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Cada vez más interesado, Mario decidió
estudiar los orígenes de estos elementos
y cómo han evolucionado con el tiempo.
Recordó una investigación que hizo para
una clase durante su pregrado sobre los
Jardines Colgantes de Babilonia (600
A.C), que fueron uno de los primeros
acercamientos entre las fachadas y la naturaleza.
Estos consistían en un edificio
hecho de terrazas escalonadas construido
con grandes piedras, que eran la estructura
en la que se sembraban árboles,
flores y arbustos. Estos jardines, que no
eran colgantes realmente, tenían un fin
estético, ya que la leyenda más popular
cuenta que Nabucodonosor II, los construyó
como regalo a su esposa con el fin
de borrar su nostalgia haciendo alusión a
Medos, su tierra. Los historiadores creen
que estos jardines eran regados por medio
del tornillo de Arquímedes y hoy se
estima que, los Jardines Colgantes de
Babilonia pudieron llegar a consumir más
de 30.000 litros de agua al día.
Continuando su investigación, encontró
que los orígenes de los jardines en vertical
realmente se remontan al año 3000
A.C en el área mediterránea. Durante estos
años, tanto la civilización de la Grecia
Antigua como los Moros descubrieron
que era posible hacer sus cultivos en
vertical y así ahorrar el espacio del suelo
para otras actividades. Al leer esto, Mario
se sorprendió gratamente al ver que es
posible llevar estos jardines mucho más
allá de lo estético y de lo sostenible, pues
estos también pueden ser productivos.
Ya conociendo la historia, se dedicó a
entender cuáles son los beneficios y las
problemáticas que presentan los distintos
tipos de jardín vertical que hay en la actualidad.
Con respecto a los beneficios, Mario descubrió
que;
1. Purifican el aire: 1m² de fachada vegetal,
extrae hasta 2.3kg de CO2 al año y
produce 1.7kg de oxígeno.
2. Reducen la temperatura ambiente: las
plantas absorben el 50% de la luz y reflejan
el 30%, lo que ayuda a enfriar el ambiente
haciéndolo más agradable. Cuando
se disponen al interior, requieren aproximadamente
33% menos de aire acondicionado
aportando al ahorro de energía.
Por otro lado, cuando se disponen en
fachadas, influencian el efecto isla de calor
en las ciudades, reduciendo aproximadamente
3ºC de la temperatura de esta.
3. Reducen el ruido ambiental interior y
exterior: las fachadas vegetales actúan
como barreras de sonido ya que absorben
un 41% más de ruido que las fachadas
tradicionales.
4. Crean ambientes saludables: el uso de
vegetación aporta a la reducción de enfermedades
y malestares.
5. Incremento de la productividad: los entornos
de trabajo que cuentan con áreas
verdes que pueden conseguir hasta un
15% más de productividad, así como un
mayor índice de satisfacción.
6. Crea una barrera resistente al fuego: la
humedad natural de las plantas crea una
capa resistente al fuego.
7. Aumenta la biodiversidad: las plantas
promueven el hábitat de las aves, mariposas
e insectos en los entornos urbanos
que son hechos principalmente de hormigón
y asfalto.
“El modelo de mediación, la
cuidada construcción de un
espacio común desde el que
compartir experiencias y
expectativas en el tiempo.”
MIGUEL ÁNGEL DIAZ, ARQUITECTURA Y CAMBIO CLIMÁTICO