Fahrenheit 451 La censura de libros y la prensa en Colombia
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LA SUBVERSIÓN DE LA LECTURA
EN MEDIO DE LA ALIENACIÓN DEL
PENSAMIENTO
Autoras: Luisa María
Bedoya Castrillón –
Laura Gil Herrera.
Acabo de terminar la lectura de Fahrenheit 451 desde la comodidad de
mi casa y sin restricción alguna. En este momento solo puedo pensar en
lo privilegiada que soy por el hecho de poder leer lo que me venga en
gana. Un libro como estos ha dejado sembrado en mí el deseo por conocer
aquellas obras que a lo largo de la historia han sido censuradas. Quiero
seguir leyendo, pero ¿Por dónde empezar? Me dirijo al estante de obras
literarias que tiene la biblioteca y como de costumbre, después de
terminar un libro, exploro los títulos. Esta vez, llama mi atención en
sobre manera un pequeño librillo, casi imperceptible a la vista, titulado
La censura de libros y la prensa en Colombia. Yo no lo he buscado,
definitivamente este libro me ha encontrado a mí.
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LA CENSURA DE LIBROS Y LA
PRENSA EN COLOMBIA
Compiladoras: Luisa María Bedoya Castrillón – Laura Gil Herrera
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Al abrir la primera página me
encuentro con las siguientes
líneas:
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Me dispongo y comienzo a leer.
«En Colombia, la llegada de los libros y al mismo tiempo la censura de
estos comenzó con la aparición de la corona española. Para el año de
1551 en España se tenía el Índice de libros prohibidos de la Inquisición
española, y de igual manera, estas obras también eran prohibidas en los
territorios de la Monarquía Hispánica. La preocupación de la Monarquía
era mantener la moral católica...
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Así mismo, en el año de 1794, el virrey José
Manuel de Ezpeleta ordenó destruir todas las
copias de la Declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano, porque a los reyes de
la época no les convenía que las personas
conocieran la traducción de estos derechos que
se habían promulgado en 1789 por la
Nacional Constituyente de Francia».
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Al terminar de leer este primer párrafo,
viene a mi memoria una frase de
Fahrenheit 451 que se quedó grabada en
mí:
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“Tiene que haber algo en los
libros, cosas que no podemos
imaginar para hacer que
una mujer permanezca en
una casa que arde. Ahí tiene
que haber algo. Uno no se
sacrifica por nada”. (p. 55)
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¿Qué es eso que hay en los libros? ¿Por
qué la santa Iglesia prohibía ciertos
libros? De seguro ellos sabían aquello
que tenían que hacía que el pensamiento
de los lectores se transformara con la
aproximación a cada una de esas líneas.
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Con las páginas leídas hasta el momento he confirmado cómo
los gobiernos emplean la censura y el control de las letras
para manipular al pueblo a su antojo. Sin duda, la prohibición
de ciertos libros buscaba evitar dañar la mente y las buenas
costumbres de las personas. Pero también pienso en aquellos
que se arriesgaron a escribir de manera clandestina,
enfrentándose a la excomunión y al repudio de la Iglesia. Una
época difícil tanto para escritores como lectores. Sigo
leyendo.
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«Pese a la prohibición de libros que llamaron herejes, la inclinación
del hombre siempre estuvo marcada en descubrir esos relatos que
tanto excluyeron del alcance público, ya que la imprenta tenía
pocos años de haber llegado al país y las iglesias católicas en
compañía de los gobernadores de turno se encargaron de exiliar
todo ejemplar que fuera en su contra. Sin embargo, para estas
personas se convirtió en un imperativo el hecho de acceder a las
listas de obras que fueron censuradas.
Con todo esto se logró un gran avance ya que en el año de 1851, el
Congreso de la República de la Nueva Granada declaró que...
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Es completamente libre la
expresión del pensamiento
por medio de la prensa.
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No obstante, esto no sería por mucho…
Con la redacción de la Constitución Política de
1886 y con la llegada de un gobierno
conservador al mando, se ejerció un poder
absurdo sobre la libertad de expresión. Tanto así
que el artículo 42 afirmaba lo siguiente:
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La prensa es libre en tiempo de
paz; pero responsable, con arreglo
a las leyes, cuando atente a la
honra de las personas, al orden
social o a la tranquilidad pública.
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El peso de la ley le permitió al gobierno censurar
los periódicos que se oponían a las ideas de la
Iglesia y del gobierno. Llama mi atención la
carta que envía el editor del periódico El Correo
Liberal en 1888 al estar confinado en la cárcel».
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La cárcel, un lugar común para los escritores de la prensa colombiana
16 de mayo de 1888
El editor del periódico El Correo Liberal, Juan de Dios “El Indio” Uribe envía
desde la cárcel una carta a su equipo de trabajo.
