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Ready Player One - Ernest Cline

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con cautela.

Poco después de que se iniciara La Cacería, el planeta se había convertido en la

Estación Central y las doscientas cincuenta y seis copias de la ciudad natal de

Halliday fueron puestas patas arriba y saqueadas por una sucesión interminable de

gunters que buscaban llaves y pistas. La teoría popular que circulaba en los tablones

de mensajes era que Halliday había creado tantas copias de su ciudad para que varios

avatares pudieran buscar al mismo tiempo sin tener que pelear por ocupar un mismo

espacio. Toda aquella búsqueda, claro está, había terminado en nada. Allí no había

llaves. Ni pistas. Ni Huevo. Desde entonces, el interés por el planeta había menguado

espectacularmente. Pero era probable que algunos gunters siguieran acercándose por

allí de vez en cuando.

Si, cuando llegara a casa de Halliday, me encontraba con algún otro gunter,

pensaba salir corriendo, robar un coche y conducir unos treinta y cinco kilómetros (en

cualquier dirección) hasta la siguiente copia de Middletown. Y así sucesivamente,

hasta encontrar una copia de la casa que no estuviera ocupada.

Una vez en el exterior de la terminal de autobuses descubrí que hacía uno de

aquellos hermosos días típicos del Medio Oeste norteamericano. Un sol anaranjado

brillaba, bajo, en el cielo. Aunque yo no había estado nunca en Middletown, había

investigado mucho sobre la ciudad y sabía que Halliday había configurado el planeta

de tal manera que, lo visitaras cuando lo visitaras, e independientemente del punto del

planeta que escogieras, te encontraras siempre en una tarde perfecta de finales de

otoño, en torno a 1986.

Abrí el mapa de la ciudad y tracé una ruta desde donde me encontraba hasta el

hogar de infancia de Halliday. La distancia era, aproximadamente, de un kilómetro y

medio en dirección norte. Indiqué la dirección a mi avatar y empecé a correr. Me

asombraba la absoluta precisión de los detalles. Había leído que Halliday había

configurado personalmente el planeta, basándose en sus recuerdos, para recrear la

ciudad tal como era en su infancia. Había recurrido a planos antiguos de calles, a

listines telefónicos, a fotografías y a vídeos para inspirarse, para asegurarse de que

todo fuera auténtico y fidedigno.

El lugar me recordaba mucho a la ciudad que aparecía en la película Footloose.

Pequeño, campestre y poco poblado. Todas las casas parecían enormes y situadas a

una distancia absurda las unas de las otras. A mí me alucinaba que, cincuenta años

atrás, incluso las familias de bajos ingresos dispusieran de casas enteras. Los PNJ que

hacían de ciudadanos parecían extras salidos de algún vídeo de John Cougar

Mellencamp. Vi a algunos recogiendo hojas secas con rastrillos, paseando perros y

sentados en porches. Por pura curiosidad, saludé a algunos de ellos, que

amablemente, en todos los casos, me devolvieron el saludo.

Por todas partes había pistas de la época en la que me encontraba. Coches y

www.lectulandia.com - Página 98

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