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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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aprobarlos o desaprobarlos en el momento oportuno, suelen presentarse

molestas dificultades entre los hijos. Una palabra de la madre bastaría para

restablecer la calma. Los niños se cansan pronto y desean un cambio, de

modo que se van a la calle en busca de diversión y de este modo los niños de

mente pura e inocente son inducidos a ponerse en contacto con malas

compañías, y las conversaciones malignas susurradas en sus oídos

corrompen sus buenas maneras. Es frecuente que la madre ignore cuáles son

los intereses de sus hijos hasta que es sacudida dolorosamente por la

manifestación del vicio. Las semillas del mal fueron sembradas en sus

mentes jóvenes, anunciando una abundante cosecha. La madre luego se

admira de que sus hijos estén tan inclinados hacia el mal. Los padres

deberían comenzar a tiempo a poner en la mente de sus hijos los principios

buenos y correctos. La madre debería pasar con sus hijos tanto tiempo como

sea posible, y debería sembrar semillas preciosas en sus corazones.

El tiempo de la madre pertenece en forma especial a sus hijos. Ellos

tienen derecho a su tiempo como ninguna otra persona puede tenerlo. En

muchos casos las madres han descuidado disciplinar a sus hijos porque esto

requeriría mucho de su tiempo, y ellas piensan que ese tiempo deberían

emplearlo en la cocina o en la confección de su propia ropa o la de sus hijos

siguiendo los dictados de la moda, para estimular el orgullo en sus tiernos

corazones. Con el fin de mantener tranquilos a sus hijos les dan bizcochos o

caramelos a casi cualquier hora del día, de modo que sus estómagos están

repletos de cosas perjudiciales en períodos irregulares. Sus rostros pálidos

dan testimonio de esto e indican que sus madres están haciendo todo lo que

pueden por destruir las fuerzas vitales restantes de sus pobres hijos. Los

órganos digestivos están constantemente recargados y no se les proporciona

descanso. El hígado se vuelve inactivo, la sangre se torna impura, y los niños

enferman y se ponen irritables porque son verdaderas víctimas de la

intemperancia, y así les resulta imposible tener paciencia.

Los padres se admiran de que sus hijos sean más difíciles de dominar

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