Permítame que diga que en Colombia reina un despotismo sombrío, nunca
superado desde la fundación de la República, y que denuncie al país este
nuevo escándalo, este nuevo ultraje al derecho. Luz mortecina es la de estos
tiempos en nuestra Patria, y no se ve el clarear de ninguna aurora, porque
hay una declinación general del carácter, y el mal se abona, como los
bosques, con lo mismo que bota, que se pudre y que fermenta. Quiero decir
adiós, además, por su conducto, a los lectores de El Correo Liberal y
decirles que en cualquier parte del mundo a donde la ola me lleve, -
tranquila o airada-, mi pensamiento estará con ellos y mi esfuerzo tenaz se
hará sentir, aunque modesto, por el triunfo de las ideas radicales, que son
las únicas poderosas para incorporar de su atonía a este moribundo que se
llama Colombia. Firmado por Juan de Dios Uribe. 17
El gobierno afiló sus armas, censuró otros tantos
periódicos y fijó una larga lista de excomulgados por la
santa institución. En la lista se encuentran los
siguientes:
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Con todo esto, me pregunto, ¿Qué leían los niños en la escuela?
Pues tal grado de censura también debía considerar el
moldeamiento de aquellas mentes a imagen y semejanza de la
Iglesia católica y el Estado.
Al seguir leyendo me doy cuenta que efectivamente la Iglesia
católica fue una de las instituciones que tuvo mayor influencia
sobre la formación de los lectores y del corpus de obras aptas para
leer. Esta se encargó de escoger los textos escolares, autorizar las
publicaciones e impartir la educación escolar; fue así como
constituyó un canon dogmático, en el cual instruyó a sus fieles
sobre qué libros no podían ser leídos.
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Pero, en cambio, para contrarrestar los libros prohibidos se
publicaban manuales, tratados morales y novelas que
buscaban fomentar los valores católicos, sin embargo, era
impensable leer una novela realista y romántica, por lo que
fueron estrictamente controladas.
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Es increíble que la Iglesia y el Estado hayan sumado
esfuerzos para diseñar este tipo de textos que tenía como
objetivo fomentar los valores católicos desde casa. Su especial
atención radicaba en educar a la mujer bajo estos preceptos,
ya que era ella quien en cabeza del hogar y la moral debía
enseñar a sus hijos y guardar su matrimonio amparada en la
ley de Dios. De tal forma, se veía en la mujer un gran
potencial como “madre educadora”.
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Entre risas pienso en aquella frase que reza:
Lo prohibido es lo más apetecido.
Pues a pesar de la lucha constante de la Iglesia por mantener
el control de la lectura, muchas personas de pensamiento
liberal continuaron comprando y leyendo periódicos, al igual
que libros censurados.
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Quiero compartir con quien me lee, unos apartados que me
impactaron en el libro que leo sobre el primer manual
colombiano de censura literaria titulado Novelistas buenos y
malos, escrito en 1910 por el sacerdote español, Pedro
Ladrón Guevara, quien definía ciertas obras como material
peligroso para los jóvenes.
A continuación comparto con el lector la descripción sobre
algunos de los autores más renombrados para la época.
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Al igual que Fernando
González y León de Greiff, hoy
autores muy renombrados,
hicieron parte de la Revista
Panida, pero para su época
fueron censurados por imitar a
los poetas malditos. Aquí las
palabras que pronuncia la
Iglesia en 1915 en la revista
La Familia Cristiana, principal
publicación de la curia de la
ciudad.
“Deseáramos poder alabar
el esfuerzo juvenil de
sus redactores si
encontráramos en sus
páginas algo que
mereciera
nuestra
aprobación; pero tenemos
la pena de afirmar que
ellas respiran un
decadentismo sensual,
que lejos de hacer
provecho dañará a sus
lectores. No la
recomendamos a las
familias […]”.
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Aunque quisiera creer que la censura es algo
del pasado, el libro que tengo entre mis manos
afirma que recientemente se siguen censurando
obras. Así que deseo compartir con los lectores
aquellos escritos literarios que han sido fruto
de la censura en Colombia. En dicha lista no se
deja esperar el renombrado libro de García
Márquez, Cien años de soledad (1967), cuyo
ejemplar estuvo prohibido en los colegios y en
algunas universidades por su lenguaje
considerado soez y también por algunas de sus
escenas a las que consideraron con contenido
sexual explícito. Solo después del Premio
Nobel de Literatura, 1982, comenzó a caer
poco a poco el veto.
