Revista Institucional de Comfamiliar Risaralda

Desde el año 2008
Diego Restrepo dirige
Encubarte, Encuentro
Comunitario con el Arte, en el
barrio San Fernando, en Cuba.
Y las cifras hablan por sí solas:
más de 6.000 beneficiarios
directos hasta el día de hoy”.
tiene experiencia en esto, pues en la sede ya han asumido
el compromiso con varios niños y jóvenes con necesidades
especiales.‘‘Es un tema que nos mueve. Nosotros nos fijamos
siempre en la manera como empezamos a adaptarnos
conjuntamente para que ellos puedan recibir la instrucción
que requieren’’.
Después de meses, era hora de reactivar la sede, pese a
que Diego se negaba un poco a la virtualidad, “esa forma tosca
y distante nada propia de las artes vivas”, dice enfáticamente.
‘‘El espacio cultural da vida al sector, volvimos a respirar
cultura y a apropiarnos parcialmente del lugar. Nos negamos
a cerrar, pese a que las condiciones no han sido las mejores’’.
La virtualidad también ha logrado que más personas se conecten
a los eventos, ya que presencialmente la capacidad en
las instalaciones es reducida. Sin embargo, otra preocupación
sigue latente:‘‘nos han estado pidiendo los talleres, tenemos
que considerar que trabajamos con una población vulnerable,
muchos de ellos no cuentan con acceso a internet. Si todo
continúa así, el próximo año habrá que implementar los talleres
de alguna manera.’’ , expresa.
EL FUTURO
Este año el Festival Ejereteje decidió homenajear a Diego:‘‘estos
reconocimientos me alegran mucho, pero lo hacen
sentir a uno que ya está en el quinto piso’’. Hace tres años
recibió la Cruz al Mérito Cultural por parte del Concejo Municipal
de Pereira. “Estas cosas son para el alma y es un homenaje
a toda una vida”.
Hace dos años se fue a vivir a La Estrella proyectando su
retiro, pero él a donde va lleva consigo el arte y la cultura. ‘‘Empezamos
a dar regalitos en navidad, después fuimos poco a poco
llevando personajes y actividades’’. A esta zona rural de la ciudad
han llegado dos argentinos, una española y otros invitados
internacionales que se presentan justo en el ocaso, enmarcados
en las montañas y los árboles. “El instante es mágico”, insiste.
Él, su esposa y el Teatro Taller Creativo y Lúdico tienen
un gran sueño para la ciudad: crear el Centro de las Artes, la
Cultura y la Convivencia Ciudadana. Lo que vendría siendo un
Encubarte, “pero a mayor escala”, con las instalaciones adecuadas,
bien dotado y con más capacidad. “Por lo menos uno
en cada comunidad de la ciudad”, aclara. Diego es ambicioso,
un soñador. No se retira del todo, solo va tomando distancia
de las responsabilidades, poco a poco y voluntariamente, no
porque no las quiera tener, sino porque él ya aprendió lo suficiente.
Lo que ahora quiere es apoyar y asesorar a otros para
que en el camino no sufran tanto y no tiren la toalla. ‘‘Entregar
las banderas es compartir la responsabilidad’’ dice, porque
‘‘Más berraco el que reciba esta herencia’’.
Mientras tanto, Diego se despide de su esposa que sí va
todos los días a Encubarte y le pregunta que cuándo va a volver.
Pero él lo que quiere es quedarse a cultivar sus verduras,
terminar de construir su casita en medio del campo y mirar
el atardecer desde la ventana. ‘‘Se puede vivir de aplausos,
estoy convencido, yo no vivo de otra cosa’’. Concluye con la
serenidad de quien no ha hecho otra cosa en su vida, que no
sea llevar felicidad y bienestar a los demás.
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