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Temporada Taurina Bogotá 2020

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Santamaría

Bendita

Sigue viva

nuestra

tradición en

Bogotá


#MeQuedoEnCasa

Estamos viviendo tiempos difíciles. Estar en casa, aunque suene

paradójico, puede ser una experiencia agotadora. Cuando sentimos

que nos han privado de algo tan preciado como la libertad,

es fácil entrar en cólera y caer en desespero.

Quisimos aportar un granito de arena ante este momento que

pasa la humanidad y por eso abrimos la posibilidad de que los aficionados de

Colombia y el mundo recreen, a través de fotos y algunos textos, la más reciente

temporada taurina de Bogotá.

Acá encontrarás desde la visita al toro en el campo, hasta los triunfos sin atenuantes

de compatriotas como José Arcila y Juan de Castilla, sin dejar de lado a

quien, sin lugar a dudas, se llevó los máximos galardones, el francés Sebastián

Castella. Disfruten y dispersen la mente con estos recuerdos.

11 orejas

Se cortaron

en toda la

temporada, 9 de

ellas en el último

fin de semana.

4 toreros

salieron a

hombros: José

Arcila, Juan de

Castilla, Roca

Rey y Sabstián

Castella.



DEVOTO Y LA

MUERTE HERÓICA

Por: Descabellos

Cuando dobla el toro y en la arena quedan las

evidencias de la sangre, las corridas de toros

cumplen el prudente principio de oponerse al

mundo moderno. En efecto, la imagen del animal

públicamente muerto en pleno siglo XXI

es una bofetada en la faz de la tierra. De cierta

manera que atiende a esto, la temporada taurina

en la Santamaría es un huésped incómodo

para Bogotá. No hay taurino que sea ajeno

a esta idea cuando va rumbo a la plaza, preparado

como si fuera a entrar en un campo

de excepción, entre retenes policiales y vallas

de contención para furiosas multitudes.

Asistir a esa constante excepción fuera de la

plaza –decenas de calles cortadas alrededor,

todas las salidas custodiadas por policías- predispone

al espíritu para vivir la corrida de una

manera ciertamente más intensa. La arquitectura

bogotana es el primer saludo. Pero

después, entre miles de desconocidos que

comparten una sola fe en el rito, todos vestidos

de domingo, el ambiente de la corrida se

completa. Es una atmósfera totalmente leonina,

eléctrica, llena de lo mejor y lo peor de

la especie humana. Consecutivo al sonido de

los clarines del cielo, los alguaciles, la figura

más ajena a este siglo decadentista e higiénico,

incluso más que los mismos matadores,

abren en el espacio del rito y Bogotá vive en

pleno centro el inicio de otro tiempo fuera de

este.

El asunto se reduce al sacrificio público de un

animal en el centro de la capital de la República.

La tauromaquia evidencia los valores que

la sociedad intenta esconder: grandes dioses,

grandes reinos, el valor de la muerte, la importancia

de la belleza que cueste la sangre

–metafórica, fácticamente-, la relevancia del

honor y el rechazo total y consciente a estéticas

sin profundidad; y es que no cabe mayor

manifestación visible que crear la danza

del toreo en paralelo al riesgo de muerte. La

sociedad actual no está preparada para estas

tremendas verdades, pues a ella solo le

corresponde el inmediatismo y la facilidad

de la moral básica: nadie resulta muerto y

la piedad puede ser aplicable incluso hasta

a la rama de un árbol: moral aplicable como

si de sencillas inyecciones se tratase; en contraste,

el picador lucha por defender simbólicamente

a su caballo en contra de la ofensiva

real del toro.

Justamente en épocas en las que la ciudad

se ha vaciado totalmente y sus monumentos

lucen desolados, la sociedad da la impresión

de tener bases estéticas débiles y valores reducidos

a la lógica de sobrevivir. Pero el torero

de la Santamaría no sobrevive: vence a

la muerte, la domina y la sacrifica luego de

ofrecer toda su singularidad humana en

esa empresa. En pleno centro de Bogotá,

varios hombres fueron agredidos por los

toros y se negaron a pasar a la enfermería;

permanecieron en el ruedo y lucharon con

honor por el valor estético de la belleza que

estaban creando. Y los toros también.

