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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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"No perderé el dominio propio"

23 de junio de 1892. Ha transcurrido una noche más. Dormí solamente

tres horas. No experimenté tanto dolor como de costumbre, pero estuve

intranquila y nerviosa. Después de permanecer despierta durante un tiempo,

procurando dormir, desistí de mi empeño, y dirigí toda mi atención a buscar

al Señor. Cuán preciosa fue para mí esta promesa: "Pedid, y se os dará;

buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá". Mateo 7:7. Oré fervorosamente al

Señor pidiendo confortamiento y paz, los que únicamente el Señor Jesús

puede dar. Quiero la bendición del Señor de modo que, aunque experimente

dolores, no pierda el dominio propio. No me atrevo a confiar en mí misma ni

por un solo instante.

En el momento en que Pedro apartó sus ojos de Cristo, comenzó a

hundirse. Cuando comprendió el peligro que corría y elevó sus ojos y su voz

a Jesús exclamando: ¡Sálvame, Señor, que perezco!, lo sostuvo la mano que

siempre está lista para salvar a los que perecen, y fue salvado...

En mi hogar debo buscar la paz diariamente y seguir en pos de ella... Y

aunque el cuerpo sufre, y el sistema nervioso está debilitado, no debemos

pensar que estamos en libertad de hablar de mal humor o pensar que no

estamos recibiendo toda la atención que deberíamos tener. Cuando damos

lugar a la impaciencia, expulsamos del corazón al Espíritu de Dios, y damos

lugar a los atributos de Satanás.

Cuando fraguamos excusas para justificar el egoísmo, los malos

pensamientos y las malas palabras, estamos educando el alma para el mal, y

si proseguimos haciéndolo, llegará a ser un hábito ceder a la tentación.

Entonces estaremos en el terreno de Satanás, vencidos, débiles y sin valor.

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