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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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que esa hija era lo único que le quedaba de la familia. Preguntó ansiosamente

al médico si el caso de su hija era desesperado.

El médico hizo averiguaciones acerca de la naturaleza y la duración de

la enfermedad de la que habían muerto los demás miembros de la familia. El

padre refirió quejumbrosamente los dolorosos hechos relacionados con la

enfermedad de sus seres amados. "Mi hijo primero tuvo fiebre. Llamé a un

médico. Este afirmó que podía administrar medicamentos que pronto

suprimirían la fiebre. Le dio una medicina poderosa, pero quedó descontento

por sus efectos. La fiebre disminuyó, pero mi hijo quedó en un estado

gravísimo. Se le administró nuevamente la misma medicina sin que ésta

produjera ninguna mejoría. El médico recurrió entonces a medicamentos aún

más poderosos, pero mi hijo no obtuvo alivio alguno. Aunque la fiebre

desapareció, él no se restableció. Desmejoró rápidamente y murió.

"La muerte de mi hijo, tan repentina e inesperada, nos afligió

muchísimo a todos pero especialmente a su madre. Sus cuidados y la

ansiedad experimentada durante la enfermedad del hijo, y la aflicción

ocasionada por su muerte repentina, fueron demasiado para su sistema

nervioso, de modo que mi esposa pronto cayó enferma. Quedé desconforme

con el procedimiento de ese médico. Perdí confianza en su habilidad y no lo

llamé por segunda vez. Llamé a otro para que atendiera a mi esposa enferma.

Este segundo médico le dio una dosis abundante de opio; afirmó que eso

aliviaría sus dolores, tranquilizaría sus nervios y le daría el descanso que

tanto necesitaba. El opio la hundió en un estado de estupor. Se quedó

dormida y nada pudo despertarla de ese estupor mortal. Su pulso y su

corazón algunas veces latían violentamente y luego se debilitaban cada vez

más hasta que dejó de respirar. Así fue como murió sin dar siquiera una

mirada a su familia. Esta segunda muerte pareció más de lo que podíamos

soportar. Todos nos afligimos muchísimo, pero yo quedé tan angustiado que

no podía ser consolado.

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