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REVISTA SEMANA SANTA 2020

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INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL

MÉRIDA I Semana Santa 2020

ARTÍCULOS

ELOGIO Y HONRA DE LOS HERMANOS MAYORES DE MÉRIDA

Rafa Angulo

Dejó escrito Joaquín Caro

Romero algo así en este bello

poema al “Hermano Mayor”:

Pulcro, estirado, sereno,

diplomático, flemoso,

que se siente poderoso

cuando firma un visto bueno.

Alumbra de nazareno

la estación de penitencia.

Da jaque a la displicencia,

sin resabios en la cara

y sólo deja la vara

en manos de su Iglesia.

Desde la más joven de las

Hermandades de penitencia de

Mérida queremos rendir homenaje

a los Hermanos Mayores de todas

las Cofradías emeritenses por ser el

vínculo de unión de nuestras cofradías

y tras su apariencia nazarena, normal

y corriente, “cargar” como el que más

con el peso de una Hermandad. Entre

el humo del incienso, nube bendita y

aromática, y el sonido de cornetas

y tambores, entre el runrún de las

túnicas y el crepitar de los cirios, entre

el orden de las filas y detrás del palio,

ahí está el Hermano Mayor que, en

muchos casos, hace lo que vio hacer

a su padre y lo que, a menudo, ve su

hijo hacer. Esa saga de Hermanos

Mayores que viene del ayer y nos

lleva al mañana pero que tiene el

mismo rango, mayor, de quienes lo

son porque lo mamaron de recién

nacidos, pues fue su mamá quien

los llevo de la manita o en brazos la

primera vez y su abuela quien les hizo

el primer traje. Ser Hermano Mayor

de una Cofradía de Mérida no es un

cargo, es una carga. ¡Y vaya si pesa!.

Pesan las críticas crueles e injustas,

que ni siquiera se responden; pesa

el silencio ante las buenas obras,

desvelos y méritos de la Hermandad,

y el primer mérito es salir a la estación

de penitencia, conformar una cuadrilla

digna de costaleros, que las flores,

los cirios, los pequeños nazarenos,

los penitentes, estén en su lugar. Con

dignidad. El Hermano Mayor hace y

calla. Podía colgarse medallas pero

solo se cuelga la de su Hermandad.

Hace lo que debe e intenta estar en lo

que hace. Sí, se rodea de un equipo,

de priostías, de juntas de gobierno,

de vestidores, colaboradores pero, si

las cosas van mal, los que antes se

ufanaban de cercanía, ahora se alejan

e incluso se van. Y al final todo recaerá

en el Hermano Mayor, emeritense

sencillo que aprendió lo bueno en la

Hermandad y afrontar lo malo con el

mismo talante. Alma mater de una

Hermandad, con la vista puesta en

Dios porque, de lo contrario, esto no

valdría para nada. Puesta en Dios, en

el calendario, almanaque de nuestros

abuelos, y en el cielo, en todas sus

acepciones, las climatológicas y

las celestiales, porque un Hermano

Mayor responsable cuanto más se

acerca la Semana Santa más mira al

cielo. Es lo que trae febrero, ensayos

de noche, convocatorias de día, la

Banda, ¡Dios mío, la banda!, en esa

rutina sentimental preámbulo de la

Semana Santa, del olor a azahar,

del sabor a torrija, de la blanda cera,

del suave embozo, del compás de

la marcha hermosa, del renacer del

esfuerzo, cultura, tradición, honra,

honor y agradecimiento a ti, Hermano

de Mérida, Hermano Mayor nazareno.

Del Calvario al Jesús Nazareno,

de la Infantil a las Lágrimas, de

las Tres Caídas a la Ferroviaria del

Descendimiento, de la Vera Cruz al

Prendimiento, del Santísimo de la O,

a todos por entero. ¡Tenéis nuestros

rezos, nuestros agradecimientos,

nos hacéis sentir orgullosos de los

nuestros: Pablo Burgos, Agustín

Delgado, Francisco Javier Dopico,

José Manuel González, Agustín

Pérez, Alfonso Fernández, Mateo

Pinheiro, Juan Francisco Salguero,

Isabel Pereira, cómo no, nuestro Luis

Miguel González, el Mayor de los

Hermanos Mayores !

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