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6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado

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altruistas, faltan los afectos y la bondad cuyo florecimiento tiene lugar, precisamente, cuando la

emoción se intelectualiza para pasar al campo espiritual.

Llegamos así a la conclusión de que la personalidad perversa tiene su panorama afectivo,

pudiendo aceptarse la anestesia únicamente en lo que respecta a la bondad, a los afectos y a la

ética. De un modo general, el perverso sé caracteriza por su tendencia al daño, al mal y a la crueldad.

Esta personalidad debe ser considerada bajo dos aspectos diferentes, según haya o no caudal

intelectual.

Lo más frecuente es observar que la personalidad perversa se encuentra asociada a la oligofrenia.

Se insinúa desde muy temprana edad, mostrando los niños una particular tendencia a molestar y

hacer sufrir a los animales y a otros niños de su misma edad. El niño perverso se muestra

completamente insensible a las súplicas y muestras de dolor, lo que se explica por la carencia de

afectos y de bondad. Jamás experimenta afectos, aun cuando el medio familiar o ambiental pueda

ser pródigo en ellos; asimismo, su comportamiento lo hace incapaz de despertar afectos en otras

personas.

Hay que tener en cuenta que, en los casos en que se asocian perversidad y oligofrenia, los

individuos se hallan incapacitados para discernir entre el bien y el mal, de manera que se convierten

en verdaderos inadaptados sociales. Su actitud es siempre de hostilidad y agresión a la sociedad, no

encontrándose en ellos la más mínima manifestación del instinto gregario, cuya negación

constituyen. Efectivamente, está latente en ellos la agresión a la sociedad, el latrocinio, el crimen y

su inclinación a todas las formas de la delincuencia. No muestran ningún indicio de bondad, de

compasión o condolencia por los sufrimientos que ocasionan a otros seres, tanto a animales como

a semejantes; en cambio nos es dado observar que en todas sus manifestaciones se revela la

crueldad.

Distinto es el panorama cuando se trata de la personalidad perversa dotada de una capacidad

intelectual normal. En este caso, el comportamiento del perverso difiere del anterior porque la

inteligencia le permite la comprensión perfecta de lo que son las normas y leyes sociales, así como

de las buenas costumbres y la sana moral. Sabe que sus actos son censurables y punibles, por lo que

trata de ocultar y disimular sus impulsos hasta que, cuando la oportunidad se torna propicia, el mal

y la crueldad se desatan sin ninguna represión. Sin embargo, a pesar de su disimulo, estos perversos

traslucen su impasibilidad ante el sufrimiento de sus semejantes, su inmutabilidad ante las penas y

las alegrías de los demás, quienes no hallan nunca correspondencia; no se vislumbra en ellos ningún

afecto. No se perturban ante las críticas adversas determinadas por su comportamiento, todo

transcurre ante la mayor indiferencia y despreocupación; únicamente procuran la satisfacción de

sus deseos y la obtención del fin propuesto sin reparar en los medios. La ética, las buenas costumbres,

el honor y cuanto pueda significar sentimientos elevados y de superación espiritual, no hallan

eco en su alma. No existiendo bondad, no es posible hallar compasión, caridad ni amor al prójimo;

hay una total carencia de afectos, aún en el orden familiar. Los perversos son personas estériles y

perjudiciales en el sentido social; son enemigos de la sociedad, sobre la que hacen recaer su

crueldad y los oscuros designios de su personalidad fría y malvada en la que no germinó el amor.

Estas personalidades han sido denominadas por Schneider: fríos de alma, mientras que Kraepelin

los llamó: desalmados. Su actitud indiferente ante las situaciones humanas de mayor dramaticidad

los convierte en seres repudiables y repulsivos. (Locos morales de Ferri.)

6º) PERSONALIDAD HIPEREMOTIVA:

En la personalidad hiperemotiva, que responde a la "constitución emotiva" de Dupré, existe un

marcado predominio de la disposición emotividad, que es la capacidad reactiva emocional de cada

persona frente a las más variadas circunstancias que la vida le depara. Esa capacidad reactiva es

exquisita, más aún, extremadamente exagerada en la "constitución emotiva".

La característica fundamental de la personalidad hiperemotiva es su gran sensibilidad frente a

los estímulos, que le producen siempre una reacción emocional intensa. La reacción es exagerada y

desmedida con relación a la intensidad de la causa que desencadena la emoción, muy a menudo de

una apreciación insignificante. La personalidad hiperemotiva pues, tiene mayor receptividad que las

personas corrientes; en ellas, las emociones surgen con mayor facilidad, presentando

simultáneamente una intensa carga afectiva que les confiere mayor duración y repercusión general.

Parece existir un desequilibrio en los mecanismos psíquicos inhibidores que los incapacita para

frenar las descargas emocionales, provocan do algo así como un descenso del límite normal donde

se producen dichas descargas. Es una forma de inmadurez psíquica de la personalidad hiperemotiva,

debida a una particular fragilidad constitucional que le impide reaccionar adecuadamente ante los

estímulos determinantes de violentos estados emocionales.

Se descuenta por lo tanto que, en estas personas, se presentan con gran intensidad los

concomitantes orgánicos que acompañan siempre a las emociones. Entre las principales

manifestaciones se observan: 1) Una exaltación general de todos los reflejos, por una excitabilidad

particular del sistema nervioso. 2) Una frecuente hipersensibilidad cutánea, con una marcada

hiperestesia. 3) Numerosas manifestaciones somáticas en el orden neurovegetativo. Desde este

punto de vista son muy apreciables los espasmos a nivel de la musculatura lisa. Pagan tributo, en

primer término, los músculos lisos encargados de la motricidad de los órganos del aparato digestivo;

así se observan espasmos a nivel del esófago, del estómago y de los intestinos. Son de gran

importancia también, entre los trastornos neurovegetativos, los de orden vasomotor, como el

enrojecimiento y palidez faciales de acuerdo con el estado emocional imperante.

La observación permite afirmar que la personalidad hiperemotiva, en sus exacerbaciones, no

pasa de provocar estados neuróticos y de organoneurosis; en ocasiones pueden observarse cuadros

delirantes agudos de carácter reactivo.

El hiperemotivo presenta una gran predisposición a la angustia y a la ansiedad, que constituyen

emociones complejas que presentan un doble aspecto a considerar: el físico y el psíquico. En el

plano físico: a partir de un estímulo determinado se desencadena un intenso estado emocional; la

repercusión somática origina espasmos a nivel del tracto digestivo y trastornos vasomotores con

marcados espasmos vasculares, cuyo conjunto son las manifestaciones que subjetivamente

experimenta el individuo, culminando con la sensación de ahogo y constricción precordial hasta

finalizar con el llanto y la descarga ansiosa. Desde el punto de vista psíquico, las características

fundamentales de la angustia y la ansiedad son: temores inciertos e indefinidos, sensación de

amenaza oculta y numerosos presentimientos que conducen al desasosiego, a la intranquilidad e

inseguridad. Como consecuencia el hiperemotivo evita roces y huye de situaciones que puedan

significar una perturbación para su extremada sensibilidad.

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