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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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dinero? No, no. Aunque todas las personas serviles hubieran abandonado su

puesto del deber, ellos nunca habrían desertado de la obra. Habrían dicho:

"Si el Señor me colocó aquí, es porque desea que yo sea un mayordomo fiel

y que aprenda de él cada día a llevar a cabo la obra en forma aceptable.

Permaneceré en mi puesto hasta que Dios me descargue de mi obligación.

Sabré lo que significa ser un cristiano práctico y sincero. Espero recibir

pronto mi recompensa".

Los creyentes que en los comienzos de la causa se sacrificaron para la

edificación de la obra estaban imbuidos por el mismo espíritu. Creían que

Dios exigía de todos los que se relacionaban con su causa una consagración

sin reservas del alma, el cuerpo y el espíritu, de toda su utilidad y su

capacidad, para llevar la obra al éxito. Ellos recibieron testimonios mediante

los que Dios reclamaba para sí todas sus energías, las que debían colaborar

con los instrumentos divinos, y todas sus habilidades acrecentadas obtenidas

mediante el ejercicio de cada una de sus facultades.

Efectos debilitantes del egoismo y la codicia

Los que son capaces de cortar su vinculación con la obra del Señor

debido a un atractivo mundanal pueden pensar que tienen cierto grado de

interés en la causa de Dios; pero el egoísmo y la codicia que se esconden en

el corazón humano son pasiones muy poderosas, y por lo tanto el resultado

del conflicto no es solamente una conjetura. A menos que el alma viva cada

día de la carne y la sangre de Cristo, el elemento piadoso será vencido por el

satánico. El egoísmo y la codicia ganarán la victoria. Un espíritu confiado en

sí mismo e independiente nunca entrará en el reino de Dios. Solamente los

que participen con Cristo en su abnegación y sacrificio compartirán con él su

gloria.

Los que comprenden, aun en un grado reducido, lo que la redención

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