Petisa. Amor, pasión y lucha
Las historias de vida en primera persona conforman un relato excepcional. No hay espectador más firme y fiel ni duradero que la propia protagonista. Esta historia es la suma de muchas historias, de muchos momentos históricos, de varios continentes, varios países. Pero también la suma de la interacción con miles de personas y de las opciones que María Esther Francia tomó durante su vida. Revoluciones, cárceles y exilios; amores y desamores; encuentros y desencuentros fueron tejiendo un relato expuesto con crudeza, realismo y ternura. Es una historia desde el llano que nunca buscó protaganismos, pero que encontró su propio camino. En este libro María Esther Francia cuenta su propia historia, sin censura, como solo la protagonista puede hacerlo.
Las historias de vida en primera persona conforman un relato excepcional. No hay espectador más firme y fiel ni duradero que la propia protagonista. Esta historia es la suma de muchas historias, de muchos momentos históricos, de varios continentes, varios países. Pero también la suma de la interacción con miles de personas y de las opciones que María Esther Francia tomó durante su vida. Revoluciones, cárceles y exilios; amores y desamores; encuentros y desencuentros fueron tejiendo un relato expuesto con crudeza, realismo y ternura. Es una historia desde el llano que nunca buscó protaganismos, pero que encontró su propio camino. En este libro María Esther Francia cuenta su propia historia, sin censura, como solo la protagonista puede hacerlo.
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Petisa
Amor, pasión y lucha
María Esther Francia
2 Petisa
Petisa
Amor, pasión y lucha
María Esther Francia
Dedicado a mis hijos, Eric y Fernando Francia,
por haberme acompañado con entusiasmo en
mis diferentes caminos y ayudarme a ser una
mejor persona.
Petisa
Amor, pasión y lucha
Primera edición 2001
Segunda edición 2016
Tercera edición ampliada, 2020
© María Esther Francia, 2001-2020
Realización gráfica: Fernando Francia (cosmovisiones.com)
Portada: María Esther Francia, foto de archivo familiar, Suecia, 1979
Edición: Giorgos Katsavavakis y Fernando Francia
Contacto con la autora: María Esther Francia, mefrancia66@gmail.com
www.cosmovisiones.com/go-telling
Una producción de
Indice
Preámbulo 7
¿Qué pasaba en aquellos años? 11
Introducción
El mes de los jazmines 13
Capítulo 1
Y si muero en combate... 19
El Ché 24
Ocho de octubre de 1969 26
Dieciocho años 27
Mi abuelo en Salto 28
No hubo despedida 32
Capítulo 2
Salto Grande y mi hermano Pepe 43
El gaucho del asfalto 50
Capítulo 3
La lucha armada 53
El vestido de novia 61
Ni patriarcado ni matriarcado 74
El “Polaco” 79
La luz de los principios 83
La lucha por ser mejores 88
La doble cárcel de Amatista 89
Anciana iroquesa habla 90
La cédula de identidad 92
Juan Carlos 92
Mi hijo Eric Ernesto 94
Capítulo 4
Espinas en las rosas 99
Petisa 7
Capítulo 5
Las dulces guerreras sin coraza 119
La visita de Eric 121
El nacimiento de Fernando Mauricio 125
Veinticinco madres, veinticinco bebés 129
Desde la carcel 137
Capítulo 6
Un largo exilio 147
Nacho 148
ACNUR 152
Camino al exilio sueco 153
Un reencuentro 161
Las sustancias 163
Cambio de rumbo 166
El temblor 169
Cabo San Lucas 177
La celebración de la muerte 184
La marcha del Color de la Tierra 186
Capítulo 7
El regreso 189
Teatro juvenil 193
El trabajo sindical 201
Mono de fuego 204
La pintura 207
Irene, mi heroína 209
La Comunidad 212
Capítulo 8
En busca de una casa 217
Leonardo 220
Danilo 228
Capítulo 9
Espiritualidad indígena 231
El valor de las palabras 242
Costa Rica 243
Guatemala 246
Piriguazú 247
Capítulo 10
Preparación de un sueño 253
8 Petisa
Preámbulo
El más bello de los mares
es aquel que no hemos visto.
