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RevistaAposgran138

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ACTUALIZACIÓN TÉCNICA

tes al hablar de la absorción

del gas durante una fumigación,

es la cuestión del olor

de la fosfina. Cuando se desarrolló

el método de control de

plagas con fosfuro de aluminio

(hace más de 70 años), no

existían formas confiables y

prácticas de medir el gas en el

ambiente. El olor entonces tenía

un rol fundamental como

un indicador de presencia.

Sin embargo, hoy en día es

sabido que hay situaciones

en las que existe presencia de

gas (y en niveles peligrosos)

pero que no es detectado por

el olfato. Las razones pueden

ser varias: concentraciones

muy bajas, distintos niveles

de umbrales olfativos por

parte de las personas, acostumbramiento

o saturación

del sistema olfativo, etc.

La fosfina en su estado puro

carece de olor. El clásico indicador

de olor a ajo o a pescado

en descomposición se

debe básicamente a las impurezas.

Dentro de éstas, la difosfina

(P2H4) es una de las

principales. Probablemente

ésta y otros hidruros de fósforo

(PnHn) se van generando

como pasos intermedios

cuando la PH3 es expuesta al

aire, hasta la oxidación completa

de la molécula.

Durante la etapa de ventilación

y una vez liberada la

mercadería, la ausencia de

olor no necesariamente indica

ausencia de fosfina. La

fracción que genera el olor

muchas veces queda retenida

en el grano u en otros materiales

del ambiente. Esto no

implica en sí mismo una absorción

u oxidación química

de la fosfina hacia compuestos

no tóxicos.

En la práctica, muchas veces

se libera una mercadería o

se considera un área segura

cuando ya no se siente olor o

cuando ya pasó determinado

tiempo. Sin embargo, esto representa

una mala práctica y

debería usarse algún método

fehaciente de medición del

gas para determinar la concentración

que existe en ese

momento. Los tubos colorímetros

o los equipos electrónicos

son accesibles, fáciles

de utilizar y permiten realizar

los tratamientos en forma segura

(Imagen 1).

Resumiendo

Imagen 1. Equipo electrónico, tubo colorímetro graduado

y bomba para medir concentraciones de gas.

Así como en todo tratamiento

con fosfina es común considerar

las pérdidas de gas por

fallas en la hermeticidad de la

estructura, también debemos

considerar las pérdidas por

vía de la absorción. Para esto

hay que analizar el tipo de

producto que se está tratando,

las condiciones de temperatura,

humedad y el nivel de

hermeticidad del recinto.

Los cereales en general tendrán

un bajo nivel de absorción,

pero si estamos trabajando

con oleaginosas o

materiales con cáscara, entonces

la cantidad de gas que

quedará retenida en el producto

tratado será elevada.

En cuanto a las condiciones

del ambiente de fumigación,

la absorción se verá favorecida

con menores temperaturas

y con menor nivel de humedad.

También aumentará en

la medida que se prolongue

la etapa de exposición y se

mejore la hermeticidad de la

estructura.

La absorción que se produzca

por parte de los commodities

de ninguna manera

implica un cambio sobre las

propiedades organolépticas

o poder germinativo. Parte

de la fosfina absorbida es

devuelta al ambiente durante

la etapa de ventilación y la

mínima porción que queda

retenida en forma permanente

se encuentra bajo formas

no tóxicas y comúnmente

halladas en cualquier tejido

orgánico.

Por otro lado, la absorción y

su proceso inverso -la desorción-

generan un cambio en

los compuestos responsables

del olor de la fosfina. Esto

implica que debe siempre

usarse un método de medición

de gas para determinar

la concentración existente en

el entorno de la estructura.

Asimismo, se podrá monitorear

la efectividad del tratamiento

si se toman lecturas

en el interior.

14 APOSGRAN, 35 años trabajando con la Agroindustria

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