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12 SANTO DOMINGO, RD. DOMINGO <strong>23</strong> DE AGOSTO DE <strong>2020</strong><br />
La República<br />
Lecturas de domingo<br />
Enfoque El dedo en el gatillo<br />
Recursos: En la mente de los literatos fluyen aventuras, desenfados, pasiones, extrañezas, delirios<br />
de grandeza y un afán incontrolable de subir a la barca de la eternidad. Para bien o para mal, esos<br />
sentimientos son indetenibles.<br />
Las historias sin finales felices<br />
LUIS BEIRO<br />
Editor de Lecturas de domingo<br />
Un afamado editor<br />
extranjero fue invitado<br />
a un evento en<br />
la República Dominicana.<br />
Su llegada y<br />
estancia provocaron las acostumbradas<br />
lambonerías. Según algunos,<br />
saludarlo podría llevar al paraíso.<br />
Y el hombre se dio cuenta. Y<br />
fue esquivo, parco e hipócrita.<br />
Un amigo entrañable le sirvió<br />
de edecán. El editor exigió su<br />
compañía a cenas, conferencias,<br />
aplacar el espejismo insular.<br />
Un alto funcionario cultural le<br />
obsequió dos fundas repletas de<br />
libros de autores dominicanos,<br />
con la esperanza de que algunos<br />
vieran la luz bajo sello foráneo.<br />
El editor así lo prometió y al<br />
marcharse, guardó las supuestas<br />
joyas bibliográficas en el maletero<br />
del vehículo, y ya en camino a<br />
la embajada, le dijo al amigo.<br />
-Quédate con todo eso. No los<br />
quiero.<br />
El amigo lo miró asombrado:<br />
-Sé que es una carga pesada.<br />
Si quieres, te los envío por valija<br />
diplomática –le ofreció una posible<br />
solución.<br />
-No. No vale la pena.<br />
Las fundas, repletas de obras<br />
literarias dominicanas, quedaron<br />
en el baúl del auto a merced<br />
de un chofer que todavía no ha<br />
explicado el uso que les dio.<br />
Esta historia real, sin nombres<br />
ni fechas, me enseñó determinadas<br />
claves para entender el carácter<br />
atípico de la literatura y a<br />
agudeza circunstancial de aquellos<br />
editores signados como lumbreras.<br />
Hay formas mucho más sofisticadas<br />
para cercenar la literatura<br />
que la simple quema de<br />
libros. El impedimento de entrada<br />
a un país, los decomisos,<br />
las expropiaciones o el silencio<br />
autoral, son acciones concurrentes.<br />
Los autores isleños siempre<br />
seremos platos de segunda<br />
mesa. Nuestras creaciones<br />
librescas solo saldrán de la esfera<br />
insular a papeletazo limpio,<br />
o en yolas de mala muerte.<br />
TARDE O TEMPRANO<br />
LOS PREMIADOS CON<br />
EL NOBEL, CERVANTES<br />
Y DE ASTURIAS, JUNTO<br />
LOS MALOGRADOS<br />
LETRADOS LATINOS SE<br />
UNIRÁN BAJO TIERRA<br />
AL IGUAL QUE SUS<br />
PAPELES IMPRESOS EN<br />
TINTA.<br />
Cada país protege primero a sus<br />
figuras. El editor invierte la mayoría<br />
de su capital en obras locales.<br />
Salvo excepciones, el negocio<br />
del libro no debe contemplar<br />
autores de otras latitudes.<br />
Voy a poner el ejemplo de un<br />
agran país y no quiero que se<br />
mal interprete. Durante el siglo<br />
XX, París abrió sus puertas a las<br />
letras mundiales. Los nombres<br />
de César Vallejo, Pablo Neruda,<br />
René Depestre, Jacques Romain,<br />
Gonzalo Rojas, Carlos<br />
Fuentes, Octavio Paz, Carlos Pellicer,<br />
Gabriel García Márquez,<br />
Miguel Ángel Asturias y Alejo<br />
Carpentier resonaron en el Sena.<br />
Muchos llegaron en visitas literarias,<br />
congresos, estadías pasajeras<br />
o misiones diplomáticas.<br />
Otros lo hicieron con boleto en<br />
mano, buhardilla mugrienta de<br />
alquiler y ayuno perenne. A pesar<br />
de la bondad gala, todos eran vistos<br />
con recelo, incluso, en tertulias<br />
intelectuales.<br />
Tirios y troyanos estaban marcados,<br />
como le hacían a los potros<br />
con un hierro ardiente.<br />
1)La siempre impresionante<br />
torre Eiffel, símbolo de París.<br />
2) El Empire State, en la ciudad<br />
de Nueva York, fue por muchos<br />
años, el edificio más alto del<br />
mundo.<br />
En caldos se cuecen habas, pero<br />
pocos pueden negar que para un<br />
latino, llegar a París, fuera como<br />
fuera, era un sueño dorado. Para<br />
entonces ser escritor con ideas de<br />
izquierdas era un pasaje de ida.<br />
Estas reflexiones relativas pueden<br />
tener sonadas excepciones.<br />
Pero ciertas certezas las hacen<br />
creíbles: Tarde o temprano los<br />
premiados con el Nobel, Cervantes<br />
y de Asturias, junto a los malogrados<br />
letrados latinos se unirán<br />
bajo tierra al igual que sus papeles<br />
impresos en tinta.<br />
En el ejército aprendí a no disparar<br />
a nadie de mi misma tropa,<br />
a no ser por un delito de alta traición.<br />
Me enseñaron que todo merece<br />
perdón, salvo quien roba o<br />
traiciona.<br />
En la mente de los literatos fluyen<br />
aventuras, desenfados, pasio-<br />
nes, delirios de grandeza y un afán<br />
incontrolable de navegar en la barca<br />
de la eternidad.<br />
La nostalgia parisina luce zigzagueante,<br />
al igual que mi pasión por<br />
historias sin finales felices.<br />
Norteamérica tampoco es la<br />
excepción. Miguel Donoso publico<br />
una novela desgarradora<br />
que no podré olvidar. “Donde<br />
van a morir los elefantes” (1985)<br />
recrea ese portentoso y descontrolado<br />
afán de los intelectuales<br />
que van a Norteamérica no solo<br />
a sobrevivir, sino en busca de reconstruir<br />
su vida y buscar un reconocimiento<br />
negado en la tierra<br />
que los vio nacer. El personaje de<br />
Gustavo Zuleta descubre un país<br />
de contrastes, envidias y resentimientos<br />
donde los emigrantes<br />
deben cumplir estrictas exigencias<br />
burocráticas y adaptarse a<br />
ellas. Aquel territorio tampoco<br />
inclinará la frente al aporte extranjero.<br />
Por eso entiendo el nacionalismo<br />
de José Martí cuando escribió:<br />
“Dos patrias tengo yo: Cuba y la<br />
noche. ¿O son una las dos?