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6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado

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5º) Delmás y Boíl señalan, además, la disposición que denominan sociabilidad. Estos autores

afirman que el exceso de sociabilidad coloca al individuo en el terreno de la ficción, surgiendo poco

a poco la tendencia al engaño, al embuste, a lo imaginativo y a la fabulación. Estos temperamentos

responden al tipo mitómano.

No discutimos la exactitud de lo que aseveran Delmás y Boíl; pero si admitimos que es verdad en

ciertos casos, también creemos que en otros, aun cuando exista exceso de sociabilidad, se requiere,

junto a esa disposición, determinado grado de fragilidad y pobreza mental, y juicios poco vigorosos

que permitan a la imaginación fraguar hechos y situaciones falsas. Prueba de ello es que existen

mitómanos en los que la sociabilidad es escasa.

El profesor argentino Gonzalo Bosch agrega dos disposiciones más a las establecidas por los

autores franceses; son la fatigabilidad y la cohesión.

6º) El exceso de la disposición fatigabilidad determina temperamentos fácilmente fatigables,

tanto psíquica como físicamente. Estos temperamentos responden al que Bosch denominó tipo

Hipofrénico-asténico.

7º) Cuando se halla en merma la disposición cohesión se tienen temperamentos que muestran

gran laxitud en los mecanismos normales de contención de la psique, con marcada» tendencia a la

escisión. Estos caracteres se observan en el tipo esquizoide que ya mencionamos.

Insistimos una vez más en que estos tipos temperamentales, la generalidad de las veces, no son

absolutamente puros. En efecto, en la formación del temperamento intervienen múltiples factores,

a los que se agregan caracteres propios de diferentes tipos temperamentales, lo que convierte en

ardua y compleja la tarea de ordenar en un casillero la gran variedad de temperamentos.

Ahora bien; a medida que el hombre realiza su evolución en el medio social, se multiplican

extraordinariamente las variantes individuales. Es decir que cada individuo con su base

temperamental debe ser considerado actuando dentro de la matriz, social. Es en el seno de la

sociedad donde se ve obligado a ajustarse a ciertas normas de conducta, reglas y leyes, que la

convivencia social impone y cuya transgresión significa severas sanciones y represiones. El hombre

con su temperamento, tal cual ha sido integrado por lo filogénico y lo constitucional, será sometido

a la obra de amasamiento y modelación mediante las inhibiciones sociales que, poco a poco,

suavizan la brusquedad de sus reacciones, con lo que se va transformando a medida que adquiere

nuevos matices.

Dicha transformación se opera gracias a la indispensable colaboración de la inteligencia, que se

convierte en el artífice de la evolución y progreso de la personalidad humana. A' la inteligencia le

debe el hombre su avance, allanando y superando paulatinamente todas las dificultades. Ella le

permite alejarse de lo material y concreto, hasta alcanzar planos psicológicos tanto más elevados

cuanto más se lo permite el caudal intelectual que posea. De esta manera el temperamento, por

obra de lo social y bajo el acicate de la inteligencia, se transforma en carácter o yo psicológico.

El carácter representa la manera de ser y reaccionar del individuo en el ambiente social donde la

vida lo haya llevado a actuar.

Desde que las definiciones son siempre engorrosas y difíciles, para fijar bien y aclarar los

conceptos consideraremos las diferencias entre instinto, temperamento y carácter, a la vez que

tendremos una visión de conjunto sobre la forma cómo se integra la personalidad.

Ya dijimos que el instinto o yo filogenético pertenece a la filogenia y es común a la especie, es

decir carente de individualización. Con el nacimiento y la iniciación del funcionalismo somático surge

el temperamento o lo fisiológico, con lo que se .origina Ja individualización; el temperamento

representa la manera de ser del individuo según la forma como reacciona el instinto de acuerdo con

las características somáticas. A su vez el carácter representa la forma de ser y reaccionar del

individuo dentro de la matriz social y de acuerdo con su capacidad intelectual; es decir que, el

carácter es la resultante de todo lo temperamental amoldado y sujeto a la nueva situación que la

sociedad le impone.

Por lo tanto, el temperamento es, por así decir, más rígido, toda su energía se manifiesta bajo la

forma impulsiva, que es la típica expresión del instinto. El carácter, en cambio, es mucho más sutil

en sus manifestaciones, de reacciones más suaves, desde que se hallan sujetas a la supervisión de

la inteligencia que las reprime enérgicamente. Por esta razón es que, cuanto más caudalosa sea la

inteligencia de la persona tanto más numerosos serán sus matices caracterológicos, que se

multiplican en el campo espiritual.

Paso a paso hemos seguido la forma como se integra la vida psicológica hasta adquirir el más

alto grado de individualización, que culmina con la noción de personalidad. La personalidad humana

constituye una totalidad, que resulta de la integración de diversos factores de diferente procedencia

que, por la conjunción de sus características, contribuyen a que la misma adquiera el más alto grado

de diferenciación. Cada uno de esos factores que integran a la personalidad, se suman, se

complementan y se compenetran entre sí, resultando de ello una unión indisoluble. Su separación

sólo se concibe con la desintegración y la muerte de la personalidad.

Gracias al extraordinario grado de individualización, cada persona es consciente de que

constituye una entidad inconfundible en el mundo en que vive y del que forma parte, pero, según

se lo transmite la noción de individuo, gozando de completa autonomía, con lo que se coloca frente

al mundo y no como involucrado en un todo común con él. Esta misma noción da, a cada persona,

conciencia de que es diferente de las demás, como asimismo de que las restantes personalidades

son diferentes entre sí, a pesar de las numerosas similitudes que existen entre ellas.

Los factores que confieren las características individuales son de dos órdenes: físicos y psíquicos.

En el orden físico hay que tener en cuenta a todos aquellos caracteres que permiten y facilitan la

identificación física de una persona, entre los que los rasgos fisonómicos se adjudican el papel de

mayor importancia. También los defectos físicos se deben tener en cuenta para establecer

características personales, ya sean defectos congénitos o adquiridos en el transcurso de la vida por

alteraciones patológicas o traumáticas que dejan rastros indelebles.

Los caracteres de orden psíquico son los que presentan mayor interés, desde que son los que

dan la expresión más acabada de la personalidad. Deben ser considerados, en este orden, todos los

elementos y rasgos de naturaleza psicológica que conocemos; todo lo instintivo que se amalgama

con lo temperamental para formar el núcleo primitivo sobre el que se afirma la personalidad

definitiva. Ésta se moldea en el ambiente social, adquiriendo la múltiple facetación caracterológica,

con tantas más variantes psicológicas cuanto' lo permita la capacidad intelectual. La inteligencia

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