REVISTA SEMANA SANTA 2020
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MÉRIDA I Semana Santa 2020
ARTÍCULOS
INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL
D. RAMÓN CONDE PORRAS
Siempre quiso formarse para hacer
el bien al mayor número de gente.
Por eso, con la inquietud que le
caracterizó, siendo niño, dejó su casa
familiar en El Rebollar (Cáceres),
donde nació y creció en un ambiente
familiar de trabajo, sobriedad, amor
y sacrificio, para estudiar con los
PP Claretianos en Zafra; Filosofía y
Magisterio en Alcuéscar y Cáceres,
con los Esclavos de María y de los
Pobres; y Teología en el Seminario
Diocesano de Badajoz.
Después de la ordenación
sacerdotal en 1960, fue destinado
a Hinojosa del Valle, Reina, a la
Barriada de la Paz en Mérida y a
D. Álvaro. En esta última parroquia
estuvo 21 años, compaginando
el ministerio de párroco con el del
Magisterio en Mirandilla. Vuelve a
Mérida a la Parroquia de San José,
Asilo de ancianos y Barriada de San
Andrés o Cantarranas; y por último
a la Concatedral, en la que durante
25 años fue adscrito y canónigo
penitenciario sustituto desde el
2013.
En las parroquias y lugares donde
estuvo, fue un sacerdote incansable
y siempre dispuesto para hacer lo
que había que hacer, costara lo que
costara, aunque él mismo tuviera
que hacer frente a los gastos, como
hizo no pocas veces: arreglar los
tejados o la torre, preparar salas para
la catequesis de los niños y el tiempo
libre de los adolescentes, jugar
al futbol con los monaguillos, dar
clases de recuperación a los jóvenes,
o atender las muchas necesidades
de las familias, de los enfermos y de
los pobres.
En los últimos 25 años que hemos
tenido la suerte de tenerlo en la
concatedral, ha dado ejemplo de
integridad, discreción, fidelidad
personal, constancia, entrega
y abnegación hasta sus últimas
fuerzas, con los enfermos, en el
confesonario por el que pasaba
muchísima gente de Mérida y
turistas, contando las colectas y
limosnas y llevando al día los libros
sacramentales.
De sus actitudes de oración,
desprendimiento, generosidad y
espíritu de sobriedad y pobreza,
se han beneficiado su familia, las
parroquias y singularmente los
pobres.
En su funeral lo hemos llorado
mucho y le hemos dado gracias
de Dios por todo el bien que de él
hemos recibido. El que nació en
1933 en el pueblo más pequeño del
Valle del Jerte, ha sido grande para
la Iglesia. Para los que hemos tenido
la suerte de conocerlo, tratarlo y
quererlo, ha sido ejemplo de firmeza
en la fe, como los sólidos apoyos
del “cancho” o piedra grande del
Rebollar.
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