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La muñeca fisurada
Hace dos años, Santi, un niño que vivía en Buenos
Aires, se fue a Córdoba a festejar el cumple de su
hermano. Cuando terminó el cumple, se quedaron
un día más en la casa de su abuela.
El tío de Santi lo invitó a jugar a la pelota en el patio.
Santi y su tío empezaron jugando despacito pero
viendo que Santi atajaba bien, su tío empezó a patear
más fuerte, hasta que… el tío le pegó un “bombazo”
a la pelota y Santi, al ver que no podía llegar con las
dos manos, se tiró con una y… ¡Atajó!
Peeeeero Santi se quedó tirado en el piso llorando,
agarrándose la muñeca porque le dolía muchísimo.
Después de no tanto tiempo, levantaron a Santi, le
pusieron hielito y lo acostaron en un sillón. Al otro
día, Santi y su familia ya estaban en su casa, y su
papá lo llevó al médico, donde le hicieron una placa
y… ¡La muñeca estaba fisurada! Chan, chan,
chaaaan… Así que le pusieron una férula.
Lo bueno de esta historia es que por unos días, la
seño Madi le copiaba las tareas a Santi.
Santiago Ferrer Urquiza
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