Memoria y Resistencia: abuso policial en México
Vivimos en una invisibilización mediática, política y social. Por ello, la Red Tapatía de Revistas y Fanzines Literarias (RTRFL) nos dimos a la tarea de abrir la convocatoria Memoria y Resistencia, un llamado a los ciudadanos y ciudadanas a denunciar los abusos policiales a través del arte como forma de protesta. En este fanzine se reúnen diferentes visiones de un mismo fenómeno. Hemos seleccionado material escrito, de divulgación y literario; discursos visuales, testimonios presentes en redes sociales. Para descargar el PDF, copia y pega el siguiente link en la barra del buscador: https://drive.google.com/file/d/1r4m6J87Dv30-CFYg25YygwThVPV6hDYW/view?usp=sharing Vivimos en una invisibilización mediática, política y social. Por ello, la Red Tapatía de Revistas y Fanzines Literarias (RTRFL) nos dimos a la tarea de abrir la convocatoria Memoria y Resistencia, un llamado a los ciudadanos y ciudadanas a denunciar los abusos policiales a través del arte como forma de protesta. En este fanzine se reúnen diferentes visiones de un mismo fenómeno. Hemos seleccionado material escrito, de divulgación y literario; discursos visuales, testimonios presentes en redes sociales. Para descargar el PDF, copia y pega el siguiente link en la barra del buscador: https://drive.google.com/file/d/1r4m6J87Dv30-CFYg25YygwThVPV6hDYW/view?usp=sharing
46 - FotografíaPastel de cómic en 3DLADA cake shopZaira, 23 añosGuadalajara, Jalisco
Hoy papá ha muertoRoxana Aguilar, ChiapasHoy, papá ha muerto. No, en realidad fue asesinado. La policía lo mató. Dicenque fue un malentendido. Yo lo llamo asesinato a sangre fría. Papá no deberíaestar muerto. Papá debería estar acostado ahora mismo en aquel viejo reposetde la sala viendo el resumen del partido. Papá debería estar vivo y no en unafría morgue esperando los trámites para reclamarlo.Pero, ¿cómo empezó esta tragedia? Como todo lo que ocurre enMéxico: de la nada y sin sentido, en una vorágine de acciones repentinas quete asfixian hasta matarte. Es como si al azar, la vida de las personas fueratirada en suerte para ver de qué forma estrepitosa, violenta y extraña te tocamorir. Esta vez fue papá.Papá, mamá y yo habíamos decidido ir a la final del partido, Tigrescontra Monterrey. Papá era aficionado, y un día después del partido cumpliríaaños, mamá y yo decidimos festejarlo así.No habíamos tenido una reunión familiar más cordial y afable queaquella visita al estadio: hablábamos, bebíamos, reíamos, cantábamos las porrasque victoriosas todos coreaban; Monterrey se alzaba campeón del torneo, laalegría de papá era evidente, y mamá y yo estábamos satisfechos, el regalohabía sido un éxito.El partido terminó, papá estaba emotivo, desbordante de satisfacción,no paraba de abrazarme, palmear la espalda y besar a mamá, el día era pleno.No hacía falta nada. Entramos a un restaurante cercano al estadio, comimostranquilamente, la charla de sobremesa derivó en mis aspiraciones de irmea una maestría a Ciudad de México, y posiblemente entrar a un despacho atrabajar de manera seria. Pedimos la cuenta. Mamá fue al baño, papá esperabaal mesero y yo me adelanté a la salida, deseaba fumar un cigarro para aquellode la digestión, la emoción del gran día aún estaba a flor de piel, y al salir a lacalle noté aún el alboroto del triunfo que corría por ella, un grupo de jóvenespasó junto a mí tocando el claxon y agitando la bandera de Monterrey, y yoen un ataque de travesura pueril tomé una de las banderas que adornabanel restaurante y la ondeé en forma de complicidad con aquellos muchachossimilares a mí.Narrativa - 47
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Hoy papá ha muerto
Roxana Aguilar, Chiapas
Hoy, papá ha muerto. No, en realidad fue asesinado. La policía lo mató. Dicen
que fue un malentendido. Yo lo llamo asesinato a sangre fría. Papá no debería
estar muerto. Papá debería estar acostado ahora mismo en aquel viejo reposet
de la sala viendo el resumen del partido. Papá debería estar vivo y no en una
fría morgue esperando los trámites para reclamarlo.
Pero, ¿cómo empezó esta tragedia? Como todo lo que ocurre en
México: de la nada y sin sentido, en una vorágine de acciones repentinas que
te asfixian hasta matarte. Es como si al azar, la vida de las personas fuera
tirada en suerte para ver de qué forma estrepitosa, violenta y extraña te toca
morir. Esta vez fue papá.
Papá, mamá y yo habíamos decidido ir a la final del partido, Tigres
contra Monterrey. Papá era aficionado, y un día después del partido cumpliría
años, mamá y yo decidimos festejarlo así.
No habíamos tenido una reunión familiar más cordial y afable que
aquella visita al estadio: hablábamos, bebíamos, reíamos, cantábamos las porras
que victoriosas todos coreaban; Monterrey se alzaba campeón del torneo, la
alegría de papá era evidente, y mamá y yo estábamos satisfechos, el regalo
había sido un éxito.
El partido terminó, papá estaba emotivo, desbordante de satisfacción,
no paraba de abrazarme, palmear la espalda y besar a mamá, el día era pleno.
No hacía falta nada. Entramos a un restaurante cercano al estadio, comimos
tranquilamente, la charla de sobremesa derivó en mis aspiraciones de irme
a una maestría a Ciudad de México, y posiblemente entrar a un despacho a
trabajar de manera seria. Pedimos la cuenta. Mamá fue al baño, papá esperaba
al mesero y yo me adelanté a la salida, deseaba fumar un cigarro para aquello
de la digestión, la emoción del gran día aún estaba a flor de piel, y al salir a la
calle noté aún el alboroto del triunfo que corría por ella, un grupo de jóvenes
pasó junto a mí tocando el claxon y agitando la bandera de Monterrey, y yo
en un ataque de travesura pueril tomé una de las banderas que adornaban
el restaurante y la ondeé en forma de complicidad con aquellos muchachos
similares a mí.
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