La más hermosa criatura aún no ha nacido.
Nuestros días más bellos
son los que no hemos vivido.
Y lo mejor que tengo para decirte
aún no te lo he dicho.
Nazim Iskmet
Petisa me decían mis compañeros y compañeras
cuando en los años sesenta, en Uruguay, militaba en
el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros
(mln). Se dio así naturalmente, a pesar de que ya tenía
asignado otro nombre.
Mi físico pequeño y de aspecto algo frágil acompañaban
el apodo. El mismo físico que en momentos de apremio
también confabulaba a mi favor.
Cuando conspirábamos debíamos mantener el anonimato
por razones de seguridad, es así que buscábamos sobrenombres
que fueran de uso corriente y no llamaran la
atención.
Con Alfredo, quien fue mi esposo y compañero de lucha,
éramos el Flaco y la Petisa.
Años más tarde, ya en los setenta, en situaciones totalmente
distintas, en Suecia, mi condición de “petisa” o mi
“fisic du roll” hizo que en el Teatro Popular Latinoamericano,
dirigido por el actor y director Hugo Alvarez, me
Petisa 9
eligiera para hacer el papel protagónico de una obra de
teatro. Fue emocionante interpretar a “Pepe”, un niño que
vendía pastillas por la calle; una gran experiencia. Allí me
eduqué como actriz y fui parte del elenco estable hasta mi
partida hacia México en el año 1980.
Ya en tierras latinoamericanas, el adjetivo de petisa se
cambiaría por “chaparrita”, pero cuando hubo que pensar
en un nombre para la cafetería que montamos en Cabo
San Lucas, Baja California Sur, surgió nuevamente el
nombre de “Petisa”, por varias razones: el cariño que le
tenía y porque era un mensaje especial, un guiño para las
personas, turistas que provenían desde el sur es decir, del
Río de la Plata y, claro, porque yo seguía siendo la petisa.
Hoy por hoy me sigo encontrando con viejos compañeros
y compañeras que en media calle me gritan:
– ¡Petisa!
Y sigo dando media vuelta, como reconociéndome en
ese sobrenombre y ese adjetivo que me ha acompañado
desde siempre.
Ya en esta segunda década del siglo xxi, el entonces
presidente de Uruguay José Mujica me identificó en una
muchedumbre. ¡Petisa!, exclamó, y me dio un beso en la
frente.
Y así es que se metió ese apodo en mí, que me representa
y me identifica... Voilá une femme Petite!
10 Petisa
§ § §
Hablar de una misma es muy difícil porque
existe en nuestra forma de ser algo que lo impide.
Hay que romper con la modestia, o hacer como
hacen algunos escritores y escritoras: inventar personajes
para poder hablar de ellos mismos.
En nuestra cultura no se ve bien hablar de una misma.
Se cree perder la objetividad, y no hay garantías para la
objetividad de nadie. Cada persona se guía por sus propias
emociones y vivencias, formación moral y filosófica.
Lo que para algunas personas resulta intolerable, para
otras, y de acuerdo a la circunstancia, es una transgresión
válida. Habrá tantas opiniones como personas sobre un
mismo caso.
Hay un temor al rechazo, como un pudor a escarbar
en el pasado por el dolor vivido; una no quiere revivir lo
horroroso.
A mí me parece que vale la pena si sirve como reflexión,
y esa es mi apuesta.
En ese sentido ésta no es una obra literaria, es apenas
un testimonio.
En estas páginas trato de ver, de observar a aquella muchachita
que fui, trato de entender su sentir en la etapa histórica
que le tocó vivir, entrando y saliendo de ella misma.
A veces me asombro de su arrojo, de su candidez, de
su fortaleza espiritual, de su fragilidad puesta a prueba y
me pregunto qué hubiera ocurrido si el fuego que atravesó
hubiese sido más fuerte.
Me sorprende también la cantidad de recursos instintivos
que tuvo para ir sorteando todas las pruebas y llegar
hasta aquí.
Siento que no son suficientes los testimonios conocidos.
