6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado
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Entre otras emociones complejas desplacenteras figuran: el susto, el horror, la vergüenza, la
repugnancia, etc.
Entre las emociones complejas placenteras: la alegría, la felicidad, el optimismo, la satisfacción,
etc.
Hemos mencionado las principales emociones complejas, pero es indudable que son
numerosísimas las combinaciones que pueden existir entre las emociones, de lo que resulta una
gran cantidad de variantes imposibles de enumerar en este apartado.
de relieve cierta despreocupación por los intereses del sujeto en sí, puesto que vela por algo de una
significación más amplia que la conservación del yo al prodigar toda su energía para la perduración
de la especie. Estas emociones placenteras, cuando son elevadas al plano superior e
intelectualizadas, dan margen a la aparición de inclinaciones altruistas, las que a su vez son fuente
de producción de los pensamientos más nobles y elevados de la personalidad humana.
Acabamos de destacar en primer término, las inclinaciones egoístas que giran en torno al yo; en
segundo término, las inclinaciones altruistas en las que el yo pasa a un plano secundario al
prodigarse a los demás. Finalmente debemos mencionar las llamadas inclinaciones impersonales,
que dan origen a los sentimientos morales, sociales, artísticos, poéticos, culturales y científicos.
Afectos
Remontándonos nuevamente a la fuente de todas las vivencias afectivas, más allá de las
emociones, nos encontramos con las "tendencias". La tendencia es también una forma primaria de
la afectividad, que inclina a la psique hacia el placer o el desplacer y por la cual, por esa disposición
natural, la personalidad se verá colocada en uno u otro extremo, lo que da el tono afectivo.
Dicho tono afectivo es señalado por los afectos, que expresan la inclinación natural y que,
mediante la contribución emocional primaria, colocan a la personalidad en una determinada
corriente afectiva. Es decir que, por los afectos, se produce una inclinación natural que lleva el humor
hacia el polo placentero o hacia el displacentero. Aquí nos es dado apreciar la íntima relación
entre afectos y emociones; la diferencia entre ambas radica en que es mayor la estabilidad y más
prolongada la duración de los afectos, mientras que las emociones sólo producen cambios bruscos
y fugaces en el humor.
A continuación procuraremos explicar el mecanismo de los afectos.
A) En el polo del desplacer, las tendencias encauzan la afectividad en tal forma que las vivencias
que prevalecen surgen de las emociones primarías de miedo y de cólera. En un plano emocional
más elevado se manifiestan la pena, la angustia, la ansiedad, el disgusto, el malestar, la preocupación,
el pesimismo, vivencias relacionadas todas con los intereses del individuo. En efecto todo
ese cúmulo de emociones es de naturaleza des-placentera; su origen real se encuentra en el instinto
de conservación que bajo sus múltiples formas de manifestación, nos revela su vigilancia permanente
sobre la integridad y supervivencia del individuo y de sus intereses. Ésa es la causa de todos
los desvelos y preocupaciones para procurarse las situaciones y los medios que aseguren la
integridad del yo. Cuando todas esas vivencias se transportan al plano superior para ser
intelectualizadas, se expresan bajo la forma de inclinaciones egoístas. Ellas deben buscar el origen
de todos los estados displacenteros que hallamos en el tono bajo de la afectividad, puesto que el
egoísmo empaña todos los sentimientos elevados de la personalidad, la que, en su intensa
preocupación por el yo y en su deseo de subsistir, se coloca en un terreno de constante
disconformidad y pesimismo, es decir, en un permanente desplacer.
B) En el polo del placer, las tendencias encauzan la afectividad hacia la emoción primaria del
amor. Cuando se complica el terreno emocional se llega a las emociones complejas de felicidad,
alegría, satisfacción, bienestar, optimismo, despreocupación de sí mismo, extrayección del yo, de lo
que surgen el amor a los semejantes. El conjunto de estas emociones es de carácter placentero,
debiéndose buscar su origen real en el instinto sexual. Este instinto, en sus manifestaciones, pone
Sentimientos
Los sentimientos constituyen las vivencias afectivas de mayor jerarquía, si bien tienen su
raigambre en el mismo plano de las emociones a las que, algunos autores consideran como
"sentimientos elementales". A pesar del origen común la diferencia entre emoción y sentimiento es
muy grande, lo que se destaca claramente cuando se estudian sus caracteres más notables. Ya
dijimos que la emoción es un cambio súbito en el humor, determinado por algún estímulo que hace
intervenir a los mecanismos instintivos que alimentan el campo emocional. De breve duración y
gran repercusión somática, determina la conducta en forma casi automática, impulsiva. La emoción
corresponde con preferencia al plano somático; el sentimiento, en cambio, corresponde a un plano
más elevado, donde interviene el intelecto que inhibe y mitiga las reacciones somáticas hasta su
desaparición, quedando limitado exclusivamente a las manifestaciones psíquicas. Parecería como si
las emociones fueran intelectualiza-das y sometidas así a un proceso psíquico de maduración.
A medida que las personas evolucionan intelectualmente enriquecen sus vivencias afectivas, es
decir, sus sentimientos, a la vez que adquieren un marcado dominio sobre las reacciones
emocionales. Éstas se hacen más suaves, se enriquecen con matices, perdiendo su primitiva
violencia reaccional condicionada por el instinto. Por otra parte, los sentimientos se alejan
definitivamente de las simples reacciones emocionales desde el momento que constituyen estados
afectivos estables, como una de las tantas características inherentes a la personalidad con la cual se
asimilan. No se trata de una simple estimulación del humor, tal como ocurre con las emociones que
son bruscas, de intensidad variable y finitas, de una duración más o menos breve; los sentimientos
perduran indefinidamente, y más que la intensidad cobra importancia la pureza y el arraigo que
tengan en la personalidad.
La estabilidad de los sentimientos se debe a que se mantienen ligados a determinadas ideas y
conceptos que nuestro intelecto ha elaborado mediante sus juicios y razonamientos, y adaptado a
la medida de la capacidad de cada individuo. Son conceptos abstractos, de orden moral, social,
filosófico, comunes a todos los hombres, de cuya capacidad comprensiva dependerá el grado de
pureza de los sentimientos. Estos últimos adquieren en esta forma, caracteres individuales, al
extremo de poder asegurar que sólo tenemos un conocimiento perfecto de las personas cuando
conocemos sus sentimientos.
Por consiguiente, a medida que el individuo evoluciona se realiza simultáneamente la evolución
de sus sentimientos, de acuerdo con su capacidad intelectual que le permite instruirse, educarse,
ubicarse en el medio social, conocer sus derechos y sus deberes y adecuar su vida a normas de moral