedback. Cubría todo mi cuerpo, de la nuca

para abajo, y disponía de unas discretas aberturas que me permitían hacer

mis necesidades sin tener que quitármelo. El exterior del traje estaba

cubierto por un complejo exoesqueleto, una red de tendones y articulaciones

artificiales que podían tanto captar como inhibir mis movimientos. Fijada al

interior del traje había una especie de telaraña de activadores diminutos que

entraban en contacto con mi piel cada pocos centímetros. Podían activarse

en grupos pequeños o grandes a fin de generar una simulación táctil y hacer

sentir a mi piel cosas que no estaban ahí. Así, generaban de forma

convincente sensaciones como la de que alguien te diera una palmadita en el

hombro, o una patada en la espinilla, o la de recibir un tiro en el pecho. (El

software de seguridad que llevaba incorporado impedía que mi equipo me

causara un daño físico real, por lo que la sensación que transmitía un disparo

simulado se parecía más a un puñetazo débil.) Tenía otro traje idéntico que

en ese momento colgaba de la unidad de limpieza MoshWash, que ocupaba

una esquina del apartamento. Esos dos trajes hápticos constituían todo mi

vestuario. Mi vieja ropa de calle estaba arrinconada en el armario,

acumulando polvo.

En las manos llevaba unos guantes hápticos de última generación con

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