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Memoria y Resistencia: abuso policial en México

Vivimos en una invisibilización mediática, política y social. Por ello, la Red Tapatía de Revistas y Fanzines Literarias (RTRFL) nos dimos a la tarea de abrir la convocatoria Memoria y Resistencia, un llamado a los ciudadanos y ciudadanas a denunciar los abusos policiales a través del arte como forma de protesta. En este fanzine se reúnen diferentes visiones de un mismo fenómeno. Hemos seleccionado material escrito, de divulgación y literario; discursos visuales, testimonios presentes en redes sociales. Para descargar el PDF, copia y pega el siguiente link en la barra del buscador: https://drive.google.com/file/d/1r4m6J87Dv30-CFYg25YygwThVPV6hDYW/view?usp=sharing

Vivimos en una invisibilización mediática, política y social. Por ello, la Red Tapatía de Revistas y Fanzines Literarias (RTRFL) nos dimos a la tarea de abrir la convocatoria Memoria y Resistencia, un llamado a los ciudadanos y ciudadanas a denunciar los abusos policiales a través del arte como forma de protesta. En este fanzine se reúnen diferentes visiones de un mismo fenómeno. Hemos seleccionado material escrito, de divulgación y literario; discursos visuales, testimonios presentes en redes sociales. Para descargar el PDF, copia y pega el siguiente link en la barra del buscador: https://drive.google.com/file/d/1r4m6J87Dv30-CFYg25YygwThVPV6hDYW/view?usp=sharing

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Sin percatarme de la presencia de dos tipos justo en la entrada de la

puerta del restaurante, tomé el banderín sin pensarlo, y ellos de inmediato me

sometieron. Pedí una disculpa al darme cuenta que eran la seguridad del lugar,

pero mis explicaciones parecieron inaudibles a sus hoscos tratos, les pedí que

me soltaran, que yo era comensal de dicho lugar y que mi padre llegaría en un

momento pues se encontraba pagando la cuenta. Me tiraron al piso. Comencé

entonces a gritar cual era la causa de dichas agresiones a mi físico. Uno de

ellos me puso un pie sobre la cara. Para entonces la gente ya empezaba a

arremolinarse frente al restaurante, y oí la voz de mi padre.

–¿Qué está pasando? ¡Suéltenlo! ¡Es mi hijo!

En eso, patrullas. No podía ver nada, la suela del zapato áspero me

arañaba la cara y al intentar removerme el dolor agudo de los huesos de mi

cara con el choque del asfalto se intensificaban. La voz de mi padre se notaba

desesperada, angustiada y terriblemente indignada. Un policía habló, no fue

nada conciliador, al contrario.

–Nos han notificado sobre disturbios en esta zona, así que yo le

recomiendo que baje la voz, si no quiere más problemas.

–¿Cuales disturbios? estoy saliendo del restaurante con mi hijo y mi

mujer y estos tipos someten a mi hijo y no me dan explicación ni dejan que

él se explique.

De repente, la orden. Esa frase imperativa que hiela mi sangre, y

seguramente la de papá. Luego el llanto de mamá, lo reconozco.

–¡Que se calle! Deténgame a estos dos también.

Sigo sin observar lo que pasa, pero ahora oigo la desesperación

de mamá y el reclamo incansable de papá. Luego un golpe seco, como un

48 - Narrativa

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