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También la novela Luna caliente (2014) de
Mempo Giardinelli fue censurada en 2016 por
considerarse una narración llena de erotismo,
humor negro y existencialista que llevaría al
hombre a la reflexión por los límites de su
naturaleza. Del mismo modo, el libro Dejad
que los niños vengan a mí (2019) del
periodista Juan Pablo Barrientos fue
reprobado, ya que aborda el caso del
vicepresidente de la Conferencia Episcopal de
Colombia y arzobispo de Medellín, quien
encubrió a un sacerdote acusado de abusos
sexuales contra menores. Tal fue la noticia
que hallé en este librillo.
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Finalmente, se conoce que en la ciudad de
Bucaramanga, el 13 de mayo de 1978 la
Sociedad San Pío X de la cual hacía parte
Alejandro Ordóñez, realizó una quema de libros
que, por su concepción ideológica consideraban
como “pecaminosos”. Entre estos volúmenes se
encontraban las obras de García Márquez, Marx
y Rousseau. Y, sin ser suficiente lo anterior, en
2017, Alejandro Ordóñez dijo en la radio que
volvería a quemar libros, dado que lo considera
“un acto pedagógico”. De tal forma, este
antecedente reafirma que la Inquisición sigue
teniendo vigencia aunque no con el mismo rigor
que antes.
Cuadro del siglo XV de Pedro Berruguete
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He terminado de leer La censura de libros y la prensa en
Colombia. La lectura me deja un sin sabor, al reconocer que
históricamente la censura ha sido una herramienta de control
para cuidar las buenas costumbres, la moral y el orden
público; y por otro lado, los gobiernos la han visto como un
instrumento para educar a las masas.
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Al igual que en en Fahrenheit 451, con censores como el
sabueso y el capitán Beatty, en nuestra historia estos se
personifican en la Iglesia, el Estado, los sacerdotes, la
escuela, los dirigentes; censores que creen tener el poder para
definir lo que es apto y no apto para leer. Pues bien, saben
que tiene que haber algo en los libros y en las letras para que
los lectores decidan permanecer en una casa que arde.
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Así pues, cito una de las ideas expuestas por este mismo libro:
“Cualquier hombre que crea que puede engañar al Gobierno y a
nosotros está loco”. (p.40) Sí, cualquier persona que intentó
preguntarse cuáles eran las intenciones que encubrían las decisiones de
los bomberos, o que de manera subversiva realizó acciones contrarias a
las socialmente establecidas, con certeza estuvo en peligro de ser
callado, quizás con el exilio y, peor aún, con la muerte. No obstante,
ese acto de rebelión, ya referenciado en la literatura y vivido en
nuestro contexto colombiano, es el que ha permitido que ahora
podamos encontrar en la lectura una posibilidad para cuestionar e
interpretar de forma diferente todo en cuanto sucede a nuestro
alrededor.
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Referencias
Bradbury, R. (1993). Fahrenheit 451. Almería: Ediciones Perdidas. Recuperado de
https://bit.ly/2wuVPq8
Estupiñan, M. (2019). Juez de Antioquia levantó las medidas cautelares contra libro
que denuncia casos de pederastia. El Espectador. Recuperado de
https://bit.ly/3di1b9
Rodríguez, F. (2019). Los libros que se han prohibido en Colombia. Las2Orillas.
Recuperado de https://bit.ly/3bec2Pd
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Revista Arcadia. (2016). El primer y único manual de censura literaria en Colombia.
Arcadia. Recuperado de https://bit.ly/2U8js12
Semana. (2016). Letras prohibidas: la censura de libros en Colombia. Semana.
Recuperado de https://bit.ly/3dnHjRZ
Pérez, S. (2014). Inmorales, injuriosos y subversivos: las letras durante la
Hegemonía Conservadora 1886-1930. Historia y Sociedad, 26, pp.181-208.
Recuperado de https://bit.ly/2WAvt0D
VICE Colombia. (2016). El libro colombiano que fue prohibido por la Iglesia
Católica. Revista Vice. Recuperado de https://bit.ly/39dUgdP
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No es un secreto que a lo largo de la historia, instituciones como el Estado o la Iglesia
Católica han rechazado fuertemente el pensamiento liberal y subversivo que algunos
personajes han querido plasmar por medio de la escritura. Así pues, en La censura de
libros y la prensa en Colombia se narra el desafortunado pero indeleble trasegar de la
prohibición de la lectura desde épocas remotas como la Inquisición hasta nuestros días
en Colombia. La protagonista de esta novela, de quien se desconoce su identidad, relata
a sus lectores aquello que a su vez está descubriendo en la mencionada obra. Su interés
por leer acerca de la censura, surge a partir del deseo por explorar algunas ideas ya
expuestas en el libro Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, en el cual se provocaban
incendios para quemar libros, lo que significa un veto al pensamiento.
Dicho tópico de la prohibición de la lectura, resonará por mucho en aquella mujer que
querrá indagar más acerca de esto en Colombia, a tal fin de convocar no sólo a leer,
sino también a conocer más y cuestionar los antecedentes de la formación lectora.