6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado
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El instinto tiene bajo su dependencia todo lo concerniente a la conducción de la personalidad
dentro de los cauces biológicos normales. En forma inconsciente para el individuo, vigila el
funcionalismo orgánico al margen de todo control psíquico superior; se encuentra siempre alerta
para satisfacer las necesidades somáticas de la personalidad determinando, a tal fin, el impulso para
la ejecución de los movimientos que se traducen en el acto que satisface su mandato, eludiendo la
supervisión psíquica de la personalidad.
A través de sus numerosas manifestaciones el instinto se muestra siempre vigilante, atento al
cumplimiento de su única finalidad, preservación y conservación del individuo y de la especie.
Considerado bajo un aspecto estrictamente psicológico y filosófico, debe admitirse que
constituye un todo indivisible, a pesar de las múltiples formas con que se revela. Si el instinto tiene
como única finalidad la conservación de la especie, se convierte en el encargado/de atizar y
mantener activa la llama de-la vida en el individuo, debiendo reconocerse que se ensambla y se
identifica con la vida misma. Con otras palabras, hablar de instinto es hablar de vida.
Ésta es la razón que nos obliga a discrepar y rebatir la opinión de Freud cuando habla de: instinto
de la vida e instinto de la muerte. La sola enunciación de "instinto de la muerte" se halla en
contradicción con la esencia misma del instinto, que siempre representa la impulsión hacia la vida,
de donde, hablar de instinto de la vida resulta una redundancia. Además, cuando Freud considera
al instinto de la muerte como una modalidad agresiva dirigida hacia el exterior, nos parece tratarse
simplemente de una perturbación del instinto gregario. Éste es inhibido por intensos estados
emocionales, generalmente coléricos, que conducen a la agresión y al homicidio. La resultante no
es consecuencia de un impulso instintivo de muerte, sino una respuesta al verdadero instinto de
conservación del que agrede, que así se comporta para prevalecer y sobrevivir.
Cuando el autor hace referencia a este instinto dirigido contra el individuo mismo, y que culmina
con la destrucción de la misma vida, nos parece que corresponde a lo que Fierre Janet llamó:
sentimiento catastrófico. Este sentimiento frecuente en los melancólicos, es resultado de una
perturbación instintiva por exaltación emocional displacentera, que anula a tal punto el deseo de
vivir que llega a la desaparición del instinto de conservación del individuo. Así culminan las vivencias
intensamente des-placenteras que embargan a la personalidad, la cual termina por verse convertida
en una ruina y en una carga para los demás; con esto germina la idea de suicidio que obedece a un
fin altruista y a favor del instinto gregario o social.
Después de estas consideraciones sólo podemos afirmar que el instinto es indivisible y que no
cabe otra denominación que la de instinto de conservación. Sin embargo, con un criterio práctico,
conviene efectuar una clasificación del instinto, teniendo en cuenta para ello los caracteres más
salientes que diferencian a sus diversas manifestaciones.
En las numerosas clasificaciones efectuadas se consideraron infinidad de detalles que han
contribuido a multiplicar grandemente las subdivisiones del instinto. Pero, como se trata en realidad
de aclarar conceptos y simplificar, nos atendremos a una clasificación que sólo tenga en cuenta las
tres formas principales de sus manifestaciones. Tales son:
1º) Instinto de Nutrición.
2º) Instinto Sexual o de Reproducción.
3º) Instinto Gregario o Social.
1º) Instinto de nutrición: Constituye una de las manifestaciones más palmarias del instinto de
conservación relacionado con la imperiosa necesidad de ingerir alimentos. Necesidad que se halla
condicionada por estímulos fisiológicos como el apetito, el hambre y la sed, así como por todos
aquellos mecanismos que intervienen en la adquisición e ingestión de los alimentos.
En el estado actual de la sociedad, dada la facilidad con que se obtienen los alimentos, es muy
difícil que se pongan en evidencia las manifestaciones intensas y ruidosas del instinto de nutrición.
Únicamente se ha visto surgir este instinto con toda su crudeza en las épocas de penurias y de
hambre que han debido soportar algunos pueblos, provocando en los hombres la necesidad de
luchar para obtener su sustento.
Consecuencia de la facilidad señalada es que, cuando en una persona se manifiesta
intensamente, el instinto de nutrición aparezca modificado en su forma. Esta modificación da lugar
a la aparición del llamado instinto de propiedad, con la tendencia a atesorar y guardar para sí; manifestación
evidente del deseo de bienestar y previsión para el futuro con que se revela el instinto de
conservación del individuo.
2º) Instinto sexual o de reproducción: La forma sexual del instinto es la más vigorosa de cuantas
se conocen. Consiste en la imperiosa necesidad de buscar al sexo opuesto, obedeciendo al mandato
ancestral de perpetuarse por medio de la procreación. Nuevamente se manifiesta el instinto de
conservación bajo la forma de "conservación de la especie". Esto último constituye la razón del gran
vigor e intensidad de sus reacciones.
3º) Instinto gregario o social: La forma gregaria o social del instinto se manifiesta por la tendencia
que mueve a los hombres a constituir agrupaciones, conviviendo en sociedad.
Desde tiempo inmemorial los hombres se han reunido en familias, tribus, pueblos y naciones
mancomunando, en esa forma, sus esfuerzos para defenderse de las inclemencias de la naturaleza
y de los ataques de otros hombres. Se trata pues de una nueva manifestación del instinto de
conservación, desde que la convivencia en sociedad asegura la defensa individual y colectiva.
Por estas manifestaciones el instinto busca satisfacer las necesidades que aseguran la
supervivencia y conservación de la personalidad somática: por intermedio de la sed reclama la
necesidad de líquidos; la necesidad de ingerir alimentos está .asegurada por estímulos vigorosos
comp el apetito y el hambre; la necesidad de reparar los estados de fatiga, mediante los mecanismos
que estimulan el sueño. De la misma manera, hallaremos numerosos estímulos fisiológicos que, en
una u otra forma, tratan de preservar o reparar las energías necesarias para fortalecer y conservar
la vitalidad física del individuo. El instinto de conservación es siempre el que prima.
Pero no termina aquí la misión del instinto; esos numerosos estímulos que nacen a nivel de las
más variadas regiones de la economía humana originan, además de las reacciones naturales que
provocan las respuestas a las necesidades de la máquina humana, una serie de vivencias afines con
dichas reacciones. Estas vivencias tendrán un contenido agradable o desagradable según el grado
de satisfacción o insatisfacción de las necesidades vitales, como también según la facilidad con que
se las asegure o los impedimentos que puedan oponerse a tales fines.