Central 96
Memoria y Orgullo marplatense
Memoria y Orgullo marplatense
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Con la llegada de la familia Peralta
Ramos y, potenciado con la llegada
de los Luro, el paisaje mudó rápidamente
de su rústica crisálida a una
elegante villa balnearia que a"oró de
estas tierras indómitas como una
mariposa, llena de elegancia y
sofisticación. Pronto se fue poblando
de los primeros moradores, los
auténticos marplatenses. Esos
emigrantes que vinieron a traer
oficios calificados, educación y
urbanidad a estas costas para dar
servicio al funcionamiento de la
refinada sociedad que la habitaba
estivalmente. Mar del Plata, por
entonces era el re"ejo de un país
pujante, de lo que parecía una
República desprendida del bloque
europeo pero con ese componente
viril y pujante de lo americano. Lo
mejor de dos mundos. La economía
era "oreciente y una nueva clase
media se elevaba. Entre ellos, la
historia de mi propia familia, italianos
con estudios pero sin un centavo.
Con las manos llenas de trabajo, la
cabeza llena de ideas y el corazón
lleno de esperanza. Argentinos
adoptivos, primero por esa esperanza
y luego por agradecimiento y amor.
Muy pocos volvieron al viejo continente
cuando este mejoró de nuevo
sus condiciones de vida.
A mitad de siglo, de nuevo el paisaje
se modificó. Un nuevo movimiento
político, proveniente de las más altas
esferas del ejército argentino se
divorcia de su propia cuna social y
comienza una guerra enemistado con
las clases sociales altas afectando no
Club de Pesca, década del 30.
solo a la realidad nacional sino al
paisaje de la villa. Pero no fue el
peronismo sino el sindicalismo quien
logra el cometido de popularizar este
paraje coqueto y abrirlo a las masas
de afiliados. El problema claramente
no fue ese sino la falta de planificación.
Nuevamente Mar del Plata se
demuele y reconstruye sobre sí
misma no ya como una mariposa que
hace su metamorfosis final sino como
un reptil que muda de piel. Desaparecen
los jardines y llegan las moles en
su lugar, como si el territorio no fuera
lo suficientemente grande para que
conviviesen todos juntos pero en
áreas diferentes. El Código de
Ordenamiento Territorial (más
conocido como COT) se vuelve un
pergamino violado sistemáticamente
por los alcaldes de turno con una
visión tan corta como cortos fueron
sus períodos de gobierno. Un suspiro
en la historia. Pero un suspiro que
para siempre nos dejó sin el derecho
de apreciar una casona histórica, un
árbol centenario o, lo que es más
grave, un hito del paisaje cultural. El
progreso se disfrazó de topadora y
los marplatenses nos quedamos sin el
orgullo de nuestra dorada historia.
Quien es marplatense sabe de qué
hablo.
Dicen que las ciudades son la
construcción colectiva más grande de
la humanidad, y que cualquier ciudad
sin construcciones nuevas es una
ciudad muerta. Pero, ¿qué clase de
ciudad queremos construir? ¿una
donde a nadie le importe el otro? esa
ciudad se parecería un poco a
algunas partes de la nuestra, donde
solo se persigue un capricho personal
sin importar el bien común. Pongamos
de ejemplo la costa: a las 4 o 5
de la tarde hay playas que se quedan
sin sol por el provecho visual de unos
pocos. Habiendo kilómetros de costa
es poco inteligente erigir moles de
sombra frente a nuestro recurso
principal de turismo. Pero es mucho
más fácil sacar provecho de lo que
hicieron otros que desarrollar nuevas
áreas de calidad para la expansión
urbana. Recordemos que Playa
Grande, antes de ser el santo grial del
desarrollo inmobiliario fue un
páramo. Y se desarrolló como
respuesta de calidad a la expansión
popular de la Bristol. Si hoy Playa
Grande está completa, ¿no es mejor
desarrollar hacia el sur del faro o
hacia el norte de Camet nuevas áreas
de calidad inmobiliaria? Claro, es
riesgoso y hoy ya nadie corre riesgos
como antes. Vamos a lo seguro.
Entonces ¿no debería ser el Estado
Municipal quien diera las garantías
para que no fuera riesgosa la promoción
de nuevos desarrollos urbanos?
¿o va a ser siempre un espectador de
la vida y un aprovechador de las
ganancias de los privados? ¿Ese es el
estado presente que queremos?
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