6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado
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aportado por la memoria y la imaginación. En ella se hacen conscientes todos nuestros conocimientos,
todos nuestros estados afectivos bajo la forma de sentimientos y pasiones, y todos los
actos que condicionan nuestra conducta. Por lo tanto, la conciencia no es otra cosa que el registro
permanente de toda la existencia de la persona.
Si recordamos que el mundo de la actividad subconsciente, regido por los centros de la vida
vegetativa puede, en determinadas circunstancias, caer en el campo de lo consciente,
comprenderemos que en la conciencia no sólo se hace consciente la vida psicológica sino también
la vida orgánica. Estas experiencias son las que transmiten al hombre una perfecta noción del yo y
de su orientación tempero-espacial, por lo que, gracias a la conciencia, el hombre sabe que existe,
quién es, dónde está, qué momento vive, qué piensa, qué desea y qué hace.
Para terminar y antes de definir a la personalidad, corresponde destacar que el hombre no es
simplemente instinto y soma; constituye una entidad mucho más compleja. En efecto, por sobre lo
físico e instintivo existe algo mucho más elevado, de gran jerarquía y sutileza, que se revé- la en su
conciencia, en su razón y en su inteligencia; el hombre es, en definitiva, cuerpo, mente y espíritu.
Nuestro concepto definitivo de la personalidad lo expondremos en la siguiente definición:
"La personalidad humana es la resultante de una compleja conjunción de factores y disposiciones
que la herencia ancestral transmite a la especie, los que amalgamados a los caracteres somáticos
constituyen la unidad psicofísica sobre la que asienta la inteligencia, que la impulsa a la evolución
psíquicoespiritual, alcanzando, merced a la crítica y la razón, el ámbito de lo consciente, la
autoconducción y la autodeterminación".
PSICOPATOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Considerar a la personalidad humana desde el punto de vista de la psicopatología, presupone
tener en cuenta dos aspectos diferentes.
1º) En primer término consideramos todos los factores y disposiciones que, con sus variantes,
concurren a la integración de la personalidad, o sea todo lo concerniente a lo instintivo, lo
temperamental, lo caracterológico y ambiental, con el agregado de lo que atañe a la inteligencia.
No interesan, bajo este aspecto, las pequeñas variantes que individualizan y distinguen entre sí a las
personas, sino las grandes variantes que dan lugar a la formación de tipos patrones bien definidos,
que, sin llegar a ser netamente patológicos, tampoco encajan dentro de los límites de la normalidad.
A estos tipos debemos abarcarlos con la denominación general de: defectos constitucionales de la
personalidad; a ellos pertenecen las personalidades psicopáticas.
2º) En el segundo aspecto se consideran las alteraciones patológicas propiamente dichas de la
personalidad, las que pueden ser transitorias o producir modificaciones indelebles, pero que, en
todos los casos aparecen con caracteres inexistentes hasta el momento de su manifestación. Estas
modificaciones patológicas pueden darse en cualquier persona, tenga o no una característica
psicopática, es decir, que se trata de procesos patológicos de los que nadie se encuentra exento.
Reservamos para estos casos la denominación de "alteraciones patológicas de la personalidad".
Defectos constitucionales de la personalidad: personalidades psicopáticas
Corresponde aclarar, en primera instancia, que no existe, hasta ahora, ninguna clasificación
definitiva sobre las personalidades psicopáticas, al extremo de que cada autor tiene la suya propia.
En consecuencia, nosotros presentaremos sucesivamente, y por orden de importancia, las principales
personalidades psicopáticas por todos conocidas, nítidamente diferenciables e
inconfundibles en la gama infinita de las mismas. Por otra parte, aclaramos que estos tipos patrones
tampoco se encuentran en ab- soluto grado de pureza. Lo corriente es comprobar que, junto a un
determinado tipo patrón, interfieren y se superponen rasgos o caracteres que pertenecen a otros
tipos. De esta manera, las variantes se multiplican en forma exuberante haciendo imposible la
clasificación de todas ellas, tanto más si recordamos la gran importancia del caudal intelectual en el
sentido de imprimir innumerables matices a la personalidad.
A continuación estudiaremos las diversas personalidades psicopáticas, con especificación de los
rasgos que denuncian a cada una.
1º) PERSONALIDAD INSTINTIVA:
Las manifestaciones instintivas son, normalmente, propias de todas las personas, cualquiera sea
su grado de evolución. Pero, corrientemente, los actos instintivos predominan en los primeros años
de la vida, cuando recién se inicia la evolución del individuo, y en las personas que padecen una
detención del desarrollo psíquico. En estas últimas, la pobreza intelectual dificulta las inhibiciones
corticales, que en condiciones normales, someten a su elaboración y control a los actos instintivos.
Por obra de dichas inhibiciones, las manifestaciones del instinto son frenadas en sus reacciones
violentas; se suavizan, se moderan o transforman.
Sabemos que el instinto, con sus numerosas expresiones, tiene bajo su égida a todos los
mecanismos que rigen la vida subcortical o vegetativa, que vela por la integridad y conservación del
individuo y de la especie. Su forma de reaccionar es siempre automática, lo cual se explica porque
los mecanismos psicológicos y motores ya están perfectamente diferenciados desde el nacimiento.
Cuando el instinto desencadena su mecanismo con toda su violencia, sin la intervención psíquica
superior, su acción es conocida con el nombre de impulso o acto impulsivo.
Las personalidades en las que los actos impulsivos son irrefrenables e incontrolados son las que
llamamos: personalidades instintivas. Pertenecen a este grupo todas aquellas personas que tienen
cierto grado de insuficiencia en su evolución, y que, por su escaso vigor mental, se descontrolan con
suma facilidad. Descartamos de este grupo a los oligofrénicos profundos, que pertenecen al campo
de la patología. Los impulsos que padecen estas personalidades responden siempre a la
especificación del instinto; por esa razón son siempre iguales a sí mismos, lo que implica los mismos
movimientos, con el empleo de los mismos grupos musculares y, por ende, participando siempre
las mismas vías motoras.
Muchas veces ocurre, en estas personalidades, que el impulso no responde con exactitud a lo
que imponen las necesidades instintivas. El instinto se presenta, entonces, modificado en su esencia,
cambiado en sus actos específicos, empleando movimientos y vías motoras que no son las usuales,
por lo que los actos impulsivos resultan totalmente anómalos. Estas perturbaciones son las que se
conocen con el nombre de perversiones instintivas.