Revista Institucional de Comfamiliar Risaralda

RESPONSABILIDAD SOCIAL
Los bosques son el principal hogar de la gran biodiversidad
de Colombia. Somos un país privilegiado en ese sentido,
más de la mitad del territorio está compuesto por estas enormes
extensiones de vida. Son el lugar donde nace el agua que
tomamos, el aire que respiramos y el aliento que nos empuja
día a día. De ahí la importancia de los proyectos encaminados
a la protección de tales ecosistemas. Y más aún si se realizan
en alianza con las comunidades que habitan entre sus árboles
y nieblas.
Ante tal panorama alentador, sin embargo, la población
rural ha disminuido en los últimos años, según cifras del censo
2018, con poco más de 11 millones de personas que viven
en esos territorios. Disminución que además se acentuará
con el tiempo, según los expertos. Y casi la mitad vive en la
pobreza. De las reflexiones que evocan estos contrastes surgen
proyectos como BanCO2, cuyo principal aliado en esta
región es La CARDER - Corporación Autónoma Regional de
Risaralda.
“Es un programa que busca compensar a campesinos de
áreas protegidas por sus enormes compromisos y sacrificios
con el medio ambiente. A través de alianzas con diferentes
empresas del sector privado, la Corporación hace de receptora
de recursos y los entrega según áreas dedicadas a protección,
de 1 a 3 hectáreas. Se les paga entre 400 y 600 mil
pesos mensuales durante varios años para que mantengan los
bosques vigorosos, bien cuidados y adecuados”, afirma Julio
César Gómez Salazar, director de la Corporación Autónoma.
Son aproximadamente 400 familias de los municipios de
Apía, Santuario, Quinchía y Guática que hacen parte hasta el
momento de este programa. “A través de estos acuerdos de
conservación hemos mantenido un programa que es de vital
importancia para nosotros: El bosque modelo para el mundo.
Nos han reconocido por mantener el campo debidamente
asegurado y evitar la deforestación. Los campesinos sienten
a La CARDER cercana. En muchas de nuestras acciones de
soberanía ambiental ellos son los receptores directos y defensores
de los ecosistemas naturales”, agrega Gómez Salazar.
Por medio de inventarios, diagnósticos de alternativas y
formulaciones de estrategias de conservación que la Corporación
constantemente realiza se determinan y seleccionan a
los merecedores y subsidiarios del programa. Empresas como
Frisby, Suzuki, Busscar, La CHE, EPM, Grupo Éxito, Falabella,
Audifarma, entre otras, han ayudado al sostenimiento y fortalecimiento
de esta iniciativa en Risaralda. Además de la ayuda
económica, las familias campesinas también reciben acompañamiento
y asesoría en seguridad alimentaria, emprendimientos
agroforestales y agrícolas, oportunidades de educación,
mejoras en vivienda y enlaces de comercialización de sus productos
para que puedan aumentar sus ingresos más allá de lo
que reciben a través de BanCO2. “El que llega al programa
nunca quiere irse y al que le toca partir, porque ya lleva varios
años, se va con mucha tristeza. Lo que buscamos es que
tengan excedentes financieros para que realicen sus propios
proyectos económicos. Para nosotros es muy importante
tener una rotación de personal, ayudar al mayor número de
campesinos que sea posible”, anota Gómez Salazar.
Además de la conservación de ecosistemas estratégicos
del país y el mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades
que los habitan, hay otro objetivo de fundamental
importancia consignado en el sitio web de BanCO2 y que esperan
lograr en las diferentes regiones de Colombia a donde
el programa ha podido llegar gracias a los diferentes aliados:
“contribuir a la creación de paz, dentro del marco del posconflicto
colombiano, por medio de diferentes mecanismos,
transformando vidas y conservando territorios”.
La satisfacción en estos años ha sido también un aprendizaje
mutuo y un claro ejemplo de confianza entre el sector
público, el privado y las comunidades. “El proyecto ha hecho
parte de toda una estrategia de aprender en el campo, necesitábamos
tener al campesino de aliado. Ellos en ocasiones ven
el concepto de la autoridad ambiental de manera muy represiva,
sobre todo porque muchos son poseedores de varias
hectáreas. Nosotros nunca hemos querido afectarlos, más
bien lo que buscamos es tenerlos cerca. Y este mecanismo de
mutua cooperación fue el aliciente para llegar a ellos y tener la
oportunidad de ayudarles y tener una alianza para proteger el
bosque. Y lo logramos”, concluye Julio César Gómez.
Son aproximadamente 400 familias campesinas de los
municipios de Apía, Santuario, Quinchía y Guática que hacen
parte hasta el momento del programa BanCO2. Cuidan del
bosque al tiempo que mejoran sus condiciones de vida.
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