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REVISTA SEMANA SANTA 2020

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MÉRIDA I Semana Santa 2020

ARTÍCULOS

INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL

XXV AÑOS PROVINCIA ECLESIÁSTICA

Homilía pronunciada el 11 de octubre por el Arzobispo de Mérida-Badajoz Celso Morga Iruzubieta

Queridos hermanos en el

Episcopado; queridos hermanos

sacerdotes, capitulares del cabildo

catedral de Badajoz y de la con

catedral de Mérida; sr. Párroco de

Santa María; autoridades civiles

y militares; sr. Alcalde de Mérida;

hermanos y hermanas,

«Te doy gracias, Señor, de todo

corazón…Daré gracias a tu nombre»

(Salmo)

«María dijo: Proclama mi alma la

grandeza del Señor, se alegra mi

espíritu en Dios mi Salvador, porque

ha mirado la humildad de su esclava»

(Evangelio).

Con gozo, venimos a dar gracias

a Dios, en esta Eucaristía, por el

acontecimiento de la creación de

nuestra Provincia Eclesiástica de

Mérida-Badajoz.

Con emoción se leyó, hace

veinticinco años, el texto de la Bula

Papal, que la constituía como tal.

En dicho documento, se hace

expresa referencia a «la rica herencia

y tradiciones de la histórica Iglesia

metropolitana de Mérida».

Es aquí, queridos hermanos, donde

están nuestras raíces. La Carta de

San Cipriano, entre los años 254-

258, muestra, con certeza, que,

ya por esas fechas, existía una

Diócesis consolidada en Emérita

Augusta, dada su importancia como

capital de la provincia romana de

la Lusitania. Según recordaba su

primer Arzobispo don Antonio, aquí

presente y al que saludo con todo

afecto y gratitud, la Carta de San

Cipriano acredita el origen de dicha

Diócesis en el curso del siglo II, lo

cual denota, a su vez, lo mismo que

en toda la Europa mediterránea, que

este pueblo había sido evangelizado y

bautizado en tiempo muy cercano al

de los mismos Apóstoles.

Queridos hermanos, de verdad

son profundas nuestra raíces, tan

profundas como ha de ser profundo

nuestro agradecimiento a Dios.

Nuestro pueblo, nuestra tierra ha

recibido realmente muy pronto la

semilla de la Vida, con mayúsculas,

que es el Evangelio.

Nos consta, por tanto, que, ya a

mediados del siglo III, existía, aquí

en Mérida, la primera comunidad

cristiana de toda la Lusitania,

comunidad que fue, a su vez, germen

de otras Iglesias particulares, que

fueron paulatinamente surgiendo a la

sombra de este árbol, plantado por

Dios en nuestra tierra extremeña y

que fue regado por la sangre inocente

de una jovencita, llamada Eulalia.

Siempre fue así a lo largo de la

historia de la Iglesia. La sangre de

los mártires es semilla de nuevos

cristianos, como dijo Tertuliano.

Fue esta Iglesia emeritense una

Iglesia viva y fiel que creció y ayudó

a crecer, con ejemplos insignes,

como los Santos Padres emeritenses

y,entre ellos, el obispo Zenón, a quien,

en el año 483, el Papa Simplicio

le encomendó su representación

en todas las Iglesias de España:

«por referencia de muchos – dice el

Papa – hemos sabido que tu amor,

con el fuego del Espíritu Santo, te ha

convertido en tal gobernante de tu

Iglesia, que ésta, por permisión de

Dios, no se resiente de los desastres

del naufragio. Gloriándonos por ello

– termina el Papa – hemos juzgado

oportuno confiarte la autoridad Vicaria

de nuestra Sede».

Con luces y sombras, nuestros

hermanos que nos han precedido en

la fe, han sido testigos del Evangelio,

aquí en nuestra tierra, reflejada ahora

en la bondad y sencilla piedad de

nuestra gente y también reflejada,

a lo largo de la historia, más allá

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