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EDITORIAL
¡Qué difícil y doloroso es escribir en estos momentos! no saber por dónde
comenzar, qué decir, qué contar, qué pensar. Sólo pedir bendiciones a la Misericordia
Divina y quedarnos en manos de autoridades que prometieron velar por
la salud de un pueblo.
El dolor, un problema de salud que golpea a la humanidad y en el país estamos
sintiendo mucho peor que el 2020. El dolor constituye un verdadero problema
de salud para mucha gente y al que se enfrentan también médicos en diferentes
especialidades, enfermeras, personal paramédico y lo peor de todo es el dolor
de pérdida en muchas familias bolivianas.
El dolor es también una de las causas más frecuentes de consulta médica y
pedido de auxilio a terapeutas, psiquiatras, psicólogos y profesionales que
brindan ayuda en la vida de muchos. Constituye una compleja constelación de
experiencias desagradables sensoriales, perceptivas y emocionales.
En Bolivia y especialmente en Cochabamba, hoy que estamos escribiendo en un
21 de mayo, se realizan fiestas ilegales, no se respetan aforos ni restricciones
horarias, e inclusive se realizan reuniones en familias de alta sociedad, pensando
que el contagio sólo va en otras zonas, con esa discriminación de pensamiento
que aún se mantiene. Empresas en las que se incumplen las medidas preventivas,
grupos de sociedad joven que desafían a la enfermedad como que, si no
tuvieran padres o abuelos, vivimos en un caos por falta de conciencia y sensibilidad,
un verdadero DESASTRE SANITARIO.
¿Qué está pasando? ¿Es que las cifras no nos afectan? ¿Los más de 700 enfermos
por día, decenas de fallecidos al día ya no nos duelen? ¿Ya no nos preocupa
la saturación de los hospitales o los contagios que siguen produciéndose en
jóvenes y mayores? ¿Estamos menospreciando la magnitud de esta tercera ola?
Efectivamente ya no es fácil mantener la guardia después de un año por el tema
económico, pero tampoco podemos seguir viviendo en un DESASTRE EMOCIO-
NAL, podemos subsistir con una taza de té, un pedazo de pan, pero en familia.
La sociedad está cansada de los números de la pandemia, de los giros en los
criterios, confunde tanta información y desinformación: las cosas han dejado de
cuadrarnos y encima mucha confusión en calidad de vacunas y tiempos para la
segunda dosis. Estamos siendo consumidos en nuestra atención y energía,
además, perdemos sensibilidad, nos desconectamos del presente, de las
emociones, y nuestra habilidad para aprender y adaptarnos a nuevas formas de
vida es estrecha.
Ojalá esta crisis sirviera para poner en valor la importancia de la gestión de las
emociones, el valor de la familia, el valor del sentimiento para construir una
sociedad mejor y pensar en los niños que ahora tienen una vida con límites, con
miedo al mundo incierto que parece nos tocará vivir.
DIOS NOS PROTEJA.
ejecutivas • empresarias • emprendedoras
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DIRECCIÓN EDITORIAL
Vilma Irahola
Cochabamba-Bolivia
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