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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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vida, y arrastran con hastío una existencia desgraciada. ¡Oh, cuán elevado es

el costo de las drogas venenosas! Aunque no cuesten la vida misma, su costo

es demasiado alto. La naturaleza ha sido limitada en todos sus esfuerzos.

Toda la maquinaria está descompuesta, y en un período futuro de la vida,

cuando estos delicados órganos que han sido dañados deban llevar a cabo

una parte más importante juntamente con las demás funciones de la

maquinaria de la naturaleza, no podrán cumplir su labor prontamente y con

eficacia, con lo que todo el sistema sufrirá por esa causa. Estos órganos que

debían estar en una condición saludable, se hallan debilitados, y la sangre se

torna impura. La naturaleza sigue luchando y el paciente sufre de diversas

enfermedades, hasta que hay una repentina interrupción en sus esfuerzos, y

sobreviene la muerte. Hay más personas que mueren por el uso de las drogas

que todas las que tendrían que morir a causa de las enfermedades si se

hubiera dejado que la naturaleza realizase su obra.

Muchas vidas han sido sacrificadas por los médicos que administran

drogas para enfermedades desconocidas. No tienen un conocimiento real de

la naturaleza exacta de la enfermedad que aflige al paciente. Sin embargo se

espera que los médicos sepan en un momento qué deben hacer, y a menos

que actúen de inmediato como si comprendieran perfectamente la

enfermedad, son considerados como médicos incompetentes por sus amigos

impacientes y por los enfermos. Por lo tanto, con el fin de satisfacer las

opiniones equivocadas de los enfermos y de sus amigos, deben administrar

medicamentos, realizar experimentos y efectuar pruebas, para curar al

paciente de una enfermedad de la que no poseen ningún conocimiento real.

La naturaleza es cargada con drogas venenosas que ella no puede expulsar

del organismo. Los mismos médicos a menudo se convencen de que han

utilizado medicamentos poderosos para una enfermedad que no existía, y la

muerte ha sido el resultado.

Los médicos son dignos de censura, pero no son los únicos culpables.

Los enfermos mismos, si fuesen pacientes, si se pusieran a dieta, si sufrieran

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