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Hice chasquear los nudillos y agarré el joystick del «jugador 2» con la

mano izquierda, al tiempo que colocaba la derecha sobre el botón de disparo.

Acererak movió la cabeza a izquierda y derecha y el cuello le crujió

como si acabara de partirse la rama seca de un árbol. A continuación pulsó el

botón de «2 jugadores» y la justa empezó.

La justa era un videojuego arcade clásico de la década de los ochenta.

Cada jugador controla a un caballero armado con una lanza. El «jugador 1»

va montado en un avestruz y el «jugador 2», en una cigüeña. Tienes que

agitar las alas para volar por la pantalla y batirte en una justa contra el otro

jugador, así como contra varios caballeros enemigos controlados por el

ordenador (todos montados en buitres). Cuando chocas contra un oponente,

aquel cuya lanza quede más alta en la pantalla gana la justa. El perdedor

muere y pierde una vida. Cada vez que matas a alguno de los caballeros

enemigos, su buitre pone un huevo verde que no tarda en convertirse en otro

caballero enemigo si no lo atrapas a tiempo. También pulula por ahí un

pterodáctilo alado y aparece de vez en cuando para sembrar el caos.

Hacía más de un año que no jugaba a La justa. Era uno de los juegos

favoritos de Hache y durante un tiempo había tenido una máquina en su sala

de chats. Muchas veces, cuando quería zanjar una discusión o alguna disputa

estéril sobre cultura pop me retaba a una partida. Durante unos meses,

jugamos casi todos los días. Al principio, Hache era un poco mejor que yo y

tenía por costumbre regodearse en sus victorias. Aquello me molestaba

bastante y empecé a practicar por mi cuenta, a jugar varias partidas por las

noches contra un contrincante de inteligencia artificial. Perfeccioné mis

habilidades hasta que logré derrotar a Hache repetida y sistemáticamente. Y

entonces era yo quien me regodeaba, saboreando mi venganza. La última vez

que jugamos le di tal paliza que él se enfadó y juró no volver a jugar

conmigo. Desde entonces, para solucionar nuestras disputas, jugábamos a

Street Fighter II.

Descubrí que tenía bastante más oxidado de lo que creía mi dominio de

La justa. Me pasé los primeros cinco minutos intentando relajarme y

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