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Santamaría
Bendita
Sigue viva
nuestra
tradición en
Bogotá
#MeQuedoEnCasa
Estamos viviendo tiempos difíciles. Estar en casa, aunque suene
paradójico, puede ser una experiencia agotadora. Cuando sentimos
que nos han privado de algo tan preciado como la libertad,
es fácil entrar en cólera y caer en desespero.
Quisimos aportar un granito de arena ante este momento que
pasa la humanidad y por eso abrimos la posibilidad de que los aficionados de
Colombia y el mundo recreen, a través de fotos y algunos textos, la más reciente
temporada taurina de Bogotá.
Acá encontrarás desde la visita al toro en el campo, hasta los triunfos sin atenuantes
de compatriotas como José Arcila y Juan de Castilla, sin dejar de lado a
quien, sin lugar a dudas, se llevó los máximos galardones, el francés Sebastián
Castella. Disfruten y dispersen la mente con estos recuerdos.
11 orejas
Se cortaron
en toda la
temporada, 9 de
ellas en el último
fin de semana.
4 toreros
salieron a
hombros: José
Arcila, Juan de
Castilla, Roca
Rey y Sabstián
Castella.
DEVOTO Y LA
MUERTE HERÓICA
Por: Descabellos
Cuando dobla el toro y en la arena quedan las
evidencias de la sangre, las corridas de toros
cumplen el prudente principio de oponerse al
mundo moderno. En efecto, la imagen del animal
públicamente muerto en pleno siglo XXI
es una bofetada en la faz de la tierra. De cierta
manera que atiende a esto, la temporada taurina
en la Santamaría es un huésped incómodo
para Bogotá. No hay taurino que sea ajeno
a esta idea cuando va rumbo a la plaza, preparado
como si fuera a entrar en un campo
de excepción, entre retenes policiales y vallas
de contención para furiosas multitudes.
Asistir a esa constante excepción fuera de la
plaza –decenas de calles cortadas alrededor,
todas las salidas custodiadas por policías- predispone
al espíritu para vivir la corrida de una
manera ciertamente más intensa. La arquitectura
bogotana es el primer saludo. Pero
después, entre miles de desconocidos que
comparten una sola fe en el rito, todos vestidos
de domingo, el ambiente de la corrida se
completa. Es una atmósfera totalmente leonina,
eléctrica, llena de lo mejor y lo peor de
la especie humana. Consecutivo al sonido de
los clarines del cielo, los alguaciles, la figura
más ajena a este siglo decadentista e higiénico,
incluso más que los mismos matadores,
abren en el espacio del rito y Bogotá vive en
pleno centro el inicio de otro tiempo fuera de
este.
El asunto se reduce al sacrificio público de un
animal en el centro de la capital de la República.
La tauromaquia evidencia los valores que
la sociedad intenta esconder: grandes dioses,
grandes reinos, el valor de la muerte, la importancia
de la belleza que cueste la sangre
–metafórica, fácticamente-, la relevancia del
honor y el rechazo total y consciente a estéticas
sin profundidad; y es que no cabe mayor
manifestación visible que crear la danza
del toreo en paralelo al riesgo de muerte. La
sociedad actual no está preparada para estas
tremendas verdades, pues a ella solo le
corresponde el inmediatismo y la facilidad
de la moral básica: nadie resulta muerto y
la piedad puede ser aplicable incluso hasta
a la rama de un árbol: moral aplicable como
si de sencillas inyecciones se tratase; en contraste,
el picador lucha por defender simbólicamente
a su caballo en contra de la ofensiva
real del toro.
Justamente en épocas en las que la ciudad
se ha vaciado totalmente y sus monumentos
lucen desolados, la sociedad da la impresión
de tener bases estéticas débiles y valores reducidos
a la lógica de sobrevivir. Pero el torero
de la Santamaría no sobrevive: vence a
la muerte, la domina y la sacrifica luego de
ofrecer toda su singularidad humana en
esa empresa. En pleno centro de Bogotá,
varios hombres fueron agredidos por los
toros y se negaron a pasar a la enfermería;
permanecieron en el ruedo y lucharon con
honor por el valor estético de la belleza que
estaban creando. Y los toros también.
