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6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado

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y de conducta. Los sentimientos constituyen estados afectivos muy complejos que oscilan entre lo

placentero y lo displacentero igual que las emociones, pero colocados en un plano jerárquico mucho

más elevado. En efecto, mientras que la emoción no es más que un impacto que provoca una

reacción fugaz en el humor, el sentimiento es un estado de formación gradual en el que interviene

la elaboración intelectual con la participación de juicios y razonamientos que lo elevan a la categoría

de un verdadero estado de conciencia.

La participación de la esfera intelectiva en la formación de los sentimientos confirma una vez

más la reciprocidad de los procesos psíquicos y la unidad funcional de la psique, desde el momento

que, a su vez, los sentimientos contribuyen intensamente a la elaboración intelectual, al extremo

que, como ya lo hemos visto, el pensamiento únicamente puede integrarse y llegar a su fin cuando

existe una idea directriz provista de una vigorosa carga afectiva. Por otra parte, todo pensamiento

y todo juicio, son siempre interferidos por los sentimientos que prevalecen en la personalidad de

acuerdo con las circunstancias imperantes.

Los sentimientos se nos presentan, pues predominando en la psique y coronando en forma

panorámica a toda la personalidad.

Desde el momento que ellos constituyen estados de conciencia su manifestación es sobre todo

subjetiva; el yo tiene conocimiento y experimenta sus propios sentimientos, que pertenecen a su

intimidad y que, como manifestación superior de la psique, no producen reacciones orgánicas y

fisiológicas concomitantes. La única manifestación objetiva de los sentimientos se observa a través

del comportamiento del individuo, de sus actos y de su desempeño en el ambiente social durante

el transcurso de su vida.

Siendo los sentimientos placenteros o displacenteros, la preponderancia de unos u otros

depende directamente de las tendencias e inclinaciones innatas de la personalidad. Por lo tanto,

siempre que esta última sea colocada por sus inclinaciones en el terreno placentero, dominan los

sentimienios altruistas; en el caso contrario dominarán los sentimientos egoístas: junto a éstos

pueden existir en mayor o menor escala los sentimientos impersonales.

El conjunto de estos sentimientos anima simultáneamente a la mayoría de los hombres, en los

que predominan unos u otros con mayor o menor intensidad multiplicándose hasta el infinito las

escalas de los valores afectivos. De acuerdo con esos valores afectivos individuales, cada cual hará

apreciaciones personales de las cosas y de los hechos, tanto de lo objetivo procedente del mundo

externo, como de lo subjetivo procedente del mundo interior somático y psíquico, incluyendo los

pensamientos que no pueden substraerse al influjo de los sentimientos imperantes en la personalidad.

Concretando en forma más sintética nuestro concepto del sentimiento diremos:

"El sentimiento es un estado afectivo elaborado en la conciencia mediante el aporte del juicio y

del razonamiento, que le confieren los caracteres de estabilidad, subjetividad y especificidad

individual, y cuyo grado de pureza depende de la capacidad comprensiva de cada intelecto y la

tonalidad depende de las inclinaciones naturales de la personalidad".

Pasiones

La pasión es un estado afectivo caracterizado por su gran persistencia que, en ocasiones, llega a

hacerse permanente. Esto es suficiente para desvirtuar el concepto de la pasión como una emoción

sostenida, desde el momento que, repetimos una vez más, la emoción es un cambio brusco y fugaz

en el humor, nunca un estado sostenido y persistente. La pasión supera el plano emocional; es un

estado afectivo intelectualizado, de gran impregnación sentimental. Pero los sentimientos que

intervienen en la constitución del estado pasional y que predominan en la psique del individuo

derivan de determinados afectos e inclinaciones naturales. Debido a esas corrientes dominantes se

canaliza la existencia de la persona en forma unilateral, quedando de lado toda cuestión ajena a las

mismas. Como consecuencia del intenso potencial afectivo que entrañan los sentimientos se

produce un ligero eclipse que reduce la amplitud de la conciencia, cuyo único enfoque limita la

actividad del individuo y condiciona la conducta acorde con dicho estado pasional.

Desde el momento que hablamos de estado afectivo intelectualizado admitimos que la pasión

es un estado de conciencia, y, como tal, involucra juicios y razonamientos que le confieren su

carácter de permanencia en la psique. Si bien los sentimientos que intervienen matizando las elaboraciones

intelectuales, nunca lo hacen en forma tan intensa como las pasiones que tienden a

inclinarlas definitivamente a favor de esas tendencias e inclinaciones.

Aclaramos que los estados pasionales no pertenecen al campo de la patología afectiva, pero

incursionan en sus proximidades. Las pasiones pueden arraigar en cualquier persona e impregnan

la psique con su intensa carga afectiva; esto es normal y de observación más o menos frecuente.

Únicamente podemos hablar de estado patológico cuando las pasiones llevan a la formación de

ideas sobrevaloradas, de significación francamente anormal. Son ideas de gran firmeza y difícil

reductibilidad, que si bien no desvían ampliamente- el juicio inclinan la conducta en pos de las

tendencias de profundo arraigo en el individuo. De esta manera la vida se circunscribe a un solo

enfoque, lo que reduce las posibilidades de la evolución psíquica ya que todas las elaboraciones

mentales llevan el mismo matiz catatímico característico de la pasión dominante.

Las pasiones son de índole diversa, de acuerdo con la categoría de sentimientos promovidos por

los afectos, tendencias e inclinaciones.

1º) El predominio de las inclinaciones egoístas indica que las mayores preocupaciones de la

personalidad son las que tienden a la satisfacción de los deseos e intereses del yo. Los sentimientos

subyacentes en los estados pasionales de estas personas son, por lo tanto, de naturaleza egoísta: el

odio, la venganza, el orgullo, la avaricia, la avidez y dominación, la vanidad, los sentimientos sexuales

bajos y sórdidos deseos, no citando más que los principales. El conjunto de estos estados pasionales

es englobado corrientemente, bajo la denominación común de bajas pasiones. En ellas están

reflejadas las emociones de miedo y de cólera, por la tendencia egoísta de posesión y de conquista

y la tendencia agresiva respectivamente.

2º) Cuando dominan las "tendencias altruistas" la personalidad muestra la propensión a

prodigarse al prójimo, con despreocupación de sus propios intereses, desencadenándose estados

pasionales tales como la filantropía, la pasión religiosa, la caridad, la piedad, entre los más frecuentes.

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