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Mensajes Selectos, Tomo 2 - Elena G. de White

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Un caso en la historia adventista

Debería considerarse con mucho cuidado el espíritu que predomina en

las instituciones del Señor. Estas instituciones fueron fundadas con

abnegación, y han ido creciendo mediante los dones abnegados del pueblo de

Dios y el trabajo dedicado de sus siervos. Todo lo que se relaciona con el

servicio de las instituciones debería llevar la aprobación del cielo. Debería

cultivarse y estimularse un sentido de la santidad de las instituciones de

Dios. Los obreros deberían humillar sus corazones delante del Señor, y

reconocer su soberanía. Todos deben vivir de acuerdo con los principios de

la abnegación. Cuando el obrero genuino y abnegado, con su lámpara

espiritual bien acondicionada y ardiendo, se esfuerza desinteresadamente por

promover los intereses de la institución en la cual trabaja, tendrá una

experiencia valiosa, y estará en condiciones de decir: "Verdaderamente el

Señor está en este lugar". Sentirá que le asiste un gran privilegio al

permitírsele proporcionar a la institución del Señor su habilidad, sus

servicios y su vigilancia incansable.

En los primeros días del mensaje del tercer ángel, los que establecieron

nuestras instituciones y los que trabajaron en ellas, estaban movidos por

elevados sentimientos de abnegación. Como remuneración por su esforzado

trabajo, recibían no más que una mera pitanza, a duras penas suficiente para

sostenerse magramente. Pero sus corazones habían sido bautizados por el

ministerio del amor. La recompensa de una liberalidad integral se advertía

claramente en su estrecha comunión con el Espíritu del Maestro de los

obreros. Practicaban la economía más estrecha a fin de que tantos obreros

como fuera posible pudieran plantar el estandarte de la verdad en nuevos

lugares.

Pero con el tiempo se produjo un cambio. El espíritu de sacrificio no

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