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6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado

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facilita la evolución del individuo, mediante los impulsos procedentes del núcleo instintivo activoafectivo,

gestor de todos los deseos, inclinaciones y tendencias de la personalidad.

Del análisis de lo expuesto surge nítidamente un doble aspecto de la personalidad: 1) El primer

aspecto está dado por todo aquello que el sujeto posee en potencia cuando nace, es decir lo

instintivo y temperamental exento de toda elaboración que lo modifique. Es lo que se conoce por

personalidad estática. 2) El segundo aspecto se evidencia cuando la misma personalidad inicia su

evolución dentro de la matriz social. Es lo que se ha llamado personalidad dinámica.

La trayectoria que el individuo efectúa en el medio social, es lo que el Prof. Gonzalo Bosch llamó

arco biológico evolutivo e involutivo de la personalidad humana. El recorrido de ese arco biológico

comienza con el nacimiento cuando el individuo, abandonando la matriz humana, pasa a la matriz

social; en su transcurso se suceden diversas etapas.

1º) La primera etapa abarca el período que corresponde a la primera y segunda infancia. Durante

ese tiempo el niño crece realizando el acopio de conocimientos, hasta donde se lo permita el grado

de desarrollo alcanzado y el caudal de su inteligencia.

2º) La segunda etapa corresponde a la pubertad y la juventud. Durante la misma continúa la

adquisición de conocimientos en gran escala, ya sea en el campo del estudio, como en el aprendizaje

de los oficios y tareas a que el hombre se dedique. No debemos olvidar que durante esta etapa

acontece un hecho de gran trascendencia y proyección en la vida de la personalidad: la iniciación de

la vida sexual por impulso de una nueva actividad de las glándulas genitales, con intensa repercusión

en la afectividad y la actividad general del ser. Durante las dos primeras etapas de la vida, la memoria

es la función intelectual que se muestra más activa. Esto se explica por la copiosa captación y fijación

del bagaje de conocimientos, de orden general primero y especializados después, según sean las

actividades hacia las que el individuo se incline.

3º) La tercera etapa corresponde a la edad adulta, cuya importancia reside en la reproducción y

perpetuación de la especie. Es, además, la época de la madurez psíquica que se traduce en una

fecunda producción intelectual y material y en el máximo rendimiento útil del individuo. En este

período la función intelectual de mayor actividad es la imaginación que participa de todas las

elaboraciones, ya sea en el campo intelectual puro como en todos los órdenes de la actividad

humana.

4º) La etapa del climaterio que a semejanza de la pubertad, constituye un período de transición.

Con él se inicia la curva descendente; al comienzo casi imperceptible va jalonando invariablemente

la marcha involutiva de la personalidad. Físicamente se inicia el apagamiento de la sexualidad que

se extinguirá en un plazo muy variable de una persona a otra. Simultáneamente, en el orden

psíquico se inicia el período del reposo espiritual y de la reflexión serena, sin que en ningún

momento se perciba déficit mental. A esta altura de la vida se alcanza la más completa madurez

psíquica par la suma de los conocimientos adquiridos y las experiencias pasadas en el transcurso de

la vida. El juicio es la función más activa.

5°) La última etapa del recorrido es la vejez. Decir vejez equivale a involución psíquica y física de

la personalidad, que progresa irremediablemente hasta la mue r *e del hombre el cual abandona la

"matriz social" para pasar a la matriz cósmica.

Además, debemos tener presente que, durante el transcurso de toda la existencia, la

personalidad se mantiene invariable, siempre igual a sí misma, a pesar de los cambios

caracterológicos que imprima la evolución y del deterioro físico que el andar del tiempo pueda

acarrear. La memoria es la que permite conservar esta integridad de la personalidad al establecer

el nexo entre el pasado y el presente. Es gracias a ella que el hombre mantiene la unidad y

continuidad de su pequeño mundo, sintiéndose siempre el mismo en cualquier momento de su

existencia.

Avanzando en nuestro estudio en busca de una acertada definición de la personalidad, repetimos

que somos conscientes de las dificultades con que se tropieza, pero confiamos en que, concretando

en una definición los conceptos vertidos, se podrá tener una noción más acabada de la esencia

misma del hombre.

Ante todo consideramos a la personalidad como la resultante de la conjunción de diversos

factores, que configuran distintos aspectos de la misma.

1º) El aspecto físico, en el que se involucran las características fisonómicas que la herencia

transmite al individuo más lo adquirido, en el orden somático, durante el transcurso de la existencia.

Estos caracteres permiten la individualización física de cada persona por rasgos particulares, que las

hacen inconfundibles entre sí. Como prueba de esta afirmación recordamos la identificación

personal por las impresiones digitales, cuya repetición aún no se ha dado.

2º) El aspecto -psíquico-anímico de la personalidad, proporcionado por el núcleo instintivo,

común a todos los hombres y trasmitido por la herencia filogenética.

De allí surge la primitiva fuente de la afectividad del individuo, fuente donde se vierten las

tendencias, inclinaciones, deseos y emociones que alimentan la vida afectiva y la conducta del

hombre. En ese punto se hace bien notorio el ensamble de lo físico con lo psíquico, debido a la activa

participación del fisiologismo somático que actuando sobre la fuente instintiva activo-afectiva le

imprime características particulares. Esto determina la creación de un estado afectivo de orden

general, a la manera de una pantalla panorámica receptora de los estímulos e impactos de la vida

de cada ser, y que al mismo tiempo, da el grado y carácter de la reacción que aquéllos provocan.

Esta influencia es recíproca; es factible comprobar la extraordinaria importancia que todo lo

psíquico tiene sobre lo somático, reciprocidad que obliga a admitir la correlación entre lo psíquico

y lo somático, asegurado por una doble corriente: la psicosomática y la somatopsíquica. En esta

correlación desempeña, indiscutiblemente, un papel de importancia el sistema vegetativo

neuroendocrino, que domina en este campo de la personalidad humana.

Como consecuencia de la compenetración psicofísica con todas sus correlaciones se establece el

humor o estado de ánimo habitual del individuo, lo que representa en última instancia el

temperamento, que no es otra cosa que el aspecto psíquico-anímico de la personalidad. Esta vida

anímica es regida por los centros nerviosos hipotalámicos que tienen bajo su dependencia la vida

de los órganos que aparece como una actividad subconsciente, pero que, en cualquier momento y

por diversas circunstancias, puede hacerse súbitamente consciente ocupando el campo de la

actividad psíquica superior.

3º) El tercer aspecto de la personalidad, el de mayor jerarquía, es el que llamaremos: psíquicoespiritual

y que concierne al plano espiritual.

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