Faltan muchísimos. Aquí tengo que incluir a todos
y todas, no son suficientes porque no hemos sacudido los
corazones y la conciencia de la totalidad de nuestro pueblo.
Digo que quiero que se enteren de la historia íntegra o
lo más cercano que se pueda a la verdad, antes de que nos
vayamos de este mundo.
Las personas que vendrán tendrán derecho a escuchar
todas las campanas. Hasta ahora a terror y miedo, se ha escuchado
una sola campana, que ha sonado tantos años y
tan fuerte que se podría decir que padecemos sordera. No
Petisa 11
sólo eso, hay un transformismo, como para desequilibrar
a la más armónica de las personas, por el cual nadie es responsable
y si seguimos así, dentro de unos años dirán que
las desapariciones forzadas de personas fueron todo un invento,
como quieren hacerlo con el holocausto judío, o el
exterminio de indígenas nativos de nuestro país y el resto del
continente americano, por poner sólo un par de ejemplos.
A pesar de que tenemos bellos motivos para festejar, en
realidad estamos festejando la posibilidad de empezar a caminar
de verdad, y como sabemos lleva mucho esfuerzo,
paciencia y machucones fruto del aprendizaje. Hoy lo importante
es tener un lugar definido, concreto, descentralizado,
donde poner el hombro, para sacar del pozo al país.
Vendrán tiempos muy difíciles. Nada indica que pararán
las invasiones ni la ambición de singulares y plurales,
nacionales e internacionales.
El desprecio a toda la naturaleza, incluidas las personas,
es un serio indicador de que la paz está lejos. Se habla de
que hay un “Plan Colombia”, un “Plan Puebla Panamá”,
un “Plan de la Triple Frontera”, “Plan contra Chávez”...
De igual manera que hubo en los años setenta un genocidio
que abarcó varios países llamado el “Plan Cóndor”con
tanto éxito que lo quisieron repetir en Venezuela pero el
pueblo no lo permitió, no sin una gran cuota de sacrificio.
Lo que se ve es que desde el Pentágono lanzan amenazas
terribles y el instinto popular dice: “eso es imposible, es
demasiado terrible”. Las amenazas duran mucho tiempo
hasta que la gente se cansa de oírlas, y un mal día, bombardean.
Por todo esto, siento que es aún más necesario mirar
el pasado para estar alertas en el presente. Quizás toque
rebelarse una vez más. Así es la historia.
Tal vez un día los y las jóvenes se pregunten: ¿cómo
fue?, ¿por qué lo hicieron?, ¿qué sentía la gente joven de
aquellos años?, ¿tenían tiempo para el amor nuestro de
12 Petisa
cada día, peleado por el amor universal? ¿Qué convicción
llevó a estas personas a elegir una vida sacrificada, donde la
recompensa estaba sobre todo adentro de las conciencias?
¿Qué sentimientos las llevó a arrojarse al fuego amando
tanto la vida? Queremos todos los testimonios posibles.
¿Qué pasaba en aquellos años?
No es posible referirse a los años 60 sin mencionar a la
Revolución Cubana, por lo menos en América Latina.
La incidencia de Fidel Castro y Ernesto Ché Guevara
sobre las ideas de liberación de nuestra generación, fueron
importantísimas. Demostraron en la práctica que un pueblo
avasallado como el cubano, pudo realizar la hazaña de
cambiar el curso de su historia. Y eso sucedió en la nariz de
sus opresores, el país más poderoso del mundo.
Para la gente joven eran más importantes los hechos
que los discursos. Los hechos hablan más claramente acerca
de la factibilidad de las ideas. Lo que se puede hacer
“aquí y ahora”.
¿Quiénes eran Fidel y el Che? Eso hoy día cualquiera lo
puede saber. En aquellos años era más difícil comprender
la realidad. La información estaba muy manipulada, cuando
no estaba totalmente tergiversada. A nuestro poder llegaban
textos escritos a máquina, o mejor aún, “de boca en
boca”, boletines, periódicos con escasa difusión abierta, y
muy comprometidos con las ideas de justicia social e independencia
económica.
