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resultara completo, pegué un adhesivo de los Cazafantasmas en cada una de

las puertas de apertura vertical, y añadí unas matrículas personalizadas en

las que podía leerse ECTO-88.

Lo tenía desde hacía pocas semanas, pero mi DeLorean del Coche

Fantástico y los Cazafantasmas, capaz de viajar en el tiempo y de atravesar

la materia, se había convertido ya en mi marca personal.

Sabía que dejarlo aparcado en una zona PvP era una invitación abierta a

que cualquier imbécil me lo robara. El DeLorean estaba dotado de varios

sistemas antirrobos, y el sistema de arranque disponía del mismo dispositivo

que el de Max Rockatansky, por lo que si algún otro avatar intentaba ponerlo

en marcha, la cámara de plutonio soltaba una pequeña explosión

termonuclear. Con todo, mantener mi coche a salvo no me iba a resultar tan

difícil allí, en Neonoir: tan pronto como me bajé de él pronuncié un hechizo

para que menguara, y cuando alcanzó el tamaño de una caja de cerillas, me

lo metí en el bolsillo. Las zonas mágicas tenían sus ventajas.

Miles de avatares se apretujaban contra los campos magnéticos

delimitados por unas cuerdas de terciopelo, que impedían el paso a todos los

que no disponían de invitación. Mientras me acercaba a la entrada, la

muchedumbre me bombardeaba con una mezcla de insultos, peticiones de

autógrafos, amenazas de muerte y declaraciones de amor eterno entre

sollozos y lágrimas. Yo llevaba activado el escudo corporal pero, para mi

sorpresa, nadie disparó contra mí. Entregué la invitación al portero cyborg e

inicié el ascenso por la escalera de cristal que daba acceso al club.

Entrar en el Distracted Globe era una experiencia perturbadora. La esfera

gigante era hueca por dentro y la superficie curvada interior servía de barra

de copas y zona de estar. Una vez traspasado el umbral, las leyes de la

gravedad cambiaban. Caminaras por donde caminaras, los pies se mantenían

siempre pegados a las paredes interiores de la esfera, por lo que podías

avanzar en línea recta hasta lo «alto» del club y descender luego por el otro

lado, hasta llegar al mismo punto de partida. El inmenso espacio vacío que

se extendía en el centro de la esfera servía de «pista de baile» de gravedad

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