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6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado

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totalidad de la función psíquica que, por otra parte, permite al individuo comprender cada uno de

los instantes de su vida, así como su ubicación con relación a sus semejantes y al medio ambiental

en que vive.

Esto requiere no sólo la integridad de la psique sino también de toda la organización somática

que, mediante los mecanismos sensoriales y nerviosos, facilita el permanente contacto del "yo" con

los mundos externo e interno, favoreciendo la formación de los estados de conciencia que

transmiten y facilitan la orientación témporo-espacial. En conclusión, mediante la conciencia, sus

elaboraciones psíquicas y el caudal de sus conocimientos el hombre logra una correcta orientación.

TlPOS DE ORIENTACIÓN:

De un modo general se establecen dos tipos fundamentales de orientación: 1) orientación

autopsíquica, referente a la persona con respecto a sí misma; 2) orientación alopsiquica, referente

a la noción de su ubicación témporo espacial; ésta comprende por consiguiente la orientación, en el

tiempo y la orientación en el espacio.

1º) Orientación autopsíquica: La orientación autopsíquica, como lo hemos dicho, concierne al

conocimiento de la propia personalidad y a su evolución a través del tiempo.

El hombre aprende desde su infancia a verse y a reconocerse a sí mismo como una entidad

individual, distinta de todas las demás personas que con él conviven en el ambiente social. En los

comienzos de la vida, esa noción de individualidad es muy precaria y confusa, pero a medida que la

evolución avanza se acentúa y adquiere nitidez. Este reconocimiento se manifiesta primero en el

orden somático; los caracteres físicos, y en especial los rasgos fisonómicos y la expresión, motora

de los diversos actos condicionados por la voluntad que traducen la elaboración mental del individuo,

son los que contribuyen primordialmente a la adquisición de la noción mencionada. Esa

individualización, que culmina con el conocimiento definitivo de la propia personalidad, se afianza

aún más cuando el hombre alcanza a comprender el transcurrir de su vida psicológica con todas sus

manifestaciones. Desde que empieza a conocer su intimidad comprende que su vida es

completamente independiente de la vida de sus semejantes, comprende que constituye una

persona con identidad propia y que no puede ser otra cosa más que él mismo, a través del transcurso

de toda su existencia. Conoce el caudal de sus propios conocimientos, elaborados por su psique;

sabe de todos los tropiezos de su vida, de sus sinsabores, de sus angustias y de sus alegrías; se

conoce a sí mismo en sus deseos, en sus inclinaciones, en sus tendencias y en sus ambiciones; sabe

cuáles son sus creencias y conoce sus errores y sus temores; por último conoce sus actos y su

conducta. La totalidad de la personalidad se integra así en su doble aspecto, somático y psíquico, y

de ella tiene clara conciencia el individuo merced a la memoria que, en condiciones normales,

puede, en cualquier momento, actualizar los hechos más importantes que jalonan su vida.

2º) Orientación en el tiempo: El hombre para orientarse fácilmente en el tiempo ha recurrido a

su medición por fracciones o períodos, mediante aparatos y cálculos que permiten considerar desde

años hasta segundos y fracciones de segundo. De esta manera ha podido establecer períodos de

tiempo determinados entre dos acontecimientos o fenómenos naturales, dentro de los cuales se

suceden los hechos del devenir diario. Si bien no existen limitaciones para el tiempo, puesto que

éste transcurre ininterrumpidamente, el hombre lo mide por fracciones para su conveniencia y para

poder orientarse en su vida y en todas sus actividades.

La noción del tiempo y su medición revisten un carácter muy personal; cada uno tiene una

conciencia muy particular y propia de cada fracción o lapso, al punto que el registro de un mismo

instante presenta divergencias de duración entre las diversas personas que lo captaron.

Pero lo más importante es que el hombre también tiene la noción del tiempo que transcurre sin

necesidad de recurrir a los mecanismos de relojería por él creados. En efecto, existe una noción del

tiempo de origen puramente psíquico, como resultado de nuestras propias elaboraciones y a través

de nuestras vivencias, de nuestros pensamientos, de todo nuestro acontecer espiritual y de las

relaciones con los mundos externo e interno, hechos que la memoria se encarga de escalonar con

exactitud^ Por los efectos de la acción del tiempo sobre los recuerdos, que palidecen tanto más

cuanto más antiguos son, es posible ubicar en el pasado el acontecimiento o circunstancia que se

evoca. Sin embargo, no basta esto para la ubicación de los hechos pretéritos, se requiere además la

confrontación con el presente. Sabemos que los estados de conciencia son constantemente

movibles y cambiantes, que cada uno de ellos integra al que precede y al que prosigue,

encadenándose así la vida psicológica del individuo. Merced a ese encadenamiento es posible, a

partir del presente, ubicar los hechos en el pasado inmediato y, en esa forma, tener noción de la

duración del tiempo transcurrido. Esto mismo acontece con la ubicación de los hechos en el pasado

remoto, mediante la asociación mnemónica que relaciona las vivencias que preceden y suceden al

episodio que se evoca.

El transcurso del tiempo es apreciado por el hombre por el lapso o duración del período entre

un hecho y otro, con lo que se establece su medición por fracciones. Es decir, que el tiempo del

transcurrir psíquico se calcula o se mide por los períodos o fracciones o lapsos que integran cada

uno de los estados de conciencia en su rápida sucesión. Las relaciones que luego establece entre

estas fracciones de tiempo psicológico y el fraccionamiento convencionalmente aceptado del

tiempo solar le permiten la ubicación de los acontecimientos de su vida en determinadas épocas y

momentos de ese devenir.

Asimismo la sucesión de una ordenada ilación de estados de conciencia permite la noción del

tiempo futuro, desde el momento que según hemos dicho, un estado de conciencia está integrado,

en parte, por el que le precede proyectándose a su vez en el que le continúa. Además el encadenamiento

de la vida psicológica, mediante el auxilio de la memoria, hace que el tiempo presente

más el tiempo pasado, se proyecten hacia el futuro.

3º) Orientación en el espacio: El hombre, en su evolución 'ontogénica, adquiere poco a poco la

orientación en el espacio en que actúa y desenvuelve su vida. Esto se consigue mediante la

participación de todos los aparatos sensoriales, especialmente la vista, el oído y el tacto, que

permiten obtener la noción de diversas magnitudes a través de las impresiones de distancia,

longitud, espesor, altura y anchura, o sea que se produce una noción de orden global o de conjunto

que es la del volumen de las cosas y del lugar que ocupan en el espacio.

Estas nociones se adquieren debido a las limitaciones y fraccionamientos que cada uno hace del

espacio, que en realidad es infinito e inconmensurable. Es decir que por medio de nuestros sentidos

concebimos un espacio finito y establecemos magnitudes y distancias. Para eso, el hombre ha

creado las distintas medidas, de longitud, de peso, de capacidad, mediante las cuales es posible la

apreciación de magnitudes convencionales y, siempre dentro de las limitaciones que impone el

alcance de sus aparatos sensoriales, cada uno construye su propio espacio o ámbito personal, así

como efectúa su proyección y desplazamiento en el medio en que actúa.

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