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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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tienen limpio el cuerpo, la ropa ni la casa? Es imposible. Su profesión puede

ser tan elevada como el cielo, y sin embargo no tiene nada de valor. Su

influencia disgusta a los incrédulos. Y habría sido mejor que hubieran

permanecido siempre fuera de las filas del pueblo leal de Dios. La casa de

Dios es deshonrada por tales profesos cristianos. Todos los que se reúnen el

sábado para adorar a Dios deberían, hasta donde sea posible, tener un traje

pulcro que les siente bien y que sea agradable para llevar a la casa de culto.

Es una deshonra para el sábado y para Dios y su casa, que los que profesan

creer que el sábado es el día santo del Señor y digno de honra, lleven en ese

día la misma ropa que han usado durante toda la semana mientras trabajaban

en sus granjas, cuando pueden obtener otras. Si hay personas dignas que

desean honrar de todo corazón al Señor del sábado, y el culto de Dios, que

no pueden conseguir otra muda de ropa, que los que puedan hacerlo les

obsequien un traje para el sábado a fin de que se presenten en la casa de Dios

con una vestimenta limpia y adecuada. A Dios le agradaría que hubiese una

mayor uniformidad en el vestir. Los que gastan dinero en vestiduras costosas

y en adornos superfluos, con un poco de abnegación pueden ejemplificar la

religión pura, no sólo mediante la sencillez en el vestir sino también

utilizando los recursos que usualmente gastaban en cosas innecesarias, para

ayudar a algún hermano o alguna hermana pobre, a quienes Dios ama, a

obtener una vestimenta pulcra y modesta.

Algunos piensan que para efectuar esa separación del mundo que la

Palabra de Dios requiere, deben descuidar su manera de vestir. Hay una clase

de hermanas que piensan que están practicando el principio de no

conformidad con el mundo al tocarse con una cofia ordinaria y al vestirse el

día sábado con el mismo traje que llevan durante la semana, para estar en la

asamblea de los santos y participar en el culto a Dios. Y algunos hombres

que profesan ser cristianos contemplan bajo la misma luz la cuestión del

vestido. Se reúnen con el pueblo de Dios en el sábado con su ropa sucia y

manchada, y hasta con roturas en ella, y la llevan con desaliño. Esta clase de

personas, si tuvieran que encontrarse con amigos honrados por el mundo y si

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