6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado
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afectivos, las reflexiones y las meditaciones, son el resultado de tales elaboraciones que se efectúan
a plena luz de la conciencia.
La zona consciente es la más reducida del campo de la conciencia. La perfecta nitidez sólo puede
abarcar a un limitado número de objetivos; tres, cuatro o cinco es el número de elementos que se
involucran en un acto de percepción sensorial. Pero, cuando la atención se concentra al máximo
sobre un objetivo determinado, la zona consciente se reduce más y más sobre éste, con que las
imágenes de los restantes se atenúan y palidecen como si el foco de la conciencia fuera dirigido y
diafragmado por dicha concentración, promovida por el interés y la atención dispensada al objetivo
primordial. Otro tanto ocurre con las reflexiones y con las elaboraciones del pensamiento, para las
cuales surgen al campo de la conciencia numerosas constelaciones de ideas, pero el foco de la
misma se concentra sobre la idea directriz del pensamiento cuya estructura y progresión interesan.
Grande es, pues, la importancia de la zona consciente, porque en ella culminan las elaboraciones
psíquicas cuya finalidad útil y práctica es la información definitiva que suministran al espíritu.
2º) Zona subconsciente:
La zona del subconsciente bordea la zona consciente, pero se halla siempre comprendida dentro
del campo o ámbito de la conciencia. En ella coexisten un mayor número de elementos, escalonados
en forma tal que su nitidez va decreciendo y sus imágenes se hacen tanto más borrosas cuanto más
se alejan del foco de la conciencia.
La extensión de esta zona sobrepasa en mucho a la anterior y los objetivos que ella abarca, si
bien son conocidos por el espíritu, carecen de la nitidez necesaria para constituir una vivencia de
conciencia plena. Por consiguiente, refirmamos que sólo se tiene conocimiento de las cosas que son
registradas a plena luz de la conciencia, aunque no se puede menos que reconocer el gran valor que
tienen las elaboraciones subconscientes, ya que muchas de las creaciones del hombre son producto
de las mismas. Sin embargo estas creaciones para ser registradas y conocidas por el espíritu deben
abandonar el plano subconsciente y pasar al consciente, para ser sometidas al análisis previo del
razonamiento antes de ser aceptadas.
También proceden del subconsciente los elementos requeridos para la elaboración consciente
del pensamiento, así como aquellos que aportan su contribución al juego y desenvolvimiento de la
imaginación reproductora.
En efecto, cuando se mantiene la concentración psíquica sobre la idea directriz de un
pensamiento el subconsciente se va poblando de constelaciones ideativas afines al tema. El paso de
estas ideas al plano consciente se hace de acuerdo con -la marcha de la elaboración psíquica, a cuyo
requerimiento y planteo se establece un orden que permite la selección de aquéllas. Sabemos que
el plano consciente es de una movilidad y mutabilidad rapidísima y que en fracciones reducidas de
tiempo se suceden los estados de conciencia resultantes de esas elaboraciones. Éstas terminan
plasmando definitivamente la finalidad del pensamiento, que ha sido impulsado y cursado por la
idea directriz.
Lo mismo acontece con la elaboración perceptiva y con los reconocimientos mnemónicos, para
los que la actividad subconsciente se encarga del aporte del material necesario. Si continuamos
revistando todos los procesos de las elaboraciones psíquicas, llegamos a la conclusión de que la
actividad subconsciente tiene como principal finalidad la provisión de los elementos del
conocimiento que aquellas requieren, los que se ordenan de acuerdo con una planificación previa a
la elaboración consciente.
Resumiendo, el subconsciente hace las veces de un campo de operaciones preparatorias, donde
se ordena el material para la elaboración consciente y asimismo es el campo de las operaciones
definitivas que dan por resultado muchas de las creaciones del individuo.
Todo lo expuesto sobre el subconsciente en las manifestaciones de la esfera intelectual,
corresponde también para los estados afectivos y las manifestaciones de la actividad general.
3º) Zona inconsciente:
Más allá del campo de la conciencia, o sea fuera de la zona subconsciente, o con más exactitud,
en una región donde la conciencia no puede alcanzar ningún objetivo, ni aún en forma borrosa, se
extiende lo que se conoce bajo la denominación de zona inconsciente.
Mucho es lo que se ha dicho con respecto al inconsciente, así como son numerosas las
especulaciones médico-psicológicas efectuadas en torno a esta zona marginal del campo de la
conciencia.
Mucha es la importancia que se debe acreditar a la zona del inconsciente. La actividad que en
ella tiene lugar escapa a toda posibilidad de percepción por el yo, hasta tanto el material que le
pertenece no sea llevado a la zona consciente. Sin embargo, determinados hechos y
manifestaciones que a menudo tienen lugar en esta zona revelan, en su oportunidad, la existencia
y el valor del inconsciente. Son manifestaciones que llegan a la conciencia en forma imprevista,
sorpresiva, automáticamente y fuera de todo control. La generalidad de las veces se trata de algo
así como un exabrupto en el curso del pensamiento y cuya aparición resulta inexplicable para quien
la experimenta. Es lo que ocurre cuando, en el transcurso de una conversación con alguien que está
enemistado con una tercera persona, al pretender llamar a nuestro interlocutor por su nombre, en
forma insospechada, sin saber por qué, mencionamos el nombre de la persona con quien está
enemistado.
Este fenómeno tendría la siguiente explicación: conocemos la enemistad entre ambas personas;
en el transcurso de la conversación, al conjuro de determinadas corrientes y estados afectivos que
tienen algunas similitudes, surgen mecanismos asociativos que realizan la evocación del hecho.
Pero, esta evocación responde a la forma involuntaria y automática; no aparece en el primer plano
de la conciencia el hecho en sí sino, y en la forma expresada, el nombre de la persona ausente. El
exabrupto determina que, secundariamente, los interlocutores evoquen el hecho en su totalidad.
Experiencias de esta índole son relativamente frecuentes pero, en todos los casos, se trata de
algo que ha sido vivenciado en alguna época de la vida del individuo. El inconsciente es una zona de
gran magnitud que abarca cuanto ha sido registrado por la conciencia y que pasa a formar parte
integrante de la vida psicológica inconsciente del individuo. Por lo tanto, el inconsciente representa
el reservorio de conservación de todo lo registrado por la conciencia, tenga o no importancia; lo
mismo pertenezca al campo de lo consciente como al campo de la subconsciencia. Todo lo que ha