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6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado

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Ya en una época más cercana, corresponde mencionar especialmente los nombres de CHARCOT,

LEGRAND, Du SAULLE, MOREAU DE TOURS, KRAFFT-EBING, entre otros que impulsaron la evolución

de la psiquiatría hasta la época presente.

Conceptos de soma y de psique

Cuando se estudia Semiología y Clínica Psiquiátrica se plantea al médico el problema del doble

aspecto que, desde el punto de vista de la Patología, presenta la unidad psicofísica que constituye

la personalidad humana.

En nuestros días se ha avanzado mucho en ese terreno, merced a la dedicación de los médicos

al estudio de lo que ha dado en llamarse: Medicina Psicosomática. Como una acotación al margen

diremos, según nuestra manera de pensar, que la medicina psicosomática ha sido practicada por los

médicos de todas las épocas que hayan tenido un concepto cabal de la medicina y de su función en

la sociedad. En efecto, a pesar de la preferente dedicación que la mayoría de los médicos prestan a

lo somático, no pueden menos que contemplar y comprobar la importancia que tienen los

desórdenes psíquicos desencadenados por perturbaciones somáticas. Otro tanto ocurre en el

sentido contrario, todo padecimiento psíquico tiene siempre repercusión en lo somático.

Estas observaciones, realizadas a través de generaciones de médicos, han creado la conciencia

de que, en la unidad psicofísica, las conexiones entre las partes son tan íntimas que los

padecimientos de una repercuten sobre la otra mediante una doble corriente: desde lo psíquico a

lo somático y, a la inversa, lo somático determina una repercusión psíquica; su estudio se ha

concretado en la medicina psicosomática. Pues bien, esta correspondencia de manifestaciones es

perfectamente conocida por la psiquiatría desde hace muchísimo tiempo.

Para ubicarnos exactamente en la cuestión, debemos recordar que desde el punto de vista de la

Patología General existen dos tipos de enfermedades: somáticas y psíquicas.

1º) Enfermedades somáticas:

Cuya etiología y evolución se efectúan en el terreno somático, y cuya sintomatología objetiva y

subjetiva es física. Estas enfermedades se clasifican a su vez en: a) orgánicas, cuando tienen una

localización real y objetiva en determinado órgano o aparato; b) funcionales, cuando la localización

orgánica es sólo aparente dependiendo de una disfunción del aparato regulador neuro-endocrinovegetativo.

2º) Enfermedades psíquicas:

Cuya etiología también es somática, pero su sintomatología, tanto objetiva como subjetiva es

psíquica. A su vez se clasifican en: a) orgánicas, cuando asientan en un substráete

anatomopatológico bien conocido, como ocurre en las demencias, las oligofrenias y la confusión

mental; b) funcionales, cuando no tienen su localización en lesiones a nivel del cerebro, lo que

escapa aun a nuestro dominio, pero que suponemos debidas a perturbaciones de los centros

reguladores neurovegetativos diencefálicos.

En cuanto nos detenemos a examinar atentamente esta clasificación caemos en la cuenta de

que ella es más convencional que sustancial. Comprobamos que la división en somáticas y

psíquicas es aceptable únicamente en cuanto a la sintomatología, por cuanto el somatismo es el

rasgo dominante y común en todas ellas, trátese tanto de las orgánicas como de las funcionales.

A su vez la clasificación de las enfermedades por su sintomatología, en somáticas y psíquicas,

también resulta un poco incierta debido a que las somáticas tienen por repercusión equivalentes

psíquicos y viceversa. Respecto a estas últimas hay que destacar que no es necesaria la existencia

de enfermedades psíquicas para provocar alteraciones orgánicas; bastan las dificultades y

ansiedades de la vida diaria y psicológica del individuo para que se perturbe la salud orgánica;

éstas serían las verdaderas perturbaciones de naturaleza psicógena.

Esos equivalentes, tanto de una como de otra naturaleza, son debidos al mismo mecanismo

en el que la afectividad, mediante las tensiones y descargas emocionales, desempeña un papel

primordial. La participación de la vida afectiva pone de relieve la importancia que asumen los

centros diencefálicos, que rigen la vida instintivo-afectiva y neurovegetativa. Las emociones se

convierten, en esa forma, en los estímulos desencadenantes de las más variadas reacciones

psicosomáticas.

Las emociones displacenteras, dependientes de los estados primarios de miedo y de cólera,

son las causantes del mayor número de las alteraciones patológicas. Todos los estados

emocionales derivados de la emoción primaria de miedo, especialmente la angustia y la

ansiedad, son los productores de alteraciones psíquicas, sobre todo neurosis originadas en las

más variadas manifestaciones y alteraciones somáticas. Uno de ellos es el miedo de padecer

enfermedades graves, incluyendo el temor a la muerte. Por otra parte, en padecimientos

somáticos reales con sus respectivas localizaciones orgánicas, el desplacer y la angustia que el

miedo entraña agrava el daño, por el agregado del factor psicológico que establece un círculo

vicioso psicosomático.

Más importante aún es que los estados emocionales desagradables derivados del miedo y de

la cólera son productores de lesiones somáticas orgánicas y funcionales. Desde este punto de

vista se deben tener en cuenta todas las situaciones penosas, las zozobras y las preocupaciones

a que continuamente se ve sometido el individuo en el transcurso de la vida y de su evolución en

el medio social. A esos factores ambientales se agregan otros muy importantes, que son

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