Cuando yo era niña, en mi casa de Salto, se escuchaba
Radio Carve. Cada mediodía se iniciaba el informativo
con la voz de Fidel diciendo entre otras cosas: “Soy marxista
leninista y lo seré hasta el último día de mi vida”.
Mostraban a Castro como un diablo con cola y todo.
Mi padre nos enseñó que la palabra comunista era una
mala palabra. Sin duda, en mi hermano y en mí generó un
efecto contrario al buscado.
Petisa 13
Esos hombres eran unos valientes que, empujados por
sus tercas convicciones, pelearon contra toda adversidad
para lograr su propósito: liberar a Cuba de un gobierno insensible
que sólo obedecía a los capitales extranjeros y no a
la prosperidad y al bienestar de su gente.
Se decía que la isla era el “garito de los Estados Unidos”
por la corrupción y degradación humana que allí imperaba.
Se había creado entonces un caldo de cultivo para que los
estudiantes y jóvenes indignados buscaran la manera de organizarse
contra esos atropellos.
Las películas y la prensa de la época mostraban, y todavía
muestran hoy, hasta qué grado vergonzoso se imponía
la injusticia social.
A nuestros ojos, en aquel momento, la figura de Fidel
Castro y sus compañeros representaba una conducta consecuente
y atrevida que despertaba nuestra admiración.
Para la gente joven de hoy recomiendo ver los documentales
de la época, son emocionantes, por el espíritu de
sacrificio, la sagacidad y las convicciones puestas a prueba.
En Uruguay, la personalidad del Che, su ejemplo, su
sacrificio final tuvo un impacto importante en mucha gente
joven que seguía con asombro las conquistas de aquel
pueblo.
Eran seres de carne y hueso, como cualquiera de nosotros
y habían logrado algo casi imposible. Entonces,
¿porqué no soñar y trabajar para incidir en nuestro propio
proceso histórico, a la manera uruguaya?
14 Petisa
Introducción
El mes de los jazmines
Es el mes de los jazmines, en Montevideo, el sol,
ese levantador de ánimo, acaricia a todos, aún quienes
pasan con apuro y el ceño fruncido.
Es diciembre aquí en el Sur. Aunque llega un aire fresco,
no puedo dormir. Son las dos y media de la mañana, doy
vueltas en la cama grande y solitaria. En mi cabeza rondan
diferentes maneras de comenzar la historia.
Tenemos que contar lo que sabemos.
¿Ya te pusiste a escribir, mamá? ¿Para cuándo?
“Memoria para armar”
Necesitamos tu pedacito...
Debe ser la menopausia, los sofocones, el calor que
calienta la cabeza, los brazos, las piernas, debajo de mis
senos.
Con cincuenta años hace ya tiempo que vengo padeciéndola.
Dicen que muchas mujeres enloquecen en este
período.
Yo le pregunté a la abuela (de mis hijos) del Cerro (porque
mi mamá había muerto hacía diez años) ¿Cómo es eso
de los calores?
– Mirá –me dijo con alegría de poderme explicar– es
algo que una siente pero después se va...
Petisa 15
Las historias de vida en primera persona
conforman un relato excepcional. No hay
espectador más firme y fiel ni duradero que la
propia protagonista.
Esta historia es la suma de muchas historias,
de muchos momentos históricos, de varios
continentes, varios países. Pero también la
suma de la interacción con miles de personas y
de las opciones que María Esther Francia tomó
durante su vida.
Revoluciones, cárceles y exilios;
amores y desamores;
encuentros y desencuentros fueron
tejiendo un relato expuesto con crudeza,
realismo y ternura. Es una historia desde el
llano que nunca buscó protaganismos, pero
que encontró su propio camino.
En este libro María Esther Francia cuenta
su propia historia, sin censura, como solo la
protagonista puede hacerlo.
“Porque te recuerdo casi niña, empezando a ser
mujer y sé que pasaron años y peripecias y, sin
embargo, estás en mis recuerdos presente. ¡Hasta
siempre, compañera!”
Pepe Mujica
compañero de lucha
y ex presidente de Uruguay