6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado
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Los estados emocionales pueden actuar en ambos sentidos; facilitan la evocación, mediante el
mecanismo asociativo, cuando el estado actual coincide con el existente en el momento de la
fijación del estímulo o pueden inhibir la evocación que se normaliza tan pronto como se mitiga la
tensión afectiva.
También puede ser inhibida por el estado emocional en casos apremiantes en que urge la
necesidad de recordar y actualizar una situación determinada.
En cuanto a las diferencias normales de la evocación en las distintas épocas de la vida, el niño
evoca especialmente por la memoria de los mecanismos motores y de los perceptivos porque fija y
conserva con preferencia, aquello que le facilita el reconocimiento del mundo exterior y la ejecución
de los actos que le permiten su adaptación y desempeño en el mismo, es decir la adquisición y
conservación del conocimiento del plano concreto; el adulto, en épocas avanzadas de la vida, se
aparta de las concepciones y de las cosas concretas, internándose en el mundo de lo abstracto; sus
elaboraciones se fijan, se conservan y, por consiguiente, se evocan mediante la memoria de los
recuerdos psicológicos. Esta forma de evocación es la que prima en el hombre adulto evolucionado.
Tanto estas variantes normales como las patológicas son las mismas y responden a idénticos
mecanismos, aunque cambien las causas.
4º) Memoria de reconocimiento y localización:
En esta última parte del proceso de la memoria se realiza la identificación del hecho evocado. En
efecto, la conciencia debe reconocerlo como un elemento perteneciente al pasado, próximo o
remoto, en que se sumó a la integración de la vida psicológica. Una evocación requiere pues para
ser real, el reconocimiento de que es algo ya vivido con anterioridad, algo que ya ha sido
experimentado, criticado y comprendido.
El reconocimiento se hace agregando a la imagen mnemónica todos los atributos, aportados por
el mecanismo asociativo que corresponden a la imagen real que la conciencia registró. Son los
elementos que se hallan ligados por lazos indelebles al recuerdo y que hacen posible su localización
en el tiempo y el espacio. En esto radica la gran importancia de la memoria, pues al efectuar la
localización cronológica y espacial de un hecho, que permite decir: en tal época y en tal lugar, le es
posible a la persona tener una noción exacta del tiempo transcurrido. La evocación escalonada de
los acontecimientos más importantes, en una breve fracción de tiempo, nos da una noción perfecta
de la vida transcurrida, a través de los registros efectuados por la conciencia, fijados y conservados
por la memoria.
El olvido:
El estudio de la memoria implica necesariamente el estudio del olvido, que debe ser considerado
como una de las tantas manifestaciones de esa actividad psíquica.
El olvido es la atenuación gradual de un recuerdo cuya nitidez disminuye hasta llegar al
borramiento total. Así considerado, es una manifestación normal y fisiológica de la memoria; desde
otros aspectos constituye un fenómeno patológico.
El olvido sume en un segundo plano a los engramas formados después del registro en la
conciencia de aquello que se ha percibido .por el sensorio y de lo que se ha elaborado in situ. Todos
estos elementos deben abandonar la conciencia; su persistencia en un primer plano es incompatible
con la normalidad psíquica puesto que conformarían un presente permanente. De ser así, de ser
permanentes e inmutables los estados de la conciencia, la mente no podría captar ni elaborar
nuevos elementos por que le acarrearían gran confusión. La mutación de aquéllos se hace gracias al
pasaje de lo ya registrado a un plano no consciente, donde se conservan los recuerdos de esas
vivencias.
La diferencia entre una imagen real y una imagen del recuerdo es, precisamente, consecuencia
del olvido, que determina la pérdida de nitidez y objetividad de esa última. Aunque el olvido aparece
como un aspecto negativo de la memoria, en realidad constituye un proceso positivo y útil desde
que, además de permitir, como dijimos anteriormente, la captación y la elaboración de nuevos
elementos, es un estímulo para la evocación. Si un recuerdo se muestra infiel, la voluntad se
concentra activamente en la búsqueda de los detalles y atributos del engrama olvidado; cuando
logran ser evocados se efectúa el reconocimiento y localización del engrama al que iluminan y
transmiten la nitidez necesaria para su exacta recordación.
La evocación es tanto más difícil cuanto mayor es la acción del olvido, que varía según diversas
circunstancias.
a) Un engrama antiguo se fortalece al ser evocado múltiples veces a través de! tiempo
transcurrido, y por este motivo resiste mejor a los efectos del olvido al hacerse más segura su
conservación.
b) Los engramas antiguos que en ninguna o en contadas oportunidades han sido evocados se van
debilitando y su recordación sufre las consecuencias del olvido.
c) Por lo tanto, los recuerdos más antiguos que han sido .evocados repetidas veces están mejor
conservados y menos expuestos a los efectos del olvido que los recientes menos evocados. En
efecto, ya lo hemos dicho, cada evocación refuerza la fijación y la conservación de los engramas.
d) Todo engrama intensamente fijado por la voluntad movida por el interés que el individuo tiene
en retener una noción o conocimiento determinado, está menos expuesto al olvido que otros fijados
superficialmente.
e) Cuando un engrama es provocado por una fuerte vivencia afectiva que determina una fijación
enérgica, se hace muy difícil su desaparición.
f) La fatiga física y psíquica provoca una insuficiencia orgánica, para la fijación, la que resulta débil
y el estímulo expuesto a la atenuación y gradual desaparición.
La ley de Ribot que se refiere a la conservación y al olvido de los engramas "mnemónicos se funda
en todos estos hechos y enuncia: "los engramas se van borrando desde los más recientes a los más
antiguos". Esta ley de amplia significación fisiológica, adquiere especial importancia en algunos
casos patológicos, como en la demencia senil.
Todo lo que perturba y dificulta la fijación y' la conservación, tanto en el orden fisiológico como
en el patológico, favorece el olvido; éste con sus altos y bajos ya que unos engramas se debilitan
más que otros, facilita la ordenación cronológica de los hechos más importantes de la vida,
contribuyendo así a formar la noción del tiempo transcurrido.