6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado
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CAPÍTULO X
AFECTIVIDAD
PSICOPATOLOG1A DE LA AFECTIVIDAD
AFECTIVIDAD
Con la denominación general de afectividad se comprende todo lo que concierne a la esfera
afectiva, que constituye el principal engranaje que impulsa toda la vida psicológica de la
personalidad.
Por la afectividad cobra interés y se matiza la existencia humana; en efecto, el hombre está
conformado psíquicamente para experimentar estados afectivos que pueden ser agradables b
desagradables y que se hallan condicionados por la forma de reaccionar de cada uno frente a los
estímulos que proceden de variados estados de ánimo los cuales oscilan entre los polos opuestos:
placer y desplacer alrededor de los que se manifiesta toda la afectividad.
Las oscilaciones entre lo agradable y lo desagradable constituyen los diversos matices que
señalan altos y bajos en la vida espiritual; lo que place estimula, lo que desagrada deprime, y ambos
estados complementan en gran escala la evolución psíquica del ser. En efecto, sin esos altibajos el
transcurrir psíquico del hombre sería completamente inoperante y carente de interés y finalidad.
El hombre se muestra a los ojos del mundo tal como su afectividad lo condiciona, puesto que ella
nace de lo más íntimo y profundo del individuo, del núcleo mismo de la personalidad.
La afectividad se confunde en su origen con el instinto, siendo éste el que, en última instancia,
condiciona toda la vida afectiva, desde que la satisfacción o no satisfacción de los impulsos
instintivos determinan respectivamente estados afectivos placenteros o displacenteros. Cuando las
fuerzas instintivas son satisfechas se produce la sedación de los impulsos, relajación y aparición de
estados afectivos placenteros. Cuando, por el contrario, las tendencias instintivas no son satisfechas
aumenta la tensión impulsiva y la excitación, provocando la aparición de malestar y estados
afectivos displacenteros.
A partir de ese núcleo instintivo-afectivo primario, las corrientes afectivas en él originadas
invaden e impregnan a toda la personalidad. Tales corrientes afectivas, por medio de sus numerosas
reacciones que se exteriorizan a través de las emociones, afectos, sentimientos y pasiones, con
particularidades propias en cada individuo, imprimen a la afectividad y a la personalidad todo un
sello determinado y bien definido, que también contribuye a la individualización personal.
Esas múltiples y variadas reacciones de la afectividad participan vivamente en todas las
manifestaciones y en todos los aspectos de la vida del hombre. Pajea fijar conceptos veremos
algunos aspectos de esas manifestaciones afectivas. Consideremos en primer lugar, aquellas que
están en relación con la actividad somática.
El funcionalismo general órgano-vegetativo se expresa en una resultante psíquica final mediante
un estado afectivo que ha sido denominado: sentimiento vital. Éste tiene su origen en los
sentimientos de placer o desplacer, procedentes del libre funcionamiento o de los obstáculos y dificultades
con que se llevan a cabo las funciones vegetativas y las actividades orgánicas. Constituye
un estado afectivo de carácter general o global, no bien definido, resultado de la suma de
sensaciones nacidas de la actividad vital del organismo, a las que se agregan las sensaciones que
determinan los impulsos surgidos del núcleo instintivo que preside y preserva la vida misma. Todas
esas sensaciones son vivenciadas por la conciencia de una manera vaga e indefinida, pero que
siempre trasunta el deseo de vivir y-.la tendencia a la progresión y a la evolución.
Mediante el registro consciente de estas vivencias es como lo somático, con todo su fisiologismo
y por intermedio de la cenestesia general, trasciende el plano físico y se funde con el plano
psicológico con el que se compenetra íntimamente. De esta manera, el normal funcionamiento del
organismo, sin dificultades ni impedimentos, transmite a la conciencia vivencias placenteras que
revelan el estado de salud física; lo contrario, o sea la presencia de inconvenientes y dificultades en
las manifestaciones vitales, se refleja en la conciencia por intermedio de vivencias displacenteras
que revelan el estado de enfermedad. Las oscilaciones entre esas dos posiciones extremas dan una
resultante psíquica de orden general, que ha sido llamada temple general. Éste representa un
trasfondo afectivo individual y estable, en cuya integración participan todas las fuerzas vitales del
instinto, sumadas a lo orgánico y funcional, con especial intervención de los mecanismos de
regulación neurovegetativos. El temple general hace así las veces de una plataforma o estado
afectivo básico de origen somático, con una carga o potencial permanente hacia lo placentero o lo
des-placentero de acuerdo con las condiciones remantes en el medio interno.
Ahora bien, esa carga o potencial afectivo que, como acabamos de ver, tiene origen en la fuente
instintiva-afectiva, representa la capacidad reactiva que cada persona posee ante los innumerables
factores físicos, ambientales y psíquicos posibles de incidir sobre esta tónica afectiva general. Dicha
capacidad reactiva es la que encauza a toda la afectividad hacia el placer o el desplacer de acuerdo
con las circunstancias que prevalecen, dando por resultado lo que se conoce como humor o estado
de ánimo. Ésta es una reacción afectiva de orden general supeditada a lo somático, a lo psíquico y a
lo ambiental.
Las modificaciones que se producen en el humor, ya sea por las numerosas y variadas
representaciones mentales como por las diversas percepciones, dan lugar a las emociones, afectos,
sentimientos y pasiones.
La diferencia entre temple general y humor o estado de ánimo consiste en que el primero
representa el potencial o carga afectiva que posee el individuo, con su correspondiente capacidad
reactiva, mientras que el humor representa el matiz, placentero o displacentero, que desplaza dicha
carga afectiva .de acuerdo con las circunstancias actuantes.
La afectividad que, repetimos, impregna todos los ámbitos de la personalidad alcanza hasta lo
más recóndito de la psique; todas las elaboraciones mentales, los pensamientos, las reflexiones y
cuanto concierne a nuestra intimidad se halla estimulado y condicionado por los estados afectivos.
De esta suerte, todo nuestro acontecer psíquico se halla bajo la influencia de la afectividad que le
transmite el calor y el matiz necesarios para movilizar el humor hacia lo placentero o lo
displacentero. El registro por la conciencia y la fijación por la memoria son tanto más fáciles cuanto
mayor sea el interés despertado por la afectividad.