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6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado

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En este nuevo aspecto surgen en primer plano la inteligencia, verdadera esencia del hombre,

única capaz de jerarquizar a las funciones psíquicas superiores: conciencia, juicio, razón y creación,

que hacen del hombre el ser superior de la tierra.

No existe nada más abstracto que la inteligencia en el conglomerado de factores que concurren

a integrar la personalidad y que gravite en forma más destacada para dar un sello definitivo a la

misma. En efecto, cuando nos referimos a la inteligencia de un individuo determinado no nos es

posible desligarnos del concepto de personalidad. Nunca tendremos un concepto acabado de aquél

mientras no podamos aquilatar su caudal intelectual, de lo que deducimos que, si bien todo es de

un valor incalculable en la psique, la inteligencia es soberana sobre todos los factores que la

integran.

Por estas razones nuestro criterio nos inclina a pensar que la definición de la inteligencia engloba,

en parte, a la definición de la personalidad. Siguiendo a Stern podemos decir: "la inteligencia

permite la solución de cuanto problema o situación nueva se plantean al individuo". Agregaremos

que la inteligencia constituye un núcleo que se incrusta en la personalidad, con la que forma un todo

único y a la que modela con características particulares que le confieren individualidad. La

inteligencia impregna toda la psique, estimula la evolución del individuo que, poco a poco, supera

todos los planos hasta alcanzar los más elevados, a medida que se aleja de lo concreto y adquiere

mayor autonomía cuanto más aumenta su radio de acción. Merced a esa evolución es como la

personalidad humana llega a la conquista de la autoconducción y de la autodeterminación, porque

la inteligencia le confiere una comprensión y una crítica lógica, rectoras de una moral y una conducta

que facilitan su libre desplazamiento en el ámbito social.

La inteligencia interviene activamente en todas las manifestaciones de la vida superior o

espiritual del hombre, compenetrándose tan íntimamente que resulta imposible deslindar lo que es

la personalidad de lo que es la inteligencia, al extremo que pensamos que al decir: esta inteligencia,

decimos: "esta personalidad". Dicho con otras palabras, la inteligencia es la que nos facilita la vida

psíquica superior, porque involucra las tres capacidades que generan y rigen toda la vida psíquicoespiritual

del hombre: capacidad de comprensión, de crítica y de creación.

a) La comprensión nos permite la adquisición de los conocimientos, ya que antes de ser

asimilados deberán ser comprendidos, primer paso hacia la correcta elaboración intelectual. La

inteligencia hace entrar en actividad y se vale de funciones psíquicas como la atención, la

sensopercepción y la memoria para comprender. En realidad percibir es comprender. Merced a la

elaboración intelectual de la comprensión un objeto captado por la sensopercepción en su forma

adquiere, con los datos que por asociación aporta la memoria, los atributos o cualidades que sirven

para su individualización, con lo que se tendrá una idea o concepto definitivo del mismo. Así se va

integrando el capital cognoscitivo, tanto para las cosas concretas como para las abstractas.

La comprensión es un fenómeno intelectual complejo que sólo se lleva a cabo con la participación

y contribución de toda la psique. En efecto, la comprensión de un hecho o situación nueva sólo se

logra mediante la comparación con los elementos de nuestro conocimiento almacenado, proceso

que nos permite valorar lo nuevo al relacionarlo e identificarlo con el material anteriormente

asimilado.

b) Para lograr la correcta comprensión es necesaria la participación de otra de las

manifestaciones de la inteligencia: la capacidad de crítica.

El juicio o crítica actúa relacionando, identificando, comparando y valorando, lo que le permite

aceptar o rechazar cada uno de los conocimientos que son sometidos a su revisión y llegar a una

conclusión cabal entre los diversos conceptos. Como el juicio ordena y adapta los conocimientos

según la capacidad del individuo, el valor de los juicios se convierte también en una característica o

sello de la personalidad. Ésta es la razón por la que un conocimiento se nos muestra bajo distintos

aspectos, de acuerdo con los diversos juicios a que ha sido sometido; en efecto, es imposible

encontrar a dos personas con coincidencia total de juicios y pensamientos, de lo que resulta la

dificultad para obtener acuerdo entre los hombres.

En definitiva, todo el material del conocimiento, para ser asimilado, debe ser previamente

supervisado por el juicio que, al elaborarlo, conduce a su comprensión.

c) Finalmente, la inteligencia culmina por la capacidad de creación. La imaginación creadora es

una función psíquica superior; ella puede crear nuevos conceptos mediante el manejo de los

conocimientos que forman el acervo intelectual personal.

La creación interviene en todos los órdenes de la actividad humana, desde el juego de los niños

hasta las obras más grandiosas y los pensamientos más elevados del ingenio humano.

Como la comprensión, la creación tampoco trabaja independientemente, su íntima colaboradora

es la crítica que, al arribar a una conclusión, acepta o rechaza lo creado. La crítica se convierte por

ello en un elemento de primordial valor para la psique, puesto que controla no sólo aquello que

debe adquirirse desde el exterior, sino también lo que elabora la imaginación creadora.

A poco que nos detengamos a cotejar valores entre ambas formas de elaboraciones,

intelectuales: comprensión-crítica y creación Critica, se comprenderá la mayor importancia de la

segunda. La creación evidencia el vigor intelectual, patrimonio de cada individuo. Según sea ese

vigor, es decir, condicionada por los respectivos caudales intelectuales, la evolución de las personas

se detiene a distintos niveles. Esa variedad de valores se extiende desde las personalidades que sólo

están capacitadas para desempeñarse en los niveles más bajos, no pasando del plano de lo concreto,

hasta las capacidades para las creaciones geniales. La suma de todas estas capacidades nos

permitirá aquilatar el potencial intelectual del individuo.

Tras este breve estudio llegamos a la conclusión de que, en el aspecto psíquico-espiritual,

corresponde a la inteligencia dar caracteres definitivos a la personalidad. Mediante su actividad,

que rige todo el funcionalismo psíquico superior, el hombre penetra en el campo de la conciencia y

en el mundo de lo consciente.

La conciencia es la resultante de la actividad psíquica en cada instante de la vida; hace posible el

conocimiento de nuestra propia personalidad y del mundo que nos rodea. Gracias a ella tenemos

noción de una situación especialísima y muy personal que ha sido llamada: estado de conciencia.

Por ese estado somos conscientes de nuestra personalidad y de nuestra posición frente al mundo

en cada instante del acontecer psíquico.

El estado de conciencia es de extraordinaria y constante movilidad, jamás permanece estático,

debido, sobre todo, a las continuas modificaciones que produce la sensopercepción con sus

múltiples y variables captaciones durante la vigilia. Podríamos decir, para aclarar el concepto, que

la conciencia hace las veces de gabinete de trabajo de la psique; a ella llega para ser sometido a las

elaboraciones psíquicas pertinentes, todo el material recogido por la sensopercepción así como el

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