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Manual Práctico de Medicina Estética

Conocemos siete cepas diferentes de toxina

botulínica: A, B, C l, D, E, F y G, que, aunque

son biológica y antigénicamente diferentes,

comparten algunas características similares,

como su origen bacteriano, la similitud

en sus pesos moleculares y la capacidad

que poseen de bloquear la liberación de

acetilcolina en las terminaciones nerviosas

colinérgicas.

Sin embargo, las únicas que se producen

comercialmente son la A y la B, lo cual se

debe a que se ha demostrado que producen

una fuerte acción de parálisis muscular con

un mayor tiempo de acción terapéutica.

La toxina botulínica A está constituida

por un polipéptido conformado por una

cadena ligera y otra pesada unidas por un

puente disulfuro, y se encuentra asociada a

otras proteínas no neurotoxinas que juegan

un importante papel en la estabilización de

la molécula.

Siendo este un elemento antigénicamente

activo, tiene la posibilidad de desarrollar

anticuerpos, sobre todo teniendo en

cuenta que la mayoría de las patologías y

tratamientos cosméticos para los que se la

utiliza requieren de inyecciones repetidas

durante muchos años.

Entre las situaciones que debemos tomar en

cuenta para evitar o retardar la aparición

de anticuerpos se halla la determinación

de dosis adecuadas para restringir de esta

forma las grandes dosis, no reaplicar el

tratamiento en intervalos cortos de tiempo

(menores a 90 días), tener vigilancia sobre

el uso concomitante de la toxina con otros

fármacos que puedan alterar su acción y

provocar como consecuencia la aparición

de actividad inmunológica.

En relación con las expectativas del paciente

debemos advertir que los resultados

se comienzan a observar a las 72 horas

después de la aplicación y se irán haciendo

más evidentes pasados 7 días, momento en

el cual el médico debe valorar el efecto y

realizar el retoque que sea necesario con el

uso de muy pequeñas unidades.

De allí la duración y permanencia del

tratamientos son variables, en el caso de

la primera inyección puede establecerse

entre 4 a 6 meses; sin embargo, en algunos

casos para las siguientes aplicaciones el

resultado puede mantenerse entre 6 y 8

meses aproximadamente.

Entre las contraindicaciones del uso de

esta sustancia tenemos fundamentalmente

las enfermedades neuromusculares, tales

como la miastenia gravis y el síndrome de

Lambert-Eaton, entre otras. Se debe prestar

especial importancia a no administrar

toxina botulínica cuando el paciente

esté recibiendo fármacos que alteren la

transmisión neuromuscular mediada por

el neurotransmisor acetilcolina, tales como

aminoglucósidos, que bloquean los canales

de calcio en la terminación colinérgica. La

cloroquina y la hidroxicloroquina actúan

impidiendo el inicio de la acción de la

toxina mediante un mecanismo que aún

no se conoce con claridad, pero que podría

radicar en la inhibición de la unión del

complejo toxina al axón terminal o en su

internalización intracitoplasmática.

Los fármacos que tienen la capacidad de

incrementar la concentración de calcio a

nivel intracelular, como los digitálicos

por ejemplo, pueden antagonizar los

efectos de la toxina en las primeras fases.

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