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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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¿Pueden las madres esperar tener hijos tranquilos y saludables si los tratan de

ese modo?

Cuando las piernas y los brazos se enfrían, la sangre se aleja de ellos y

se acumula en los pulmones y la cabeza. La circulación queda entorpecida y

la delicada maquinaria de la naturaleza no funciona armoniosamente. El

organismo del niño se trastorna, y éste llora y se queja debido al sufrimiento

que se ve obligado a soportar. La madre lo alimenta porque piensa que tiene

hambre, cuando el alimento lo único que consigue es aumentar el

sufrimiento. Fajas apretadas y un estómago recargado no pueden llevarse

bien. El niño no tiene lugar para respirar. De manera que llora, se agita y

jadea por la falta de aire, y sin embargo la madre no descubre cuál es la

causa. Si comprendiera cuál es la razón de ese estado, podría aliviar de

inmediato sus sufrimientos, por lo menos en lo que atañe a las fajas

apretadas. Por fin se alarma porque piensa que su hijo está realmente

enfermo, de modo que llama a un médico; éste lo mira gravemente durante

unos momentos y luego extrae medicamentos venenosos, o algo denominado

jarabe calmante, que la madre introduce en la boca de su hijo maltratado,

siguiendo las instrucciones del médico. Si no estaba enfermo antes, ahora sí

lo está. Ahora sufre de una enfermedad producida por la droga, y ésta es la

más pertinaz e incurable de todas las enfermedades. Si se restablece,

experimentará en mayor o menor grado en su organismo los efectos de esa

droga tóxica, y es probable que sufra espasmos, enfermedad del corazón,

hidropesía en el cerebro o tuberculosis. Algunos niños no son lo

suficientemente fuertes como para soportar ni aun una pequeña porción de

drogas tóxicas, y cuando la naturaleza reúne sus fuerzas para hacer frente al

intruso, las fuerzas vitales del tierno niño experimentan una carga demasido

grande, hasta que la muerte pone fin a la escena.

En esta época no es infrecuente ver a una madre junto a la cuna de su

hijo enfermo y agonizante, con el corazón traspasado de angustia mientras

oye los débiles gemidos y presencia los estertores de muerte. Le parece

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