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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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y aunque creen que es un pecado practicar la necia adulación, son corteses,

bondadosos y benevolentes. Sus palabras encierran sinceridad y verdad. Son

fieles en sus negocios con sus hermanos y con el mundo. En su vestimenta

evitan todo lo que sea superfluo y la ostentación, pero su ropa es limpia; no

es llamativa sino modesta, y la llevan con orden y gusto.

Hay que tener cuidado especial de vestirse de tal modo que se

manifieste una sagrada consideración por el santo sábado y el culto de Dios.

La línea que establece una separación entre esta clase de personas y el

mundo será demasiado evidente para ser confundida. La influencia de los

creyentes será diez veces mayor si los hombres y las mujeres que abrazan la

verdad, que antes han sido descuidados y negligentes en sus hábitos, llegan a

ser tan elevados y santificados por la verdad que en adelante manifiestan

hábitos de pulcritud y orden, y buen gusto en su manera de vestir. Nuestro

Dios es un Dios de orden y no le agrada la distracción, la suciedad ni el

pecado.

Los cristianos no deberían tratar de convertirse en objetos de curiosidad

por vestirse en forma diferente de la del mundo. Pero si de acuerdo con su fe

y con su deber de vestirse en forma modesta y saludable, encuentran que no

están de acuerdo con la moda, no deberían cambiar su vestimenta a fin de ser

como el mundo. En cambio deberían manifestar una noble independencia y

el valor necesario para obrar correctamente aunque todo el mundo difiriera

de ellos. Si el mundo introduce una moda de vestir que sea conveniente y

saludable, que esté de acuerdo con la Biblia, el adoptar ese estilo de vestir no

cambiará nuestra relación con Dios ni con el mundo. Los cristianos deben

seguir a Cristo y regir su manera de vestir por la Palabra de Dios. Deberían

descartar los extremos.

Deberían seguir humildemente una conducta recta, independientemente

del aplauso y de la censura, y aferrarse a lo recto por sus propios méritos.

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