Piénsese en Devoto, el toro de El Manzanal

que luchó hasta la muerte por una singularidad

que la sociedad le niega: ser simplemente

un toro de combate, un animal de

lidia que también puede acularse en los

tableros y negarse a embestir, pero que en

cambio arreó con toda su fuerza una y otra

vez para vencer. Puede decirse aquí, con el

índice extendido, que ese toro tuvo un valor

moral mucho más considerable que las

caricaturas de protestantes que, no lejos de

allí, gritaban con su propia incomprensión

contra la corrida. Devoto plantó combate en

nombre de una naturaleza que cada vez se

aleja más del hombre, pese a la paradójica

invasión que este hace en sus terrenos. La

idea que más se parece al toro Devoto es la

de las inexploradas profundidades del mar,

las selvas más cerradas, los polos congelados

que nunca han sido vistos por la mirada humana,

los desiertos menos habitados: naturaleza

que no es la del hombre, que es solo

«ella misma» y se satisface en ser lo que es.

Devoto de El Manzanal, toro marcado con un

hierro en el costado, coronado de banderillas

y húmedo por su propia sangre, fue un toro

de lidia contra el hombre incluso después de

haber caído rendido por la espada.

«No debemos preocuparnos por la muerte,

pues nunca la experimentaremos»: esta es

la popularización básica de una máxima de

Lucrecio que añora ser real: la muerte es un

fenómeno que no podemos experimentar de

ninguna forma, por tanto, no debería ni siquiera

ser considerada. Pero la corrida de toros

en el centro de Bogotá se trata justamente

de lo contrario: la muerte es el primer asunto

que debe considerar el hombre. La muerte

es algo que se puede ver a los ojos, a través

de una complicada danza en la que el torero

ofrece su vida y luego el toro la suya. Sin lugar

a otra interpretación, esto es lo que molesta a

los detractores de las corridas: en pleno centro

de la capital, a cielo abierto y rodeada de

altísimos edificios, la Santamaría le muestra

a Bogotá los asuntos de una muerte llena de

nobleza y heroísmo. Por eso la plaza de toros

de la ciudad es el último bastión de una idea

de civilización que está desapareciendo a lo

largo y ancho del mundo.



1ª corrida, febrero 2, 2020

1

Morante de la

Pueba se fue entre

pitos.

2

Sebastián Castella

cortó una oreja.

Morante de la Puebla

3

Luis Miguel

Castrillón se fue

silenciado.



Sebastián Castella



Luis Miguel Castrillón



2ª Corrida, febrero 9, 2020

1

Sebastián Vargas

desaprovechó su

lote (a Devoto).

2

Manuel Escribano

falló con la espada

y esto le privò de

un trofeo.

Sebastián Vargas

3

Jesús E. Colombio

dio la vuelta al

ruedo en una fría

tarde.



Manuel Escribano

Jesús E. Colombo



Devoto, toro importante



3ª Corrida, febrero 16, 2020

1

Enrique Ponce

vio silenciada su

labor.

2

Antonio Ferrera se

fue corneado, pero

enloqueciò a la

Santamarìa.

Enrique Ponce

3

Luis Bolívar dio una

vuelta al ruedo tras

petición.



Antonio Ferrera



Luis Bolívar





Novillada, febrero 23, 2020

1

Manolo Castañeda

2

Gitanillo de

América

Manolo Castañeda

3

Arturo Gilio



Gitanillo de América

Arturo Gilio



4ª Corrida, febrero 29, 2020

1

José Arcila,

3 orejas, puerta

grande.

2

Moreno Muñoz no

tuvo suerte en

3 toros

José Arcila

3

David Martínez

confirmó

alternativa.





Moreno Muñoz



David Martínez



5ª Corrida, marzo 1, 2020

1

Sebastián Castella,

2 orejas (regaló un

toro).

2

Roca Rey cortó dos

orejas a su primer

toro.

Sebastián Castella

3

Juan de Castilla, triunfador

de la tarde

3 orejas, un indulto.





Andrés Roca Rey





Juan de Castilla







El Manzanal





Vista Hermosa





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