Piénsese en Devoto, el toro de El Manzanal
que luchó hasta la muerte por una singularidad
que la sociedad le niega: ser simplemente
un toro de combate, un animal de
lidia que también puede acularse en los
tableros y negarse a embestir, pero que en
cambio arreó con toda su fuerza una y otra
vez para vencer. Puede decirse aquí, con el
índice extendido, que ese toro tuvo un valor
moral mucho más considerable que las
caricaturas de protestantes que, no lejos de
allí, gritaban con su propia incomprensión
contra la corrida. Devoto plantó combate en
nombre de una naturaleza que cada vez se
aleja más del hombre, pese a la paradójica
invasión que este hace en sus terrenos. La
idea que más se parece al toro Devoto es la
de las inexploradas profundidades del mar,
las selvas más cerradas, los polos congelados
que nunca han sido vistos por la mirada humana,
los desiertos menos habitados: naturaleza
que no es la del hombre, que es solo
«ella misma» y se satisface en ser lo que es.
Devoto de El Manzanal, toro marcado con un
hierro en el costado, coronado de banderillas
y húmedo por su propia sangre, fue un toro
de lidia contra el hombre incluso después de
haber caído rendido por la espada.
«No debemos preocuparnos por la muerte,
pues nunca la experimentaremos»: esta es
la popularización básica de una máxima de
Lucrecio que añora ser real: la muerte es un
fenómeno que no podemos experimentar de
ninguna forma, por tanto, no debería ni siquiera
ser considerada. Pero la corrida de toros
en el centro de Bogotá se trata justamente
de lo contrario: la muerte es el primer asunto
que debe considerar el hombre. La muerte
es algo que se puede ver a los ojos, a través
de una complicada danza en la que el torero
ofrece su vida y luego el toro la suya. Sin lugar
a otra interpretación, esto es lo que molesta a
los detractores de las corridas: en pleno centro
de la capital, a cielo abierto y rodeada de
altísimos edificios, la Santamaría le muestra
a Bogotá los asuntos de una muerte llena de
nobleza y heroísmo. Por eso la plaza de toros
de la ciudad es el último bastión de una idea
de civilización que está desapareciendo a lo
largo y ancho del mundo.
1ª corrida, febrero 2, 2020
1
Morante de la
Pueba se fue entre
pitos.
2
Sebastián Castella
cortó una oreja.
Morante de la Puebla
3
Luis Miguel
Castrillón se fue
silenciado.
Sebastián Castella
Luis Miguel Castrillón
2ª Corrida, febrero 9, 2020
1
Sebastián Vargas
desaprovechó su
lote (a Devoto).
2
Manuel Escribano
falló con la espada
y esto le privò de
un trofeo.
Sebastián Vargas
3
Jesús E. Colombio
dio la vuelta al
ruedo en una fría
tarde.
Manuel Escribano
Jesús E. Colombo
Devoto, toro importante
3ª Corrida, febrero 16, 2020
1
Enrique Ponce
vio silenciada su
labor.
2
Antonio Ferrera se
fue corneado, pero
enloqueciò a la
Santamarìa.
Enrique Ponce
3
Luis Bolívar dio una
vuelta al ruedo tras
petición.
Antonio Ferrera
Luis Bolívar
Novillada, febrero 23, 2020
1
Manolo Castañeda
2
Gitanillo de
América
Manolo Castañeda
3
Arturo Gilio
Gitanillo de América
Arturo Gilio
4ª Corrida, febrero 29, 2020
1
José Arcila,
3 orejas, puerta
grande.
2
Moreno Muñoz no
tuvo suerte en
3 toros
José Arcila
3
David Martínez
confirmó
alternativa.
Moreno Muñoz
David Martínez
5ª Corrida, marzo 1, 2020
1
Sebastián Castella,
2 orejas (regaló un
toro).
2
Roca Rey cortó dos
orejas a su primer
toro.
Sebastián Castella
3
Juan de Castilla, triunfador
de la tarde
3 orejas, un indulto.
Andrés Roca Rey
Juan de Castilla
El Manzanal
Vista Hermosa